Interpol: "Marauder"

Por: Jesús Elorriaga 

No sé cuántas veces habrán oído los miembros de Interpol la pregunta "¿Cuándo repetiréis un disco como Antics?" De hecho, después de escuchar el último disco de los neoyorkinos, "Marauder", da la sensación de que hasta ellos mismos se han hecho esa pregunta. Sobre todo desde que decidieron hacer el año pasado la gira de su disco debut "Turn on the bright lights" con motivo del 15 aniversario de su publicación. Entonces, en el 2002, el otrora cuarteto apareció en escena con un particular sonido oscuro y melancólico sacado de un horno postpunk ochentero. Las comparaciones con Ian Curtis y sus coetáneos estéticos y musicales tampoco disgustaron mucho a la banda que, sobre todo en el segundo disco, lograron acariciar la cima creativa, aplaudidos por crítica y público a partes iguales.  

Pero el tiempo pasa y, aunque han seguido activos con discos más que aceptables, los ecos de sus mejores años han estado resonando en las frías y solitarias noches de invierno para recordarles que pudieron llegar a ser mejores de lo que fueron. Con "Marauder", Interpol se mira desafiante en el espejo y trata de ponerse el mismo traje con el que triunfó hace 15 años, pero comprueba que le sale algo de tripa cuando intenta abrocharse el cinturón. Este detalle pone de manifiesto que aquel pasado nunca volverá por más que lo intenten con giras "remember". Será muy difícil, casi imposible, repetir himnos como "Evil" o "Say Hello to the Angels", o melodías pegadizas como "Slow hands" o "Obstacle 1". Esto, lejos de deprimirles, les recuerda también que han llegado a una madurez muy digna a base de buenas canciones y un estilo que les ha permitido no salirse (ni perderse) de su camino. 

Para encajar en este traje han contado con el productor Dave Fridmann, un sastre especializado en dotar a sus bandas de un sonido expansivo aunque sin perder su identidad original, véase el ejemplo de The Flaming Lips, MGMT, Tame Impala o “sus” Mercury Rev. Esta forma de trabajar el sonido personal del artista le otorga una paleta de colores bastante luminosa y amplia con la que, en este disco, consigue que la melancolía sui generis de los neoyorkinos salga del sótano y le permita dar un agradable paseo por el parque. 

"Marauder" empieza con un tema que recuerda las buenas sensaciones del primer disco, "If you really love nothing", donde se confirma el buen estado de forma de la marca Interpol, cuyas raíces postpunk no se han perdido. El single de adelanto, "The rover", continúa con esas ganas de agradar mediante riffs animados, un bajo protagonista (como en la mayoría de las canciones) y un sonido que recuerda al primer disco de los Yeah Yeah Yeahs. La voz omnipresente de Paul Banks en casi todos los temas puede sonar a ratos demasiado monótona. No tiene los matices de los primeros discos o la calidez del infravalorado trabajo anterior, "El Pintor", pero encaja con el sonido tan particular que Fridmann sabe cuidar y potenciar (que se lo digan a Wayne Coyne), acentuando detalles con efectos más que con técnica como en "Flight of fancy" o probando registros diferentes en "Party’s over". 

El resto del disco suena bastante homogéneo, con unas guitarras de Daniel Kessler que, sin ser un virtuoso, resulta bastante elegante a la hora de generar atmósferas a base de reverbs bien cuidados. Además, sabe combinar sus guitarras a la perfección con las baterías "nueva oleras" y jazzísticas en algunos casos de Sam Fogarino, como en "Stay in touch". Destacaría también "NYSMAW", en el que Banks lo borda en uno de temas más acertados del disco o "Number 10", donde el trío se viene arriba saliendo de la oscuridad a la que pretendían acercarse aunque, una vez más, sin llegar a construir un tema que te emocione de verdad. Por último, al igual que hicieron en "Our Love to Admire", se reservan para el final una pequeña joya con la que cierran el disco dejándolo a un nivel muy alto. "It Probably Matters" recuerda a sus mejores tiempos y donde el traje, aquí, sí que encaja a la perfección con un sonido distintivo que, tal vez, de haberlo explotado un poco más habrían obtenido un disco sobresaliente.