Jaume Vilaseca: “Jazz & Parsons Project”
Entrevista: Sendoa Bilbao
Hace pocos días emitía, al amparo de las ondas de Portu Radio, su último programa "La ley fosfórica", un espacio noctámbulo y seductor que se servía de la madrugada para acercarnos la mirada, y la voz, de muy diferentes creadores. Se trataba de uno de los múltiples proyectos de los que ha sido, y es, responsable el inquieto y multifacético Sendoa Bilbao, al que cualquier término que pretenda definirlo resultará insuficiente para englobar sus variadas actividades a un lado y al otro del ámbito cultural.
Aprovechamos el merecido, aunque siempre parcial, descanso tomado por este vasco afincado en Madrid para charlar con él sobre su inmenso currículum y sobre todo las motivaciones, sueños e ilusiones que esconde cada uno de sus incontables proyectos.
Si me permites te definiré como agitador cultural, ya que has tomado parte en múltiples ámbitos y desde diferentes planos dentro de la cultura: músico, creador audiovisual, pinchadiscos, dinamizador, locutor de radio, periodista.... ¿Hay alguno de esos ámbitos que consideras que te representa de forma más plena o todos ellos son partes de ti en la misma medida?
Sendoa Bilbao: Escribir y crear canciones me ha dado una base magnífica para con todos esos planos que comentas. Conocer todas esas fases desde abajo me ha ayudado a comprender al autor y su obra desde dentro. Me es inevitable vivir la escritura y la música intensamente, por eso observo e intento dar luz a lo que me fascina, provocar que otros lo conozcan y lo entiendan. En todos estos planos hay ciertas aptitudes que coinciden, la primera y la más importante es la curiosidad, querer saber más sobre lo que hay detrás de una obra, dar con ello y mostrarlo. Hay un afán de ser un buen anfitrión, crear situaciones, dar paso a lo siguiente con buena letra y música y conectar a gente con gente. Miro los escritos, las canciones, las sesiones musicales, los programas de radio o la experiencia en un bar, como una película en la que poder interceder, acompañar, amenizar momentos y provocar gratas experiencias vitales. Soy feliz poniendo música, la radio me da la vida, me encanta entrevistar y subirme a un escenario y presentar, tocar...
Todo eso forma parte de lo que soy y de lo que me gustaría seguir haciendo. Tengo a grandes agitadores culturales como referentes, como fue el gran Kike Turmix o más cercanamente, mi amigo Hipólito García Bolo, o la programadora y experta en escena underground, Elena Rosillo. Si sigo así, aprovechando las oportunidades que me van surgiendo para seguir haciendo cosas, imagino que en breve podré considerarme un agitador cultural.
Esa inquietud cultural que demuestras, ¿ha sido consecuencia de haber nacido y crecido en un entorno en el que estuvo presente desde siempre ese tipo de estímulos o es algo a lo que has ido acercándote de manera autodidacta?
S.B: La música siempre ha estado presente en casa. Sonaba a todas horas, en el coche, en casa y en los bares a los que nos llevaban. Mis tíos y mi aita hacían altavoces y amplificadores y trabajaban creando patches de emisión de radio para emisoras. Hacían guateques en Sestao y colocaban la megafonía en las fiestas del pueblo en Burgos. Mis primos y yo seleccionábamos la música y jugábamos a hacer radio. Desde muy pequeño llamaba por teléfono a los programas de la radio matinal del fin de semana para contar mis historias. En las reuniones familiares hacía mis shows, imitaba a Gurruchaga, hacía playbacks con Elvis o liaba a mis primos para grabar una telenovela. Íbamos al Elai Alai (grupo de danzas) y allí aprendí a tocar txistu, dulzaina y después trompeta y guitarra. Ama y aita, tíos han estado ahí apoyando y estimulando y eso ha ido a más. Cuando empecé a dar conciertos y después a programarlos siempre estaba la familia apoyando en primera fila. Yo nací en el ochenta en la margen izquierda, con mis aitas íbamos a Bilbo, Portu o Sestao y te encontrabas música en todos los lados: conciertos en bares, infinidad de bandas, fanfarrias en la calle y el folclore muy presente. Creo que ese entorno provocó querer formar parte de todo ello.
Pese a nacer en Portugalete te trasladaste hace años a Madrid, ¿todavía es imprescindible ubicarse en las grandes ciudades para empaparse de una amplio abanico cultural o fue otro motivo el que motivó tu traslado a la capital?
S.B: Nací en Cruces, Barakaldo, como la mayoría de nosotros. Soy de Portugalete. Portu vivió una gran efervescencia musical: infinidad grupos de música, salas de ensayos, conciertos y bares musicales. Trabajé en el Estropo, un auténtico estandarte de la música rock en la margen izquierda. También he vivido Bilbao y su escena: Iturribide, Dos de Mayo, el Azkena, el Antzoki, las naves de Zorrozaurre, los conciertos en la Escuela de Abogados, BilboRock. Bizkaia es una de las cunas de la música estatal de hoy. No creo que haya que trasladarse a grandes ciudades, aunque pequeñas ciudades como Portu, Sestao, Santurtzi, cada vez lo tienen más crudo para hacer cosas y el público no siempre se presta, aunque en Bizkaia hay un público muy fiel, culto y con mucha camaradería.
Durante años iba a Madrid en verano, daba un conciertillo y me quedaba callejeando, yendo a bares y conociendo el trajín y su vida cultural. Hace 9 años me ofrecieron un trabajo y me fui a esta gran ciudad. Conocí a mi pareja, María y aquí me he establecido. La oferta cultural en Madrid es inabarcable, casi siempre encuentras lo que buscas y hay gente buscando lo que tú ofreces, en este aspecto siempre hay un roto para un descosido. Cada uno elegimos una zona, un barrio, una sala, un bar y un lugar desde el que mirar la vida. Este es el mío ahora pero el motivo de mi llegada a Madrid es completamente circunstancial.
S.B: Después de escribir un buen montón de canciones, algún guion y relatos, pasé una por una crisis creativa, un vacío. Fue ahí cuando empecé a buscar información sobre la inspiración, citas y libros sobre los procesos creativos. Soy un gran devorador de entrevistas y en ellas, cuando se pregunta por los procesos pocas veces se profundiza. El propio autor muchas veces dice dejarse llevar por corrientes inconscientes, algo incontrolable que fluye como un canal. Es un tema que, aún estando en la rutina del creador, poco se sabe, en ocasiones el resultado es producto del trabajo diario y en otras, la respuesta a un caos de pensamientos, un misticismo, magia.
Hace 7 años me ofrecieron la oportunidad de hacer un programa en Onda Verde Radio Comunitaria. Así surgió "El Oro de los pobres", un espacio desde el que analizar las formas de creación, lugares y momentos del día en los que surgen las ideas, situaciones, herramientas que dan lugar canciones, poemas, novelas. Durante una hora filosofábamos, buscábamos el momento justo en el que había aparecido la idea, escuchábamos a sus artistas fetiche, leíamos sus libretas... He podido entrevistar ahí a grandes de mis referentes culturales, dar voz a parte del underground madrileño y alrededores y también hacer buenos amigos. Ya hay un montón de periodistas interesándose por el resultado, yo pondré la vista en el camino. Hijo de aquel programa es "La ley fosfórica". El proceso creativo es mi obsesión, estará conmigo en cada cosa que haga.
¿Y ha, o han, existido artistas concretos, sea cual sea su ámbito, que de alguna manera te haya fascinado su obra especialmente como para despertar en ti ese interés por los métodos y todos los procesos que podía haber tras sus creaciones?
S.B: Fue muy especial descubrir los ensayos de Luis Boullosa "El puño y la letra. Creación literaria y Rock&Roll Underground" y "Santos y Francotiradores. Supervivencia, literatura y Rockanroll". Luego pude entrevistarle en el programa y constatar que mirábamos en las mismas grietas. Xisco Rojo tenía obras como "Ruina Montiun", un proceso creativo musicalizado; Wences Lamas ofrecía misas en las que nos empujaba, a través de sus voz y sus mantras, a sacar toda la mierda de nuestros abismos para dar forma una obra creativa. Parte de aquellos rituales fueron radiados desde aquel estudio. En este último tiempo ha sido muy especial para mi hablar sobre estos procesos con músicos como Diego Vasallo o Quique González gracias a mi trabajo para IndyRock Magazine. Estoy volviendo a este tipo de entrevistas en profundidad pero más cortas y dinámicas.
Como ya has comentado una de tus grandes pasiones es la radio, prefiriendo hacer tus programas a la vieja usanza, en una emisora y creando un tipo de espacios con una personalidad propia, ¿cuáles han sido tus referentes en este campo?
S.B: Con mis tíos íbamos a emisoras desde pequeños, la radio sonaba en casa a todas horas. Desde pequeño veía al locutor como una especie de dios que nos hacía llegar sus pensamientos como una voz en off en una película. Siendo muy pequeño me llevaba una banqueta al taller del pueblo y escuchaba programas en los que ficcionaban relatos de misterio y terror, historias intergálacticas, abduciones y encuentros extraterrestes.
Un maestro fue Zorion Eguileor que conducía el programa "De colores" en el 85 al que yo llamaba cada sábado. Otro gran referente ha sido Roge Blasco con programas como "Doctor Livingstone, supongo", "Levando anclas" o "La casa de la palabra. Un ejemplo total en cuanto a personalidad, ritmo y agudeza. Otros programas como "Pastel de manzana" de Carmelo Ricacho, "Viaje a los sueños polares" (Los 40 principales), "Plásticos y decibelios" de Julián Ruiz, "La gramola" de Joaquín Guzmán, "El gabinete de curiosidades del Doctor Plusvalías"....
Pero con este último programa "La ley fosfórica", mi referente total es Ángel Álvarez y su "Vuelo 605". Durante una hora con él, despegábamos, hacíamos un viaje y al final del programa terminaba el vuelo del jet, descendía y aterrizaba. Locución, ritmo, cadencia, misterio, canciones crepusculares y un buen guion. Mi realización en "La ley fosfórica" es una forma de homenajear esta radio clásica, el locutor como un conductor al que ceder tu volante durante un trayecto, solo tienes que dejarte llevar y disfrutar del viaje.
S.B: El mundo de podcast es una revolución, un nuevo paradigma en el entorno audiovisual. Es cierto que han proliferado un montón de programas en los que varios invitados dan información, charlan y debaten. En algunos de estos, muchas veces sin guion y con un sonido poco trabajado, se le da más importancia a crear un contenido, ocupar un tiempo en la atención de un oyente en movimiento. Pero si uno navega y se mueve por las diferentes plataformas de podcast (que cada vez son más) podrá encontrar grandes programas de ficción sonora, radionovelas, radiodocumentales en los que trabajan el sonido ambiente, experimentación sonora, lo recrean y vives una película, te envuelve una atmósfera sonora. En un momento en el que las emisoras parecen abocadas a la extinción la radio resucita en el entorno podcast. Hay un campo precioso en el que sembrar y labrar. Lo que me gustaría es que quienes se muevan en este entorno no obvien lo aprendido durante tantos años de radio. Creo en el gran poder de la palabra en un buen guion sustentado sobre un colchón sonoro y efectos, todo brilla si después de un punto final comienza la canción. Creo que hay cierta magia cuando juegas con eso, yo estoy en eso.
Recientemente has cerrado una etapa del excelente programa La ley Fosfórica, que como comentábamos tenía una personalidad muy marcada, más allá de simplemente ser un espacio de entrevistas y música, ¿cómo se te ocurrió esa idea?
S.B: Con el confinamiento por la pandemia Covid19, los bares en los que currábamos cerraron, también las salas y la emisora en la que realizaba "El oro de los pobres" también dejo de emitir. Durante un tiempo apenas escuchaba música, pero como a veces digo, la música se abre camino. Surgió la posibilidad de hacer un programa de radio para emitir en Portu Radio. Yo no me podía mover de Madrid, no sabía cuándo podría volver a la Villa para ver a mis padres. Me parecía bonito que mi familia pudiera encender la radio y escuchar mi voz. Como era un programa pensado para que los escucharan ellos, pensé enseguida en este tipo de programas tan cinematográficos cercanos a la radio clásica. De modo que grababa el programa en un pequeño estudio preparado en mi escritorio y lo enviaba cada semana para ser emitido en Portugalete. Mucha gente de Madrid escuchaba el programa pensando que yo estaba en Portu y los de Portu también pensaban que me había vuelto.
En un principio iban a ser monográficos musicales en torno a estilos, épocas y artistas. Pero poco a poco fue ganando la idea de que el programa fuese temático. Un asunto en cada programa y alrededor la posibilidad de aunar diferentes estilos, épocas, idiomas. Mi idea era lanzar premisas al oyente para escuchar las canciones de otra manera. Abrir el espectro combinando toda la música que escucho. Buscar audios de película pensando en el tema, citas y fragmentos literarios, propias reflexiones... Una buena idea fue pedir audios con los que los compositores me contaban sus procesos y presentaban sus canciones. Así pude contar con grabaciones de músico vascos, estatales e internacionales.
Cerrada esta época, ¿habrá más Sendoa en alguna de las ondas o de momento no lo has pensado...?
S.B: Necesito ahora un tiempo para llenar la mochila de historias, descubrir nuevas músicas, ir a conciertos, leer, vivir experiencias, estar con mi familia, pasar más rato con mi chica, pasear con Molly. Quiero ahora empezar un descanso sin pensar en una fecha límite porque sé que si hay una fecha en la que volver, me pondré a pensar en el primer programa de vuelta. De la misma manera quiero que si vuelvo sea con todo el tiempo y las ganas, quiero que vuelva a ser especial y que vuelva a salir de las entrañas. También me gustaría encontrar una forma con la que "La ley fosfórica" llegue a más orejas. Sigo pensando y trabajando en ello.
Lo que es seguro es que seguiré haciendo entrevistas en podcast para IndyRock Magazine desde Macanudos, el bar en el que estoy trabajando ahora. Hay también otras ideas y proyectos que combinan radio, voz y video. Ya veremos lo que hacemos.
Como dices ahora mismo estas ejerciendo de dinamizador cultural en el bar Macanudos, ¿cuál es el proyecto que tienes en mente o que aspiras y te gustaría lograr en dicho lugar?
S.B: En Bilbo aprendí todo movimiento musical tiene que girar alrededor de una buena carta de comida. Hernán Elicabe lleva 6 años en Macanudos programando conciertos y eventos musicales al ritmo de hamburguesas, milanesas y empanadas. Ahora el bar, con todo su concepto inicial, se ha trasladado a un local más grande, alternativo y con posibilidad de albergar conciertos acústicos, entrevistas, charlas y otros eventos. Está situado en Ave María, Lavapiés, una de las calles más musicales de Madrid, cerca de la taberna Olivia, La Aguja o la tienda de discos Bajo el Volcán.Mi idea es que la selección musical sea inmejorable. Siempre pienso que hay canciones y autores que no suenan en los bares aunque su música haya sido hecho para sonorizas barras y copas. Tom Waits, Marianne Faithfull, John Prine, Shane MacGowan, Gillian Welch, Slits o Robert Gordon, por decir un ejemplo, pero también Anari, Petti, Broke Lord, Ruper Ordorika, Pájaro, Diego Vasallo, Melange, Espiritus, Nat Simons, Lapido, Biznaga, Hendrik Rover o Rafa Berrio.
Las entrevistas, que antes hacía por teléfono o en el estudio, las estoy haciendo vía podcast desde una de las mesas de Macanudos. Estamos programando una serie de conciertos acústicos denominados "Ciudad de gatos": presento al artista, realizo una entrevista breve frente al público y el músico ofrece un concierto de media hora. Para septiembre estamos elaborando charlas con público, como por ejemplo, sobre el (mal) estado del periodismo musical. También tenemos planeados un par de ideas de programas en directo con público. Mi idea es que Macanudos sea un foco cultural , un lugar en el que suceden cosas pero también una casa para recibir a músicos y melómanos que pasen por Madrid.
S.B: Todo este esfuerzo por mover actividades culturales lo he realizado siempre desde una mirada underground. Algo fuera de las corrientes institucionales. Durante estos últimos años todo ha sido más duro porque tanto salas, como emisoras, librerías, bibliotecas y ahora bares con actividad cultural ejercen su actividad desde la resistencia. El manto oscuro del underground se ha trasladado a otros sectores. Lo ves también en las emisoras que antes eran reinas y ahora difícilmente sobreviven, revistas y periódicos sustentados por un puñado de malos redactores.
Creo que nosotros mismos hemos ayudado a universalizar el periodismo, la crítica cultural y otros tipos de tótems culturales. Las redes sociales nos han dado voz a todos. Nos ha ayudado a encontrar y a conectar con un público ansioso por consumir pero en el camino hemos perdido gusto, elaboración, destreza y cariño. Quizá todo forme parte de un trasbase, quizá podamos encontrar aún el punto medio. La publicidad tal y como la conocíamos ha desaparecido o se ha transformado, ya no da para pagar un medio. En cambio nos hemos acostumbrado a pagar a plataformas audiovisuales y musicales cuando antes pirateábamos todo lo que podíamos. Los melómanos están comprando vinilos, no se llenan las salas pero la gente acude en masa a los festivales. Las plataformas de pago de podcast cada vez son más habituales. Los crowfoundins funcionan, los cursos por streaming también. Creo que estamos viviendo una transformación total que en muchos aspectos supondrá un borrado de lo anterior. En esta vuelta después del encierro muchos nos hemos dado cuenta del derroche de emoción que se da en los actos en directo con la música en vivo. La necesaria adrenalina después de un concierto. Seguiremos peleando desde los más pequeños movimientos para que todo eso siga siendo importante.
Has vivido y trabajado mucho la noche en bares relacionados con el rock y el arte en general, ¿qué cosas imprescindibles has aprendido en ese entorno y por el contrario qué cosas te has encontrado que te gustaría borrar de ese particular territorio?
S.B: Lo que he aprendido con el tiempo es que un barman es la cabeza visible del bar, el presentador de un show; para ello, en mi caso, tengo que cuidar mi imagen, trabajar el carácter, cuidar las formas, sonreír más veces de las que quisiera y, desde la humildad pero sin perder estilo ni personalidad, hacer que el cliente se sienta especial, hacerle sentir que forma parte del lugar en el que está. En cuanto a la música mi maestro Juan Fran, dueño del Tercer Tiempo, lo que luego sería el Horacio, me decía que nunca hiciera caso de las peticiones musicales pero que si te pedían algo encontrases otra cosa que les gustase y que les sorprendiera. El que pide una canción realmente quiere descubrir nueva música para poderla pedir la siguiente vez, y la próxima tú le vuelves a sorprender. También me enseñó a ir dos capas más abajo que las canciones hit, navegar entre los tracks menos conocidos. Decía "seguro que esta canción de Aretha ya está sonando ahora en algún otro bar de Madrid, pero pon un tema de su prima, esa que nadie se espera".
Hay pocas cosas malas que me gustaría borrar, quizá aquellas veces que he podido perder el control o que me he pasado de rosca. He pasado muchas horas solo tras la barra de un bar, no es tarea fácil mantenerse sobrio. Jugamos con material peligroso e inflamable, pero de todo eso se aprende. Debemos entender que el que tiene que beber es el que está al otro lado y que en un bar siempre pueden surgir complicaciones y hay que estar atento, despierto y hábil.
Quizá a quien me gustaría borrar es a esos que entran en un bar pensando que tú estás a su servicio, a aquellos que se sienten superiores frente a un camarero, a esa gente que no se da cuenta que han entrado en un lugar que tiene principios claros, una casa en la que no se van a permitir bajezas ni vejaciones, faltas de respeto o actitudes vulgares hacia otros y otras.
Trabajar en bares nocturnos hace que vivas al ritmo contrario que el resto del mundo. En algunos bares donde he trabajado no se han respetado los convenios, bases de cotización, horas extras, festivos, etc. Es un sector que obviamente hace un servicio necesario y útil para la sociedad pero pocas veces es respetado (incluso por los propios gerentes) siendo uno de los eslabones más vilipendiados.
Y a pesar de la inestabilidad que produce este tipo de actividades y la dificultad de vivir de todo ello, ¿cambiarías esta forma de vida por un trabajo de horario fijo y sueldo seguro?
Me encantaría decirte que la alegría que produce elaborar actividades culturales compensa vivir inestable, pero no es así. Aunque siempre intentaré moverme en estos entornos musicales también hay que hacer lo posible para dar valor a lo que hacemos, conseguir un sueldo y derechos laborales dignos y por supuesto un horario fijo y seguro.
Ojalá llevar un bar fuera un trabajo estable, ojalá escribir nos diera para vivir, ojalá locutor fuera el oficio del mañana, ojalá el trabajo realizado para "La ley fosfórica" fuera remunerado. Es importante darse cuenta de que la música es importante en tu vida pero es necesario que todo se establezca sobre pilares económicos sustentables. Entre otras cosas, para poder gastarlo en cultura, para moverte por otros bares y para disfrutar con los amigos y familia fuera del entorno de trabajo.
Este oficio inestable (el de la radio) me ha dado la alegría de saber que soy capaz de hacer un programa de mucha calidad, la emoción de contactar y conocer a ídolos y referente, y que a gente con gusto le gustase el programa. Me quedo con eso.
Entrevista: Los Estanques y Anni B Sweet
“Llévame al Cielo” tiene otra piel, con un rollo más groove y soulero.
Damien Jurado: "Reggae Film Star"
Curioso caso el de Damien Jurado a la hora de publicar discos. Desde su debut de 1997, lleva editados hasta veinte trabajos de estudio, a uno por año desde 2018, y eso sin contar los EPs, directos y recopilatorios que ha ido encadenando. Algo digno de elogio máxime cuando no suele bajar de nivel, sino que -como ocurre con este nuevo álbum que tenemos entre manos- en ocasiones es capaz de subirlo y dejarnos con la boca abierta.
Forjado como actor secundario de lujo del folk y la americana de baja fidelidad, su característica melancolía derivó luego hacia terrenos psicodélicos, ambientales y de alta producción, que a decir verdad le sentaron francamente bien. Y ahora, para este "Reggae Film Star", que nadie se equivoque, que poco (o nada) del género jamaicano encontrará y sí mucha guitarra intimista y voz envolvente marca de la casa. Gracias al aprendizaje que le ha dado su ya larga carrera, parece que nos ha regalado uno de los discos del año (algo que ya ha conquistado en el pasado). Pues las doce nuevas canciones del de Seattle conforman un álbum conceptual en el que el autor va creando personajes, paisajes y evocando sus propias vivencias a la vez que nos va embrujando con su aterciopelada voz, pasión y cercanía.
Solo hace falta ver el comienzo. Que un disco nada más ponerlo ya entregue una pieza como "Roger", significa que estás delante de algo grande. Con una mezcla de sabores que nos llevan inevitablemente hacia Nick Drake, con esa dulzura oscura, pero también hacia el mejor Gene Clark y sus emociones subyugantes. Pero la cosa no termina aquí, luego nos chocamos con "Meeting Eddie Smith", con su ritmo bossanova y su parentesco con los Kings Of Convenience, y con la ensoñadora "What Happened To The Class Of 69?", que languidece musicalmente y nos transporta hacia territorios placenteros explorados por otros antes (me viene a la mente el Beck del "Morning Phase").
Más poperas, y no por ello menores, son los medio tiempos "Day Of The Robot" y "Taped In Front Of A Life Studio Audience", las cuales podrían pasar perfectamente por piezas de los defenestrados Coldplay del disco "Parachutes" (cuando los de Chris Martin eran buenos, vaya). Sublime me parece "Whatever Happened To Paul Sand?", una pieza americana naif de tono lo-fi, piano delicioso y melodía arrolladora. La sencillez y desnudez de una guitarra acústica sedosa y voz penetrante se halla omnipresente en todo el disco, pero especialmente en "Location, Undisclosed (1980)", "Ready For My Close Up", "Lois Lambert" y "The Pain Of No Return", en las que el autor de "Pink Moon" nos vuelve a la mente.
Son las partes de un disco que os aconsejamos que os llevéis en algún lugar de vuestras vacaciones para que os acompañe en aquellos momentos de soledad, sosiego y refresco tan necesarios. Con los cascos puestos y alejados del bochorno veraniego, uno no tendrá nada más que hacer que dejarse llevar por las olas sonoras de este cantautor maravilloso.
Dropkick + Star Trip: La refrescante gira de los 40 grados
Texto y fotografías: Skar P.D.
La ola de calor afecta, claro que sí, a todo, desde a las constantes vitales hasta a la hora de comienzo de los conciertos, y no me vale la excusa de que dentro del recinto de turno hay aire acondicionado. El concierto de los escoceses Dropkick acompañados por los valencianos Star Trip programado a las nueve de la noche, se atrasó, vía apertura de puertas, a las diez. En realidad el ligero viento que soplaba a esas horas en el centro de Madrid te dejaba cierta sensación de abrasamiento. Eso para los que estábamos en la puerta que, diez minutos antes de abrir las susodichas,, apenas sobrepasábamos la decena. Huelga decir que la "Wurli", o sea eso que se anuncia con el cinematográfico nombre de Wurlitzer Ballroom, estaba casi vacía si exceptuamos a los chicos de Start Trip, lo que propició un cambio de saludos sumamente cordial. En realidad es un reflejo de lo que aparentaba ser la noche: una reunión de gente amable unidos por cierta pasión por determinados sonidos, que no por minoritarios, dejan de situarse en ese lugar entre el estómago y el corazón, donde habitan las emociones más profundas.
Para cuando Start Trip se subieron al escenario la sala ya tenía un aspecto de plenitud, no abarrotado, pero si con esa sensación que a los músicos, y si son modestos más, les resulta tan gratificante, aquello de "parece que hay gente, eh". Arrancaron con sendas canciones de sus, hasta la fecha, dos discos publicados, y cuando le tocó a "Estás Ahí" fue el momento de contarnos lo bien que se sentían por estar con sus amigos escoceses y como consecuencia estar tocando en Madrid. El resultado es que si los músicos se sienten bien y tienen un repertorio solvente y además, lo acompañan de una dosis extra de actitud, el concierto está muy bien encaminado, como así fue, y de paso estrenaron alguna nueva canción, como "Yo No Quiero Ser'", de su próximo disco, y luego una par de ellas más, "Sueños" o "Todos los caminos", en un concierto que fue acortado respecto al setlist previsto quizás por aquello del horario, o sea del calor por el que se atrasó la hora de inicio.
Apenas pasados diez minutos los escoceses Dropkick ocuparon el escenario, porque Dropkick es una de esas bandas que cuando se suben al escenario lo ocupan, tal es la impresión que transmiten cuatro tipos con un amplio historial a sus espaldas, y no un historial cualquiera, sino uno basado en más de veinte años de carrera y con una vasta producción discográfica que fluctúa alrededor de la quincena de discos editados bajo la marca Dropkick, eso sin contar alguna que otra recopilación y la producción paralela de Andrew Taylor, alma mater de la banda y responsable de casi toda su producción. Uno de esos tipos, con pinta de profesor universitario, a los que se le caen las canciones, pero no unas canciones cualquiera, porque todas y cada una de ellas pasaría el filtro necesario de calidad. Otra cosa no, pero Dropkick es sinónimo de calidad, una de esas bandas que no hacen un disco malo ni aposta.
Lo último que se ha publicado de ellos, y que se supone impulsor de esta minigira de cuatro conciertos por el país, es el consabido "The Best of...", así que era de esperar que la lista de canciones que ofrecerían se basaría en él, o unas cuantas por los menos. y así pareció al inicio. Un inicio que empezó de forma tranquila y suave recreando las excepcionales "Out Of Tune" y "Until I Fall Away", que indicaron el camino a la más que aceptable audiencia que finalmente acudió a refrescarse a base de power pop, guitarras cristalinas y melodías adictivas que te van atrapando poco a poco y cada vez más.
Para cuando sonó la excepcional "Slow Down", el sonido ya se había clarificado lo suficiente y había encontrado un más que aceptable acomodo al espacio donde se desarrollaba, siendo conscientes de que a partir de ahí todo iría "in crescendo". Esto en una sala de sonido complicado, como la "Wurli", no es una cosa baladí.La otra pata del repertorio en la que se apoyaron, aparte del consabido "The best", fue en los excepcionales "The Scenic Route" y "Longwave", que son sus dos últimos disco de estudio, y en un concierto que se iba agrandando por momentos no sería canciones como "Feeling Never Goes Away" o "It's Still Raining" las que lo dejaran caer, y mucho menos cuando ya se había establecido ese tipo de química y complicidad que ocurre en los conciertos cuando la conexión entre la banda y la audiencia se podría hasta tocar de tan densa que parece a veces. Además es bien sabido, y esto, claro, juega a su favor, los lazos que mantienen los escoceses con España, tanto en la edición de algunos de sus discos en discográficas españolas como lo habitual que es que aparezcan por aquí muy a menudo. Afortunadamente, todo hay que decirlo, porque Dropkick es una banda que tienen la clase y el “background” suficiente como para mirar a los ojos a Teenage Fanclub, sus más afamados compatriotas, dicho sea por las conexiones estilísticas que pudiera haber, que las hay.
Para cuando abordaron "Come Around" que es una de esas canciones con un estribillo de esos que te ensanchan el corazón, aquello ya se había convertido en una especie de fiesta para amigos con la única salvedad de que los amigos eran bastantes más de lo que en un principio pudiera esperarse para el último concierto de una gira que bien podría haberse llamado parafraseando lo que ellos mismos decían "la gira de los 40 grados". Y el bombo de la batería manejada por Mike Foy inició otra de esas joyas que pueblan su abundante discografía, y que responde al título de "Breakdown", para seguir realzando lo que a todas luces se estaba convirtiendo en un éxito absoluto, y ya puestos hacer un guiño a los maestros Badfinger en forma de versión de uno de sus mayores éxitos, ese que responde al nombre de "Baby Blue", para acabar bordando la incuestionable "Save Myself", que es una de esas canciones que en su desarrollo permiten que las bandas muestren su estado de ánimo, en este caso era algo parecido a “que bien nos sentimos, como estamos disfrutando y que bueno que estemos todos aquí para compartirlo”.
No había nada más previsto, pero como todos queríamos más, Ian Grier (bajo y voz) le prestó el instrumento a Alan Shields (guitarra y voz) y mientras se dedicaba a sacar fotos a los allí presentes, los otros tres cerraron la fiesta recreando para la ocasión el "Cruel To Be Kind", de Nick Low, una de esas canciones que enfatizan todas las buenas sensaciones. Y otra cosa no, pero cuando acabaron, definitivamente las sonrisas en las caras de los presentes no dejaban lugar a la duda.
Al salir incluso parecía que hacía menos calor, pero mucho menos, y es posible que meteorológicamente fuera verdad, pero por otra parte también es verdad que no hay nada más refrescante que la magia del power pop y las melodías que dicha magia conlleva.
Rubén Pozo: “Vampiro”
Por: Javier Capapé
Cuando escuchamos una melodía de Rubén Pozo es como si volviéramos a casa. Sus letras cotidianas, su forma de entonar, sus inconfundibles fraseos de guitarra. Todo nos suena familiar. Es como si nos sintiéramos parte de ello. El ex Pereza nos presenta, con este "Vampiro", un disco sereno, íntimo, mucho más acústico que de costumbre, pero sin perder la grasa característica del rock añejo. Su primera intención fue hacer de éste su primer disco totalmente acústico, pero no ha podido resistirse a meter alguna eléctrica y a darle más ritmo, aunque claramente se nos muestra mucho más comedido y sus mimbres viran más que nunca hacia lo básico. Un menos es más rotundo. Una defensa de la canción desde su base. En él apreciamos, por encima de todo, cierta melancolía, entre un plus de nocturnidad, algo a lo que nos ayuda su sugerente título.
Desde el principio, con esa "Gente" que se abre paso poco a poco, se aprecia un gusto por cuidar los detalles sutiles. Dando espacio a los silencios y recreándose en la ejecución de cada acorde. En la sencillez de sus textos también se palpa mejor esa rotundidad. Porque es en la claridad de su discurso donde está también ese deseo de quedarse con lo que verdaderamente importa. Rubén no pretende sonar con excesiva hondura porque lo suyo es lo cotidiano, y así afronta temas como "Me pareces increíble", con esa segunda voz que le arropa a cargo de Ana de Diego, que también aparece en otras como "Haciendo lo mío".
Este autor, cada vez más sólido y definido, sabe muy bien lo que quiere decir, y su productor, José Nortes, lo traduce con maestría. Quizá sea su disco más básico, pero es al que le podemos sacar más jugo. Y no es que no nos hayan encandilado sus anteriores trabajos como solista, desde el confesional "Lo que más" hasta el directo y contundente "Habrá que vivir" e incluso el más predecible "En Marcha", pero con "Vampiro" gana enteros como artista y compositor. Termina de definirse y reafirmarse como uno de los autores rock con un universo propio mejor definido de nuestro entorno. Un músico auténtico, sin imposturas, que tan pronto nos muestra proclamas más globales en "Abel y Caín" como sinsabores cotidianos y personales en "Ya no eres mi problema".
En "Gente" se respira optimismo, ese afrontar la vida con un sí mejor que con un no, que tanto necesitamos en estos tiempos en los que sale tan barata la crítica. Apreciando más las luces que las sombras y reivindicando los errores humanos. Su suave cadencia contrasta con la garra más eléctrica de "Me pareces increíble", la más Pereza del lote, y donde ya nos deleitamos por primera vez con la voz Ana de Diego. "Mañana es lunes", presentada como adelanto, también crece desde la acústica, intentado mostrarla como el santo y seña del conjunto. En ella se impone la cotidianeidad y los sonidos familiares, con esas frases tan características suyas, "tan a salto de mata", que nos cautivan sin remisión."Abel y Caín" posee un riff incisivo, aunque su gran baza es la magnífica aportación de Miguel Ríos. Repasa nuestro actual estilo de vida casi como lección para todo lo que se nos viene encima con nuestra particular Torre de Babel. "Tras la tormenta" afronta más el día a día, esos temas de los que Pozo ya ha demostrado con creces que domina con maestría. Si a eso le unes su rítmica arrastrada y su espíritu acústico, el tema consigue crecer y engancharnos desde su minimalismo, con un solo de guitarra acústica adictivo, como ocurre en casi todas las canciones, ya que estos se imponen con naturalidad.
También conocíamos de antes "Ya no eres mi problema", un medio tiempo eléctrico donde sobrevuelan desde Tom Petty hasta Jeff Tweedy. "Siempre saludaba" es de esas canciones frescas y amables, de las que entran a la primera. En su coda se transforma con un crescendo donde se impone el slide de manera emocionante y se funde a negro para dar rienda suelta a lo que podría ser un final más épico si dejamos volar nuestra cabeza. De ésta sí que podríamos decir que es de las que mejor engloban la intención del disco: sonoridad acústica, arreglos sutiles y corazón humilde.
"Escorzo" entra tan a la primera como "Gente", con su bajo sugerente, un órgano también presente y un final rematado al saxo con elegancia. Bebemos de Brasil para arrancar "Haciendo lo mío", aunque el wah wah la transforma rápido en un tema inclasificable de los que tan bien domina nuestro protagonista, con letra costumbrista incluida, de las que tanto nos gustan, para terminar con el misterio abriéndose paso en el primer acorde de "Vampiro". Un vivo retrato de Pozo ("Cuando todos duermen estoy mejor. No necesito más"), que se acelera y electrifica para cerrar un disco hecho con mimo, que se detiene en los detalles, que se recrea en cada frase y se convierte en el más elegante y con más clase del alma de Buenas Noches Rose.
Si lo que pretendía el madrileño de corazón era mostrar con esta colección de canciones su vena más íntima, más introspectiva, puede que haya conseguido acercarse a ello, aunque siempre, también desde la electricidad, nos haya regalado imágenes de lo más personales. Lo que está claro es que este "Vampiro" ejemplifica una buena manera de mimar las canciones desde la posición de un orfebre del rock cada vez más maduro (¡qué poco me termina de convencer esta afirmación tan manida!) y seguro de sí mismo. Despojado de su timidez para entregarse tal como es él. De eso saben muy bien sus canciones, que son su vivo reflejo, pero quizá ahora también lo entendamos un poco más nosotros gracias a la honestidad de este dulce vampiro.