Entrevista: José Ignacio Lapido
Roger Waters: Adiós, maestro
Palau Sant Jordi, Barcelona. Martes, 21 de marzo del 2023
Por: Àlex Guimerà
Los finales de época siempre son complicados. Y en lo que se refiere a los iconos culturales y en especial del mundo de la música, podemos decir que nos encontramos ante un cierre de una etapa gloriosa e irrepetible. Nuestros ídolos Dylan, McCartney, Van Morrison o Patti Smith ya se encuentran rondando los ochenta, habiéndonos dejado maestros como Bowie, Lou Reed o Leonard Cohen, por decir algunos. Son músicos que irán poco a poco desapareciendo de los escenarios y de las discográficas, por lo que debemos aferrarnos al momento.
Eso fue precisamente lo que sucedió el pasado martes 21 de marzo en el Palau Sant Jordi de Barcelona con el concierto de despedida del alma mater de Pink Floyd, Roger Waters. En su quinta visita a la Ciudad Condal, el fundador de la mítica banda llenó con su "Farewell Tour. This Is Not A Drill" para dejarnos un recuerdo imborrable de su grandilocuencia escénica y su incomparable sonido.
Apareció arropado por una impresionante formación musical en la que destacaban el virtuoso guitarrista Dave Kilminster y uno de nuestros músicos favoritos como es Jonathan Wilson, ambos repartiéndose los roles de David Gilmour con sus solos, efectos de guitarra y voces. Junto a ellos, las dos coristas, saxo, batería, apoyaron al bajista de 79 años quien lució una buena forma impensable a su edad. De nuevo el sonido del show resultaba de última generación y el escenario se conformaba en forma de cruz ubicado en el medio del recinto para que cualquier espectador pudiera ver el concierto en igualdad de condiciones.
Tras ser advertidos por pantallas del tiempo restante para el comienzo, del cierre de los móviles (que nadie hizo caso) y de irnos al bar si no nos gustaban las opiniones vertidas en el directo, el comienzo se basó en las pantallas emitiendo imágenes, sin poder ver la banda cómo interpretaba "Confortabily Numb", antes de que éstas se levantaran y quedaran en suspenso encima de un escenario que mostraba los músicos distribuidos en los distintos extremos y zonas de la cruz. Luego unos y otros se irían rotando a lo largo de todo el concierto por los espacios sin desmerecer con ello su perfecta coordinación musical.
Por si no habíamos tenido suficiente con semejante impacto visual y sonoro, le siguieron "The Happiest Days Of Our Lives" y el himno eterno "Antother Brick In The Wall Part 2", con todo el público coreando en éxtasis. Luego la parte tres del mítico tema de "The Wall" con el septuagenario contagiando su entusiasmo y energía.Cabe recalcar que el concierto tuvo una alta carga política, ya que nuestro protagonista en los distintos parlamentos que dio y en las imágenes de las pantallas (perfectamente sincronizadas con la música, por cierto) mostró su desacuerdo con el mundo actual en el que vivimos, y que ojalá fuera el desacuerdo de muchos más, recibiendo aplausos a rabiar desde gradas y pista. De hecho criticó las distintas administraciones norteamericanas desde Reagan, pasando por Bush, Obama, Trump y Biden, pidió stop a la guerra de Ucrania, se postuló a favor de los nativos americanos, del pueblo Palestino, de los refugiados, en contra de la industria armamentística, los drones y las cargas policiales, temeroso de la bomba nuclear... y lo planteó en base a su nueva canción "The Bar", invitándonos a debatir, a discutir, a razonar los problemas del mundo como si estuviéramos en un bar tomando algo entre amigos. Eso era, dijo, lo que estábamos haciendo allí las miles de personas congregadas, compartir un bar. Y es lo que hizo interpretando su repertorio en solitario con temas como la propia "The Bar", junto con "The Powers That Be" y "Amused to Death" de sus lejanos álbumes " Radio K.A.O.S." (1987) y "Amused to Death" (1992).
Para la parte musical, en la que la puesta en escena con los cambios de ubicación de los músicos y los trabajados videos la hicieron aún más dinámica, destacó el esperado momento "Wish You Were Here" (disco del 73) con el tema que lo titula tocándolo con la acústica justo delante de nosotros, pero también con "Shine On Your Crazy Diamonds" y "Have A Cigarret", rindiendo homenaje al fundador de los Pink Floyd, el desaparecido Syd Barrett. Para el cierre de la primera parte llegó "Sheep", ese temazo del álbum "Animals" (1977), disco inspirado en el libro "Rebelión en la Granja" de George Orwell. Orwell y su "1984" junto a Aldous Huxley fueron mencionados como visionarios de unas sociedades distópicas que por desgracia se han hecho realidad en parte en nuestros días.
Con una oveja-zeppelin volando por todo el recinto y haciendo giros y piruetas, y la banda metiendo caña entre sintes, guitarrazos y golpetazos de batería, llegó el intermedio. Tras él, una inmejorable reanudación con el triunfalismo de "In The Flesh?", con Roger vestido de dictador y las banderas de los dos martillos ondeando encima del escenario antes de sacar la metralleta y dispararnos sin compasión, mezclado entre sonidos de aviones. La siguieron una coreada "Run Like Hell", también del "The Wall", y la más desconocida "Deja Vú", del notable y más reciente álbum "Is This the Life We Really Want?" (2017). Y el cerdo, ahora sí, sobrevolando nuestras cabezas.
La parte "Dark Side Of The Moon" (este año el disco cumple 50 añazos) nos trajo los ritmos de monedas de "Money", con todo iluminado de verde color billete y Wilson tomando protagonismo a las voces, los pasajes instrumentales sensacionales de "Any Colour You Like", la emotiva "Us And Them" y la parte final "Brain Damage" y "Eclipse", con una gigante pirámide de luces envolviendo el escenario e iluminándose de todos los colores.
Luego, con Waters rodeado de los suyos ante el piano y tras un alargado (e injustamente silbado) speach, brindó con chupitos de Mezcal para escenificar el espíritu del Bar en el que nos encontrábamos. Le siguió el cierre al espectáculo que no pudo ser más emotivo con una alargada "Outside The Wall", tocada con la banda abandonando el escenario y desfilando hacia bastidores. Era el adiós del músico, del mito y de un ser humano cargado de ideas y artífice de algunos de los mejores discos del milenio pasado. ¡Hasta siempre Mr. Waters!
Entrevista: Alondra Galopa
Neuronium & Vangelis: "In London (Platinum Edition 2022)"
Los Fusiles: “A Mano Armada”
Por: Txema Mañeru
_Juno: “_BCN747”
Por: Javier Capapé
Zahara y Martí. Martí y Zahara. Nuestros queridos “junitos” han vuelto. Esta vez no han dado la gran sorpresa de la temporada como hicieron cuando decidieron unir sus esfuerzos en un proyecto común al cien por cien Ya sabíamos quiénes formaban este dúo pseudo electrónico que nos cautivó desde una habitación de hotel en el verano de 2020. Esta vez _Juno han decidido salir al exterior. Abrir sus horizontes. Dejar los interiores para dar una oportunidad a las experiencias vividas al aire libre, entre viajes y revueltas. Así nos lo muestra su título “_BCN747”, como si de un vuelo con escalas se tratase. Un vuelo que abre horizontes y despliega las alas de este dúo, de por sí ya muy abierto a todo tipo de experiencias, pero que esta vez nos lo ofrecen a las claras desde su presentación con cámara fotográfica en mano, tal y como vemos en su portada. Esa cámara que registra momentos vitales en nuestro camino. Porque no se trata de una cámara digital, sino de esa réflex que capturaba instantes únicos, con la que nos jugábamos si el enfoque o el encuadre sería el adecuado, pero que realmente nos regalaba la magia del instante capturado no perfecto. El que de verdad se guarda y vale la pena. Adiós a los posados y bienvenida la espontaneidad. Esa puede ser la mejor forma de presentar este disco, con la frescura del momento viajado y vivido, el que saboreamos a placer, de forma instantánea. Sin pose ni artificios.
“_BCN747” se abre con una guitarra, como queriendo dejar atrás cierto aire industrial que respiraba su debut, aunque más tarde volverá, inevitablemente. Martí Perarnau IV lleva la batuta con su particular voz, que susurra y se arrastra. Esta vez está mucho más presente en las voces, adelantándose hasta el frente para conducir el timón, dando espacio a Zahara en la retaguardia, entre juguetes y sintes. Los dos son uno, comparten su cuota de protagonismo, ambos en una misma dirección, pero podemos decir, gracias a la continuación del proyecto, que esto, definitivamente, no es un divertimento de la ubetense. Es un combo que funciona a la perfección con el catalán. Una media naranja musical que está desgajando los buenos frutos que desprende la hiperactividad de ambos. Y eso que esta vez, como señalaba al principio, han perdido el factor sorpresa y quizá por eso el disco se tambalee en algunos momentos debido a haber dejado demasiado libres sus impulsos.
Se respira cierta calma, como queriendo imponerse frente a la tempestad del mundo que vivimos, aunque también hay momentos desoladores y una actitud pesimista frente a esta sociedad borracha de capitalismo exacerbado en la que todos estamos implicados. _Juno han tratado de ser críticos con este sistema que nos engulle y oprime, pero a la vez se han dado cuenta de que forman parte del mismo, de que también son responsables de él, como se refleja mucho más gráficamente en uno de los cortes más destacados del disco: “_Anikillación”. La canción emblema del lote, su espíritu particular, que simula el final de los personajes creados por este dúo (representando la globalidad de esta sociedad devoradora) para flotar en un limbo en el que replantearse presente y futuro, en el que volver empezar de nuevo. Porque para renacer hace falta destruir. “_Anikillación” es una llamada de atención necesaria, la crítica constructiva que necesita nuestro mundo de likes y falsedad. Y todo contado sin pelos en la lengua, lanzando estrofas cargadas de realidad a bocajarro. Pero no todo es reflexión y búsqueda de replanteamientos vitales entre estas diez canciones, también hay espacio para el placer de las buenas melodías y del baile como terapia, así podemos encontrar a “_Steffen Berkhahn” como ejemplo de lo primero (con una coda reposada y una melodía conducida por el prophet al más puro estilo del Peter Gabriel de los ochenta) o “_Por algo será” de lo segundo. Esta otra también destacada por fluir en la alternancia vocal de sus estrofas entre el catalán y la andaluza, como pasa en muchas otras canciones del disco, pero logrando un atractivo especial en ésta. Una canción con un ritmo de tecno industrial (como si de unos primerizos Depeche Mode se tratase) urgente, construida desde un sample de Rufus T. Firefly reproducido a la velocidad incorrecta (y prácticamente imposible de identificar).
“_La canción que no vas a hacer hoy” fue también el primer y único adelanto de la colección, lanzado a modo de aperitivo tan solo un par de días antes del disco al completo, con la particularidad de que ésta es la canción quizá más alejada del espíritu común del disco. Más cotidiana y más unida a su anterior trabajo o al sonido representado en “Puta”. Es la más pop o directa del conjunto, lo que pudo confundir a alguien si esperaba más de lo mismo en el resto de los capítulos que conforman “_BCN747”. Así, y en contraposición a ésta, podemos encontrar la melancolía de “_La Biblioteca Nacional”, que se mueve entre las teclas y la voz ronca de Martí en una especie de espiral infinita que se reconduce con algo más de color cuando entra Zahara en su segunda parte, o “_Cuando llegué yo ya estaba aquí”, que es un diálogo apocalíptico a dos voces que en su parte central se torna en una especie de banda sonora de misterio con un piano que poco a poco se va desafinando, como si se diluyeran esos cuerpos que van hacia el fin.
No es un disco de digestión fácil (salvo con alguna excepción más suave como “_SCLHR”), pero no por ello deja de ser dulce y maravilloso. Ese espíritu como de fin de una era con cierto toque postapocalíptico se respira también en “_Los Feliz”, que cuenta con un inicio ambient (casi parece tocado por la mano de un Vangelis ensuciado) para transformarse al entrar la voz de Zahara en una especie de canción de cuna cruel, algo que también se percibe en su cierre con “_LHR410”, que nos mece entre la guitarra y el piano con cierta suavidad, como queriendo afrontar con esa serenidad el renacer que demandan estas canciones. La catarsis perseguida por el dúo al darse de bruces con su realidad, que es también la nuestra. Quizá nos quieran decir que esa serenidad y pureza (vestida muchas veces de electrónica minimalista), que predomina en estos casi cuarenta minutos de reflexión con uno mismo, es la que nos salva después del fin. Pero cuando creemos que todo va a acabar, acompañado por la sedosa melodía del último corte del disco, en los segundos finales del viaje, arranca un ritmo dance a modo de “rave infinita” que nos recuerda los contrastes de nuestra vida, simbolizada en el recorrido de esta peculiar pareja desde el interior de la habitación que fue “_BCN626” al exterior del plano secuencia de nuestra nueva vida que es este “_BCN747”.
Still River: “Flow Me”
Por: Kepa Arbizu