The Empty Bottles: “Stand My Ground”


Por: J.J. Caballero

Cuando se tiene ilusión por lo que haces y además dispones para hacerlo de los medios requeridos, casi nada debería salir mal. En casos como el de los alicantinos The Empty Bottles y su cuarto trabajo de estudio, lo segundo estaba garantizado desde el momento en que pusieron masterización y mezclas en manos de un experto en sonidos negroides como Hendrik Röver, eterno líder de los míticos Deltonos. Solo alguien de su perfil podría orientar el sonido de la banda hacia donde siempre quiso ser orientado, incluso dotarlo de personalidad extra en ciertos momentos. Por ejemplo, en la imparable “Po’ monkeys”, donde se pueden rastrear los pasos de la banda del maestro hispano-alemán, o en la ráfaga funk de “Heaven’s on fire”, ambos caminos paralelos que conducen a la misma avenida por la que transitan los herederos de la tempestad de New Orleans, los primos segundos del rhythm & blues furioso con el que se educaron tantas sagas sonoras y las masas atraídas por la llamada de la música negra en su más amplio concepto. El hammond y la slide guitar que fluyen por la espina dorsal de “Hold on”, la precisión rítmica que alimenta “The devil & the lord”, la sombra progresiva que se cierne sobre “D.I.O.”, la raíz country de “Lover not a fighter”… Muchas y variadas cosas acontecen a lo largo y ancho de once canciones que afianzan a sus creadores en unas convicciones que ya quisieran muchos perpetuar con la misma suficiencia.

Si “Stand My Ground” es un disco en el que la música americana es el hilo conductor o si, por el contrario, es más bien un artefacto potentísimo de negritud comandado por unas canciones aperturistas y a la vez ceñidas a unos patrones predeterminados, es algo que tampoco importaría demasiado cuando lo que manda es el oído, y en concreto la armónica rabiosa de “Ride along” o la magna voz de Noelia Messeguer en los coros, pero también la sección de vientos aportada por los Wind Warriors dando una lección de coherencia y energía.

Obviamente, una banda tan asentada como The Empty Bottles hace tiempo que sabe cuáles son sus puntos fuertes y por lo tanto se apuntan otro tanto ganador con un disco que se escucha de principio a fin con una sonrisa de asombro, más por lo que te transmite que por lo que te descubre. En la misma onda de otros grandes tapados de la escena, los gallegos The Soul Jacket, lo suyo es un mero recordatorio de que nunca debemos dejar de escuchar música tan apasionada y tan apasionante. Que nos duren mucho tiempo más, por el bien de nuestra memoria.