Jessica Pratt: "Quiet Signs"

Por: Pepe Nave

El tercer trabajo de la californiana, al contrario de lo que sugiere la portada, es el primero que graba en un estudio profesional y no en su dormitorio. Aun así, pese a una mejor producción y a ver su guitarra acústica arropada por piano y teclados - a cargo de su pareja Matthew McDermott- se han preservado la intimidad, el espacio y la quietud de su sonido.

El disco se abre con una canción instrumental, "Opening night", con el protagonismo de un piano con un aire a club de jazz en el momento de cierre que tiene un aire ensoñador que prepara para lo que vendrá, que no es otra cosa que la sugerente voz y la guitarra acústica de Jessica, tocada sin púa, puntuada aquí y allá por algún teclado o una segunda guitarra. "As the World Turns" mantiene el tono jazzy de la primera y "Fare Thee Well", una despedida sin drama de su anterior pareja, inicia una serie de preciosas melodías que ya no dejará hasta el final del disco. 

Cualquiera que haya escuchado su voz, no la olvidará, es muy reconocible con ese deje aniñado y sensual, tiene un aire en ocasiones a la de Kate Bush, pero sin llegar tan alto. Ella canta como si los demás en su casa durmieran y no quisiera despertar a nadie, más bien acompañar en la vigilia a los que no pueden dormir. Su estilo a la guitarra, que proviene del folk americano, parece influido por la bossa nova brasileña y por los cantautores de la costa oeste americana de finales de los 60 y otros artistas que han bebido de ahí, como el sueco José Gonzalez. Tiene esa cualidad su música de transportarte a una puesta de sol en una playa desierta o a una madrugada en la mecedora de un porche a la luz de la luna. Cantando con dulzura y cierta dejadez va dibujando unas melodías en las que apetece quedarse sin prisa y sin otra cosa que hacer que mirar al horizonte o al techo de tu habitación. 

Las letras, en sintonía con la música, no son claras ni precisas sino una especie de ensoñaciones, que como dice ella en alguna entrevista, le surgen mientras compone a la guitarra sin buscarle un sentido concreto. En algunas canciones suenan frases de desamor que apuntan a relaciones fallidas como la mencionada "Fare Thee Well" o la preciosa "This time around", cuyo estribillo tiene un aire a "Cigarettes After Sex". Empieza casi como una canción religiosa "Silent song", en la que le canta a alguien: "suave y dulce como el viento deseé quedarme contigo o ¿pertenecía yo a mi canción?". En "Aeroplane",que hace pensar en Mazzy Star, cuenta que llegando en un avión viendo en la ventanilla el reflejo de su amante y las luces de la ciudad como corona de éste, preferiría no aterrizar y seguir viendo esa imagen. Es la última canción del disco y nosotros tampoco queremos bajar, el viaje ha sido corto, poco más de 27 minutos, y el poso que deja hace que quieras continuar con él un buen rato más.