Por: Javier Capapé.
A veces no es necesario buscarle el sentido a todo. No sé cuál es el de "201", el título del nuevo disco del dúo cántabro Repion, pero tampoco importa. Podría simbolizar la habitación de un hotel desde la que lanzar al mundo diez cañonazos sugerentes, vitales, rompedores, que no siguen la norma y que crean adicción. Las diez canciones del segundo disco como dúo de las hermanas Iñesta son enormes y están cargadas de sensibilidad expresada con crudeza. Lo que sí percibimos desde el primer momento es que la sonoridad para este “201” se expande con respecto a la de su predecesor de título homónimo. Cierto es que en las cuatro canciones que formaban el EP “Entre todas lo arreglamos” ya había parte del espíritu sonoro que aquí encontramos, pero es evidente que la apertura de Marina y Teresa es un hecho. Se mueven más cerca del pop para esta ocasión, sin perder sus quiebros grunge ni su rock de factura directa, pero escuchamos también guitarras acústicas que contrastan con la electricidad y la pegada que les caracteriza junto a detalles con las teclas o hechuras más suavizadas en ciertos momentos.
"Otro día será" puede ser una canción continuista con respecto a lo anterior que nos habían ofrecido. Funciona como perfecto gancho de entrada. Un tema que muestra la pureza y las coordenadas que definen claramente su sonido. Ritmo marcado, guitarras con garra y unas perfectas armonías vocales. Con ella nos conducen con determinación (y seguras de que todo puede esperar en este caos frenético en el que se han convertido nuestros días) hasta "El sueño dura una semana", el tema de la colección que todos sus seguidores habíamos podido escuchar en el último tramo de su gira actual que enlaza precisamente con la de presentación de este disco. Una canción instantánea que se mueve entre el impulso romántico de los primeros instantes que dibujan una relación hasta el poder de la imaginación más atrevida e idealizada que acompaña a esos primeros instantes compartidos. Todo junto a la contundencia que mejor les define, con un bajo poderoso y unos quiebros rítmicos dignos del mejor Taylor Hawkins, nombre que sale a colación debido a que Repion siguen bebiendo de ese espíritu con base en el grunge de los noventa reactualizado y a la vez deudor del punk más descarado.
"Cerrar los ojos" es la primera que nos despista, pues cuenta con un piano para introducirnos en una historia cotidiana, muy pegada a nuestro tiempo, la que nos lleva a vivir la vorágine del presente, ese totum revolutum donde no nos concedemos ni un momento de descanso. “Cerrar los ojos” puede ser precisamente esa necesidad de espacio y tiempo que regalarnos en un mundo que parece querer pedir más y más. De ahí que "Tus fotos" también nos lleve a esa vuelta a los recuerdos, a nuestro asidero, aunque pueda doler, como es el caso. El dúo opta aquí por cierta contención ya que la canción se retiene a pesar del desgarro del que se nutre. En su desarrollo final, las armonías de Marina y Teresa nos recuerdan al “Where is my mind?” de los Pixies lo que le hace ganar enteros, si es que la canción podía mejorar algo más, aunque para eso está "Me sabe a poco", confirmando que el disco es una montaña rusa continua que nos lleva de arriba a abajo. Esta vez desde la emoción más descarnada mostrada con poco más que una eléctrica con suficiente chorus como para evocar esa melancolía que retumba en la canción.
La segunda parte del disco se abre con la enérgica "X". Un tema rabioso y provocador donde soltarnos y recrear aquellos momentos más desbocados con los que volver a ese espíritu combativo que puede entroncar tanto con Nirvana como con las Hole. Una auténtica bomba de relojería, que encuentra su contrapunto en "Columnas", mucho más melódica aunque sin perder esa visceralidad encarnada en su propia temática, que conduce hacia esa autodefinición propia dentro de las demandas sociales ejemplificadas en el postureo más banal imperante. No pierde ese sabor a finales de los noventa ya comentado, entre el grunge y el rock más directo que pudo representar al indie primigenio. Pero no nos engañemos, Repion no son un grupo revival, son totalmente actuales y creíbles dentro de su espacio y tiempo. No son un producto para la nostalgia, sino que saben aprovechar lo mejor de esa época dorada del rock más crudo con el coraje desprendido por estos años comandados por el individualismo más voraz, unido a su necesidad de autoafirmación dentro del convencionalismo.
"Uñas de amarillo" puede parecer más prescindible, pero no deja atrás las melodías efectivas de las que hacen gala las dos hermanas en todo el disco, para llegar a ese sentimiento de insatisfacción actual tan bien mostrado en "Quiero más", con una pegada contundente, pero sin desbarrar gracias a unos arpegios de guitarra más limpios, aunque una vez más elevándose en su enorme estribillo que remite a ese deseo incontenible de querer siempre más de lo que hay, reflejo de esa decepción vital en la que estamos sumidos, de esa voraz búsqueda de la paz en lo más banal.
La calma tras tanta energía desprendida la encontramos en la más breve y sencilla "Atocha". Una melodía sostenida con una guitarra española rasgada como al calor del fuego en una especie de juego costumbrista que contrasta con el resto del disco de una manera firme, pero como queriendo reivindicar los espacios más íntimos, tan necesarios para escapar de esta vorágine que tan bien han mostrado en el resto del disco. Hablan de "Atocha" como refiriéndose a la estación de la calma, donde nuestros encuentros nos redefinen y permiten que empecemos de nuevo, que volvamos a encontrarnos y respirar entre tanto humo.
Repion son una fantástica realidad, mucho más viva y certera que ninguna distopía imaginada. Son un cañonazo que reinventa el rock asentándose en sonoridades reivindicadas por todos los que amamos y crecimos en los noventa, pero con un pie bien asentado en un presente rotundo y un futuro que prescinde de convencionalismos y va directo al grano. Llevamos tiempo afirmando que son un diamante en bruto, un torrente de energía y vitalidad al que no encontramos peros y este “201” no ha venido más que a confirmar su grandeza sin pudor y con convencimiento. El futuro ya es suyo.
