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Nacho Para: "No Parking Tickets in the Clouds"


Por: Kepa Arbizu 

No es el ámbito musical un espacio especialmente propicio para demostraciones de lógica matemática; al contrario, esa dictadura aritmética es proclive a desvanecerse cuando se trata de determinar aspectos artísticos. Y es que nada resulta tan complicado para una fría ecuación como, por ejemplo, desentrañar el misterio que se esconde tras el resultado alcanzado por la unión de una serie de caracteres y personalidades dispares en torno a una banda. Igual de imposible se antoja, en dirección contraria, adivinar el futuro que le albergaría a cada uno de esos integrantes si optaran por expresarse fuera del abrigo de sus compañeros. Sea como fuere, de lo que no hay duda es que más allá de haberse mostrado como unos sobresalientes representantes de los sonidos americanos, la Bantastic Fand se ha convertido en una fábrica de exportar talentos individuales, ya que a los tres exquisitos álbumes en solitario editado por su guitarrista, Fernando Rubio, se suma ahora el debut de su principal compositor, Nacho Para, quien con “No Parking Tickets in the Clouds” nos ofrece un trabajo tan arraigado en el imaginario global exhibido por su grupo como dotado de una arrebatadora y deliciosa singularidad.

Hay incluso en la travesía iniciada por este almeriense un elemento que hace todavía más llamativo el hecho de haber alcanzado en este recién comenzado periplo individual un contexto personal y propio, y es que para la puesta apunto definitiva de sus canciones ha contado con sus habituales camaradas. Por lo que una vez más, el arte se empeña en desobedecer las leyes de la lógica, y la reunión -aunque en diferentes proporciones- de las mismas personas deriva en terrenos diferenciados. Bien es cierto que la génesis de estas composiciones surgieron en ese momento histórico que nos has tocado sobrellevar dictado por una pandemia global, lo que es sinónimo de restricción de movimientos, pero por lo visto, no de ideas ni sentimientos. Esos mismos que han llevado a este extraordinario compositor a acomodarse entre viejas canciones, las más vetustas datan de los años ochenta, y otras escritas expresamente para la ocasión. Una disgregación temporal solo perceptible precisamente en eso, en la fecha de su nacimiento, porque alineadas en esta nueva grabación pueden presumir de una exquisita cohesión sonora y también argumental, aspecto imprescindible para apreciar la resolución global. 

Fue Bertolt Brecht el que se autorespondía sobre la duda de si se cantaría en tiempos sombríos, asumiendo que por supuesto, se cantaría sobre esos tiempos sombríos. Y precisamente hay algo de esa necesidad de dejar plasmado el desorden en el que estamos inmersos en este disco, e incluso más allá, ser capaz de diseñarle una banda sonora bella, e incluso de tonalidad vitalista, a una situación, reflejada en sus textos, descorazonadora. Bipolaridad formal, la de ornamentar con relucientes ropajes un abatido cuerpo, que bien usada, y éste es el caso, suele cosechar un desconcertante pero estimulante cuerpo creativo. Porque al fin y al cabo, el mismo hecho de enfundarse una guitarra con el mero -pero trascendental- propósito de retratar lo que se vive y siente, no deja de ser  un acto de optimismo, aunque el paisaje que se observe sea desolador. Inspirado entre la soledad consecuencia de las, ya de sobra conocidas, caóticas circunstancias sufridas en estos años, dichas semillas germinaron entre cuidados detalles, pese a esconder bajo su tierra fantasmas y esqueletos, haciendo brotar un emocionante y hermoso jardín.

Lo más fácil, sabiendo algunas de las pasiones artísticas que acumula en su haber el autor de este disco, sería despachar sus influencias cargando en sus espaldas el peso de los descomunales nombres de Bob Dylan y George Harrison, llegando este segundo incluso a ser temática central de su libro “Concierto para George”. Aceptando la presencia de una estela lo suficientemente llamativa como para no ser rastreadas sus huellas, en el caso del Nobel por esos particulares fraseos y si hacemos mención al ex Beatle en relación a ese aura tan especial que irradia su música, sería de un reduccionismo grosero, dada la enjundia de este trabajo, quedarse en ese escuálido intento por descifrar el prolijo mapa sonoro que perfilan esta docena de composiciones. Un delicioso repertorio por el que igualmente han caminado toda una suerte de intérpretes que, bajo el amplio cobijo que ofrece un término como el folk-country, han sido capaces de trazar una rúbrica personal, como pueden ser John Prine, Kris Kristofferson, Guy Clark o los más recientes Dave Rawlings Machine, y al mismo tiempo establecer ciertos elementos comunes alrededor de la elegancia y sensibilidad con que reflejar esos sonidos campestres.

Si de música tradicional americana hablamos, sin duda la puesta en escena idónea para alcanzar su espíritu primigenio debe realizarse en formato acústico, precisamente el impuesto en un álbum que se inicia con el tema “Only Seen My face”, coescrito por Isabel Márquez, donde palpitan en primer plano las sensaciones de ahogo y soledad emitidas por esta época de encierros, a pesar de que sea en su poder simbólico donde resida su mayor fuerza lírica. Más allá de ese paisaje desolador, su derivación musical, aunque tintada de melancolía, no deja de contener un ritmo vivaz en su rasgar de cuerdas, elementos a los que se irán sumando -como si de una entrada en escena paulatina se tratase- toda una gama de matices instrumentales. Un protocolo seguido también por “Leaving You My Soul”, que enfoca su brújula hacia un western dotado de un natural sosiego, y que a la postre resulta una ceremonia decisiva en el sobresaliente colorido conquistado por el resultado final. 

En un trabajo con una capacidad encomiable para exhibirse bajo esa aptitud de sonar con enorme cercanía y calidez, como si Nacho Para hubiese bajado de las tablas para acercarse mucho más al oyente, es lógico que haya pasos encaminados precisamente a focalizar esa intimidad y buscar momentos donde tal proximidad se realice de manera ostensible. Esa afectiva mano tendida se materializará a través de la desnudez de “Rain or Shine”, por medio de una desprovista de considerable decoración pero sin síntoma alguna de fragilidad, “Fog in the Air”, representante de la faceta más bucólica y armónica, o la sutil delicadeza de “Ain’t Got No Time”, que transcurre como un susurro que bajo ningún concepto pretende despertarnos de un sueño de ojos ampliamente abiertos. 

En el errante cavilar con que se manifiesta el disco, nos toparemos con diferentes dibujos musicales que ejerzan de vestuario para esa mirada dirigida hacia ese afligido paisaje que ofrece la realidad. Al igual que una pequeña gota de café vertida sobre un recipiente de leche es capaz de alterar su blanco inmaculado, el casi imperceptible, pero trascendental, acento épico que desprende “In the Afternoon” le permite sacar a relucir esos fraseos “dylanianos” que también se convertirán en la entonación predominante de “Rowdy Boy” o en una majestuosa “Great Creation”, apegada a un ambiente soul casi secular. Apelando a su ánimo nómada y algo cuatrero, escoltado de un piano sacado del más desvencijado pero impetuoso saloon, “Hurry Up” enseña sus virtudes trovadorescas, mientras que “Drivin’ North” se comporta como una exaltación instrumental, recogiendo todo el alma sureño depositado en las calles de Nueva Orleans

“No Parking Tickets in the Clouds” no se trata de un disco de la Bantastic Fand, por mucho que sus ligazones referenciales sean evidentes y la mayoría de sus integrantes, incluido por supuesto su autor Nacho Para, sean parte del combo. Este es un trabajo singular, personal, incluso de recogimiento, donde el almeriense construye todo un excelente y emotivo paisaje contemplativo pero no ensimismado; bucólico pero no etéreo. Es la voz más íntima de quien permeable al desolador eco del universo aspira a encontrar refugio entre las nubes, pero no como un ente divino y sobrenatural, sino al que se accede a través del alma propio y de la compañía ajena. Nosotros, como oyentes, sentimos la convicción de haber dado un paso hacia esa celeste pero humana salvación tras la escucha de un disco así.