Gillian Welch y David Rawlings: Cita con la realeza


Carnegie Hall, Nueva York. Jueves, 8 de mayo del 2025. 

Texto y fotografías: Álex Fraile 

Nueva York representa un territorio inescrutable repleto de oportunidades. Sin embargo, existen lugares irremediablemente unidos a la historia de cualquier ciudad. Nueva York no es ninguna excepción. Los tiempos de la contracultura, de la eclosión del punk rock quedan lejanos y el CBGB cerró. Mejor suerte corrió otro de los templos sagrados de la vida cultural neoyorquina. El Carnegie Hall abrió sus puertas allá por 1891 y desde entonces sigue impertérrito al paso del tiempo, brillando junto a Central Park.

Al salir del parque vislumbré en el horizonte el icónico edificio. Todavía aturdido por el viaje dudé un segundo. Una lona transparente cubría su fachada, pero los rótulos exteriores indicaban que no estaba equivocado: “La misión del Carnegie Hall es presentar música y músicos extraordinarios…”. El Carnegie respira historia. Desde que lo inaugurase Chaikovski por sus tablas han pasado artistas del calibre de Maria Callas, John Coltrane, Judy Garland, Billie Holiday, Sinatra, Nina Simone, Dylan, The Rolling Stones o The Beatles entre otros. 

Una vez dentro, la imponente sala principal rodeada de butacas aterciopeladas, flotando sobre palcos iluminados por suaves luces blancas, me impactó. Leí el programa de la noche para cerciorarme de estar en el lugar adecuado. “Pilares de la música acústica moderna, Gillian Welch y David Rawlings traen en directo su disco "Woodland" después de ganar un Grammy al mejor álbum folk”. El icónico escenario Perelman impresionaba, decorado para la ocasión con una alfombra, dos taburetes, un par de micros, una mesita baja y un banjo. No se necesita más para llenar un espacio como el que tenía enfrente. 

La voz entre bambalinas del mismísimo James Taylor dio la bienvenida a los auténticos protagonistas de la noche. Gillian Welch y David Rawlings. La pareja – artística y de vida – representa la verdadera realeza de la música americana. Dos músicos majestuosos que, entre otros calificativos, han sido definidos como maestros modernos o protectores del folk americano. Muy a su pesar – bastaba observar la humildad con la que salieron a escena – son leyendas de la música de raíces americana. Pocos pueden presumir de dos Grammy al mejor álbum Folk. Este año su último trabajo, "Woodlands" (2024), no ha cesado de cosechar éxitos, recibiendo galardones y llenando teatros emblemáticos como el Carnegie, donde por demanda popular tuvieron que añadir otra fecha. La fórmula parece sencilla pero no debe serlo. Ellos simplemente siguen su instinto y entregan canciones redondas como las de Woodland. 

El disco que sirvió de excusa para esta noche mágica lleva el nombre de sus propios estudios de Nashville. Unos estudios que volaron por los aires en 2020 a causa de un tornado. Desde entonces se esmeraron para devolverle la vida. La propia Welch definía en su momento todo este proceso y el significado del disco: “Las canciones son un remolino de contradicciones, vacío, plenitud, alegría, dolor, destrucción y permanencia”. Tras mostrarse ante el público con rubor y extrema gratitud arrancaron a lo grande, con "Orphan Girl". Una hermosa oda compuesta por Welch y que hizo suya otra reina, Emmylou Harris. Sin tiempo para asimilar lo que acontecía, apareció otro virtuoso: Paul Kowert, miembro de los Punch Brothers. Los tres juntos, en perfecta sintonía, versionaron el "Monkey and the Engineer" de Jesse Fuller. Los certeros solos acústicos de David – pertrechado de su querida Epiphone Olympic de 1935 – con esas melódicas notas sacudían el alma. Llegó el turno de las primeras piezas de su aclamado último trabajo: "Empty Trainload of Sky" y la fabulosa "Howdy Howdy" con Welch tocando con finura el banjo. 

Disfrutaban del momento, alternando protagonismo como las parejas bien avenidas. "Cumberland Gap" con esos medios tiempos celestiales recordó a Neil Young, otro viejo asiduo del Carnegie quien grabó para la posteridad una de sus actuaciones. La armonía entre ellos era notoria, dialogando de forma cómplice con sus guitarras acústicas, con la ayuda siempre certera y sigilosa de Kowert al contrabajo. "Wayside / Back in Time" con Welch al banjo y a la armónica evocó a su querido Nashville con ese estremecedor estribillo que toda la sala tarareó en silencio, cuestión de no romper esa sensación de sobrecogimiento: “Back, baby, back in time / I wanna go back when you were mine/ Back, baby, back in time / I wanna go back when you were mine”. Tras rescatar "Ruby", otra canción de Rawlings, tocarían una más para dejar al público hacer lo que tuviera que hacer. Así entre risas y miradas cómplices afrontaron "The Way It Goes" con la voz angelical de Welch elevándose hasta el cielo junto a los delicados acordes de David y Paul que sonaron a música de salón, a whisky añejo. Los músicos abandonaron la sala bajo una atronadora ovación mientras de fondo sonaban algunos de sus maestros: The Band o Townes Van Zandt con la hipnótica "If I Needed You". Cada detalle parecía medido. Estiré las piernas y me dirigí al puesto de merchandising. Solo a mirar. Seguía en Nueva York. De camino visité el Rose Museum. Frente al legado de iconos como Pavarotti, Tony Bennett, James Cleveland, Joni Mitchell, Sarah Vaughan entendí mejor el valor cultural de este lugar. 

“El espectáculo se reiniciará en cinco minutos”. Debía volver. Regresaron dispuestos a seguir hechizando. Arrancaron con otras dos perlas de "Woodland": "Lawman" y la ensoñadora "What We Had", uno de los momentos de la noche ya con los tres nuevamente sobre el escenario. Todo encajaba. Bromeaban de manera distendida con el público recordando el tropezón de Rawlings de la víspera donde casi se carga su propia guitarra. Al finalizar la canción Welch parecía pellizcarse honrada de tocar en un templo con semejante acústica. “El sonido incluso es mejor que ayer”, confesó. Ya lo dijo en su momento el propio Isaac Stern – quien da nombre al auditorio principal – y sus palabras cobraban sentido: “Se ha dicho que la sala por sí sola sea un instrumento. Toma lo que tú haces y lo convierte en algo inmortal".

Seguían alternando canciones, demostrando como sus voces combinadas operan más allá de la simple armonía sonora. Todo bajo un sutil manto de acordes y esa manera tan propia de Rawlings de tocar la guitarra. Así con el público extasiado, envuelto en un silencio sepulcral, era hora de pasar a otra dimensión. Lo hicieron con "Method Acting / Cortez the Killer". Una locura que combina el sosiego de Bright Eyes con la rabia de Young. Una canción que no dejó de crecer y evolucionar al ritmo marcado por un majestuoso Rawlings. Su delicada y aguda voz tornó en áspera y rabiosamente contenida cuando entonaba los versos de Young: “Llegó danzando sobre el agua / Con sus galeones y cañones / Buscando el nuevo mundo / En el palacio bajo el sol / En la orilla yacía Moctezuma / Con sus hojas de coca y perlas”. ¿Seguía despierto o estaba soñando? Nunca se sabe. Tras la tempestad volvió la calma en forma de "I’ll Fly Away", una balada que transporta al Mississippi. Cantando a capela, compenetrados como una pareja de larga data, sonaron a puro góspel con el público dando palmas.

Querían seguir saboreando las mieles del Carnegie. Welch abrió el baúl de los recuerdos y rescató esa auténtica maravilla que es "Look at Miss Ohio" que puso los pelos de punta. Con el Carnegie entregado se arrancaron con "I Hear Them All / ‘This Land is Your Land". La memoria de Guthrie seguía viva cuando el teatro vitoreo al unísono el icónico mantra: “Esta tierra es tu tierra, y esta tierra es mi tierra / Desde California hasta la isla de Nueva York / Desde el Bosque de Secuoyas hasta las aguas de la Corriente del Golfo”

Los músicos se retiraron. El técnico de sonido ajustó otro micro que presagiaba una sorpresa. ¿Quién sería? Cada cual haría sus cábalas, pero desde luego – fruto del cansancio que empezaba a hacer mella y del torrente de emociones – no lo vi venir. ¡Norah Jones! Parafraseando a Neruda. ¡Confieso que he llorado! Las pestañas se humedecieron al escuchar a la neoyorquina cantar junto a sus amigos "Loretta" del irrepetible Townes Van Zandt. Continuaron a capela – con los cuatro músicos cantando a turnos – con "The Weight" de The Band. Cerré los ojos. Soñaba. No quería despertar. Cuando lo hice estaba en el metro camino de mi refugio en Brooklyn. Un par de días después Norah Jones confesaría. “¡Nunca pensé que la primera vez que estuviera en el escenario del Carnegie Hall estaría usando botas de vaquero! ¡Gracias a mis amigos Gillian Welch y David Rawlings por este hermoso espectáculo y por dejarme subir allí al final!” Yo también estaba agradecido por ese hermoso regalo. 

No es habitual codearse con la realeza de la música americana. Una realeza que no entiende de privilegios y que se muestra humilde mientras cautiva a cada paso. Gracias a una música de hermosura incomparable y de una melancolía conmovedora. Una música y unas canciones cristalinas que en directo trascienden el tiempo y el espacio. Mientras escribo ya no estoy en Nueva York ni en el Carnegie, ¿o sí? Nunca lo tendré claro.

Pablo Und Destruktion: “Este es un disco muy ácrata y libertario en el sentido católico del término”


Por: Javier González. 

El sentir orgulloso y libertario retumba en cada frase que sale por la boca de Pablo G. Díaz., sabe por experiencia propia que llevar adelante una carrera independiente es algo muy costoso, pues el camino está lleno de piedras para aquel que ha decidido vivir y pensar a su manera. Más si cabe en un país como España, donde las terceras vías suelen tener como destino final la fina traición burguesa o la triste estampa de verse enfrentado ante un pelotón de fusilamiento, ya sea literal o metafóricamente hablando.

Con su alter ego Pablo Und Destruktion encarna a la perfección la figura del disidente. Es ahí donde mejor muestra al hombre de mirada crítica que vive ajeno a dictados y mantras, enarbolando fielmente su particular bandera roja y negra, la cual nos enseña satisfecho mientras le canta a ideales pequeños desde un terruño astur con este nuevo “Te quiere todo el mundo”, un fenomenal trabajo donde lejos de cualquier atisbo de condescendencia deja ver su particular y crítica visión del mundo actual entre sonoridades propias de un macerado rock de autor.

Semanas atrás nos pusimos en contacto con él para hablar largo y tendido sobre su nueva colección de canciones y también de alguna que otra verdad incómoda, perfectamente desdibujada por gentes poderosas que no hacen gala del ideal caballero. Ahora hacemos vuestro el resultado de la misma donde se ajusta alguna que otra cuenta pendiente por parte de un paisano bien leído, capaz como pocos de sobrevivir siendo un lobo entre peligrosos corderos, luchando por erigirse en una suerte de figura del buen pastor moderno capaz de guíar al rebaño en busca de un sendero más libre y menos binario.

¿Cómo estás, Pablo? ¿Qué sientes ahora que por fin “Te quiere todo el mundo” está en la calle? 

Pablo: En general tengo el punto de que los discos son como invocaciones. Me estoy encontrando en general buenas palabras, una grata acogida y mucho cariño, algo que no era muy común hace no mucho. Parece que está habiendo cierto efecto en la sociedad, un cierto cambio en varios aspectos y quizás también en el cultural. Es una sensación que estoy notando tanto en lo macro, llamando la atención en prensa con muchas reseñas, como la que hicisteis para “El Giradiscos”, donde encima me pilláis, cosa que antes no pasaba, porque notaba que escribían sobre mí con buena voluntad, pero no pillaban del palo que iba. Como también lo estoy sintiendo con gente cercana, amigos y familiares, que me muestran su satisfacción por el nuevo trabajo. Creo que todo va bien, siento que estoy en marcha. 

“Vivimos una época de decrepitud” 

No me apetecería caer en los tópicos habituales de los malos entrevistadores, pero veo inevitable hacer referencia al título, “Te quiere todo el mundo”, lleno de ironía y sarcasmo. ¿La intención era empezar fuerte desde el principio?

Pablo: El título salió, sin más. Intenté en este disco de no arrogarme demasiado la autoridad y búsqueda de la inspiración de las canciones ni del título, mediante un proceso profundo a nivel teológico. En definitiva, busqué dejárselo a la providencia que es como la última de las polaridades que tenemos en un mundo polarizado. El Dios gran arquitecto y el Dios de la gracia y providencia. Este último se encarnó en Javi Ferrara, vocalista de Parquesvr, que se puso a cantar “Pablo Und Destruktion te quiere todo el mundo” en la edición del año pasada del Festival Prestoso, donde volvía tras años sin tocar en festivales. Me sonó bonito, absurdo y como revulsivo, tenía un componente papal y religioso, algo a lo que doy muchas vueltas. También la muerte del papa Francisco que preveía que podía ocurrir y ha ocurrido en la semana de salida del disco ha estado presente y también lo apocalíptico de la propia portada que está presente en el subtexto de “Te quiere todo el mundo”. Vivimos en una época que hay muchos odios y también son cíclicos, igual que los sesenta eran una época de florecimiento porque veníamos de la Segunda Guerra Mundial, ahora vivimos una época de decrepitud porque llevamos una época larga de paz. Creía que el título que le salió a Ferrara del alma estaba muy bien y lo escogí, así que no era pensado para nada. 

“Acomplejar al otro acerca de su fuerza y virtud es parte del chantaje emocional permanente en el que vivimos” 

Tampoco quiero dejar de hablar de la portada del mismo, donde un lobo es atacado por un grupo de ovejas con los ojos inyectados en sangre. ¿Qué querías reflejar con esa portada? ¿De quién es el arte? 

Pablo: También es un poco casualidad. Estaba procastinando y me apareció la imagen más ortodoxa del cordero de Dios en un gesto pacífico dejándose devorar, algo que representa al Jesús de la primera venida. En los tiempos de la segunda venida ya no trae la paz, viene a enfrentar, a convertir su propia lengua en espada e intervenir en el período y juicio final. De esa manera marca una voluntad divina, que no nos estemos sacrificando y chantajeando emocionalmente para tener chivos expiatorios en nombre de Dios, algo que se sigue haciendo. Eso ocurre hasta que vuelve a aparecer Dios para poner orden. Hay una inversión de la realidad, donde muchas ideas han pasado de la izquierda a la derecha y viceversa. Parece que los jóvenes son más de derechas y muchos viejos son más de izquierdas. Se dan la vuelta muchas cosas y yo quería darle la vuelta al hecho sacrificial, que fuera el borrego el violento porque realmente lo es. Había pensado si dejar al lobo tranquilo mientras le mataban, decidimos dejarlo lobezno para que desarrolle su fuerza y que se enfrente a todo lo que supone estar solo. Creo que sobre todo por parte de estos borregos humanos que son peor que los animales, los cuales son unas magníficas criaturas. La portada es fruto de estas reflexiones compartidas con Pablo Gallo, ilustrador de portada y contraportada, que también había hecho la portada de mi libro, “La Mente Colmena”. Este disco es el epílogo de ese libro publicado en 2018 que preveía esta caída en desgracia con referencias a cosas que han pasado. En este trabajo quiero estar más allá del apocalipsis, que doy por supuesto e inevitable. No puede ser que una sociedad regida por líderes tan sumamente cafres, miserables, demagogos, psicópatas e hipócritas permanezca estable. Se derrumbará y del derrumbe surgirá un nuevo mundo. 

Atendiendo a las letras y parte de la iconografía del disco me ha sorprendido ver que tienes el cristianismo presente en tu día a día. 

Pablo: Sí, sí, totalmente presente como asturiano que soy, cosa que influye. No soy muy religioso en el aspecto dogmático, pero trato de tener la fe viva, que es el objetivo final de la religión, algo a lo que se llega por el arte y las experiencias místicas varias. Entender la religión como una dimensión social de la magia y la magia como una forma de hackear e intervenir en la realidad que se puede abrir y hacerse universal, que es lo que significa católico, más allá de las cuestiones jerárquicas, iniciáticas y ocultistas. Parte de la labor del trovador es precisamente el desocultismo, hacer universal lo que permanece en secreto. Hay que atreverse a revelar secretos y decir verdades a pesar del castigo de los custodios. Para mí todo eso está en el cristianismo, la verdad y la vida, la importancia de la confesión. Me gusta y lo tengo presente. 

“Trato de romper el mundanal ruido lleno de grupúsculos y falsas polaridades y dialécticas” 

Hablando de las temáticas generales, este disco es puro arte, las composiciones remueven, conmueven e invitan a pensar acerca de la situación actual del mundo; también te acercas a un amor alejado del ideal burgués, reivindicando las pequeñas cosas y un cierto individualismo comunitario, aderezado con un nacionalismo popular y orgulloso. ¿Te parece una buena definición de lo que nos has entregado? 

Pablo: Para dar definiciones estáis los periodistas, ni yo mismo lo sé explicar muy bien. Muchas veces tengo contradicciones ideológicas, a veces deliberadas y otras no. Trato de romper el mundanal ruido lleno de grupúsculos y de falsas polaridades y dialécticas. Lo hago como individuo y comunidad. Una comunidad es fuerte y una patria, un concepto que reivindico porque es más cualitativo y sentimental que el de nación, que tiene una dimensión política. Una patria es fuerte si las personas que la componen lo son y una nación es soberana si su gente lo es. Y la soberanía última es respecto a nuestros propios deseos, elemento que aparece en algunas canciones como “La reacción sexual”, donde cito al adversario, Satanás, el tentador venido para debilitarnos. Me gusta mucho la polisemia que viene dada por el inglés “devil” - diablo y “débil” - debilidad. Trato de aglutinarlo. Persona fuerte como acto de servicio a la comunidad en la que está. Siempre me chirrió mucho la crítica desde la izquierda que dice, “estamos en una sociedad muy individualista”, ojalá fuera así. Estamos en una sociedad muy egoísta y borrega, estimulada por los magos negros de lo audiovisual contemporáneo, que son los “artistas contra la cultura”. Ellos nos convierten en dóciles y sumisos a lo que nos pongan por delante, ya sea un apagón, una pandemia o lo que quieras. Si fuéramos individualistas tendríamos la capacidad de decir que no, algo que se ha denostado con el término “negacionista”, y la sociedad tendría opciones de negociación con el poder, cosa que no es así, a la vista está. 

“En Paco Ibáñez hay algo muy punk” 

Musicalmente hablando, lo has presentado entre sonoridades propias del rock de autor y ramalazos folks traídos hasta nuestros días que por momentos retrotraen por igual a Javier Corcobado, David Bowie, Nick Cave and the Bad Seeds y a la primer época de Roxy Music, antes de que Brian Eno abandonara la nave; o a paisanos tan loables como Nacho Vegas, pero encerrando la capacidad de emocionar y tocar la fibra sensible que siempre mostró la magia del inmenso Paco Ibáñez en “La poesía es un arma carga de futuro”, original de Gabriel Celaya, o “La mala reputación” de George Brassens, por citar solo un par de ejemplos a los que se acerca con total acierto y personalidad tu espíritu punk. 

Pablo:
Para mí todos los nombres citados, con alguna excepción que me voy a callar, muestran el mismo arquetipo desde distintas estéticas. Representan al tipo europeo y occidental muy cristiano. Ni más ni menos que al paisano Contreras, toca huevos que hace lo que quiere con amor y arrogancia, pero generosamente. Creo que en Paco Ibáñez hay algo muy punk. Sería un salto de lo más puro y básico, primitivo, a algo más experimental y rockero orquestal como Nick Cave. También me gustan Scott Walker y Jacques Brel y algunas mujeres del folk contemporáneo. En definitiva, personas hablando de su vida y buscando lo universal en lo íntimo, metiéndose dentro de sus conflictos. No son referencias tan alejadas unas de otras, hay algo en común. 

“No puede ser que una sociedad regida por líderes tan sumamente cafres, miserables, demagogos, psicópatas e hipócritas permanezca estable” 

El disco se abre con “Una proposición decente”, que encierra un arreglo que es delicia pura, de los mejores que recuerde en tu discografía. Mostrando una delicadeza que da paso a una letra marca de la casa que es un ataque contra el mundo actual y una reivindicación del amor pequeño. 

Pablo: Sí, me gustó lo que decías. Tras muchas vueltas teológicos, comprometidas y atrevidas por mi parte, en el proceso de composición exploré desde los sectores más rigoristas y tradicionalistas de la iglesia, a los más herejes y aperturistas, todos en primera persona. Me quedo con la “fe sencilla”, un título que barajé, pero que vino después del elegido finalmente. A mí lo que me gusta y me tiene comprometido porque veo lo divino en ello, es la fe sencilla. La de botellina de sidra y carballeira. La que veo en pequeños gestos de amigos cercanos que convierten en divino a cualquier persona. Una conclusión a la que he llegado tras tantos años de lavado de cerebro generalizado desde el 11S sin parar. Es el compromiso con la “fe sencilla” es lo que se propone en esa canción que es como el prólogo del disco. 

En “Soy una persona tóxica”, amenazas con “apuntarte a la Cruz Roja, al PSOE o a una logia masónica”. Por cierto, ¿con cuál de las tres te quedarías de tener que elegir? 

Pablo: Son lo mismo en distintas dimensiones. Una más teológica, otra política y la civil. Son formas de enfrentarse al sacrificio, cosa que es muy importante. Luego digo lo de “tirar al niño al mar para salvarlo”, algo que opera muy cotidianamente en muchos filántropos. Crear un problema para el que ya tienen una solución que hará comprometer al que sufre el problema con él. Me parece lo más tóxico de todo. 

“Lo peor no es pasar por el aro, lo peor es convertirse en el aro” 

En “artistas contra la cultura” lanzas una pullita a compañeros que lejos de ejercer como artistas libres, rinden pleitesías a grupos de poder bien remuneradas. Aquí apelaría a Oscar Wilde y su obra “El Alma del Hombre Bajo el Socialismo”. ¿Es algún tipo de arte compatible con las subvenciones? ¿Cuántos amigos dentro del gremio crees que se van a cabrear con este temazo? 

Pablo: Ha habido cosas muy vergonzosas durante todos estos años. Creo que se van a cabrear pocos y tienen muy buenas razones para hacerlo. Trato de tener buenos amigos, pero hay ciertos comportamientos que ya son deliberadamente traicioneros que no tienen un pase. Lógicamente vivimos en el mundo y hay que sobrevivir. La cuestión es por qué se hacen las cosas. En el minutaje lo voy desarrollando. Todos somos pecadores, por eso abro con “Soy una persona tóxica”, hablando de lo mío, después toco lo de los demás, “Artistas contra la cultura”, luego vemos cómo solucionar el lío montado. Lo peor no es pasar por el aro, algo que todos hacemos, lo peor es convertirse en el aro, cosa que hacen algunos que serán los que se molesten con la canción. Los que saben que son el aro a través del que pasa el pueblo trabajador que no tiene tiempo para dedicarse a la lectura del simbolismo y la teología. Hay voluntades e intereses, es fácil autoengañarse. Es una tentación que siempre está presente sobre todo cuanto mejor te va. 

Me ha gustado “La Higuera de las vanidades”, donde hablas de estar rodeado de gente, pensando en tu maravilloso terruño, algo que abordas de forma muy similar en “La reacción sexual”. 

Pablo: Sí, pero a la vez comento que hay que darse cuenta que uno no puede escapar del combate. Es curioso, en mi pequeña aldea tengo el combate diario. Hasta en la aldea más pequeña de Asturias ha llegado la ideología dominante y sus secuaces. No puede uno apartarse del combate. Y de ahí viene lo de “Artistas contra la cultura”. 

“Dementocracia” es un dardazo contra nuestro actual sistema, donde cantas “La democracia no es propia de un caballero”. 

Pablo: Así es. Y “La Higuera de las vanidades”, que la compuse cuando fui a México, la tenía presente el día del apagón que me pilló de promo en Madrid. Aquí en mi aldea tengo todo preparado contra un apagón, pero la vida siempre te va a poner en estado de lucha y conflicto, fuera de la zona de confort. “La Higuera de las vanidades” es parte y recordatorio del viaje porque el disco es bastante conceptual sin haberlo concebido, tiene un hilo narrativo del camino que se recorre con un cierto dramatismo. Con “La Reacción sexual” se separa el enamoramiento del amor y al separarse viene el conflicto con “Dementocracia y “Violácea”, que es una lucha contra los demonios directa, resuelta con “Mujer” y “La Tormenta” que es un canto al amor fraternal. También en “Mujer” que habla de liberarse de lo mundano y “El que vive a su manera” que es la resolución de no morir como un desgraciado y que la libertad sea el único señor. Es un disco muy ácrata y libertario en el sentido católico del término. 

““Sé lo que eres, camarada” es un himno patriótico, más allá de una dimensión política y partidista, que es el gran disolvente de la patria” 

“Sé lo que eres, camarada” es composición con hechuras de himno para una república de trabajadores ajena a las clases; resuena majestuosa, patriótica y punzante, popular y orgullosa, sin enarbolar banderas ni atar a la muñeca pulseras con logos de partidos repletos de parásitos, ajena a absurdas militancias, donde la mera referencia a sus estrellas y nuestra fe marcan el camino a seguir. ¿Oposita a himno nacional oficioso? 

Pablo:
 Es una canción que recoge “las estrellas y la fe”, de los unos y de los otros. La historia viene de una frase que le dijo Fidel Castro a unos militantes de Falange Auténtica que viajaron en un barco de la Unión Soviética que partía de Lisboa hasta La Habana a un congreso de sindicalismo, cosas que ocurrían a finales de los setenta en el mundo. Un mundo que no era de ceros y unos, ni de polaridades ramplonas. Tanto el peronismo argentino como la revolución cubana sabían que buena parte del falangismo era un movimiento revolucionario, obrero y patriótico. Fueron allí y Castro les dijo “sé lo que sois”. También en esta canción trato de recoger la sentencia de Bakunin de “el estado no es la patria, es la ficción física metafísica y jurídica del amor que un trabajador siente por su tierra”. Bakunin se definía como el mayor de todos los patriotas. Es un himno patriótico, más allá de una dimensión más política y partidista, que es el gran disolvente de la patria, que es lo que rompe la patria. Se trata de hablar de camaradería y ver la bondad en el adversario que es muy importante. La lucha es natural, pero hay que hacerlo con ética. Y también la misericordia, buscando las miserias y los dolores del alma, que así también se hace patria. Me alegro que esta canción llegue a corazones. 

Tiene coherencia lo que dices, siempre se ha comentado que Fidel Castro tenía en su casa las obras completas de José Antonio Primo de Rivera. Y también es verdad lo que comentas, la historia real del anarquismo y el falangismo primigenio es fascinante, aunque conocida por pocos. 

Pablo: Los grandes olvidados de todas las memorias históricas, tanto del franquismo y especialmente de la democracia, son los rojinegros, tanto anarquistas como falangistas. Diría que especialmente los falangistas que pagaron con su vida sus ideales, puesto que no fueron pocos. Ambos representan dos movimientos erradicados actualmente. Con el falangismo puede ser comprensible por la participación en el franquismo y también por la necesidad del estado democrático gobernado por el PSOE, que establece todo el franquismo como adversario para tener un elemento unificador del poder hegemónico actual. Con el anarquismo ocurre igual, se ha ridiculizado, vendiéndolo como socialdemocracia excéntrica. Ya no tiene voces crítica ni intelectuales. Creo que hay más intelectuales en las terceras o cuartas posiciones que en el anarquismo. Quizás por estar perseguidas. Veremos a ver cómo se recolocan. 

Y claro, conociendo un poco tu personalidad, creo que hay que hablar de otro personaje incómodo cuya sombra quizás te ronde como es Pier Paolo Pasolini. 

Pablo: Sí, me gustan sus “Cartas luteranas”. Creo que aquí tenemos una especie de Pasolini español que es José Bergamín, un olvidado de la generación del 27, puesto que él era comunista y católico, una combinación que saca a relucir herejes que me inspiran. Personalmente tengo mis más y mis menos con Pasolini, no soy tan forofo de su cine, pero sí de sus reflexiones sobre el antifascismo. Él vivió el fascismo italiano, una rama de totalitarismo muy concreto, por eso señalaba “El Fascismo de los antifascistas” e hizo una crítica a la modernidad, que conforme se ha desarrollado la historia muestra que se han hibridado en cierta manera los tres polos. La libertad, igualdad y fraternidad han acabado estando al servicio de la técnica y la tecnocracia que tenían sus propios planes, imponiéndose por la vía totalitaria, independientemente de las ideologías que han servido en las diversas fases de construcción de toda esta tecnocracia que nos gobierna. Ahí me interesa la obra de Pasolini y de otros tantos. 

Y en el aspecto de los videoclips que en tu caso son de lo más personales. ¿Qué es lo que más te influye?

Pablo: En mi música, lo cinematográfico me lo tomo como un juego. Me gusta mucho el falso documental y todas las fronteras entre realidad y ficción. Un autor de referencia para la cuestión audiovisual es Pedro Bustamente, un filósofo proscrito, tiene un libro llamado “El Imperio de la Ficción”, luego tiene otros más metafísico. En ese libro se muestra un pensador autónomo que da un papel importante a la ficción “hollywoodiense” como nuevo clero, por así decirlo. Constructores de realidad sutil que luego se encarna. Me tomo los videoclips y las canciones como guerrilla que invoca la realidad desde la contra y la autogestión que caracteriza la estética de los vídeos para intervenir en esa batalla mágica que encarna realidades. 

“Soy un cantor libertario que hace lo que le da la gana, sabiendo que me expongo a palos en las ruedas o en la cabeza” 

No somos ni uno ni dos los que pensamos que actualmente eres el mejor francotirador de nuestra escena, destilando unos textos directos y críticos que no temen no gustar a todo el mundo. ¿Te sientes a gusto bajo dicha definición o simplemente eres un cantor que hace lo que le da real gana? 

Pablo: Soy un cantor libertario que hace lo que le da la gana, sabiendo que me expongo a palos en las ruedas o en la cabeza. Me he ido haciendo más alegremente kamikaze con los años. He ido perdiendo miedos que es una de las cosas para las que sirve para hacer canciones, enfrentarte a demonios y dragones que muchas veces son colectivos. Ahí está el sentido y valor de este oficio. Lo peor es que le acabas cogiendo gustillo a meterte en fregaos. Tiene algo de francotirador, sí. Recoge las dos grandes ramas de la humanidad, lo cazador y lo recolector, aunque también tengo algo de agricultor. Sobre todo, intento ser un poquito soberano que es por lo que se valora la independencia. La querencia por todo lo autogestionario, ya sea en lo micro en corte anarquista y en lo macro por el tema antiglobalización y soberanía. Un día decía en X de broma “autarquía y birra fría”. Autarquía condición para la anarquía. Y también tener soberanía y control sobre lo que uno produce y distribuye porque las alternativas es estar sometido a unos y a otros. He acabado por someterme con el paso de los años, ya que nunca entendí el voto de obediencia, pero hay que hacerlo con la gente que lo merece y con quien tiene la autoridad legítima. Ya sean los amigos que tienen ovejas y huerta o con autoridades artísticas que me han demostrado su cuajo, pero para ello hay que rebelarse ante otras muchas cosas. 

“Tengo querencia por todo lo autogestionario, ya sea en lo micro en corte anarquista y en lo macro por el tema antiglobalización y soberanía” 

¿Te sientes un cantautor contracultural? ¿Cómo de complicado es sobrevivir en un panorama mayoritariamente blanco y vacío de contenido en las letras como el actual? 

Pablo: Es una cuestión de trabajar, hacer falsa disidencia implica mucho menos trabajo que hacerla de verdad. No vas a tener todas las subvenciones habidas y por haber de Agenda 2030, fondos next generation, partida presupuestaria de la pedanía de turno, etc… como si tienen los artistas que menciono en “Artistas contra la cultura”. Ni ellos mismos no se dan cuenta que si tiene subvención, no hay revolución. A mí no me importa trabajar, me gusta, me siento peor cuando estoy parado. Me gusta la autoexigencia. Me siento mal al verme parado y vago ante ciertas injusticias y vida aburguesada. Si me pego una fiesta que sea cansada. Me lo tomo con alegría. Si hay que buscarse las habichuelas con cuatro trabajos, se hace. Si afloja y puedo dedicarme a la música, mejor. Todo lo pongo al servicio de hacer canciones, no es una cosa paralela. Trato de ordenarme y organizar mi sistema propio para salir adelante. De las penurias que existen las peores son las sentimentales, gente que no valora lo que haces y se lo toma como algo malo. Parece que por mentar a la bicha te conviertes en la bicha. Hablas de un problema social y parece que lo provocas. Habrá que hacer una crítica a los problemas sociales y políticos cuyos responsables están tan alejados del pueblo y son tan intocables, pero el pueblo lo paga con el que tiene al lado. Hemos pasado los últimos años con alertas antifascistas que servían para ir contra cualquier hijo de vecino, persecución de conspiranóicos y demás palabros chungos que buscan amedrentar y encasillar al pensamiento crítico independiente. Se ha hecho con una movilización total, a veces entre vecinos. Me ha pasado, pero ya no me afecta, me he curtido. Aún así, sigue siendo lo que más me remueve. 

“Si tiene subvención, no hay revolución” 

¿Qué planes tienes para la gira de presentación del disco?

Pablo: Estamos a verlas venir. De momento tenemos el concierto de Madrid y uno en Gijón el 2 de agosto. El de Madrid es en Sound Isidro, un festival de salas que organizan amigos. En Gijón, por obra y gracia de la providencia, parece que vamos a tocar en la plaza durante las fiestas. Me hace mucha ilusión tocar en mi ciudad natal, donde llevaba tiempo sin hacerlo. Nos hemos decidido a hacer en octubre una gira de salas, a riesgo y lo que salga, como siempre. Puede que cambie el signo de los tiempos y me vuelva a contratar algún ente público-privado de cierta envergadura como ocurría antes de que me entendieran las letras. Volveremos a salas y si no chuta, iremos a aldeas o donde haya que ir. Vamos a tener fe y pensar que el signo de los tiempos cambiará, se repartirá de forma mínimamente equilibrada todo lo que requisa el estado por vía impositiva, algo que luego se reparte a dedo en muchas propuestas culturales propagandísticas. A ver si podemos hacer eso para presentar el disco con bandas completa. Quisiera traer a Miqui que es el violinista y que vive en Liverpool. De momento, puedo asegurar que las presentaciones en Madrid y Gijón van a ser con todo el equipo. Vamos a ver si podemos hacer la gira con banda, creo que el disco lo merece. 

Me alegra saber que el verbo incendiario asturiano tiene epílogo más allá del grandioso Jorge Martínez. 

Pablo: Te vas a reír, pero varías veces, medio en broma, medio en serio, me dijo: “Si el rock and roll tuviera futuro sería tuyo, pero no lo tiene”.

Ilustres Principiantes: Eli Rodríguez


Fotografía: Gemma Martz. 

Las diferencias que separan a una generación de la siguiente nos muestran el ritmo al que cambian las sociedades. A veces son pequeños detalles y otras son enormes saltos. Esas diferencias hay que leerlas entre líneas en discursos artísticos que revelen una visión de la realidad subjetiva, y seguramente es en la música donde esto se percibe de manera más explícita y espontánea. Por eso un disco como "Nuevas técnicas de meditación", de la banda catalana Eli Rodríguez, dice tanto. Porque al habla están seis jóvenes que no solo se explican a sí mismos, sino que dan voz a una generación entera. Y lo hacen en el idioma musical más inmediato: el punkpop y pop-rock gamberro de referentes de su generación como Carolina Durante o Alcalá Norte; el mismo que defendieron en su día Los Nikis y tantos otros héroes de la Movida.

Con edades comprendidas entre los 20 y los 25 años, los seis miembros de la formación fundada en 2021 en Banyoles y afincada en Barcelona son conscientes y asumen el mundo y el momento que viven. A través de su álbum de debut retratan las incongruencias y paradojas del siglo XXI, prestando especial atención al encuentro absurdo y contradictorio del consumismo propio del capitalismo acelerado con los ideales y las prácticas espirituales más antiguas, precisamente para liberarse del yugo consumista. Buscar ofertas de budismo en Wallapop o de taoísmo en AliExpress. De hecho, el álbum tiene varios guiños a estas dos filosofías orientales. Sin ir más lejos en la estructura, ya que se divide en dos mitades, con cinco canciones yin (negativas) y otras cinco yang (positivas), resaltando de paso que los opuestos no son en el fondo tan contradictorios y que, de hecho, se necesitan el uno al otro. El disco se abre precisamente con "Días tristes", una canción a priori triste pero que esconde una lectura positiva: los días tristes no le gustan a nadie, pero también son los más indicados para trabajar en uno mismo. De paso presenta dos claves importantes de la línea lírica del álbum: que los contrarios son más cercanos de lo que parece y que la felicidad está en las pequeñas cosas. Su contrapunto en la otra mitad del disco, en ese sentido, lo encontramos también en ·Felicidad", donde se indica a las almas perdidas que la felicidad está en lo más cercano y en el momento presente.

Pero no todo en este disco es filosofía. También la cotidianidad les sirve para expresar el sentir de una generación respecto a otras cuestiones más mundanas pero igualmente importantes. Dibujan un nuevo concepto de amor, por ejemplo, al hablarnos de relaciones líquidas y de rápido consumo en "Novias y novios", al imaginar formas de gestionar la tensión con una pareja en "Cuando me viniste a ver" o incluso en la explosiva "Despegue". También resulta muy elocuente el retrato que realizan de la amistad en varios cortes. Lo hacen de manera ligeramente nostálgica en "Este finde"; y, en la misma línea pero profundizando algo más en la fugacidad de la juventud y de la vida, en "Verano", el corte final. Además, combinando estas dos cuestiones, "Testigos" se presenta como una entrañable escena en la que son precisamente unos amigos quienes advierten a una persona sobre que se está enamorando de nuevo tras habérsele roto el corazón.

Grabado en sesión para capturar toda su energía y producida por Xebi Salvatella (XEBI SF) y Enric Teruel, responsables del sello NEU!, "Nuevas técnicas de meditación" es una ventana franca y abierta que nos permite asomarnos a una generación nacida en un hábitat humano global y digital, pero que no ha perdido su capacidad de rebeldía. Prueba de ello son dos canciones que en su día sirvieron de adelantos, "Scusa" y "Embajador de adidas", que, en conjunto, evidencian en Eli Rodríguez la misma necesidad que han tenido otras generaciones de rebelarse contra lo establecido, contra lo que se supone que se debe ser. Y mientras ese espíritu juvenil siga preservándose generación tras generación, las sociedades seguirán cambiando a mejor.
 

Los fabulosos y peludos Sex Museum Mature


Por: Juan Pardo. 

No tengo intención de casarme, pero se que mi mujer sería capaz de entrar a la ceremonia con el “Riff raff” de AC/DC en modo fanfarria. Soy afortunado, yo sí encontré a la chica por la que suspiraba Paul Collins. Bodas, bautizos y comuniones aparte, a ella le haría mucha ilusión ir juntos este año a un concierto de Sex Museum, si las obligaciones familiares lo permiten. Al comentarle que iba a escribir sobre ellos, con motivo del 40 aniversario del grupo, me adjudicó la culpabilidad de su militancia. No es fan vieja guardia, pues los conoció en los tiempos del “United” (2006), pero desde entonces son su banda española de rock and roll favorita. Todo empezó con uno de esos recopilatorios caseros, de los que los chicos y las chicas se regalaban para gustarse o, al menos, tolerarse. Ahí le colé “I enjoy the forbidden”. Lo mío venía ya de antes, aunque lo curioso es que mi primer recuerdo relacionado con los Sex Museum no es una canción, sino una polla.

A mayores del aluvión de fuzz dañino, Sex Museum me han dejado una huella visual indeleble. Primero fue la citada verga paseándose empalmada por el patio de los jesuitas de A Coruña, estampada en la camiseta de un bravo rockerito. Pocos se fijaron en el nombre de la banda, encabezado del falocrático diseño, y muchos menos sabían de qué iba eso. Sería 1991 o 1992, pues el privilegio de libre vestimenta estaba reservado al Bachillerato y a mí aún me quedaba algún año de gastar el triste y sufrido uniforme escolar. La inopia musical me duró bastante más, pero me consta que mientras la susodicha camiseta epataba a pijos, mojigatos y a un servidor, que no era ni lo uno ni lo otro pero sí un pardillo impresionable, Sex Museum presentaba el “Nature’s way” en la ciudad. Fue en el mítico Playa Club y con una formación mermada, ya que Fernando debía asumir guitarra y voz para suplir la baja de Miguel, viéndose superados por los teloneros, los Eskizos, héroes locales de entonces. 

A mí el “Nature’s way” (1991) y el “Independence” (1989) me llegaron regrabados en un CD, ya talludito. Era la época en que cerraban ciclo con el directo “Fly by night” (2004), cuyo DVD quemé a visionados. Escuchar “Two sisters” o “Last last” en estudio o en vivo generaba en mí reacciones encontradas. La tremenda musculatura sobre el escenario tapaba el carácter insolente de las versiones originales. Ya les había visto mostrar ese poderío in situ, con el cambio de siglo, y tengo una imagen vivísima de un festi, allá por 2003, en que teloneaban a Rosendo. Al lugar se desplazó todo lo que olía a barrio coruñés a ver al pope del rock estatal. La casualidad me situó junto a un gigantón de cuero y pelazo. Me centré en lo mío y él en lo suyo: la indiferencia al telonero. Mediado el bolo, en pleno clímax de “Street fight”, giré la cabeza y pude ver a mi par quebrando cervicales. Con el shock epifánico el hombretón acabó encaramado a una valla, amarrándose con una mano a una señal de tráfico para no caer. Desnudo de cintura para arriba, agitaba una camiseta con la mano libre, para recibir a pecho el “Whole lotta Rosie” en modo bola de demolición sonora. Tocada la fibra, en su éxtasis aquel demente neófito descubría a un grupo que manejaba sus mismos códigos, quemando gasolina a bidones.

Esos Sex Museum eran los del “Speedkings” (2001), álbum de aroma asfáltico que a mayores asimilaba depurado aquello que asustó al fan en “Sonic” (1999), su incomprendido precedente. Estoy entre esos a quienes esa amalgama de guitarreo pesadísimo y tintes ambient generó rechazo. Costó asumir que el “Flying high” que les vibraba en el culo a los más rudos se había estrenado antes en la carpa dance del Festimad madrileño. Hoy está clarísimo que “Red ones”, mi favorita del lote motoro, tiene más en común con “Let’s go out” que con algunos clásicos que aún resisten en su repertorio. Yo volví al redil gracias a la antes citada “Whole lotta Rosie”, versión de AC/DC grabada en single como pretexto para una gira invernal por Alemania. Lo de cruzar los Pirineos no pillaba al grupo de nuevas, pues en su currículum ya figuraban varias excursiones por Europa adelante. Miles de kilómetros en furgoneta, la medida de su talla como comando autónomo del rock patrio, para plantarse sobre escenarios más propios de intrépidos combos de rock combativo o calamidad costra. A ese público, más curioso que hostil y menos talibán incluso que el revivalista medio, se lo ganaron a base de sudor, decibelios y moratones varios.

ARRUGAS DEL PRESENTE 

Las canciones y, a veces, el corte de pelo son lo que capta nuestra atención y nos seduce en un grupo, pero su actitud es lo que nos hace regalarles el alma. Es cierto que antes una camiseta era una seña de identidad y ahora las de Iron Maiden te las vende H&M, pero siempre habrá mil y una formas de alardear militancia. El ave de la gira “Falling down” preside el cuarto de baño de un colega. Una lámina preciosa, edición numerada, mil veces más valiosa en nuestros corazones que ese Miró colgado sobre la bañera de cierto corrupto marbellí de medio pelo. Entre las rapaces nos reconocemos y cada guiño al futuro que hacen Sex Museum es una interpelación a las lealtades ganadas. Son aquellas que convierten “Again and again” (2011) en una piedra de toque, considerado uno de sus mejores álbumes pese al mal sabor de boca que su grabación dejó en parte de la banda. Que una criatura amenice viajes en coche gritando a pulmón “¡Seven days! ¡Seven days!” puede significar que el rock and roll ya no es peligroso, pero también que muchos no cejan en el empeño de hacerlo parte de sus vidas. Y ese disco puede sonar opaco cuando se pretendía añejo pero, por ejemplo, “Can’t stand my love” es perfectamente los Sex Museum que nos gustan y queremos.

Porque resulta que los Sex Museum "mature" son los mejores Sex Museum. Que sí, que usted estuvo allí, en los tiempos de "Thee fabulous furry" (1992), con el rock and roll como dogma, tirando el peine a una papelera. O igual viajaba asomando el culo en ese "monster truck" que finiquitaba los 90 sin control, recién salido del taller de Blackmore & Lord. Da igual, me reafirmo en lo dicho, pártame la cara. No veo contradictorio aceptar el canon y asimismo reconocer que desde ese "United" (2006), tan pop y a la vez tan oscuro, son su mejor versión como banda. Ya hablamos del pequeño hito que es "I enjoy the forbidden", lo más parecido a un single de éxito que han tenido fuera del circuito subterráneo, pero con este álbum querían decirnos muchas más cosas, todas buenas. Recurrir al “Unidos” de Parálisis Permanente es de las más importantes: es rendija abierta al castellano como herramienta futura, es reconocerse en sus ochentas en un ejercicio sanador continuado en la reciente "Bailaré sobre tu tumba". Otra decisión relevante es la de ubicarse en sus dosmiles, actualizando fórmulas sonoras de la mano de la alineación más seria y sobria jamás presentada, tras la incorporación definitiva de Javi Vacas y Loza con sus aportes: pulso constante y una mayor soltura rítmica que llena espacios, provoca pausas, desacelera.

Quizá por eso el sempiterno logo triposo ya no me remite a nada chamánico, sino a sincretismo. Es una suma de épocas con la mira en ese lema con el que celebraban uno de sus aniversarios: "rock and roll or die". El trío fundacional todavía se mueve entre la marejada y la alta tensión al tomar el control o pretenderlo, pero la viga maestra parece firme en el avispero. Miguel nunca ha cantado mejor. ¿Han escuchado "Fifteen hits that never were" (2008)? Ahí está la prueba: comparen con las originales. Casi veinte años después puedes afirmar lo mismo: un crecimiento inmenso como vocalista, seña adulta, menos aullidos y más registros, tan magnético como siempre a los ojos. O la sobredimensión acojonante con que el Fernando zen dota a su SG, deleitado en el penúltimo arreglo. Hay nostalgia por los zarpazos de esa Rickenbacker que se crecía, letal, o por esa Flying V cuyo ritual producía rayos, ruidos y truenos, pero ves las manos del hacha y no ves la rapidez del trilero sino la solvencia sobrada del oficio, aplicada también a la mesa del estudio. Y sobre todas las cosas está la inmensidad con que Marta ha revestido el cancionero. La timonel, “heart and soul” desde la sala de máquinas, es tejedora de la dirección musical más sólida que ha gozado la banda en cuatro décadas de vida. Rebátanlo si pueden.


Sería muy fácil refugiarse en el pasado. Yo podría tener en mi salón un póster rosa de los míticos, pero el elegido fue una promo del “Big city lies” (2014). ¿Por qué? Aparte de ser una preciosidad que refuerza la idea de la fuerza que tiene la faceta gráfica del grupo, este cartel es la convicción de que a Sex Museum merece la pena vivirles en tiempo presente. Acto de reafirmación y arte aparte, es un acierto hacerle justicia a este disco urbano que se aparta de la tentación del bucle revivalista. El simple hecho de armar rock and roll con la mira hacia delante será pedrada de realidad en su siguiente capítulo, pero por sí solo "Big city lies" excita sobremanera. Naturalizan el castellano en esa "Odio" de tempo punk, se retratan bajo su propio prisma en "Motherboard". Hay poesía, evocaciones, huella pop sobre aceras mojadas. Y su imaginería sobre papel preside mi “sancta sanctorum”. A mi mujer le pareció poco y cayó camiseta de la presentación en sociedad, que añadida a las de ”Musseexum” y el trigésimo aniversario refieren inevitablemente a la vida en carretera. Estos han sido, por empeño y riñones, años de quemar furgoneta para delicia del fan, que les ha visto empalmar presentaciones de álbumes, nuevos o compilados, con efemérides y reinvenciones varias para seguir sudando bajo el foco. 

Me veo allá por 2013, en la pequeña y exigente Rocksound de Barcelona, apretujándonos con ellos para esa experiencia "Back to the fuzz". No recuerdo si la intro era la bonita pieza de Mason Williams, pero sí que fue un gozo ser adoctrinado en las bondades del rock and roll “desatao”, ese con que barnizaban repescas de baúles largo tiempo cerrados, como el “Ya es tarde” del “Fuzz face” (1987) que los vio nacer. El debut de Sex Museum no está entre mis filias, lo admito, ni la cantera mod hispana, por extensión. Se que uno puede ser fiero y a la vez peinar flequillo, pero más allá del pretendido himno generacional que cada combo ponía en el escaparate veía poco que rascar en esa escena. Ahora estoy abierto a lo “sixties”, pero entonces no entendía porqué todos se obligaban a versionar el “I’m not like everybody else” de los Kinks, porqué no arañaban. Sin embargo a nuestros protas nunca los he considerado sospechosos ni aburridos. La culpa creo que la tiene saber que el mismo año de publicar ese largo ya habían optado por desatarse el corsé modernista. La senda del garage, la psicodelia turbadora, el extremismo fuzz. Yo sí estoy ahí. Y ese “You”, incluido en un compilado de Munster, con el que los Fuzztones se iban de cañas con el monstruo del pantano mola, es canela y es veneno.

Treinta años después esos repertorios, remozados, son un mapa de cicatrices fiel. Petardazos como "Where I belong" o "Get lost" suenan como si Rockatansky siguiese con el nervio de reventar la autopista. Pero hoy el "desperado" pisa sabedor de que el cementerio de automóviles no es fin deseable. Así llega "Musseexum" (2018). Nace porque Miguel exige parar, llenarse las manos de grasa y priorizar un mañana para la banda. La dinámica explota tras tres años de tour continuo. La inercia de directo se agota, exige una visita apurada al taller. Y funciona. Fernando ya no rige la patrulla ruidosa "manu militari", relaja la toma de decisiones a un grado más coral. Se exigen pluralidad compositiva y Loza y Vacas dan el paso al frente. Hay aura de momento, casi de grito reaccionario, actual, y llega con un envoltorio de arte mayúsculo. Y donde antes espejaban su raíz más profunda o se imponían inmediatez sonora, aquí confluyen todos esos Sex Museum. De ahí la paleta multicolor, capas de arreglos para que la distancia entre un "Breaking the robots" que huele a rabia alternativa y un "Horizons" que rezuma boogie tóxico setentero se transforme en un "ahora Sex Museum". La dirección musical que asume Marta insufla vida y una textura final casi espacial. Y el esfuerzo colectivo lo orquesta el Fernando más a la sombra: a más guitarra y menos dictado, misma presencia. "Musseexum" fluye, es auténtico. 

PELOS LARGOS DEL PASADO

¿Y qué es ser auténtico? Auténtico es Sex Museum. ¿Hubieran imaginado los madrileños que su repertorio clásico podría prevalecer? Durante ese “continuum" de giras cualquier edad pudo asombrarse del poderío del grupo. Y de su setlist. Recuerdo el cosquilleo que sentía en cuanto el riff de teclado de "Black mummy" inundaba la sala. Un poso de anfeta que tiene su explicación: "Sparks" (1994) es mi disco generacional de Sex Museum y la fantasía fílmica oriental que lo abre mi tema fetiche. A mediados de los 90 ya eran esa misteriosa banda que se colaba en las conversaciones, recién agotado el filón de rock radical o de gamberrismo ochentero. Si esto va de impacto visual a mí el envoltorio me provocó un “stendhalazo”. Esa trama vegetal de la contraportada, seis rosas floreciendo, en contraste con el trueno Marshall que desata el llanto infantil en la frontal me pegó muy fuerte. Me pareció algo muy bello, quizás porque entonces estaba muy necesitado de esa belleza. A la pana gris escolar la habían sustituido los vaqueros de saldo del Continente, hoy Carrefour. Pronto llegarían una parka verde y el pelazo suficiente como para tapar una faz salteada de granos. ¡Qué jodido es ser joven!

"Sparks" era el disco que necesitaba. Corte granítico, como un puto bloque. ¿Cómo no va a molar un grupo que tiene un batería llamado Kiki Tornado? El mismísimo Vulcano en su fragua golpeando yunque y su compinche de las cuatro cuerdas, Pablo Rodas, azuzando fuelle. Este disco es el todo: el órgano como arma secreta, la danza de latigazos de esa Rickenbacker recalentada, la suficiencia vocal pese al uso del inglés. Un juicio actual le achacaría minutaje excesivo, pero no hay relleno en este muestrario sonoro, la cumbre de la banda. Uno siempre encuentra su momento: en los ritmos apisonadora, véase "Sink pisser", en los pasajes musicales con sabor a humo como la dupla que forman "Time killers..." / "Find Mecca", en la didáctica de las versiones escogidas. "Sparks" es la obra maestra, la que vende decenas de miles de copias cuando eso importaba, pelos largos y lenguas fuera. La consecuencia en el caso de los Sex Museum de la segunda mitad de los 90 fue un largo crestear, tres años de tour continuo, hasta que atisbar el ocaso y el dolor en nudillos y dientes recomendaron reposo. Supernova por colapso nervioso. 

Antes de caer exhaustos, de entrar en ese ralentí o barbecho del que los sacarían Marta y el ya comentado "Sonic", entregaron otro disco fundamental para quien esto escribe. Es visto como un trabajo menor, por los kilates de su predecesor, y carga con el estigma de enfilarles al descarrilamiento. “Sum” (1996) no lo concibo sin “Sparks”. Van de la mano, son el mismo proceso orgánico, diferente sonido y concepto, pero misma sangre, misma ebullición. En mi tránsito de aulas y edades la urgencia de "It's no easy" o el hiperventilar de "Strange ways" tenían unos cuantos adeptos. Es su disco indie, que cayó y bebió de su tiempo, de ahí su continua presencia en compilados de prensa especializada y distris que se aupaban a la explosión independiente. 

Contenido taquicárdico, velocidad de crucero, golosinas y plata en todas sus acepciones, al que completa un epé de versiones de altura. No me importa si usted lo desdeña, atrapa sólo si pides a la vida malevaje, noche y viajar sin carnet. En frío asusta su mala vibra y el exceso de pulsaciones, reconocido por ellos mismos, pero en esa etapa vital que es el desafío juvenil uno necesita una banda sonora así. Lo malo es que no sospechábamos que nuestro grupo favorito, los Sex Museum, rock and roll desde Malasaña, estaba tan próximo a la combustión espontánea.

CORAZONES DEL FUTURO 

No fue así. A los hechos y a la turra escrita que les he dejado me remito. Cuando la carretera es tu "modus vivendi" hay que asumir que pasa factura y que hay que madurar. El hoy tampoco es confortable, pandemia aparte, ese hándicap de banda de nicho, de tirar de minoría fiel, es irreversible. Aún así no hay rasguños visibles, cada paso, cada gira, cada disco pretende ser mejor que el anterior. Sex Museum sigue sometido a sus vaivenes existenciales, inevitable combustible, pero ahora acepta más elementos para alimentar el "feedback" direccional. Siguen los vaciles, las posturas extremas, pero la hoja de ruta les dicta seguir. Si lo importante es estar, Sex Museum están. Me parece mágica la anécdota que cuenta Fernando sobre su adquisición del pedal de fuzz. Me recuerda, por contraste, cuando siendo chorbito quise comprar un pie de micro durante mi única y efímera aventura musical. Mi apostura de rockerito debió impresionar tanto al vendedor que lo primero que me ofreció fue un soporte para micrófono… ¡de mesa! Moraleja: el que vale, vale. Mi sitio está abajo, hipnotizado por el animalismo sobre las tablas de Miguel. Y ellos arriba, explotando la fórmula magistral, si existe, la de seguir buscándose a sí mismos, "una vez y otra vez".

Por eso tienen nuevo álbum a puntito de salir. Guinda a este cuarenta aniversario que los tiene pateándose, de nuevo, el país. Es una más de esas pequeñas victorias que se van anotando: desde aparecer en portadas “ruteras” a tener voz en sesudas crónicas del rock y el pop patrios, como es su valiosísima contribución al “Pequeño circo” de Nando Cruz. Y no parar de tocar. Lo que en otras latitudes equivale a un grupo respetable, posición ganada peleando su modo de vida, sea a la luz o a la sombra. En fin, si usted ha llegado a este punto de la lectura sepa que está celebrando cuatro décadas de guerrilla musical. Desde aquel Madrid de mediados de los 80 no tan colorista, tribal, propenso a la navaja y al cruce de puños macarra. Esto en el fondo es como cuando mi suegra se pone su jersey Fred Perry. Ni sabe qué era el Agapo ni fuma Camel, pero tiene un carácter que aún podría patearle el culo a la Momia Negra. Las mismas arrugas, el mismo aguante, la misma tozudez, la misma mala hostia. Sex Museum y mi suegra.

Reserva confirmada en el Hotel Morgan


Sala Mozart, Auditorio de Zaragoza. Sábado, 17 de mayo de 2025. 

Texto y fotografías: Javier Capapé. 

Tarde de sábado en la capital aragonesa. Por fin ha llegado el tiempo primaveral. El cierzo ha cesado y nos regala un ambiente espléndido para pasear y encontrarse con los amigos. Los planes se amontonan cuando el tiempo juega a nuestro favor. Algunos optarán por encerrarse en casa a ver el sinsentido eurovisivo, otros no abandonarán las terrazas entre gin tonics y cervezas, y algunos afortunados elegirán la música en directo para alimentar su espíritu. En la noche de este pasado sábado en Zaragoza era difícil elegir. El pop rock con alma se daba cita en la Oasis con Veintiuno, Amaral repetía otro lleno con su grandioso espectáculo de presentación de “Dolce Vita” en el Pabellón Príncipe Felipe, y la Sala Mozart del auditorio se llenaba de aromas soul y rock de los setenta con Morgan. Difícil elección, aunque algunos optamos por la seducción de la banda madrileña Morgan para movernos entre las curvas de su cauce sonoro y reservar una confortable habitación en su recién estrenado “Hotel”.

La imponente sala no presentaba esta vez el aforo completo, pero a pesar de eso, Nina de Juan agradeció desde el primer instante a los presentes que les hubiéramos elegido a ellos entre tanta interesante oferta. Desde la visión del afortunado que esto escribe y que ya se había deleitado con la exquisita propuesta de Amaral la noche previa, puedo aseguraros que mereció mucho la pena, porque con Morgan siempre recibes más de lo que esperas. Son un torrente de creatividad y con ellos se siente la pasión del que se entrega a este arte sin limitaciones. Lo dan todo, lo sienten todo y conmueven desde su actitud e interpretación generosa.

Para la gira inicial de teatros de su cuarto disco “Hotel Morgan”, la banda aprovecha realmente bien los espacios con los que cuenta. No es para nada lo mismo presentarse en un auditorio que en una pequeña sala o en la inmensidad de un festival, así que los Morgan saben aprovechar con gran tino las posibilidades de un auditorio de tan excelente sonido como la Sala Mozart zaragozana. Comenzaron saliendo a mitad de la platea, entre el público, y afrontando a pelo, únicamente con una guitarra y las voces de todos, los primeros compases de su blues acústico “Arena”. Fueron bajando escalones, acompasados al ritmo del tema, los ocho miembros que componen la banda de directo mientras lo encaraban, hasta terminarlo en círculo en el centro del escenario cuando arribaron en él. Suponemos que esta maravillosa forma de comenzar irá cambiando según el recinto y el recorrido de la gira, ya que sabemos que con su anterior disco estiraron casi hasta los tres años su vida en directo, así que será muy interesante verles también cuando esta gira se encuentre en plena mutación que le dará el rodaje.

Como he dicho, son hasta ocho los músicos que se suben al escenario de esta gira, porque junto a los cuatro miembros fijos de la banda, les apoyan los dos hermanos Planas al bajo, percusiones y guitarras de apoyo, y dos vocalistas que, con sus coros, dan mayor cuerpo a estas canciones. Ya lo apreciamos en el propio disco, pero es que han otorgado mucho mayor peso vocal a las canciones de este “Hotel Morgan” y eso les hace crecer, armando con mayor solidez unas canciones ya de por sí fantásticas. Carolina García y Alejandro Ovejero se encargan de esta tarea que nos deleita y deja con la boca abierta, casando con la personal voz de Nina a la perfección. De hecho, os puede ocurrir como a mí, que os dejéis llevar por sus armonías y os perdáis en ellas en más de una ocasión durante el concierto. Algunos se estarán preguntando si Alejandro Ovejero es el mismo Ove que comenzó con el grupo y que se apeó del mismo tras la gira de su segundo trabajo para dedicarse a la apicultura. Pues sí, no se equivocan, es el mismo Ove que antes fuera bajista del grupo, y menudo potencial guardaba en su voz. De hecho, acaba de presentar un disco bajo su propio nombre en el que se pone frente al micro y nos lleva por terrenos cercanos a la canción de autor más cálida. Así que Ove ha vuelto al redil, ahora como músico de apoyo, pero unido a los suyos, al fin y al cabo.

Tras el sugerente inicio blues, continuaron las armonías delicadas de “Delta”, canción que abre su último disco de forma magistral y que aquí también acometieron en círculo como una prolongación de la anteriormente citada. Ya con todos los músicos en sus puestos afrontaron “Error 406” (imposible acostumbrarme a estos títulos cuando lo que me sugiere la canción es ese “Bad Human” tantas veces repetido). Las voces, reforzadas por los coros protagonistas en todo momento, condujeron el tema junto al wah wah de Paco López, increíble guitarrista que define de por sí el sonido de esta banda, y que, sin ninguna duda, es cada vez más personal y reconocible entre la oferta musical de nuestro país. Uno de nuestros mejores bastiones del rock.

A estas alturas podemos olvidar ese apelativo referido a Morgan como un grupo que imita cierto sonido o banda para definir su estilo. No es nada apropiado. Morgan suenan ya a ellos mismos, a la banda añeja que toda escena quisiera tener y que, en este caso, es una maravillosa realidad. “El Jimador”, con Nina agarrando con cierto pudor la pandereta, permitió que Paco se luciese de nuevo con su Les Paul, bajando las revoluciones en el arranque de “Pyra” que, como su nombre indica, se vuelve incendiaria desde su estribillo. Hasta este momento, cinco canciones y todas de su último disco, aunque “Paranoid Fall” nos llevó a la primera parada en su reciente pasado con su característica potencia derrochada por doquier, con Ekain Elorza haciendo vibrar las butacas de todos los presentes con su intensa pegada. Tanto es así, que hasta perdimos algunos matices de la voz de Nina.

“Oh Oh” y “Attempting” continuaron agarrándose a sus inicios, con “Chuches” en esta última haciendo virguerías con el órgano, desembocando en una de sus obras cumbre, la floydiana “Alone”, en la que Paco cantó la segunda estrofa. Ya que no se atrevió a hacerlo con “Jon & Julia” él solo, como en el disco, nos dejó este pequeño guiño vocal y algún otro más puntual a lo largo del concierto. Por su parte, Nina se apropió del centro del escenario cada vez más tiempo. Si antes se parapetaba detrás de su piano, protegiéndose así del exterior debido a su timidez, ahora toma las riendas en medio de las tablas en muchas ocasiones, cantando sin instrumentos a los que agarrarse y derrochando su carisma sin tapujos. Porque sí, también ha mejorado mucho a la hora de presentar sus “temitas”, como ella misma los llama. No ha perdido esa espontaneidad casi infantil que nos encanta, pero a la vez tiene un discurso más seguro sin olvidarse de ese sentido del humor que caracteriza sus intervenciones. Eso, más que perderlo, lo ha ido potenciando con el tiempo, y así pudimos percibirlo el pasado sábado. Aunque ahora podría decirse que esa espontaneidad está más preparada o controlada. Ha perdido el miedo, pero sigue queriendo hacernos ver que lo suyo, más que las palabras que las presentan, son las canciones en sí mismas, las que no requieren ninguna presentación, como ocurre con la brillante “1838”, que no sabemos muy bien de dónde toma ese título, o “Cruel”, potente y a la vez cercana, derrochando nuevamente camaradería entre sus intérpretes, que apoyan con sus palmas desde el centro del escenario el groove de una canción tan fresca como adictiva.

“River” nos sumergió una vez más en su característica versión del blues del Delta del Mississippi con el majestuoso solo de piano de David Schulthess, y “Praying” desató la participación del público en esas vueltas de estribillo que van creciendo con los “oh oh oh” que nos pidió Nina que nos encargáramos de hacer. Como en cada concierto, “Home” vino precedida de un majestuoso solo de guitarra de Paco López. Esta vez no emuló a su ídolo David Gilmour, pero nos llevó, junto a “Chuches”, a recorrer un extracto de la partitura de la estratosférica película “Interestellar”. Podrían haber sido Gilmour y Wright mano a mano, pero eran realmente los portentosos músicos de Morgan, que nos estremecieron una vez más antes de afrontar su canción más redonda, el eterno hogar al que regresar, ese “Home” al que tanto le deben. Seguidamente se enfrentaron al tema que más nos sorprendió cuando escuchamos este nuevo disco que venían a presentar. Una canción dividida en partes e intensidades que consigue hacernos flotar y cuya interpretación en directo estaba deseando presenciar para descubrir todo su potencial. Me estoy refiriendo a “Radio”. Hay canciones que crecen en directo, pero pudimos observar que ésta se mantuvo más pausada todo el tiempo, sin los sobresaltos con los que nos sorprendía en su versión original. Quizá le falte rodaje, aunque en su tercer acto consiguió ganar altura justo antes de que Nina se abrazara a Paco, su autor, al que agradeció el gran regalo que brindó al grupo con este “temazo” que, en sus propias palabras, le hará “perder años de vida” por la exigencia en su interpretación. Toda una muestra de que en la entrega de los miembros de este grupo no hay límites, como apuntaba al principio. Darán siempre lo que sea necesario para engrandecer sus obras, algo que también ocurre cada vez que brota el swing de “Another Road (Gettin’ Ready)”, canción que se alargó con solos de casi todos los instrumentos. Con un bajo por momentos casi en la línea de “Another one bites the dust”, con los dedos mágicos de “Chuches” una vez más al teclado, y con la percusión para reforzar el cierre, no sin antes marcar una línea discotequera a los coros y una improvisación a las voces del propio Paco, poniendo todo el jugo al servicio de esta canción, con la que cerraban antes de los bises recibiendo una generosísima y merecida ovación.

Nina regresó descalza y muy agradecida, confesando que nos regalaba “Volver” porque el resto del grupo sabía lo especial que era para sus seguidores. Una canción que siempre eriza la piel y conmueve, y en la que Nina no puede ser más contundente. Sola a piano y voz, como más hiere con sus palabras y a la vez más cura con su semblanza. Imposible no seguir rindiéndose ante ella. No dejes nunca de cantárnosla al oído, Nina. Algo similar a lo que ocurre con “Sargento de Hierro”, pero ésta ya con toda la banda bien empastada. “Final” echó el cierre del telón, ese que contaba con los neones del nombre del grupo presidiendo su particular “Hotel”. Nos la ofrecieron mucho más larga que en su versión original, que también cierra el disco, pero sin perder esa guitarra tan cruda (con Paco López transmutado en Jack White) y aumentando la potencia y el desgarro vocal que la define. Intensa y fulminante. Nina aprovechó para presentar a toda la banda mientras el crescendo final del tema bullía, algo que no dejó que escucháramos con claridad las flores que iba soltando a sus compañeros, pero a pesar de ello aplaudimos sin parar agradecidos de contar con esos fabulosos músicos que habían hecho magia en las tablas del auditorio.

No sabemos si Morgan han tocado techo. Si este disco es lo más cerca que estarán de alcanzar su pedacito de cielo. Pero lo que está claro es que siguen arriba, en un crecimiento sólido e imparable. Son indispensables y, haciendo referencia al camino que acaban de empezar a recorrer, estamos encantados de residir temporalmente en su acogedor hotel. Confirmo mi reserva en él hasta nueva orden.

Memocracia: “Ha habido un cambio de estética en la banda con este disco”


Por: Javier González. 

Los integrantes de Memocracia llevan por bandera la valentía. Algo que vienen demostrando desde hace tiempo, ya sea editando discos autónomamente, girando de forma independiente o buscándose la vida desde diversas acciones relacionados con la música, como muestran con la organización de conciertos con otros compañeros de profesión. Y lo han hecho siempre luchando con mucha ilusión y tesón, buscando dignificar su carrera musical defendida con orgullo de manera autogestionaria desde su provincia natal, Burgos

En cierta manera todo ello lo reflejan ahora en su nuevo EP, “Rabia & Ternura”, en el mismo la banda muestra una mayor madurez, tanto en lo relativo a las letras, donde estos todavía  jóvenes reflejan su particular visión de la llegada al mundo adulto con los sinsabores que ello conlleva, como en lo tocante a unas sonoridades de las que dicen sentirse plenamente orgullosos al haber podido plasmar las referencias que tenían en su cabeza, marcando una muesca en su trayectoria que parece ser más bien un punto de partida realmente interesante que pretenden seguir explorando en un futuro al que miran con fuerzas renovadas.

Hace unas semanas se editó vuestro nuevo Ep, “Rabia & Ternura”. ¿Qué sensaciones tenéis en el seno de la banda tras soltar por fin al público el nuevo material? 

Gabriel: Teníamos muchas ganas. Empezamos a trabajar las canciones a principio de 2023, grabamos en febrero de 2024 y por fin hemos podido sacarlo. Lo primero que sentimos es alivio, ya está fuera, podemos pasar al siguiente capítulo. Y también por otra parte sentimos ganas, ilusión y alegría porque las canciones están fuera, ya las tiene la gente. Al final, ha habido un cambio de estética en la banda, había ganas de que saliera y que la gente pudiera entender este trabajo que hemos hecho en las sombras sin que nadie lo supiera más allá de nuestro círculo cercano. Mucho alivio por estar fuera y alegría porque comprobamos que la gente aprecia que suena muy bien. 

Es curioso, la trayectoria de la banda cuenta con varios trabajos a sus espaldas y hasta con un disco en directo, sin embargo, escuchando estas nuevas canciones me ha dado la sensación de que se inicia una nueva etapa en el seno de Memocracia. ¿Estáis de acuerdo con la afirmación? 

Gabriel: Sí, sí, rotundamente sí. Hemos dibujado muchos horizontes en la banda. Empezamos con 16 años, sin saber tocar, hemos ido aprendiendo a medida que la banda ha avanzado. Hemos mezclado cosas, abarcando mucho, con este trabajo marcamos una dirección de sonido. Para mí es un nuevo comienzo de Memocracia que va a marcar los futuros trabajos que hagamos. Son muchas las vueltas de tuerca que proponéis, si os parece lo vamos comentando poco a poco. Arrancaremos por lo relativo al sonido, donde personalmente creo que venís unas sonoridades más cercanas a Platero y Tú, Extremoduro y Marea, hasta desembocar en algo que me ha parecido más cercano a bandas más cercanas a esta generación como Biznaga. 

Personalmente, hablaría de una modernización del mismo, sigue habiendo un rock potente, aguerrido y cañero, pero creo que habéis cambiado el enfoque. ¿Qué os parece la afirmación? 

Gabriel: Siempre hemos ido más a lo americano, Fugazi o Green Day. Los trabajos anteriores muestran que no sabíamos muy bien qué era el sonido, un ampli o cómo hacer sonar la batería con más o menos aire. Todo lo hemos aprendido a base de golpes, sin nadie que nos enseñara los matices. Sabíamos dónde queríamos ir, pero no cómo, y es cierto que quizás nos quedaba un sonido más cercano al “Viña Rock”. Íbamos tirando y aprendiendo. Ahora, con lo aprendido, y tras haber grabado en Ultramarinos con Santi García, donde han ido bandas de las que nos gustaba su sonido, todo ha quedado más centrado. Buscábamos que hubiera pegada, pero sin apenas producción. Nos gustan bandas como Cala Vento, Viva Belgrado y Bizgana, son influencias claras. A nivel de sonido nos sentimos cercanos. Es cien por cien lo que has dicho. 

“Cada canción ha sido tratada de forma distinta para que tuvieran profundidad” 

También veo un paso más en lo relativo a la producción, donde el sonido sigue siendo potente, pero mucho más conseguido, sinuoso y con matices que dotan de profundidad a las canciones. ¿Era una premisa de partida antes de arrancar la grabación ir más allá en lo sonoro? 

Gabriel: Nos hemos vuelto muy locos, ha sido un proceso de aprendizaje muy intenso. Grabamos las canciones ocho veces antes de llegar al estudio, probando efectos y dando mil vueltas a todo. Allí en el estudio nos volvíamos locos con las guitarras y bajos dándoles muchas vueltas. Era obsesiva la búsqueda para conseguir texturas que fueran con la canción. Cada tema está tratado al detalle, buscando que sonasen distintos y que tuvieran profundidad. Hemos volcado los aprendizajes en baterías, guitarras y pedales. Fue muy intenso. 

Y, por último, creo que siempre habéis buscado tener una voz propia en las letras que escribíais, pero observo que ahora son mucho más urbanas y callejeras, quizás con menos metáforas y buscando una primera persona plural. ¿Qué os ha impulsado a dar esta vuelta de tuerca? 

Gabriel: ¡Hostias, has estudiado! Estás dando en el clavo EN todo. Es increíble. Literalmente es lo que hemos buscado. Antes sentíamos que molaba mucho el rollo de las letras, hablaba de nuestro grupo de amigos, problemas y aventuras. Cuando éramos más jóvenes veíamos las cosas de forma más inocente, ahora hemos buscado adaptar unas letras cerradas y darles la vuelta para que la gente las entendiera y se sintiera identificado. Hablar desde el yo, nuestras movidas, pero que la gente entendiera. Ha sido un proceso complicado porque siempre hemos estado muy encerrados en nuestra burbuja, hemos tenido que salir. 

“Queríamos mostrar el paso de la edad joven a la adulta” 

Hagamos parada en lo tocante a las letras, “No soy un Chaval”, “Nerviosos por Nacimiento” y “Ocho Horas”, nos hablan de una angustia existencial, mostrando la crudeza de unos días inciertos. 

Gabriel: Siempre hemos sido muy nerviosos e impulsivos, pero con la edad vas madurando. Teníamos la sensación de estar a mil cosas y no llegar a todo. Coincide que hemos acabamos la universidad al empezar a componer estas canciones. Tocaba buscar trabajo y piso, teniendo que pagar todos los gastos tú, encajando la realidad del grupo y el cansancio que provoca. Hay veces que se hacen jornadas de quince horas. Siempre mostramos lo que vivimos en las letras y lo que sentimos. No hacemos letras de amor para ver si funcionan. “No soy un Chaval” habla de nuestras sensaciones, al haber empezado tan jóvenes nos hemos encontrado situaciones donde se nos ha juzgado y menospreciado, cosa que nos tocaba la polla. No éramos unos descerebrados, éramos profesionales y queríamos hacer un tema que hablara de eso porque hay gente a la que la juzgan por ser mujer o ser joven. No es que estemos amargados en nuestra vida todo el día, pero sí queríamos mostrar el paso de la edad joven a la adulta. 

En “Nerviosos por Nacimiento”, donde os ponéis en la piel de los mejores Lagartija Nick, decís “normalizando adicciones” y “los artistas ya no cobran” que es una de las frases más potentes que he escuchado. ¿De dónde surgen? 

Gabriel: Los buenos artistas buscan una imagen mental, un concepto más abstracto. Ha sido un trabajo muy loco. Teníamos un drive, cada uno iba rellenando con frases de distintos colores. Somos mente colmena y nos tomamos las letras muy en serio. Queríamos que nos reflejara como banda y que tuvieran sentido, luego ya sabes que escribir en castellano es complicado a veces. Estamos muy orgullosos del trabajo realizado porque hay letras e imágenes interesantes.

“El Barto” muestra otro enfoque, donde se aboga por disfrutar pese a las dificultades, con referencia a la “Wurlli” y totalmente urbanas, sorprendente para unos tipos que venían de ser adalidades del punk rural… 

Gabriel: Abres un melón. Mi padre es agricultor, lleva cuarenta años trabajando aquí en el pueblo. Yo estudié psicología, pero llevo trabajando cuatro años en el campo también. Tenemos aquí casa para ensayar y un montón de espacio para hacer vídeos y generar contenidos. En la provincia de Burgos hemos tenido un papel importante en generar eventos, no solo para nosotros, también para otras bandas, lo que ha generado que se nos de una imagen de “salvadores” del rollo rural, pero nunca nos ha gustado mucho. Tenemos influencias de bandas americanas y tocamos en muchos lugares fuera de aquí. Lo digo por aclarar el tema, ya que a veces la prensa pone cosas que no son reales. Eso sí, tenemos mucha vinculación con el pueblo, tiene muchas ventajas vivir aquí, e inclusive hemos montado un estudio en mi casa. 

Cerráis con “Ocho Horas”, donde habláis de buscar sentiros bien y fíjate, se muestra una especie de cierre de círculo, hablando de las ocho horas del trabajo y de ovejas, sonando de nuevo cercanos a Kutxi Romero de Marea y a Dinero… 

Gabriel: La cabra tira al monte. Es algo que ha salido muy orgánico. Lo compusimos de atrás hacia adelante. La última parte nos gustaba mucho, pero no nos encajaba con el estribillo y estrofa. Nos quedó un poco Berri Txarrak, un grupo de referencia por cómo han hecho las cosas a lo largo de su trayectoria. Cierra muy bien el disco. Nos gusta dejar claro que vamos a seguir adelante y que siempre hay esperanza si trabajas y te esfuerzas. Si sigues adelante las cosas mejorarán. Es un concepto que hemos tenido de esperanza y de que las cosas mejorarán. Nosotros curramos mucho, pero seguimos en el barro, muy paso a paso. Es un mensaje para nosotros que la gente va a sentir como propio. Todo es mejor si vas poniendo un granito de arena día a día. 

¿Cuál fue la reacción en el estudio al terminar de grabar y escuchar la mezcla final? ¿Con qué cara de Memocracia os sentís más representados? 

Gabriel: Pelos de punta y llorar. Siempre hemos querido sonar así. Este equilibrio de orgánico y que las guitarras y voz se oigan. Llevamos mucho tiempo buscándolo y tenerlo fue como “bien chavales”. Estamos muy orgullosos y contentos. Santi García ha tocado los temas, pero ya venían bien hechos de casa. Muchas bandas contratan productores y gente que les haga canciones, no es nuestro caso. Ahora tenemos una estructura mayor, hay un mánager y está Tali llevándonos la comunicación. Ver las canciones y estar contentos con ellas es una pasada. Siempre se puede mejorar, claro está, pero la sensación es de estar orgullosos con los cambios. 

¿Qué planes tenéis para la gira de presentación del álbum?

Gabriel: Tocar en todos los lados que nos dejen ir, tenemos bastantes fechas cerradas. Vamos a ir a París, será la primera experiencia internacional de Memocracia. 

¿Actualmente podéis vivir de la música? 

Gabriel: Hay bandas que están evidenciando que haciendo un género más rock como Biznaga y Cala Vento se puede vivir. Es complicado, hay que ir poco a poco, haciendo las cosas bien. En diez años hemos atravesado un montón de etapas, los primeros años estábamos fuera de la industria, ensayábamos y no hacíamos caso a nadie. Hemos ido aprendiendo. Nos da pena tener que estar todo el rato en redes, pero es lo que hay. Creemos que podemos llegar a un punto para vivir de esto, no depende de nosotros. Vamos reinvirtiendo todo en el proyecto, en estos diez años no hemos sacado nada. Siempre tratamos de tener el mejor productor posible, hacer las mejores posibles, grabar unos buenos videoclips… tratar de estar con los mejores y tocar, tocar y tocar. Veremos qué pasa. Hay que tener cuidado con las expectativas porque luego vienen las hostias gordas. En estos años hemos aprendido a gestionarlo. 

¿Cómo está siendo la reacción de la gente ante el cambio que habéis dado? 

Gabriel: Con este nuevo trabajo hemos sentido que la gente lo ha entendido. Se entiende mejor el mensaje, pueden sentirse identificados. Tanto el sonido como la estética de los videoclips se han valorado. Mucha gente dice que los videoclips no se ven, pero a nosotros nos han permitido ir muchos más allá. La respuesta es que el trabajo ha merecido la pena, si estuviéramos en una multi hubiéramos conectado con más gente, pero dentro de nuestras posibilidades y tras el currazo que se ha dado Tali, que se lo ha trabajo que flipas para movernos, hemos llegado a más gente. En los conciertos mola tocar los nuevos temas, hay un cambio de pegada, nos lo dicen colegas veteranos. Hay un proceso de cambio en la banda que no termina con este Ep, será también patente en lo nuevo que vamos a grabar de cara a finales del próximo año. 

Pues por mi parte es todo, Gabriel. Es un placer saber que hay gente tan valiente, talentosa y autogestionaria como Memocracia. 

Gabriel: He estado muy a gusto. Eres un crack. Lo llevas muy bien preparado. Un abrazo grande.