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Arcade Fire: "Pink Elephant"


Por: Javier Capapé.

"No se puede tapar el sol. Y mucho menos con un dedo". Hace treinta años Jesús Cifuentes, alma de los carismáticos Celtas Cortos, cantaba esto en "El Caimán Verde", su primer disco en solitario. Nunca pensé que me vendría inmediatamente a la cabeza al toparme con el último disco de Arcade Fire, "Pink Elephant". El verso encaja perfectamente con el símil al que se refiere la metáfora del elefante en la habitación. No podemos evitar enfrentarnos a él aunque intentemos desviar la atención hacia otra cosa. Algo así es lo que han querido decir los canadienses con su séptimo trabajo de estudio, en el que se enfrentan cara a cara con su público en su regreso a la actualidad tras el escándalo de las acusaciones de abusos a las que se enfrentó su líder Win Butler. Como queriendo hacerle frente justificando heridas y asumiendo errores, así como vislumbrando de forma liviana cierto grado de arrepentimiento y crecimiento hacia adelante. Todo ello queda mostrado en las letras de estas nuevas diez canciones, tres de ellas instrumentales.

Es la primera vez en la que no parece que Arcade Fire quieran sonar grandilocuentes. "Pink Elephant" deja lejos la épica y se presenta con discreción, no vaya a ser que se despierten de nuevo los pasajes a olvidar. Y ese espíritu deja en el disco una sensación de tibieza. No llega a explotar y se esconde sin hacer demasiado ruido. Grabado en los estudios que la pareja protagonista de este combo tiene en Nueva Orleans, cuenta con una producción a cargo de Daniel Lanois, aunque ésta no se luce en exceso como podría haber ocurrido teniendo en el equipo a uno de los genios del sonido ambiental y la experimentación más solvente (suyo es gran parte del éxito de clásicos como "The Joshua Tree" o "So", por citar sólo dos ejemplos que definen por sí mismos la brillantez experimental en el pop y el rock de los años ochenta).

Comienza creando ambientes con ese instrumental de sugerente título que es "Open your Heart or Die trying", pero rápidamente tropieza con el tema titular que, lejos de engancharnos a la primera, pasa de puntillas entre sus obras más aguerridas. Su riff es poco incisivo y no explota como en otras ocasiones. Sí, es solvente, pero no convincente, llegando a apreciar una falta de énfasis en la forma de encarar la parte vocal de Win. Régine Chassagne toma las riendas en "Year of the Snake", pero no por mucho tiempo, aunque sin duda convierte a este tema en uno de los más atrayentes de la hornada gracias, entre otras cosas, a esas guitarras quebradizas, aunque se echa en falta un estribillo más sólido. "Circle of Trust", con parte del protagonismo vocal recayendo sobre Régine nuevamente, se va hacia terrenos más sintéticos, pero no brilla como en su día hicieran con los números más experimentales de "Reflektor" o "The Suburbs". Por su parte, "Alien Nation" se torna brillante en su reiteración para acercarles una vez más, como ya ocurriera en su anterior largo, a las maneras del Peter Gabriel más atrevido. Aquí hay potencia en un puente descontrolado en rítmica, e incluso se atreven con el uso de alteraciones y efectos vocales que le otorgan cierto aire neo futurista.

A modo de interludios tenemos las instrumentales "Beyond Salvation" y "She cries diamond rain". La primera antecede a la más introspectiva e intensa "Rie or Die". Desprovista de artificios. Casi una rareza en el combo de Montreal por sus formas, que nos regalan un tema emotivo de tono confesional y acústico, con Win reforzando su falsete, antes de volver a la carga con más electrónica y sintetizadores que enfatizan la pegada en "I love her shadow", que, por su temática, parece querer llevarnos de vuelta a toparnos con el elefante de las acusaciones de Butler.

Podríamos pensar que el disco es demasiado conciso, porque son solo siete los temas convencionales que quedan desarrollados cuando llegamos al más denso y estirado en tiempo "Stuck in my Head" que no llega a enganchar, a pesar de buscar la épica de forma más consciente. Este final nos deja con cierta desazón interna, como vacíos por primera vez ante un disco de Arcade Fire que no consigue decirnos demasiado, al que casi no reconocemos dentro de su espectro. El grupo había podido bajar el listón en anteriores entregas no tan afortunadas como "Everything Now", pero hasta en ese disco encontrábamos cierto riesgo y ganas de virar el rumbo. Sin embargo, en este "Pink Elephant" no percibimos apenas algo de esa intención, ni parecen molestarse en exceso por su sinsabor. Se nos presentan decididamente relajados y sin pretender acaparar nuestra atención por encima de todo. Queda reflejada cierta falta de cohesión y, a la par, pocas ganas de defender una colección de canciones que casi ni ellos mismos se creen. Tibias, como señalábamos antes, y que fácilmente quedarán en el olvido. Sin apenas trascendencia.

No era el mejor momento para reflotar el buque, aunque seguramente se guarden sus mejores cartas para el directo, en el que dudo que no sean convincentes tras demostrar gira a gira su dominio de los tempos, la energía y la emoción en sus presentaciones en vivo. Ahí puede estar la decidida apuesta de la banda en esta ocasión para volver a tener algo que decir si no quieren quedar heridos de gravedad. Y en ésta tendrán un papel decisivo sus restantes miembros Richard Reed Parry, Jeremy Gara y Tim Kingsbury, en los cuales casi nunca nos detenemos, pero que siempre son claves a la hora de transmitir y derrochar toda su energía en vivo.

Arcade Fire han decidido no mirar hacia otro lado, hacer frente a sus miserias, pero no por ello han conseguido un disco redentor. Más bien se han quedado en un intento de sonar profundos mientras por el camino han perdido su brillo para hacer magia con lo mundano. No dan la espalda a ese elefante que, aunque se nos presente en tonos más digeribles, no deja de atragantarse por su pesada carga. Ojalá salga de esa habitación más pronto que tarde y dé paso al carisma que siempre les había definido, devolviéndonos a ese vecino inquietante, a la biblia de neón incandescente, al retrato suburbial más preciso, al reflejo de las mil caras de nuestros espejos, al maremágnum del todo y el ahora e incluso a la versión más universal del nosotros. Esos son los Arcade Fire que esperamos de vuelta cuando los tonos rosáceos de este elefante pasen de largo ante nosotros y su presencia se pierda definitivamente. Al fin y al cabo, ese es el motivo de la historia narrada en estas canciones. El principio y fin de su existencia.