Páginas

Viva Suecia: “Hecho en tiempos de paz”


Por: Javier Capapé. 

Los murcianos lo han logrado. Han llegado a oídos de todos, han crecido muchísimo más de lo que pensábamos cuando “El Amor de la clase que sea” les llevó a los principales escenarios de nuestro país, así como a encabezar los más grandes festivales. Fruto de una gran perseverancia y mucho trabajo digno de elogio, apostando el todo por el todo, aunque por el camino hayan tenido que realizar algunas concesiones. Porque lo que ahora tienen entre manos con este “Hecho en tiempos de Paz” está muy lejos de lo que pudiera esperar cualquier seguidor de la banda que acogió con los brazos abiertos aquel debut de hace casi diez años titulado “La Fuerza Mayor”. En esta década y tan sólo cuatro discos después su sonido se ha transformado por completo. No hay rastro de las densas guitarras de Alberto Cantúa ni de esa voz casi tapada de Rafa Val. Ahora Viva Suecia suenan más limpios que nunca. La voz se escucha por encima de todos los instrumentos y se inclinan más por los sintes que por las guitarras. ¿Demasiada pureza?

“Hecho en tiempos de Paz” es un perfecto y medido producto mainstream. La cara más afilada de los suecos se deja atrás en favor de una apertura de público y una amplitud de miras que tal vez se les escapa. De hecho, desde que se embarcasen en su anterior gira han sido sobrepasados por el éxito, y para el que será su tour del próximo año han agotado prácticamente todas las fechas, antes incluso de publicar las canciones que servirán de excusa para celebrarlo. Están en lo más alto, todo el mundo tiene en órbita a Suecia, pero su esencia se ha diluido en pro de un nuevo espíritu más vacuo y desprovisto de ese magnetismo que iba tan ligado a la dureza de sus guitarras como a sus ásperos mensajes, que ahora se ven suavizados en exceso y cercanos a un indoloro punch.

Para esta ocasión cuentan con muchos coros llena estadios, arreglos de metales clásicos, pianos que tocan la fibra y bajos suavizados. Todo debido a una producción de lo más convencional dirigida por Paco Salazar. Sólo hay que mirar su currículum para entender por qué los suecos se han escorado sin remisión hacia un pop de masas y falto de alma. El cuarteto murciano dice que con Salazar han encontrado justo lo que estaban buscando y que cada día de grabación con él ha sido un continuo aprendizaje, pero una gran mayoría va a echar en falta sus mensajes lanzados como dardos, sus afiladas eléctricas por encima de la línea vocal y su base rítmica musculosa y grave. Por mucho que busquemos esto, no encontraremos apenas rastro de ello, porque quizá Viva Suecia son ahora un grupo totalmente distinto al que dio a luz a sus tres primeras criaturas.

Aunque a pesar de todo esto, a pesar de esta controvertida transformación, el disco funciona. Sus once canciones muestran más de un destello reseñable y su ahora infalible pop de masas consigue destacar de entre la mayoría, aún teniendo una cierta sensación de repetición a lo largo del disco. Pero no, aquí no hay sorpresas ni adictivos quiebros. No hay tampoco mensajes con los que hacer bandera, hay más bien un poco de pan para todos, que no se atraganta, pero se queda en la superficie.

Correcto sí, atrevido no. Ambición toda, convicción poca. Tal vez sea esta la mejor manera de poner palabras a este disco que se abre con un rock de los cincuenta en el que destaca por encima de todo el piano y quedan tapadas las seis cuerdas. Donde la voz de Rafa Val conduce toda la canción en primer plano y el saxo vuelve a hacer acto de presencia como ya ocurriera en su anterior larga duración. Pero ahora no vemos tanto a Clarence Clemmons reflejado sino a un remedo del mismo poco sugerente. Me estoy refiriendo a “Mala Prensa”, un tema que explora la capacidad de los medios para crear hype, o quizá la actitud de sobreponerse a esa mala o buena prensa que tal vez no sea tan importante. De hecho, a los murcianos esa mala prensa solo les ha dado alegrías, pues cuanto más se criticaba al pasado “El Amor de la clase que sea” más se incrementaban sus seguidores y menos entradas quedaban disponibles en sus conciertos. Por otra parte, “Sangre” es uno de los temas que más pueden llevarnos hasta su pasado. Edulcorado por Siloé, pero con más garra y una lírica a bocajarro como la que tan bien domina el cuarteto.

La rabia de Foals se hace presente en “Fuimos felices aquí”, sobre todo en la forma en la que combinan los riffs de teclados con la contundente base rítmica. Una evolución natural. Un buen riff reconocible y un estribillo coreable, eso es “Querer”, una explosión de emociones canalizada de forma directa a través de la luminosidad a la que se ha trasladado la banda. Tal vez antes hubieran dicho lo mismo con un muro de guitarras y hubiera sonado más convincente, pero lo que mandan son los estallidos de confeti y positividad, aunque se nos puedan atragantar por su consumo excesivo. Bien vale una vez, pero cuando se convierte en la tónica habitual termina ganando más el cansancio que la curiosidad. “Tú y yo contra los demás” se queda a medias, demasiado convencional y algo impostada, aunque intentando no perder la pegada. Sin embargo, esa balada casi góspel como es “Los afortunados” les sienta bastante bien, muy lejos de “Días Amables” pero convincente, sobre todo por ese desarrollo final donde Alberto Cantúa resalta entre los coros.

En la segunda parte del disco, que arranca con “Dolor y Gloria”, tenemos la sensación de que no hay cambios. Todo sigue rodando según lo previsto. Éste es un single potente, no vamos a negarlo, con un sonido retro casi extraído del score de “Stranger Things”. Una vez más echamos en falta las guitarras, al menos en sus estrofas, pero funciona. Fernando, Jess, Alberto y Rafa son otros. Al escucharlos ya no resonarán sus infalibles “Bien por ti” o “A dónde ir”, pero por un momento conectamos con ellos, nos hacen bailar. ¿Estaba antes este verbo en el diccionario de los suecos? Sinceramente no lo recuerdo, pero aceptamos barco. Las percusiones y los aires funk llegan hasta nosotros con “Una bandera que nos sirva a los dos”. Lo mejor, su letra, porque ese estribillo lleno de metales y sus rítmicas ácidas no casan con ellos. Lo siento, pero es un exceso innecesario. “Gente Normal” retoma el góspel y la calma, volviendo a reconducir el lote. Lo pueden decir más alto, pero no tanto, como ellos mismos nos indican en su letra. Son diferentes, no van a convencer a todos, pero van a seguir luchando a su modo, aunque se quede gente atrás. Desde luego, en estos diez años de intensa carrera ascendente, muchos se habrán bajado ya de su carro, pero para aquellos que permanecen está dedicada esta canción. Un himno de la resistencia frente a la “normalidad”. Viva Suecia se proclaman así los raros de la clase, aunque recurran a una manida armónica para darle épica al asunto.

Poco nos queda ya para pasar el trago. “Deja encendida una luz” es como un nuevo himno que podemos hacer nuestro (como pasaba antes con casi todas sus letras) gracias a una letra de las más sinceras e hipnóticas junto a un envoltorio contundente y más conectado a sus guitarras de siempre, con menos distorsión y capas, pero potentes al fin y al cabo, junto a un puente de los de quitarse el sombrero. Y así, de la cota más alta de este disco, con más banderas blancas que enfrentamientos, llegamos a un cierre casi calcado a ese conmovedor “Gracias” de su anterior largo, pero sin llegar a conseguir el efecto de aquella gran canción. Cuentan para esta ocasión con Samuraï, una nueva joven sensación que derrocha intensidad emocional gracias a una voz que quita el hipo, y que además se encarga de dotar a la canción de cierta sofisticación vocal cuando entra el esperado crescendo final para dejarnos un buen sabor de boca, pero sin conseguir que volvamos a darle al play de forma instintiva. Por el contrario, nos sale más bien pensar con calma sobre aquello que hemos escuchado y asegurarnos de si era esto lo que esperábamos. En mi caso está claro que no, que albergaba cierta esperanza de encontrar en estas canciones que pretenden buscar paz en tiempos de conflicto un antídoto contra el hastío que impera en las normas impuestas, un revulsivo contra el vacío y postureo de nuestro día a día, pero parece que Viva Suecia han encontrado esa paz ansiada ahí, en esos likes y sold outs con los que presumir de triunfar haciendo lo que verdaderamente quieren en este preciso momento. Me equivocaba al pensar que lo suyo era “amar el conflicto” y buscar “el milagro” en “otros principios fundamentales”, tal vez no “hemos aprendido nada” y ellos estén en lo cierto. Solo espero que no se pierdan o que quizá con el tiempo aprenda yo a valorar que este nuevo grupo (sí, he dicho nuevo) es lo que realmente ellos andaban buscando y definitivamente han encontrado. Ahora bien, lo que necesitaré es concederme entonces el tiempo necesario para volver a conectar con estos tipos venidos del Este cuyo muro de guitarras y contundencia sobrenatural que llevaban por bandera consiguieron un día hacerme tan feliz.