Code Blue: Así que pasen los años


Sala Fun House, Madrid. Jueves, 1 de septiembre del 2022.

Texto y fotografías: Skar PD

Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo, allí en Los Angeles, en los Estados Unidos, o sea muy, muy lejos de estos lares, que se formó una banda liderada por un ex miembro de unos incipientes The Motels, y ex novio de Martha Davis (que todo hay que decirlo), que respondía y responde al nombre de Dean Chamberlain. Esa banda, que por entonces se llamaba Skin, llamó la atención de, en su día, la todopoderosa Warner y tras cambiar su nombre a Code Blue decidió publicarles un disco. Incluso les colocó un productor, Nigel Gray, que venía de trabajar con unos tal The Police, por ejemplo. Por lo tanto,  parecía que la cosa iba a serio. Y luego suceden cosas que acabarían por redondear la cuadratura del círculo y así el tal Grey, después de un intento fallido en Los Angeles decidió grabarlo en su país natal, Inglaterra, lo que llevó aparejado la deserción de Michael Ostendorf, bajista original, y la llegada a la banda de Gary Tibbs, ni más ni menos que ex bajista de Vibrators, de Adam & The Ants y de Roxy Music. Un tipo absolutamente contrastado y con una grandísima reputación en el uso de las cuatro cuerdas. Y con todos esos mimbres, más la aportación en la batería del ex Mudcrutch, Randall Marsh, se publicó el disco que inscribiría en la historia de la música el nombre de esta banda. Un solo álbum, bueno hay un segundo publicado en una independiente que parece como si no existiera, que no tuvo ningún éxito en los USA pero por causas aún no determinadas y difícilmente explicables tuvo una repercusión extraordinaria en los círculos más "culturetas" de la escasa escena musical española de 1980. Ya sabéis, una banda de culto con un disco de culto, son ese tipo de cosas en las que somos casi infalibles en esta tierra. Y además el disco era, y es, muy bueno.

De todo esto hace 42 años y resulta que ahora, debe ser que los planetas se alinearon, Code Blue, ese grupo tan de culto, venían a España por primera vez, y no es que solo sea la primera vez que venían, sino que, muy probablemente, era la primera vez que iban a tocar juntos desde entonces, Dean y Gary al menos, quienes para la ocasión llegaron acompañados en la batería por Dave Ruffy ex Ruts y ex Aztec Camera entre otras muchas cosas, será por currículo. Cuarenta y dos años no son nada en la memoria de los entusiastas del power pop... ¿O sí?

Y como era de esperar la Fun House colocó el cartel de no hay billetes para ver el regreso inesperado de una banda que, era evidente, el que más y el que menos, la tenía guardada en un apartado especial de la memoria, ese que reza "cosas que solo sabemos yo y unos cuantos privilegiados más". Dean Chamberlain visiblemente emocionado plasmó ese sentimiento en un esforzado castellano: "Esto es un sueño para mí ". Ya lo creo, y para todos los asistentes, que en realidad no se sabe muy bien que esperaban más allá de cerrar una deuda histórica pendiente. Descartada una reunión por aquello de sobrevivir, que tampoco una pequeña gira por España daría para tanto, solo cabía la posibilidad de una ataque repentino de melancolía y un esfuerzo incluso físico por hacer realidad una expectativa que nunca tuvo ocasión de materializarse. O como repetiría Dean Chamberlain a lo largo de todo el concierto, de cumplir un sueño, que a estas alturas no entraba dentro de las previsiones de nadie.

Abrieron con "The Need", porque, con dos excepciones, todo el repertorio se basó en su aclamado primer disco con algún añadido de la reedición en CD que publicó la compañía estadounidense Rhino en el 2003. Y la primera impresión es que si alguien esperaba una explosión de sonido, una poderosa revitalización de ciertas canciones y una sobredosis de sudor, más valdría que se fuera reubicando lo más rápido posible porque aquello iba de ver y disfrutar a unos colegas que con sus canciones te abrieron la puerta a determinados sueños que nunca se cumplieron. Esa era la actitud.

Los desajustes evidentes en la primer canción se fueron corrigiendo poco a poco con la trilogía siguiente, haciendo de esa forma más reconocibles, y aunque si bien es cierto que la agresividad inherente de temas como "Modern Times", la excelente "Order End Of The Town" o "Whisper/Touch", ya no existía, sí sirvieron para llegar a un entente mucho más que cordial con la audiencia que por supuesto tenía una actitud más que favorable. Los desajustes se corrigieron, en gran parte, sobre todo porque Gary Tibbs sigue siendo un bajista con mucho empaque, de esos capaces de dibujar melodías alternativas con su bajo, y porque a pesar del aspecto físico con el que se presentó Dave Ruffy, entrando al escenario apoyado en un bastón, la batería se ensambló perfectamente con las indicaciones que transmitía el bajo, de forma que crearon el entorno adecuado para que el más inseguro Chamberlain se fuera sintiendo más cómodo, aunque el estado actual de su voz tampoco ayudara en exceso. Por si hay alguna duda, y a pesar de alguna limitación, sobre el escenario estaban tres grandes músicos dispuestos a salir lo más airosos posible de las expectativas que su historia había generado en los presentes.

Después de la incursión en los terrenos del country, con sombrero incluido, de "Lonesome Road", extraída del disco cercano al mismo estilo que bajo el nombre de The Honorable DHC publicó Chamberlain en 2011, la plasmación de los sentimientos que empezaban a aflorar por la sala llegó con "Where I Am" y sobre todo con "Face To Face", ampliamente coreada ante los ojos un tanto incrédulos, y yo diría que humedecidos, de Dean Chamberlain y la media sonrisa de Gary Tibbs. "Esto es como estar en el cielo y vosotros sois los ángeles" para inmediatamente aclarar que “ángeles vivos, por supuesto”.

La muy "policiaca" "Burning Bridges" contribuyó en gran manera a mantener el plácido y animoso estado de ánimo de la audiencia, que volvió a ejercer de corista en "Somebody Knows" y que volvió a sonreír con las dificultades del castellano del Chamberlain presentando "The Book Of Job" y su historia de biblias y diablos.

Finalizaron con '"Print By Numbers" y "Hurt" para volver a salir ante la sincera petición de bises del público que ya, a estas alturas, se había imbuido del espíritu adecuado para entender un concierto que debería haberse producido en un tiempo del que a la memoria ya le cuesta trabajo recordar en su secuencia exacta. Y para acabar definitivamente, y previa explicación de que la habían tocado solo un par de veces y por lo tanto era un poco de experimentación, se descolgaron con las versiones de dos grandes clásicos, al menos uno de ellos, que unieron convenientemente, y es que un final que contempla el "Mr. Soul" de Buffalo Springfield y la más desconocida, pero no por ello peor, "The Light Pours Out Of Me", de Magazine, es un final lleno de clase. Y fue en esta última cuando la voz principal corrió a cargo de Dave Ruffy quizás por proximidad geográfica y generacional con su trayectoria musical. Todo un detalle hacernos saber que solo las habían ensayado dos veces, en realidad la impresión es que todas las restantes canciones tampoco habían gozado de muchos más tiempo, y en ese sentido el atril con un libro donde, en cada página, el señor Ruffy había escrito las anotaciones pertinentes para cada canción era más que una pista. Al fin y al cabo el rock'n'roll y la perfección no tienen por qué ir exactamente de la mano, y en cuestiones de emotividad el power pop se basta y se sobra. Y sí, si hubiera que calificar el concierto de Code Blue, el primero en Europa y por lo tanto en España, y seguramente también el último, sería el de un concierto emotivo y en ese sentido puede que el paso del tiempo haya sido perjudicial para algunas cosas, pero para satisfacer, de una vez por todas, las emociones que un día despertaron una banda y un disco de culto fue algo absolutamente necesario. A fin de cuentas ya en la letra de su canción más conocida, "Face to Face", parecían presentirlo: “Llegará el momento y nos reuniremos de nuevo, cara a cara, piel con piel”