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Will Kimbrough: "I Like It Down Here"

Por: Kepa Arbizu 

Es probable que la fama no esté destinada jamás a estar del lado de todos aquellos nombres que, en el mundo de la música, se ocultan entre los créditos de un disco o se encuentran relegados a ocupar un segundo plano respecto a aquellas estrellas de las que ejercen de imprescindible sustento. Pero existe otro tipo de triunfo, uno que no se mide por el frío valor de los números, que viene otorgado exclusivamente por el contenido artístico del trabajo realizado. En ese terreno Will Kimbrough está acostumbrado a sobresalir. No importa el campo específico en el que se maneje; instrumentista, compositor para otros artistas, productor o, por supuesto, firmante de su propia obra, son todos espacios en los que su presencia siempre acaba por significarse.

Tras un lustro desde su anterior disco en solitario, “Sideshow Love”, llega el momento de reencontrarnos con nuevas composiciones brotadas de su puño y letra y destinadas a recaer sobre su propia interpretación . Un intervalo de tiempo que no ha sido para nada sinónimo de parón creativo, ya que durante ese trecho se ha dedicado a otros menesteres, entre ellos formar alianza con Brigitte DeMeyer o Tommy Womack , ésta bajo el apelativo Daddy , o participando con la banda Willie Sugarcapps. Actividades que sin embargo no han conseguido borrar la añoranza de su presencia en primera persona, situación subsanada de la mano a de este "I Like It Down Here", un álbum agraciado con el nada disimulado espíritu de reivindicar y honrar su ascendencia y cultura sureña.

Decidir homenajear -ofreciendo incontestables muestras de cariño- al entorno vital de uno no debería convertirse en el salvoconducto para desembocar en un acrítico y rimbombante panegírico . El mismo hecho de amar y admirar algo conlleva la capacidad para sentir más pesar que nadie por todo aquello que entendemos le hace perder su representación más óptima. Precisamente Kimbrough no duda a lo largo de esta grabación en señalar contundentemente aquellos oscuros pasajes que se cuelan entre las características de ese territorio del que se siente orgullosamente parte, no dudando en realizar un tema como "Alabama (For Michael Donald)", dedicado al último ahorcado públicamente por el Ku Klux Klan. Canción con la que ofrecerá, a base de folk-country, una cara minmalista y profunda que a su vez no rehuye de los detalles musicales, consiguiendo alcanzar tintes espectrales en su buena adecuación con la segunda voz aportada por la cantante de raza negra, un detalle que dada la temática de la canción es importante remarcar, Shemekia Copeland.

Las cualidades que sobresalen especialmente en la manera de afrontar musicalmente el legado influencial de este autor hacen referencia a la elegancia y delicadeza usada, la misma que ha marcado, desde diferente vertientes, a artistas de variada condición como Lyle Lovett, Jackie Greene o Hiss Golden Messenger. Una capacidad que desborda clasicismo revestido de pulcra melancolía en "Hey Trouble", reflejo de ese malditismo habitual en el género, o que se torna algo más cruda añadiendo reminiscencias rítmicas de blues en la composición homónimma, desencadenando en un concepto mucho mas melódico y prácticamente ligado al power pop, concretamente bajo una clara mirada a Tom Petty, en "I’m Not Running Away". Todas esas innumerables propiedades tomadas del imaginario sonoro estadounidense serán el pasaporte que le oriente hacia un rock sureño nada áspero ("When I Get To Memphis") pero igualmente hacia localizaciones con una identidad más marcada, como un pantanoso y oscuro "Buddha Blues" o el espectacular soul, al abrigo de Dan Penn, de "It’s a Sin", con otra concienciada inspiración en Harper Lee y su libro “Matar a un ruiseñor”. Vertientes emocionales que encauzará hacia terrenos más sedosos, pero rotundamente resolutivos en cuanto a emotividad y sensibilidad, a través de dos gemas preciosistas como son "Salt Water and Sand" y "Star".

Con toda seguridad no será "I Like It Down Here" el disco que sitúe a este músico afincado en Nashville en el lugar que se merece, a pesar de erigirse colmado de calidad. Quizás tampoco eso sea algo esencialmente relevante, su talento sigue esparciéndose al alcance de todo aquel que quiera acercarse a él, y poco importa lo grande o pequeño que aparezca su nombre en los carteles, porque son perfiles como el suyo, y trabajos como éste, los que verdaderamente sustentan y alientan, sin necesidad de artificiosos intermediarios, el verdadero poder de la música, aquel que nace de la necesidad y capacidad para contar, y cantar, historias bajo un sin par envoltorio artístico.