Luis Fercán : “Canciones completas desde una casa vacía”


Por: Javier Capapé

Menos de cuatro años han pasado desde el debut del gallego, pero para nada han sido años de inactividad. Ni la pandemia ha conseguido que Luis Fercán paralizase su actividad y así, single a single y EP de por medio, ha conseguido consolidarse como un músico cada vez más presente en la escena de la canción de autor. Tras aquel ambicioso “Grieta”, Fercán ha dejado desde entonces innecesarios arreglos para vestir sus canciones con los elementos justos y necesarios para conmovernos desde lo más profundo. Es por eso que lo que parecía una intención de acercarse a las maneras del rock en su debut, se decante ahora por un asentamiento claramente sobre el folk y la canción de autor más cruda. Así fue su EP “Furias” y así se nos presenta este “Canciones completas desde una casa vacía”. Disco de sugerente título y no menos sugerentes melodías, pues Luis Fercán vuelve a punzar allí donde es necesario, a remover donde más duele y a conseguir que nos reconozcamos en sentimientos tan universales como el deseo, la pasión o la pérdida, a los que canta en primera persona pero que los ofrece para compartirlos con su público como si de una experiencia común se tratara.

Con una producción compartida junto a Nacho Mur, Luis Fercán confiesa que casi todo el disco está compuesto por primeras tomas, primando siempre el minimalismo para reforzar la intimidad que desprenden estas ocho canciones urgentes. Deja atrás otros devaneos como sus dúos junto a Melendi en “No te lo diría” o a Luis Merino en “Ámbar y el Mar”, que se alejan del leit motiv del álbum (más por concepto global que por estilo) y que por eso no forman parte del mismo, algo que también ocurre con los singles que lanzó en plena pandemia como “6 A.M.” o “Zalamera”.

Veinticinco minutos intensos que abren con una “Mesa para dos” que deja bien claras las costuras del disco, solamente con las seis cuerdas y la voz desgarrada del gallego, al que escuchamos entregado, pero sin perder cierta sutileza y susurro en algunos fraseos. La continuidad con esta fórmula planteada desde el principio se mantiene en “El Palmar”, una canción de esas tan descriptivas que parece que nos invite a ser espectadores en primera fila de este capítulo de su vida, adornada además con una delicada mandolina. Otra de sus composiciones perpetuas, de las que se tatúan en nuestra piel, como en su día hicieran “110” o “Ella”.

El suave piano de pared que escuchamos en “Venecia”, con un sonido frágil que puede recordar a aquel “Reloj de Plata” de Quique González, se convierte en nuestro cómplice y nos invita a recorrer miradas y a ahogarnos con él, o más bien con la protagonista de la canción, para terminar extasiados y pidiendo aire tras su asfixiante final. De ahí que la siguiente en llegar sea “Airecillo” y su sugerente dobro, con ese regusto a reconciliación, a nuevas oportunidades, que de historias sobre decepciones ya nos tiene bien servidos el gallego. Por eso la positividad se hace necesaria, desde la sencillez y la calma.

Las canciones se suceden sin apenas notarlo. Algunas son muy breves y se funden unas con otras por su sonoridad continuista, pero eso hace aún más consistente el disco en su concepción temática. Un acierto que continúa con “Medias Rotas” y su sutil arreglo de cello, que hace ganar a la canción en hondura, apoyada también por sus intensos coros femeninos y con un frágil piano de nuevo presente. El bolero “Color Miel” nos acuna y nos lleva a la mejor tradición de la canción doliente, y “Montera” se mueve cómodamente entre las teclas, la acústica y el cello, regalándonos una de las mejores interpretaciones de Fercán en estas canciones, tan contenida como desbocada por momentos. “Cómo Huir” es el cierre perfecto. Con los mínimos arreglos al piano pero la máxima entrega vocal, dejándonos impactados por la intensidad que nos brinda el músico. Directo y sin reservas.

Con apenas tres meses de recorrido, este disco puede traer muchas alegrías al gallego si encuentra la proyección que merece, pues en la canción de autor es uno de los intérpretes más valientes y merecedores de una atenta escucha. No es un cantautor al uso, no es más de lo mismo, es un diamante en bruto con unas canciones que necesitan lo justo para hacer mella en nosotros. Aquel resplandor que nos dejaba su debut “Grieta” es una realidad. Luis Fercán apuesta todo por unas canciones que rezuman verdad, que nos creemos desde su primera escucha y que nos enfrentan a sentimientos universales. Ojalá esta casa vacía a la que hace referencia el título del disco se vaya llenando de muchos más oyentes ávidos de ricas melodías cargadas de honestidad en sus letras, porque precisamente eso es lo que nunca les falta a sus canciones.