Caroline Rose: "The Art Of Forgetting"


Por: Txema Mañeru

La joven neoyorquina sigue siendo una de las más excelentes anomalías del catálogo New West Records. Un catálogo generalmente cercano al rock’n’roll americano de raíces en todas sus vertientes y que Caroline Rose lleva siempre un poco más allá y lo acerca a su particular y especial mundo musical. Ya lo hizo hace cinco años con una espectacular “Loner”, de divertida portada pero de temática confesional. Era un disco de ruptura y trataba controvertidos temas como la ansiedad y la soledad. Ya pasó por estas páginas de El Giradiscos.

Su siguiente disco, “Superstar”, pasó un poco de puntillas debido al tema de la pandemia. Ahora, con "The Art Of Forgetting" (New West Records) viene a recuperar el tiempo perdido y lo hace con un álbum muy personal y confesional. Un trabajo que rebosa honestidad y que tiene aires sanadores aunque trate del dolor, el arrepentimiento, la pérdida, la vergüenza o el sufrimiento. A pesar de todo ello cuenta con esos toques ya característicos de su muy particular y fino sentido del humor. Su abuela le mandó mensajes en los últimos tiempos cuando estaba perdiendo la cabeza y eso le trajo pensamientos encontrados: “Me hizo pensar en todas las diferentes formas en los que los recuerdos aparecen a lo largo de nuestras vidas. Pueden ser una maldición o ser usados como una herramienta”. Caroline eligió lo segundo, claramente.

En el rico álbum hay capas y más capas de arreglos vocales y dobles o triples coros. Toques balcánicos, gregorianos pasados por el autotune y ricos y variados sintetizadores mayormente analógicos. Para mí, es la Kate Bush de nuestros días. Todo para aumentar sus deseos de curación espiritual: “Cada vez que hago un álbum, aprendo mucho sobre mí misma. Ahora miro hacia atrás y veo la curación de una herida. Me siento como una nueva versión de mí misma. Una que ha cambiado para mejor”.00 El disco comienza con un tremendo y fantasmal single como es "Love / Lover / Friend" con sus ricos sintetizadores experimentales que aportan dosis de tristeza al estilo de Vangelis o incluso de Angel Olsen, pero también con arpegios de guitarra deudores de Leonard Cohen. "Miami" es más folk-pop convencional con una preciosa melodía y con dominio de las guitarras acústicas pero con algunas destacadas explosiones eléctricas. En "Everywhere I Go I Bring The Rain" tenemos otra destacada melodía pop sobre un amplio colchón de sintetizadores y un estribillo mágico.

Esos ricos arreglos con muchas voces y coros que recuerdan a la mejor Kate Bush los tenemos en el tercer y destacado single "The Doldrums" o en "The Kiss". También en la deliciosa "Jill Says", un temazo en el que comienza hermosa e íntima y con voz lejana pero que luego crece con arreglos de cuerda y un piano casi orquestales. Una maravilla total de más de seis minutos que te deja con ganas de más con su organillo de feria final. Vuelve al pop-folk más convencional en la melódica y hermosa, a pesar de su título y temática, "Stockholm Syndrome". Más folk aún en su preciosa canción de “auto-amor”, "Love Song For Myself". Acaba ella sola con su acústica y sus voces dobladas en "Where Do I Go From Here?", pero solo durante los primeros dos minutos, luego llegarán esas voces dobladas y coros, además de arreglos de todo tipo y con variados instrumentos que le dan un encantador airé épico que va creciendo hasta desembocar de nuevo en un estado de paz absoluta y sí, de curación de heridas internas. Pero todavía queda una genial melodía e historia final para acabar optimista y plena de redención espiritual, con logrados coros, otra vez superando la media docena de minutos de duración. ¡Gran artista y grandísimo y mejor trabajo de una joven que va cada vez un paso más allá!