Entrevista: Howlin´Jaws


Por: Javier González. 

La republicana Francia siempre se ha caracterizado por tener los mejores reyes del rock and roll europeo. Y si al mirar atrás sería fácil que a la cabeza se nos viniera el nombre del mítico Johnny Hallyday, quizás hoy día a más de uno se la haya pasado por alto que dicho título bien podrían ostentarlo tres jóvenes que responden al nombre de Howlin´ Jaws

Un combo que arrancó su andadura con una decidida apuesta por el rockabilly, progresivamente ampliada hacia sonoridades garajeras y psicodélicas, sin por ello desdeñar brillantes amagos glam, sabiamente manejadas como demuestran en su última obra, “Half Asleep Half Awake”, a la que hemos llegado relativamente tarde, pero de la que desde ya nos confesamos devotos. 

De manera atropellada contactamos con la banda, poco tiempo antes de que arranquen una gira que el próximo día 7 los tendrá en Valencia, concretamente en la sala 16 Toneladas, continuando el día 8 en el Fun House madrileño; y casi cerrando periplo en Barcelona el 10, Sala Aclam, puesto que el día 28 regresarán al Kafe Antzokia de Bilbao para repartir al personal patrio su ajustada mezcla de rock heterodoxo de querencias retro. 

En unos días volveréis a nuestro país para hacer una mini gira que os llevará por diversos lugares. ¿Cómo afrontáis en el seno de la banda esta aventura y qué esperáis del público español? 

Lo afrontamos como los atletas afrontan los Juegos Olímpicos. ¡Se necesita mucha preparación física y mental para la cantidad de fiesta que implica una gira por España! Estamos muy felices de estar finalmente de regreso en España, sabemos que el público es uno de los mejores del mundo y andamos ansiosos por tocar nuestras nuevas canciones para ellos. Además, nos vamos a poner al día con muchos amigos. Esta vez intentaremos tocar más fuerte que el del DJ. 

¿Hasta qué punto es excitante subirse a la furgoneta y recorrer el país vecino para presentar vuestro proyecto? ¿En algún momento en los orígenes de la banda pensasteis en que podría ocurrir algo así de maravilloso? 

De hecho, cuando arrancamos con la banda empezamos a hacer giras de inmediato. Antes de grabar nada ya estábamos mucho de gira. Por eso siempre ha sido uno de nuestros principales objetivos. Lo mejor de hacer giras en países extranjeros es que puedes conocer a mucha gente que normalmente se convierten en amigos duraderos. Por ejemplo, cuando fuimos a Japón no conocíamos a nadie, simplemente hablamos por Internet con el manager de Minnesota Voodoo Men y nos quedamos con ellos durante más de dos semanas. Todos se hicieron grandes amigos. Así que sí, siempre es emocionante volver a subirse a la furgoneta y salir a hacer kilómetros, más aún en otro país. ¡Puedes comer comida diferente en la carretera y eso es un gran cambio! España fue un país donde comenzamos a girar bastante pronto, probablemente porque es uno de los países con más rock and roll de Europa. 

Venís de un país como Francia, con una cultura muy potente, donde destaca la música hecha allí, sin embargo, vuestro sonido está más emparentado con lo anglosajón. ¿Cuáles eran las bandas que escuchabais en vuestra infancia y adolescencia? ¿Hasta qué punto os marcaron para dedicaros a la música? 

Hay muchas cosas geniales en la música francesa, pero en realidad es la música del Reino Unido y Estados Unidos la que nos influyó. Escuchamos el paquete completo de los años 60 y 70, obviamente. Especialmente a los Beatles y los Kinks. Pero desde muy temprano también nos influyeron el punk y el rockabilly. Creo que mantuvimos la energía de esos estilos y la mezclamos con melodías más fuertes de los años 60. 

Comenzasteis vuestra andadura siendo un grupo de rockabilly, habéis evolucionado hacia sonoridades más psicodélicas y garajeras. ¿A qué se ha debido este cambio tanto estético como musical en Howlin´ Jaws? 

Simplemente tocamos lo que nos parece bien, sin intentar encajar en un género predefinido. Escuchamos muchas cosas diferentes y eso es lo que crea nuestro propio sonido. Siempre hicimos las canciones más largas y tocamos con dinámicas, lo que nos lleva a la psicodelia de una manera bastante natural. 

Venís a presentar las canciones de vuestro último álbum, “Half Asleep Half Awake”. ¿Qué tal ha sido la recepción del público del disco? ¡

Ha sido realmente bueno! Nos llevó a los oídos de una audiencia más amplia y nos mantuvo bastante ocupados girando. Estas canciones encajan perfectamente en el escenario, por lo que a la gente le encanta. Incluso aparecimos en la portada de la revista musical más importante de Francia, “Rock & Folk”. Además, nuestras canciones se reproducen en las radios nacionales francesas, lo cual es muy emocionante. Francia no es como España en cuanto a lo que suenan en la radio. Así que tener una banda de rock'n'roll como nosotros en el aire es genial. 

Antes comentabais que vuestro público había crecido, personalmente este trabajo nos ha resultado fascinante por su fuerza, bebiendo de la mejor escuela sixties, y con unas dosis de rock potente y psicodelia perfectamente condimentadas. ¿Creéis que con este trabajo podéis aumentar vuestra repercusión de manera importante? 

Tal vez. Simplemente tocamos lo que nos gusta e intentamos escribir buenas canciones, para eso vivimos. ¡Esperemos que cada vez más gente venga a escuchar nuestra música! 

Mi favorita es “Lost Songs”, una canción donde mostráis casi todas las sonoridades que sois capaces de manejar a la perfección. ¿Qué podéis decirnos sobre dicha canción? 

Las canciones fueron escritas por primera vez por nuestro batería, Baptiste. Un batería que escribe música, increíble, ¿verdad? (risas). Es una canción bastante triste, pero aún así es genial. Tiene muchos acordes, pero fluyen naturalmente. No sé qué más decirte. ¡El solo de guitarra rompe, eso es seguro! (Muchas risas) 

Aunque debo confesar que me ha matado el glam rock que se esconde en “Healer”, dicen que Marc Bolan está sonriendo en el cielo desde que la escuchó. ¿Habrá más glam-rock en próximos discos? 

Definitivamente. D.E.P. Querido, Marc. Te amamos. 

El mismo ha sido grabado en Londres, bajo la producción de Liam Watson, quien ha trabajado con grandes bandas como White Stripes. ¿Qué ha aportado al sonido de la banda? 

Fue una verdadera colaboración artística, por lo que su contribución es importante. A veces llegamos a cambiar hasta la estructura de las canciones. También juega un papel importante al impulsarnos hacia direcciones que elegimos con él, por ejemplo, el psicodelismo. ¡Y es simplemente un genio de la ingeniería de sonido, de eso no hay duda! 

¿Qué otras bandas de la escena garage-psych francesa nos recomendáis seguir? 

No necesariamente garage-psych, pero ¡hay una gran escena en Francia ahora mismo! Deberías escuchar a Komodrag y Mounodor. son un súper grupo hecho de dos grandes bandas de Bretaña llamadas Komodor y Moondrag. También After Geography, Roberta Lips, Alvilda, Les Lullies… y muchos más. 

¿Conocéis algún proyecto de dicho estilo de nuestro país que os llame la atención?

No conocemos muchas bandas que toquen este estilo, ¡pero conocemos algunas bandas geniales de España! Acaba de aparecer un nuevo grupo en Barcelona, se llama Patrol. Son amigos nuestros y es genial. También nos encantan The Limboos, Wau y los Arrrghs… Si tienes algunas recomendaciones, nos encantaría descubrir nuevas bandas. 

El disco acaba de cumplir un año desde su publicación, por lo que imaginamos que ya tendréis nuevas canciones preparadas. ¿Por dónde se mueven las nuevas composiciones? ¿Habrá oportunidad de escuchar alguna en directo en estos conciertos en España? 

Tienes razón, estamos trabajando en muchas cosas nuevas entre concierto y concierto. Hemos pasado muchas horas en el estudio durante todos los días desde antes del verano, ¡es como un trabajo de tiempo completo! Quién sabe si las acabaremos tocando en el escenario, ¡vengan a verlo ustedes mismos! ¡Muchas gracias por esta entrevista, saludos!

Entrevista 15 Aniversario: Alfred Crespo


“Mientras unos cuantos sigamos dando guerra, la fiesta no parará” 

Hablar de Alfred Crespo es hacerlo del capo. Un mito, un referente, alguien a quien admiramos profundamente. Un tipo que sabe de qué va esto del rock and roll, no en vano lleva estampando su firma en la única cabecera que sigue fiel a su cita mensual en nuestro kiosko, cargada de contenido y de mandanga como el primer día. Es el jefazo, el (co)director de Ruta 66. Sí, del “Ruta”. Palabras mayores.

Una publicación a la que, como mínimo, le debemos lo mismo que a nuestros años de escolarización. Mentira, le debemos infinitamente más, para qué vamos a engañarnos. Abiertamente diremos que es la única a la que no hemos perdido de vista desde hace décadas. Un faro bien asentado que partiendo siempre desde su adorado underground sigue sin perder nunca el norte, haciéndolo sin cambiar la chaqueta; sin concesiones ni pleitesías. Casi cuarenta años siendo auténticos y brillantes. 

Ni que decir tiene que para nosotros es un inmenso placer haber podido contactar con Alfred, al que rápidamente le propusimos participar en las entrevistas con las que conmemoramos el 15 aniversario de El Giradiscos. Su respuesta fue afirmativa y entusiasta, algo que plasmó en el cuestionario que le hicimos llegar y que hoy hacemos vuestro con total orgullo. 

¿Qué valoración general harías de la actual situación del "mundillo" musical? 

Alfred: El “mundillo” musical en el que me muevo básicamente sigue igual. Llevamos años en los que el rock no es mayoritario, y las nuevas tendencias van en dirección contraria, pero es lo que hay y no vale la pena quejarse por ello. Estamos condenados a la mera supervivencia, y cuesta ver en un futuro próximo que vaya a cambiar el tema, toca disfrutar de lo que tenemos a mano y de todos los artistas, veteranos o noveles, que siguen apostando por ese refrescante ritmo llamado rock and roll. Mientras unos cuantos sigamos dando guerra, la fiesta no parará… 

Siempre se ha hablado del directo como último refugio para mantener con vida a las bandas, ¿Crees que hay una red de salas y condiciones favorables a lo largo del Estado? 

Alfred: No, no la hay, y cada vez habrá menos. El negocio radica en esperar a que acaben los conciertos para llenar las salas de personal que prefiera bailar, cada vez menos clubs se pueden mantener siguiendo fieles al espíritu con el que se crearon, y ni las subvenciones y los patrocinios ayudan, pero ese último refugio sigue existiendo y es necesario apoyarlo, exactamente igual que a las bandas que se dejan la piel sobre un escenario. 

¿Cuál es el papel que en ese sentido crees que juega la proliferación de festivales? 

Alfred: Los grandes festivales son uno de los grandes enemigos del circuito de salas, evidentemente. No hay sinergias entre ellos, y la tendencia mayoritaria es gastarse la pasta en abonos carísimos y luego esperar al siguiente festival, sin pisar un club ni intentar descubrir a nuevos grupos en las condiciones ideales, que son en distancias cortas y con repertorios sin recortar. Pero, repito, no sirve de nada quejarse. Nosotros, a lo nuestro. 

Ahora que la venta de discos es irrisoria, las plataformas siguen robando a los creadores con porcentajes ínfimos por reproducción y en los festivales apenas se paga a los artistas más minoritarios, salvo honrosas excepciones. ¿Por dónde pasa la durabilidad de los proyectos y las carreras de larga duración? 

Alfred: Pasan por hacer lo que se hacía en los sesenta: actuar mucho sabiendo que no te vas a forrar el riñón, esperando que suene la flauta y alguien con potencial económico decida apostar por ese grupo o artista, algo que sigue ocurriendo de vez en cuando. Y comprando discos, por supuesto, sea en tiendas independientes o en el mismo concierto, algo que redunda positivamente en la viabilidad de seguir grabando discos. Tampoco estaría mal que vejaran los precios de los discos, que todos sabemos cuánto cuesta la fabricación de un vinilo y el precio al que los colocan determinados establecimientos. Aunque la moda entre algunos jóvenes de comprar Lp’s pese a no tener tocadiscos igual ayuda. (Risas)

A la hora de disfrutar de la música como oyente, ¿prefieres acercarte a los clásicos con los que te hiciste melómano/a o bien prefieres escuchar propuestas novedosas? ¿Por qué? 

Alfred: Reconozco que debería prestar más atención a nuevas propuestas, pero suelo tirar de clásicos en el 75% de mi tiempo. Es lo que tenemos los yonkies del rock, siempre quedan cosas por descubrir en la carrera de nuestros artistas de cabecera… 

Todo oyente tiene algún secreto no confesable de bandas y/o músicos que le emocionan y que no suelen estar bien vistas, ¿Cuáles serían los tuyos y por qué? 

Alfred:
Realmente no tengo demasiados vicios ocultos, pero reconozco que cuando tengo un mal día recurro a las grandilocuentes obras de Meat Loaf… 

¿Cuál fue ese primer contacto con la música que te empujó a dedicarte a ella? 

Alfred: Me volví loco un 11 de septiembre de 1976, con once años, cuando vi por primera vez a los Rolling Stones en la tele. Decidí que quería parecerme a Keith Richards. Una epifanía, creo que le llaman. Naturalmente, ni de lejos lo he conseguido, pero ahí sigo, coleccionando discos suyos (con Charlie Watts sentado a la batería, por supuesto). 

Cita cinco nombres básicos en tu reproductor en los últimos meses. 

Alfred: Otra vez quedaré como un tipo anclado en el pasado, pero los cinco últimos discos que he escuchado hoy mismo son de Grateful Dead, Kinks, Bob Dylan, una reedición de garage peruano y Burning… 

¿Qué artistas malditos, minoritarios o relativamente novedosos nos recomendarías encarecidamente no perder de vista? 

Alfred: Dios, qué pregunta… Lista infinita. Así, a bote pronto, cualquier disco de Bevis Frond, los últimamente reivindicados Big Star y su co-lider Chris Bell, los mejores North Mississippi Allstars, los deliciosos Blue Ash o, más recientemente, cualquier cosa grabada por Chris Forsyth. 

Entre otras cosas, como escritor y director de la editorial 66 Rpm, eres el co-director de la mítica revista “Ruta 66” a la que algunos de nosotros tanto le debemos. ¿Cuál es el secreto para seguir tantos años en un mundo tan complicado como el del periodismo musical? ¿Cómo os sentís al ser los únicos en todo España que siguen editando en papel? 

Alfred: El secreto no es demasiado complejo: economía de guerra, empatía con tus lectores, en muchos casos ya amigos, intentar mantener el equilibrio entre artistas clásicos con nuevas propuestas y no rendirse. Cuando llegó la tristemente famosa pandemia, decidimos seguir saliendo en papel todos los meses. Desde la distribuidora nos dijeron que estábamos locos, pero tiramos adelante. Muchos lectores no fidelizados aplaudieron la iniciativa, incluso hubo suscriptores que ingresaron más pasta de la que correspondía solo para apoyarnos, y muchos nos escribían para agradecer que nuestra modesta revista les acompañara en unos momentos tan complicados. Valió la pena, y de momento ahí seguimos… 

Te has ido haciendo mayor sin abandonar tu pasión militante por la música. ¿Qué tiene este mundillo que se nos ha colado por las venas y no somos capaz de abandonarlo por feo que se ponga el panorama? 

Alfred: Rendirse es de derechas. Ni de coña. 

¿Cómo sería la vida de Alfred Crespo sin música? 

Alfred: Me quedarían los libros, los amigos y los comics, pero no sería vida. 

¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de nuestra revista digital? 

Alfred: Os conocí un poco tarde, hace unos diez años, y me encantó vuestra pasión y que estéis tan locos como nosotros quemando horas y horas haciendo proselitismo del rock. 

¿Qué valoración haces de nuestra evolución como web asentada dentro de la oferta de prensa musical, nacional y gratuita? ¿Qué es lo que más te gusta de El Giradiscos? ¿Y lo que más te irrita? 

Alfred: Os habéis hecho un hueco en el marasmo digital, algo importante ahora que cualquier mortal se monta un blog o una web sencillita para intentar chupar discos gratis o entradas para conciertos. Os curráis los contenidos, se os ve el plumero de que sois fans de los artistas de los que habláis, apoyáis a la escena nacional y me habéis hecho comprar discos que se me habían pasado, así que ¡buen trabajo! 

Espacio libre para una felicitación, crítica o lo que venga en gana… 

Alfred: Felicidades por vuestro aniversario, amigos. Seguid en la brecha, el mundo, o una parte de él, os necesita.

Entrevista: Enjambre


“Me afecta el entorno y la vida cotidiana, es lo que he estado reflejando todos estos años” 

Por: Javier González.

La banda de rock mexicana Enjambre, una de las más solventes y afamadas del país hermano, volverá a visitar nuestras tierras esta semana, lo hará en el marco de tres fechas que tendrán su pistoletazo de salida el jueves 5 la sala Apolo de Barcelona, para más tarde formar parte del cartel del zaragozano Vive Latino y rematar su periplo estatal el domingo día 8 en la madrileña sala But

Tres fechas con las que la formación vuelve a demostrar el empeño y actitud por expandir sus canciones al otro lado del charco, pese a las innegables dificultades técnicas que dicha intención conlleva, dejando claro que no se conforman solo con ser unas de las grandes referencias del rock en castellano en toda Latinoamérica. 

Semanas atrás pudimos compartir una videoconferencia con Luis Humberto Navejas, vocalista de la banda, que nos sirvió para conocer más de cerca toda la actualidad de Enjambre

Venís de editar “Próximos Prójimos” y “Ambrosia”, un Ep, para finalmente rematar con “Noches de Salón”, un ambicioso proyecto donde vestís de gala con sonoridades propias de las décadas de los 40 y 50 algunas de vuestras canciones más antiguas, incluyendo también cortes novedosos.  ¿Ha habido en vuestro país alguna banda que haya llevado a cabo un proyecto como el vuestro? 

Luis: Café Tacvba siempre han tenido influencia de ritmos autóctonos y folclóricos, también del rock y electrónica, no solo mexicanos sino de toda Latinoamérica. Siempre han hecho experimentos extraordinarios. Nosotros quisimos hacer algo acústico, pero no hay alguien que pueda nombrarte tratando de hacer algo similar a Enjambre, lo que dio un valor agregado a aquel concierto que luego fue grabado. Queríamos hacer algo muy nuestro, vestirlo de esta atmósfera característica de un salón de la década de los cuarenta y cincuenta. 

La grabación muestra a Enjambre rodeados de hasta 8 instrumentistas más en el mítico “Salón Los Ángeles”. ¿Cómo fue el proceso de cambiar los arreglos de las canciones y la elección del repertorio? 

Luis: Nos sentíamos perdidos sin nuestros instrumentos eléctricos, por decirlo de alguna manera, por estar fuera de nuestra jurisdicción. El contrabajo y el piano de tecla pesada era algo nuevo, también la situación era nueva para el baterista, que no tocaba percusiones. Tuvimos que aprender a tocar sin afán de convertirlos en profesionales del género, pero sí queríamos que se sintiera esa época. Donde la canción daba lo suficiente, nos deteníamos, pero donde sentíamos que hacía falta completar metimos cuerdas, instrumentos de viento y otro percusionista. La selección de canciones fue mirar la discografía y buscar sencillos y otras canciones menos evidentes, para ver cuáles podían funcionar. Tras una búsqueda muy intensa, dejando en la banca un montón de canciones, dimos con estas que nos hacen sentir muy contentos. 

En los comentarios reflejáis que este no es un “viaje al pasado”. ¿A qué responde dicha afirmación? 

Luis:
Fíjate que me atreví a decir algo así pensando que esta música es nueva, música para el futuro. El público presente eran fans de Enjambre, pero nos hemos llevado la sorpresa de que gracias a “Noches de Salón” nuestro público ha crecido. Hay gente mayor que puede entender las letras y el sentimiento, una vez que quitamos el ruido, pero también los jóvenes han respondido muy bien a este disco. Por eso creo que es música que va a continuar en el futuro y será recordada, aunque esté revestida desde algo antiguo. Es muy interesante, ahora los chicos y chicas se ponen sus mejores vestidos para ir a los conciertos, se ha convertido en algo inesperado. Creo que es música moderna con tintes antiguos, hay que tener en cuenta que esta era la música de los jóvenes de aquella época. Es una forma novedosa de presentarla y que ha conectado muy bien con los jóvenes de este período. 

Escuchando las canciones, los nuevos arreglos y demás, uno percibe que sin embargo el espíritu de vuestra música, el sello Enjambre sigue muy presente. ¿Tenéis la misma sensación? 

Luis: Correcto. Todo ha sido una sorpresa, un experimento. Es la prueba que teníamos que superar, como en el juego de la Oca. Nos debía de gustar a nosotros, que lo pudiéramos escuchar como si fuera de una banda que nos gustara mucho. Lo demás ha sido todo ganancia. 

Durante los próximos meses volveréis a Europa, donde concretamente en nuestro país tendréis varias fechas, entre ellas las del Festival Vive Latino. ¿Qué tal fueron anteriores incursiones? ¿Cómo afrontáis esta nueva oportunidad? 

Luis: Sobre la experiencia anterior en España no tengo ni una sola queja, todo fue una vivencia muy linda. La gente ha sido lindísima siempre que hemos estado, tanto en viajes personales como con el grupo. Es una constante. Los españoles tienen mucha fraternidad con los mexicanos. Los lugares para conocer no te los acabas, la comida riquísima. Y luego las presentaciones, a pesar de que los recursos eran menos, los lugares eran de muy buena calidad, aunque no había mucha gente que nos conocía. La poca que nos escucho respondió muy bien. De esto hace más de cinco años, vamos a ver qué ocurre esta vez. Quiero pensar que quizás nos conocen más, pero no quiero contar con ello. Voy a Europa con los ojos vendados, pero con optimismo, pase lo que pase. Además, el Vive Latino es el mejor festival de rock de Latinoamérica, es un escaparate que tiene la cualidad de poder tener en un escenario a un grupo consagrado de una época pasada, mientras toca uno que empieza ante el mismo público. Creo que es una característica muy linda, da gusto que esté del otro lado del charco y podamos formar parte de esto. 

Luis, creo que vivís entre Los Ángeles y México. ¿Qué aspectos positivos tiene tener lo mejor de los dos mundos? ¿Dónde preferirías vivir? 

Luis: Prefiero vivir en México, me gusta vivir allí, pero no me puedo quejar estando en California. Es un estado muy lindo, además aquí vive mi hija, que es la razón por la que estoy aquí. Soy muy feliz y donde quiera que me muevo hay cosas que se me impregnan y apoyan a cualquier proyecto donde trabajo. Ya sea un cuento, el guion para película o letras para canciones, algo se me pega, donde quiera que estoy. Me afecta el entorno y la vida cotidiana, es lo que he estado reflejando todos estos años. 

¿Qué bandas de tu país nos invitarías a tener en cuenta? 

Luis: No sé si son novedades… hay un grupo excelentes que es Los Románticos de Zacatecas, es una gran banda. Otro grupo llamado Little Jesus, Juan Son, uno de los mejores cantantes que tenemos en México, participé en su nuevo sencillo, “Laberinto”. También Arroba Nat que canta música muy bohemia. Creo que son recomendaciones buenas para que le echen un vistazo. 

¿Qué novedades musicales os están llegando allí con fuerza? 

Luis: De España nos gusta Lori Meyers, son una gran banda con quienes hemos grabado juntos y son grandes amigos. También están bandas que escuchaba de chicos, Hombres G, es una de mis bandas favoritas y para mí una gran inspiración. También creo que Rosalía es de lo mejor que hay en el mundo. 

¿Habrá oportunidad de escuchar “Noches de Salón” en estas fechas en España? 

Luis: Hace casi un año que salió “Noches de Salón”, lo hemos presentado con mucha dicha más de sesenta veces. Desgraciadamente “Noches de Salón” no podrá ser presentado en vuestro país, se nos complica la logística. Si algún día se alinearan las logísticas para llevarlo a España, nos encantaría. Estaremos en nuestro ensamble de rock con cinco miembros. 

¿Andáis ya trabajando en nuevas canciones?

Luis: Sí, ya estamos trabajando. “Noches de Salón” supone el final de una etapa muy linda. Nos ha dado sorpresas como ningún otro disco, hemos conectado con mucha gente nueva. Me preocupa que ahora que volvemos al rock se pierda el interés, quizás la gente quería escuchar algo como esto. Es una etapa que esta en sus últimos momentos. Espero que antes de que termine el año tengamos un par de temas nuevos sonando por ahí. “Noches de Salón” nos deja muchos aprendizajes y una caja de herramientas nuevas, tocar otros instrumentos y trabajar con nuevos músicos son grandes enseñanzas que saldrán en la música que haremos de ahora en adelante. 

Luis, ha sido un placer hablar con una de las grandes bandas de la música mexicana, todo unos veteranos de dicha escena. 

Luis: Por antigüedad, estamos en la categoría de veteranos. Estamos trabajando en el noveno disco, va a hacer casi veinte años que venimos tocando. Sin embargo, todavía somos una banda nueva en muchos lugares, lo cual va de la mano con nuestro aspecto físico que nos muestra muy jóvenes (Risas). Es muy gratificante. Nos dicen que por qué no celebramos efemérides de discos, son fechas que pasan sin darnos cuenta. Nosotros contamos más los días en hacer música. Lo que andamos haciendo nos tiene muy emocionados. No va a salir nada la luz si no nos convence, como ha ocurrido con discos anteriores. No somos un grupo pop, porque acá en las Américas tiene una connotación más tipo manufacturado, al estilo Enrique Iglesias. No somos pop-rock, seguimos editando independiente y cuando hemos trabajado en disquera multinacional nunca se han metido en nuestro trabajo.

Steve Turner: "La Explosión del Grunge"

 
Por: Txema Mañeru.

No podía haber una mejor ocasión para la publicación de este libro por parte de Ma Non Troppo – Redbook que coincidiendo con la inminente gira de una de las bandas claves de este género llamado Grunge como es Mudhoney. Más aún cuando cuenta con la inmejorable firma de su guitarrista y fundador. Para mí, Mudhoney es una de las bandas más significativas de dicha escena, además de ser la de una trayectoria más larga y con más y muy buenas paradas discográficas, junto a Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Screaming Trees y The Afghan Whigs, además de un grupo clave y revolucionario. 

Nirvana y Pearl Jam son y han sido las bandas más populares, pero los de Turner son unos salvajes como demostrarán en su gira. Turner cuenta con la buena ayuda del prestigioso periodista musical Adem Tepedelen. Todo ello está redondeado por un redondo prólogo a cargo de Stone Gossard (Pearl Jam) con claros y sentidos elogios para “su amigo”, Steve Turner. Vamos, que cuentan la historia aquello músicos que estuvieron en el comienzo de esta historia que combina punk, skateboard, hardcore y camisas de cuadros de franela. Además de la seminal historia de los Mudhoney también tenemos aquí la de Green River, grupo previo y recomendable de Turner. De hecho, el libro cuenta con el buen subtítulo de contraportada que reza así. “La historia del Grunge, contada por alguien que estuvo allí desde el principio”.  

Por supuesto que hay espacio para el resto de músicos y bandas capitales del género. Pero también caben buenas referencias a artistas tan dispares como Iggy Pop, Alex Chilton, The Replacements, Big Star, Melvins, Scientists, Billy Childish, Sonic Youth o Jim Dickinson, entre bastantes otros más. Todo ello con múltiples capítulos hasta completas casi 300 páginas y con un apartado fotográfico realmente amplio y muy variado. Muchas fotos centradas en la banda y en sus giras, además como los carteles, noticias y demás. Pero es que igualmente hay montón de instantáneas del archivo familiar con mucha presencia para sus hijos y sus historias también junto a ellos. De hecho, siguen viviendo unidos. 

Muy buen final nos encontramos con un capítulo tan impactante como “Searching For Melody” y con un “Epilogo” en el que demuestra Steve que la banda sigue muy viva con muchas ganas de crear y de seguir girando para el gran número de personas que les siguen queriendo ver por todo el mundo. Será una gran ocasión para volver a ver cómo siguen de vigentes. Para mí lo están y lo llevan haciendo desde que comenzó el nuevo milenio con un disco tan trascendental como “Vanishing Point”. Un disco que, para bastantes, ha podido marcar tanto como el seminal “Superfuzz Bigmuff”. A mí también me encanta su “Digital Garbage”. Puedes verles ya en Valencia (5 septiembre, 16 Toneladas), Donostia (6 septiembre, Boba Boga Festival), A Coruña (7 septiembre, Playa Club), Madrid (8 septiembre, Lula Club; Jaguar) y Barcelona (9 septiembre, Razzmatazz 2). Todavía están muy cercanos los ecos de su buen último trabajo, "Plastic Eternity".

Nick Cave and The Bad Seeds: “Wild God”


Por: Javier González. 

Tras una vida más que intensa, donde el fuego ha sido compañero perpetuo, convertido quizás en el principal motor creativo para una de las carreras musicales más interesantes de la música moderna, da la sensación desde hace tiempo que Nick Cave tiene claro que cada vez queda menos para hacer frente al tránsito, momento en que se encontrará cara a cara con la luz celestial, una idea que veladamente parece transmitir en los últimos discos que ha entregado y a la que por supuesto no es ajeno este “Wild God”, donde la presencia de Dios es evidente desde el mismo título. 

Una deriva sin duda influenciada por las duras vivencias que supusieron la pérdida de sus hijos, Arthur y Jethro. Golpes siniestros que llenaron de sombras al vampiro, hasta el punto de poner contra las cuerdas al artista australiano, tal y como ha venido confesando a lo largo de múltiples entrevistas, libros y hasta desde su propia web donde mantiene contacto directo con sus seguidores, sensaciones que han evolucionado con el paso del tiempo a tonalidades más claras, recogidos ahora en una serie de sentimientos que han dado forma a textos que hablan de muerte y ausencia, pero que en este punto abogan por recuperar matices luminosos, ciertas dosis de erotismo y retazos de esperanza, en el marco de una herida que jamás cicatrizará, pero con la que Nick Cave está dispuesto a convivir en paz, sin renunciar a una sonrisa doliente y expectante.

Para vestir tales emociones, Nick Cave y Warren Ellis, con la inestimable ayuda del resto de The Bad Seeds, que ahora cobran un mayor protagonismo que en trabajos pasados, han ideado unos arreglos decididamente majestuosos, arropados por brillantes coros de clara raigambre góspel, que invitan a pensar en una obra muy ambiciosa, pero que resultan excesivos y recurrentes, pese a su innegable valía, no logrando cerrar el círculo de un disco en el que las composiciones que sobresalen son paradójicamente las más orgánicas, sencillas y crudas, flotando la sensación de que el cancionero no acaba de explotar en la medida que debería más que a ratos. 

Una percepción que sucede en cortes como “Song of the Lake”, donde sobresaltan unos logrados arreglos que muestran la categoría de un combo imbatible como The Bad Seeds, pero que no esconden la sensación de que falta algo para acabar por romper en mil pedazos; similar percepción acompaña la escucha de “Frogs” y “Final Rescue Attempt”, amenazando una grandeza que finalmente no araña el corazón, y ante las que es inevitable escarbar en un pasado donde brotan álbumes como “Abattoir Blues/ The Lyre of Orpheus”, relativamente cercano a los postulados de este “Wild God”, donde relucen temas como “Children”, con estructura y desarrollo cercano a las citadas, en la que el objetivo de acuchillarnos por dentro legando una canción eterna alcanza su cometido plenamente, en una comparativa que muestra las diferencias entre una obra llevada a buen puerto con respecto a un amago sin plena definición.

Pero cuidado, que nadie se lleve a engaños, puesto que “Wild God” no es ni mucho menos un mal disco, contiene joyas como el tema titular, con una cadencia que va creciendo desde unos aires casi elementales junto a ese Dios salvaje y fetichista que se pregunta dónde están sus fieles, mientras observa a una mujer bañarse descaradamente, el minimalismo ambiental de “Joy” o la llama sagrada que impregna “Conversion”, con una imagen que invita a pensar en el Éxtasis de Santa Teresa de otro genio, Gian Lorenzo Bernini; el dolor y la contradicción que impregna “Cinnamon Horses”, ante la que es imposible no pensar en “Bright Horses” del álbum “Ghosteen”, y el cierre que suponen “Long Dark Night”, en clara alusión al místico San Juan de la Cruz, junto al caramelito “O Wow O Wow (How Wonderful She Is)”, liviana y adorable, simplemente fantástica, donde encierra un homenaje a su querida y tristemente desaparecida Anita Lane, cuya voz se incluye a través de una grabación que no hace sino aumentar la emoción que ya de por si transmite la tonada, antes del epílogo que supone el canto celestial “As the Water Cover the Sea” como punto final. 

Rubricar la valoración de “Wild God” resulta complicado, atendiendo al pasado de Nick Cave and The Bad Seeds no podríamos colocarlo entre sus cinco mejores, ni sería una recomendación inicial para un neófito en la materia. Si bien es cierto que hay que reconocer que contiene minutos de calidad, que a buen seguro crecerán aún más cuando las nuevas canciones pasen a engrosar el ser list de sus directos. 

De lo que no cabe duda es que tras una vida pisando las brasas del infierno, encarando la creación como necesidad para amasar al demonio interno, Nick Cave se ha convertido en un humano “conservador”, tal y como el mismo se ha definido, que sigue teniendo la valentía de grabar discos en los que él cree decididamente bajo el mantra de no caer en la repetición, los cuales le sirven ahora de ayuda para luchar contra las circunstancias personales de una vida que durante un tiempo le vino mostrando su cara menos amable.

En este punto del camino Nick Cave parece haber aceptado que la muerte vendrá a visitarnos, antes o después, sea o no el final del camino al que cantaba años atrás; de sus nuevas canciones se desprende la enseñanza de que él ha encontrado la esperanza y la redención en Dios, conservando por el camino intacta la capacidad de regalarnos momentos intensos y emocionantes, algo que ya quisieran muchos otros para sí. Disfrutemos de él mientras podamos, puesto el tiempo apremia para todos. En no muchas semanas tendremos su siempre catártico directo en Barcelona y Madrid, donde como miembros confesos del credo disfrutaremos una vez más de tan impresionante ceremonia.

Ray LaMontagne: “Long Way Home”


Por: Kepa Arbizu. 

Ningún proceso evolutivo, y por supuesto tampoco el que atañe al campo artístico, se puede representar como una línea recta orientada en una única dirección Al contrario, todo desarrollo implica retroceder sobre los propios pasos, olfatear paisajes alejados de esa senda principal o, incluso, por qué no, decidir recuperar caminos que se intuían ya abandonados. Un mapa de rutas garabateadas que sin embargo no significa que su trazada haya declinado -algo por otro lado imposible- el firme compromiso de continuar avanzando. Ray Lamontagne es un músico ya lo suficientemente veterano, su actual trabajo significa su octava entrega, como para saber, o haber aprendido, que a veces no hay mejor manera de reafirmar el presente que ir en busca de ciertos recuerdos que parecían embalados ya de forma definitiva para ser olvidado en algún trastero de la memoria. Por eso, su recién publicado trabajo, “Long Way Home”, por si no resultar lo suficientemente explicito con su título, adopta una puesta en escena que, gracias en parte a la puerta abierta por su predecesor “Monovision”, si en lo formal significa recuperar aquellos primeros vestigios más clásicos de su discografía, su contenido logra presentarse como un iluminador repertorio digno de aupar una trayectoria reciente algo más roma. 

Un camino a casa que bajo ningún concepto debe ser dictaminado como un retroceso, porque aunque incluso el origen inspiracional de estas canciones, señalado por el propio autor en los versos del tema de Townes Van Zandt, "To Live Is To Fly", a quien observó con fascinación sobre las tablas con veinte años escasos, pueda despistar por su carácter nostálgico, en realidad no deja de ser una invocación a ese estremecimiento primerizo causado por una voz, unos acordes o una melodía que parece estar escrita exclusivamente para nuestro deleite. Una rememoración de naturaleza romántica pero imprescindible en ocasiones para mantener activo ese nervio que impide el adocenamiento o la vulgaridad, un mal al que nunca ha sido expuesto el compositor estadounidense, pero del que ahora se aleja todavía más. Porque siempre surge un momento en que tarde o temprano todos aquellos fervores musicales que han ido anidando en el interior necesitan ser exteriorizados y compartidos, y ese día, para Ray Lamontagne, ha llegado ahora. 

Que "Long Way Home" haya sido grabado en el estudio casero del propio autor congregando  a su alrededor a viejos compañeros, el caso del productor y multinstrumentista Seth Kauffman, como a habituales escuderos en la actualidad, papel materializado por el pedal steel de Carl Broemel, o a incorporaciones de nuevo cuño, ilustradas por los coros de The Secret Sisters, quienes devuelven la colaboración que recientemente llevara a cabo el músico, no deja de ser una clara simbología de la naturaleza que esconde el álbum: una visión de la vida no como un mero ejercicio de huida hacia adelante sino todo un continuo aprendizaje alimentado de diferentes momentos y épocas. Un relato luminoso que alumbra hacia la búsqueda de ese hogar donde sentirse a cobijo frente al abrupto destino y que encuentra su perfecta materialización en la inaugural "Step Into Your Power". Una maniobra de empoderamiento donde las serpenteantes bases rítmicas de raíz funk contrastan con esa interpretación característicamente vaporosa, casi lánguida, que no endeble. Cuerdas vocales que marcan el paso al son  de Bill Withers y se deslizan por el suelo arenoso de JJ Cale para, apuntaladas sobre un coro gospel, certificar ese llamamiento a hacer realidad cualquier sueño.

Entonación de emocionante susurro que encuentra en el folk clásico su territorio predilecto para engrandecer un repertorio global a base de convocar a esos bardos consagrados, ya sean, lógicamente, el autor de "For The Sake Of The Song", John Prine o sobre todo Stephen Stills. Tradición que se bifurca para por un lado remarcar su naturaleza campestre en una "I Wouldn’t Change A Thing" donde reniega de cualquier enmienda a su pasado o por medio de la sobrecogedora desnudez de "Yearning" desplegar su carácter más soul. Menciones a nombres ilustres que todavía se hacen más significativos e imposibles de obviar cuando suena la armónica de "And They Called Her California", que lleva impreso la firma de Neil Young, o la dicción que comanda “My Lady Fair”, en la que no cuesta nada encontrar a Van Morrison. Entornos sonoros que se vuelven más etéreos y casi psicodélicos cuando su voz se mece sobre las cuerdas de "The Way Things Are" para recoger la nostalgia identificativa de Nick Drake o en el final encomendado al tema titular donde su interpretación se propulsa en primer plano para transformarse en un manantial de serenidad que nos invita a soñar con la existencia de ese paisaje donde la placidez es capaz de enmudecer a los caminos torcidos.

"Long Way Home" demuestra que los grandes hallazgos, tanto artríticos como personales, no siempre se encuentran tras una puerta de contenido desconocido, en ocasiones, volver a cruzar aquellos senderos ya atravesados significa estar frente a una nueve revelación, porque, al igual que ese río que describía Heráclito, nunca idéntico a la hora de sumergirse en él, realizar las mismas preguntas que formulamos antaño pueden traer como consecuencia respuestas diferentes. Bajo ese concepto Ray Lamontagne ha realizado un disco exquisito, con algunos repuntes realmente excelentes, recogiendo todas aquellas músicas que le emocionaron y le han traído hasta este punto. Canciones que, utilizando la simbología de una de ellas, y pese a esa naturaleza calmada que siempre acompaña al intérprete, no rehúyen fajarse en ese ring en el que se suele transformar la experiencia humana, pero que sobre todo son conscientes de que encontrar un rincón donde poder descansar de ese constante intercambio de golpes, aunque sea una tarea que puede llevar toda una vida, es la mejor manera de mantenerse en pie sobre la lona.

Travis, compañeros de viaje hacia la madurez


Sala Razzmatazz, Barcelona. Miércoles, 28 de agosto del 2023.

Texto y fotografías: Àlex Guimerà.

Con las vacaciones recién terminadas a nuestras espaldas y con la avalancha en todos los medios del retorno de los Oasis, la parada de los escoceses Travis en Barcelona se antojaba como una especie de catarsis para los cuarentones que llenamos la sala Razz. Tras su última visita a la capital catalana de 2018, cuando revisaron su obra magna "The Man Who", el retorno venía propiciado por la reciente publicación del álbum "L.A. Times", un trabajo forjado -como indica el título - en la actual residencia de Fran Healy (en Los Angeles), único autor de las nuevas canciones.

Mientras escuchábamos la BSO de la mítica sit-com "Cheers", el cuarteto hizo entrada encabezaso por las pintas un Fran que lucía pelo rojo y una holgada camisa de pintor, y quien con una sonrisa en la cara se dispuso a abordar junto a los suyos la nueva "Bus". Una formación siempre carismática gracias a una puesta en escena que va desde el bajista Dougie Payne, metiendo los coros sin dejar de esbozar su sonrisa picarona; la esforzada entrega a la guitarra de Andy Dunlop, quien también destacó mucho en los teclados; la parsimonia del batería Neil Primrose, un tipo al que parece que nada va con él, o al gamberrismo afable de Fran, dinámico y elocuente en sus parlamentos. Él mismo nos dijo que la música de Travis trata sobre la vida en general, sobre los momentos de euforia, de tristeza, sobre las subidas y bajadas que tiene la vida. También nos impresionó cuando antes de la emotiva "My Eyes", del disco "The Boy With No Name" (2007), nos contó que dedicó la canción a su hijo cuando nació, un chaval que ahora tiene 18 años (¡ufff!)

Del repertorio, hay que destacar las nuevas "Alive", en donde Fran preparó al público para los coros; una "Raze The Bar" que titula la gira; la dinámica "Gaslight" o la sixties "Home". Pero fuimos especialmente felices cuando escuchamos las gemas "Writing To Reach You" o "Driftwood", o esa "Side" presentada como una canción que habla sobre el respeto entre las personas, al igual que la mítica "Sing" arrancada con ese logrado banjo. Igualmente hubo tiempo para concesiones como "I Love You Allways" y "Good Feeling", del lejano disco de debut de 1997, que como nos dijo Fran muchos obvian creyendo que el debut de la banda es "The Man Who". Y no nos olvidamos de la delicada "Closer" o del momento íntimo de la nueva "Naked In New Yopr City". Todas ellas sonaron antes de la rompedora "Turn" que cerró a todo gas el set que dejaba paso a los bises.

Estos llegaron con "Flowers In The Window", con la que el combo se juntó en primera fila con la pandereta de Neil y una única guitarra en manos de Healy, aunque las manos de Dougie y Andie también intervinieron en un simpático truco. Acústica también fue la pieza reclamada por unos letreros que lucían entre el público , hablo de esa "Baby One More Time" (o más bien "Hit Me Want More Time") de Britney Spears que tan bien versionan y que consiguen dignificar el bluff de la canción original. Para el cierre dejaron los esperados saltos de la que es quizás su mejor canción, "Why Does It Always Rain On Me?", con toda la sala puesta patas arriba entregada a esa melodía incomparable tan cargada de melancolía adolescente.

Pasan los años, lejos queda ya ese extraño periodo de finales de los noventa post-Brit Pop en el que surgió Travis, las bandas se han ido separando y algunas han vuelto y todo, el rock y el pop ha pasado a un segundo término en popularidad entre los más jóvenes, pero nuestros protagonistas nunca se han ido, han seguido publicando sus discos, dando sus conciertos, haciéndose mayores junto a nosotros, y lo que es mejor, no han dejado de ser fieles a sí mismos y a esa música que siempre formará parte de nuestras vidas.

Treinta años del "Definitely Maybe" de Oasis


Por: Javier Capapé.

Hay efemérides que no se pueden pasar por alto. Hay discos a los que siempre volver. Da igual los años que pasen. Son nuestros pilares. Y "Definitely Maybe" es uno de ellos. Treinta años son muchos, pero parece que fuera ayer cuando nos topamos con una música que nos retrotraía a la esencia, con la que nos sentíamos en comunión. Puro rock and roll. Conexión directa con Lennon y McCartney junto a unas pinceladas de descaro Stone y potencia emparentada con The Who. En realidad los hermanos Gallagher querían ir un peldaño más allá del que habían llegado los Stone Roses. Querían formar parte del imaginario colectivo, de la verdadera cultura popular. ¡Y vaya si lo consiguieron! "Definitely Maybe" es el disco que a todos viene a la cabeza para definir los años noventa, para hacernos una idea del alcance de la cultura pop en ese preciso instante, en el que queríamos volver al sentir de los sesenta actualizando sueños e intenciones. Gran Bretaña fue el puente que definió una escena inconfundible con el paso del tiempo y este disco fue indudablemente su emblema.

Oasis habían nacido como banda poco antes. De los deseos de Liam de formar el siguiente gran grupo de rock que marcara historia y de la necesidad de Noel de dar cuerpo al mismo con unas composiciones intachables. El quinteto contaba también con Paul Arthurs a la guitarra rítmica, Paul McGuigan al bajo y Tony McCarrol a la batería, aunque este último no permanecería en la formación mucho más allá del lanzamiento del disco. El objetivo lo tenían claro: Querían comerse el mundo. Querían ensalzar el rock and roll por encima de modas grunge que venían del otro lado del Atlántico. Desde Manchester iban a dar una lección a todos los músicos del momento de hasta donde podían llegar las intenciones de unos jóvenes decididos a devolver el espíritu de los Beatles a la palestra. Estaban dispuestos a llegar a ser más grandes que ellos. Si había un Dios, ese era Lennon para los Gallagher. En realidad, esa era la esencia del Britpop. Música hecha en las Islas Británicas que se apoyaba en su momento de mayor esplendor, ese que sin lugar a duda ejercieron los cuatro magníficos de Liverpool allá por los sesenta.

Así se nos presentaba "Definitely Maybe", con unas canciones que nos hacían vibrar desde el primer momento, con el descaro de "Rock and Roll Star" (no hay título más claro con el que arrancar un álbum), que mostraba ya todas las claves de esta banda: riffs reconocibles y claros, una voz de gran personalidad y una producción que traza un muro de sonido donde las seis cuerdas se doblan una y otra vez para conseguir una sensación entre vibrante y sucia con gran poder de atracción. Una canción que sigue siendo indispensable en los directos de los Gallagher aún quince años después de haber puesto tierra de por medio entre ambos. Y es los dos hermanos pasaron el mismo tiempo juntos como Oasis (el resto de los miembros del grupo fueron variando con el tiempo) que el que ya llevan separados, pero en esos quince años en los que publicaron discos siempre conservaron esas señas que acabamos de describir y que tan bien recoge esta canción emblema, que termina como un totum revolutum abigarrado que nos lleva al éxtasis. "Shakermaker" se arrastra y se retuerce con un tempo más pesado y con sensaciones algo más lineales que nos conducen, sin tener que esperar más, a su himno con el que tocar el cielo. "Live Forever" es sublime. Estrofas y estribillo en perfecta unión hacia el cielo. Como su título indica es eterna y por ella no pasa el tiempo. Una canción a la que siempre volver. Además de esta cumbre hay también algunas canciones más ligeras como "Up in the sky" y más especialmente "Digsy's Dinner", que se mueve en coordenadas cercanas al primigenio rock de los cincuenta, pero con más distorsión y decibelios.

Otras canciones siempre certeras y por las que no pasa el tiempo son las redondas "Cigarettes & Alcohol" (casi un himno a la actitud del músico más canalla) o "Supersonic", una vitaminada y enérgica vuelta de tuerca del perfecto single pop, con más chulería de la que pueda uno imaginar, lo que la convierte en la última obra maestra del siglo XX en términos de canción popular o de masas. Aunque merece una mención muy especial otra de las joyas del disco, esa "Slide Away" que va creciendo y atrapa sin remisión con la voz de Liam más lograda del lote (¡qué estribillo de nuevo!) junto a unas borrosas guitarras entre las que se dibuja la mano de Noel con sus solos y sus referencias que tan pronto nos llevan a Jimi Hendrix como a Neil Young. Canción que no podemos olvidar por más que pase el tiempo y por mucho que inexplicablemente no llegara a ser single (en su lugar aparecería la sinfónica y muy beatle "Whatever" que no llegó a incluirse en el disco).

En algunas se escucha más la grasa y la imperfección, que se convierte a su vez en su mejor baza, como en la incisiva "Columbia" o en "Bring it on down", que es de las más duras, pero en la que tampoco fallan ni su estribillo ni su solemne pegada. El único respiro nos llega para cerrar el álbum con una totalmente acústica y contenida "Married with children", que se mueve con los elementos justos para poner el contrapunto sereno a esta descarga de energía y potencia como pocos antes habían mostrado con tanta claridad en un disco completo. Porque a "Definitely Maybe" no le sobra ni un segundo. Todas las canciones luchan por hacerse con su sitio unas encima de otras, sin bajar la fuerza ni el listón compositivo. 

Owen Morris ayudó a definir este particular sonido en su producción, deudora del mismísimo Phil Spector, pero todavía tenía más que decir y aportar al grupo, con un disco sucesor publicado tan solo un año más tarde (nadie dirá que no estaban en una cosecha bien sembrada) con "(What's the Story) Morning Glory". Puede que este último fuera más certero en sus singles y más logrado en su conjunto. Muchos dirán que está un poco más arriba que su debut, pero no nos negarán que el primero fue el que provocó el flechazo, el que nos puso tras la estela de un grupo histórico. Un disco irrepetible, por actitud y contenido con canciones poderosas e infalibles. Auténticos tótems. Y de ahí hacia abajo, pues tras estos dos primeros discos, Oasis nunca volvieron a ser lo mismo. Rozaron el cielo, pero sin llegar a las cotas que consiguieron en estos primeros años de camino.

Con todo esto sobre la mesa, poco queda por decir del poder de este disco que ahora cumple los treinta. Volver a él una vez más, como siempre que queremos vernos de nuevo cara a cara con el rock y con los discos que trascienden y que nunca dejan de darnos eso que tanto ansiamos, que nunca nos cansan, pase lo que pase, que siempre suenan como el primer día (aunque quién pudiera tener la fortuna de volver a escucharlo por primera vez!!). Este artículo no pretende analizar en profundidad un disco que la mayoría de nuestros lectores conocerán al dedillo. Se trata más bien de volver a esas sensaciones, de recrear un estado de ánimo, el que definitivamente quizá sólo nos lo dan estas canciones.