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“Springsteen: Deliver Me From Nowhere”, de Scott Cooper: Lo auténtico entre tanto ruido


Por: Guillermo García Domingo. 

Esta película de Scott Cooper sigue la brillante estela dejada por “A Complete Unknown” (2024), la película dedicada a narrar la transformación de Bob Dylan y el abandono del folk en el cruce de “Highway 61 Revisited”(1965). En lugar de abarcar el arco vital completo de un músico, ambas películas deciden dirigir el foco hacia alguna encrucijada relevante y decisiva, sin la cual es imposible entender la trayectoria total del protagonista. Como si se tratara de una metonimia fílmica en lugar de literaria. De hecho la película adapta la historia que cuenta Warren Zanes, en el libro con el mismo título que en estas páginas reseñó brillantemente Txema Mañeru

Esta película acierta al recordarnos que el barro que arrastran los pies de nuestros ídolos musicales es precisamente lo que les hace tan imprescindibles. En este caso concreto, también nos recuerda que Bruce es fundamentalmente un cantautor. Con ocasión de este disco la E Street Band se tuvo que echar a un lado, aunque les dio tiempo a grabar en el estudio “Born in The Usa” (primera escena inolvidable), “I´m On Fire” o “Cover Me” entre otras canciones, que serían incluidas posteriormente en el siguiente disco que publicaría después de “Nebraska” (1982). Nos quedamos con ganas de comprobar qué clase de personajes cinematográficos habrían sido Van Zandt, Weinsberg, Bittan y compañía. 

Menos mal que Jon Landau permaneció al lado de Springsteen: Jeremy Strong encarna un papel extraordinario a la altura de la importancia que Landau desempeñó en esta etapa crucial del “Jefe” a la hora de convencer a CBS para publicar la “cinta” de cassette de Nebraska, que representaba “lo auténtico entre tanto ruido” en palabras de Bruce. En este despacho “creemos en Bruce Springsteen” (segunda escena inolvidable) les dice.

Son gloriosas las diversas alusiones a la grabación casera de este poco convencional disco en la habitación de la casa alquilada en Colts Neck con la ayuda de una grabadora de cuatro pistas y un echoplex, cuyo efecto puede admirarse en “Atlantic City”, una de las mejores canciones del extenso cancionero del norteamericano. Mike (Batlin), el técnico, es un personaje importante, el único testigo directo de ese viaje interior realizado por el músico. También son relevantes las sesiones de estudio en las que ingenieros y técnicos no encuentran una salida a la hora de trasladar la naturalidad de lo acústico a un formato de estudio. La opción que encontraron sorprenderá a los espectadores. La película permite vislumbrar el secreto de la composición de algunas canciones como “Nebraska” o “Mansion On The Hill”. 

La encrucijada musical coincide con otra de carácter existencial en la vida de Bruce. Esta humanización corre a cargo de Jeremy Allen White, el cocinero asediado también por los demonios interiores en la premiada serie “The Bear”, cuya credibilidad es asombrosa: ¡Cómo cruza los brazos para introducir las manos en los bolsillos de la “chupa”! La infancia del cantante de New Yersey no hace más que inmiscuirse en su camino, bloqueando el paso siguiente que quiere dar y no puede, después de la exitosa gira posterior a “The River”. La película consigue captar el contraste entre la celebridad, que ya había alcanzado Springsteen y la intimidad del joven treintañero cuyo nombre de pila es Bruce. Todos los problemas parecen confluir en la relación infantil con su padre, alcoholizado y violento, interpretado de forma excelsa por Stephen Graham, que también hizo de padre desconcertado en la memorable serie “Adolescencia”. Estos flashback se plasman en un blanco y negro que evoca al de la película “Belfast” de Kenneth Branagh, en la que la música, en este caso de Van Morrison, también tiene un valor primordial. 

Los “jefes” también pueden sufrir la visita de “esa visible oscuridad”, como llamó William Styron a la depresión. “Nebraska” levanta acta de este proceso doloroso y agónico, que conduce a esa escena, ya es la tercera inolvidable, en la que los dos amigos, Jon y Bruce, escuchan el gospel de los Soul Stirrers y Sam Cooke, “Last Mile of the Way”, en la habitación de Colts Neck donde sucedió todo. En la última gira en la que tuvimos la oportunidad de ver al Boss dejó claro a través del repertorio de sus conciertos cuáles son sus raíces musicales: el rock de Little Richard, Springsteen/Allen White participa una versión de “Lucille” en The Stone Pony de Asbury Park, el blues o el soul de Sam Cooke

El alma desesperada de Bruce se aferra a la esperanza de que “there are joys that await me/ When I’ve gone the last mile of the way”. El músico tiene que recorrer ese camino que la filosofía oriental sabe que conduce a uno mismo. Sin embargo, Landau, el crítico, productor y amigo, le guía con un fragmento de un texto de Flannery O´Connor que reproduzco a continuación: "El lugar de donde vienes ya no existe, el lugar al que pensabas ir nunca estuvo ahí, y el lugar en el que estás no sirve de nada a menos que puedas escapar de él... Ningún lugar... Nada fuera de ti puede darte un lugar... En ti mismo, ahora mismo, está todo el lugar que tienes". Al final, Bruce Springsteen encontró ese lugar y se encontró, y nosotros le encontramos a él para siempre.