Neil Young: Velando por el planeta


Place des Palais, Bruselas (Bélgica). Lunes, 30 de junio del 2025. 

Texto y fotografías: Álex Fraile. 

Decenas de personas se arremolinaban a las cuatro de la tarde en las inmediaciones del Palacio de Real de Bruselas, desafiando una calor y humedad impropias de estos lares. Caprichos del cambio climático, pero la canícula hace demasiado que dejó de ser patrimonio del sur de Europa. Los turistas decidieron esfumarse, pero ahí estaban ellos, jugando con fuego con tal de honrar a su monarca. 

De repente se escucharon unos sentidos vítores de pleitesía y admiración: “¡Neil! ¡Neil! ¡Neil!”. Su realeza iba a lo suyo, ávido de poner pies en polvorosa para descansar antes del baño de masas que a buen seguro recibiría una vez entrada la noche. “¡Neil, we love you!”, exclamó un peregrino venido del más allá. El profeta sonrió con cierta desidia para acto seguido dirigirse a la parte central del escenario donde le esperaba su sequito. Fueron suficientes un par de indicaciones – Check! Check! – para dar por finalizada la prueba de sonido. Todo parecía listo para el sexto concierto de la gira "Love Earth" que desde mediados de junio trae de vuelta por la carretera a Neil Young y a sus nuevos compinches de aventura: The Chrome Hearts. Una gira que llevará a leyenda canadiense por media Europa – ni que decir tiene que España nunca perteneció a dicho continente – antes de dar el salto a Estados Unidos, ya entrado agosto.

La expectación en las primeras filas no cesaba de crecer a medida que se acercaba el momento de la verdad. Francesas, italianos, españoles, norteamericanas, belgas, holandeses… nadie se quería perder la parada real en Bruselas. Una fecha marcada en rojo en el calendario de los más fieles dada la proximidad al resto de ciudades de la gira. De tanto en tanto, el personal de seguridad se esforzaba para hidratar al público. Algunas almas andaban al borde del desmayo fruto de la emoción o siendo rigurosos del calor inmisericorde que reinaba sobre la capital belga a esas horas.

Sin apenas tiempo para frotarse los ojos, ahí estaba él. Dominando la escena con sus andares desgarbados y esa inquebrantable sensación de seguridad, sabedor de su capacidad de embrujo. Ataviado con gorra de camionero, camisa de franela abierta y una camiseta negra descolorida con el símbolo de una hoja de arce canadiense en el pecho, dista mucho de parecerse a una glamourosa estrella del firmamento musical. Ni falta que hace. Neil trasciende cualquier convencionalismo. Privilegios de las leyendas. Solo necesita una armónica y una vetusta guitarra acústica para obrar el milagro. Basta con que sus rugosos dedos rasquen las cuerdas para que los primeros acordes de ‘Sugar Mountain’ y su suave voz perforen el corazón. Una voz firme e inalterable que cautiva y provoca una eterna sensación de felicidad, de profunda relajación.

Acto seguido aparecieron sus compañeros de viaje: The Chrome Hearts. Una banda que mantiene la esencia de Promise of the Real con la incorporación para la ocasión de Spooner Oldham, legendario organista de Muscle Shoals.Neil Young lleva años inmerso en su propia cruzada contra el mundo. Denunciando a las grandes corporaciones, promoviendo el comercio sostenible, ayudando a los granjeros y en definitiva haciendo lo que le da la gana, aunque bajo una misma premisa. Amar a la tierra. Justamente, esas dos palabras, escritas bien grande en inglés – Love Earth – presiden el fondo del escenario junto a un dibujo del globo terráqueo y un pequeño corazón que irradia rayos de luz. No necesita más artificios para captar la atención. Prosiguió, exhortando a salvar el planeta con ese alegato eléctrico que es "Be the Rain". El primer corte de la noche de la olvidada ópera rock - ecologista que fue en su día "Greendale".

La banda sonaba compacta, rebosante de energía y guiada en todo momento por un Neil Young chamánico. En ocasiones oscuro, en otro rabioso. Parece desencantado visto la situación actual. ¿Quién no lo está? La música es su liberación y, pertrechado con su guitarra eléctrica, desplegó crudas dosis de rock and roll. Sin rodeos, sin tregua. Así avanzó la noche con trallazos eléctricos como "Fuckin’Up", "When You Dance I Can Really Love" o una hipnótica "Hey Hey, My My (Into The Black)".

El directo representa su hábitat natural. Ahí reluce su doble personalidad, igual de indisoluble como fascinante. Ya sea en modo Doctor Jekyll o Míster Hyde. Dulce o agresivo. Intimista o distante. Apaciguador o destructivo. Neil Young es un ser bipolar de manual. Tras la tempestad llegó la calma. Interpretó en solitario esa oda a las amistades pérdidas y a los efectos de las drogas llamada "The Needle And The Damage Done". La melancolía se apoderó de Bruselas cuando la banda al completo interpretó ‘Harvest Moon’. Aprovechando que el público tenía la guardia baja, llegó el momento de caer rendido del todo con "Looking Forward". Una canción rescatada del repertorio de Crosby, Stills, Nash & Young que emociona hasta el dolor e incluso provocó alguna que otra lágrima.

Se cumplió el pronóstico meteorológico y volvió a desatarse la tormenta eléctrica. "Sun Green" sonó un tanto psicodélica con Young rindiendo tributo al activismo ecológico. La banda parecía desatada, perfectamente engrasada, adentrándose en el territorio de la improvisación con Corey McCormick saltando al bajo, Anthony LoGerfo manejando los tempos a la batería y con Micah Nelson dejando a un lado la guitarra en "Like a Hurricane" para tocar un sintetizador que desciende misteriosamente del cielo. Entre tanto, el verdadero protagonista seguía a lo suyo. Desatado, entregando su cuerpo y alma bajo un calor tropical. Derrochando maestría y disparando como los viejos tiempos con su fiel Old Black.

Otra de las sorpresas de estos primeros conciertos de la gira no es otra que "Name of Love". Un tema menor de CSNY que luce en directo con Neil al órgano cantando con cierta amargura eso de “Can you do it in the name of Love”. La proclama antibélica deja paso al joven que se mostraba honrado por tener un rancho pero que, como todo el mundo, necesitaba un poco de amor. Un tipo normal, a fin de cuentas. El tiempo pasa inexorablemente y ahora ‘Old Man’ cobra para cada uno significados distintos pero lo que permanece casi inalterable es la voz de Young. Una voz majestuosa que con los años torna sedosa e hipnótica.

Llegaba la hora de las despedidas, del hasta luego. No obstante, las primeras filas estaban pobladas de fieles adeptos dispuestos a recorrer Europa para loar a Young. Fuese como fuese abandonó el escenario como cabía de esperar. Desatado y haciendo lo que más le gusta: rockanrolear por un mundo libre. Tal como comentaba un fiel seguidor: “De muy buena mala vibra”. Mientras el público abandonaba la explanada real resultaba inevitable pellizcarse y agradecer que Young siga en la brecha. En plena forma. Velando por nuestras almas y por el planeta. Todo bajo la atenta mirada de la luna menguante, testigo privilegiado de un sueño de una noche de verano. La gira continua. Nos vemos en la carretera.

Pablopablo: “Canciones en Mi”


Por: Javier Capapé. 

Las comparaciones son odiosas. E inevitables. Detrás del nombre artístico de pablopablo (así, con minúsculas y todo en uno) se esconde Pablo Drexler, hijo del conocido músico uruguayo. Y claro, es inevitable buscar referencias y comparar. Ya desde la voz, que en ocasiones se va hacia la de su progenitor sin tapujos, hasta en la forma de tocar la guitarra, que es también en su caso el instrumento en el que apoya todo su universo. “Canciones en Mi” es la continuación de aquel debut de 2022 con su nombre como título que funcionó más bien como experimento. Tras él vinieron algunos singles más y la colaboración con C. Tangana en su gira “Sin Cantar ni Afinar”. “El Madrileño” le puso en el mapa, al igual que el trabajo puntual que aportó para “Tinta y Tiempo”, pero ahora definitivamente Pablo Drexler viene para mostrarse a las claras. Asume la producción de este largo y le otorga una personalidad muy marcada. Por su sonoridad y su apuesta entre la tradición y lo experimental podría llevarnos hasta Guitarricadelafuente, con el que también ha colaborado en la producción de su último disco, pero pablopablo tiene un original estilo con el que traza una fina línea de continuidad con las composiciones de su progenitor, aunque dándoles una pátina de contemporaneidad marcada por los sintes y las capas de efectos que le hacen brillar con luz propia.

El "Mi" del título de esta colección no es precisamente el de un pronombre personal que ponga al protagonista de estas canciones como centro. Es en realidad un Mi mayor, la tonalidad musical en la que están la mayoría de estas canciones, ya que Pablo Drexler se planteó hacer un disco con la versatilidad que le proporcionaba esta tonalidad, tan presente en muchas canciones. Así, y con guitarra en ristre, emprendió un reto que ha dado sus frutos en una docena de canciones con gran empaque. En algunos momentos pueden parecer frágiles, pero son más sólidas de lo que podemos creer. Incluso el tema titular, un breve instrumental con el que se abre el disco, puede aparentar irregularidad, pero brinca sobre un riff de piano que nos da pistas del juego que van a dar sus once compañeras. En ellas se impone la emoción a flor de piel. Temáticas de pérdida, desamor, dificultades y autoafirmación, pero todas desde un enfoque que apuesta más por el minimalismo que por la pomposidad. Antes hemos relacionado a pablopablo con Guitarricadelafuente, pero sería más apropiado hacerlo con Bon Iver, el proyecto tras el que se esconde el inquieto músico de Wisconsin, Justin Vernon. Muchas de estas canciones nos recuerdan a él, como puede pasarnos con “Vida nueva”, con esos efectos vocales que arropan el falsete con la que Pablo la afronta, o con “Tú te dabas cuenta?”, con esas briznas de saxo rozando el free jazz.

Desconozco si pablopablo ha sufrido todo lo que destilan estas canciones, pero en ellas hay mucho dolor a la par que una sinceridad inusitada. Nos ocurre con “Todavía”, donde se refuerza ese sufrimiento con las distorsiones que acompañan al estribillo, o con “De vez en cuando”, un lamento en forma de arpegio continuo de guitarra que sostiene todo el tiempo la canción dándole un toque de suave intensidad que nos atrapa y sumerge en su letra cristalina y doliente. Es una de las canciones más experimentales y bellas del conjunto, con varias guitarras solapadas en ese arpegio infinito y una base sintética de fondo que toma mayor cuerpo en el estribillo, cuando también entra el piano. La voz de Pablo se quiebra pero el sinte le sostiene. Podría, sin ella pretenderlo, condensar la intención global del disco. El espíritu sonoro del mismo. En esta línea experimental también se movería “Siempre te quiero a veces”, aquí mandando el piano pero sumando instrumentos que la vuelven más dura y distorsionada hasta que los arreglos de saxo y la batería marcan su largo desarrollo final.

Junto a éstas, hay otras canciones que tienen un pronto más pop, desde “Dónde estás!”, muy rítmica, pero sencilla en estructura, a “De ti”, un dueto con la artista navarra Amaia en la que las dos voces guardan su sitio pero complementándose muy bien, como si fueran dos instrumentos. Además, con Pablo es la guitarra la que está más presente y, sin embargo, al entrar Amaia toma el relevo el piano. Un auténtico acierto en producción. 

Hay más colaboraciones, como la del mexicano Clarín León en “Eso que tu llamas amor”, provista de ruidos y arreglos vocales que refuerzan su modernidad, pero sin perder su esencia acústica, haciendo acto de presencia Ralphie Choo con un recitado en la parte final que no le resta elegancia. “Ojos de Ajonjolí” cuenta con Macario Martínez en una nueva pieza delicada, que es a su vez muestra de la querencia por la canción de autor clásica, algo que tiene continuidad en “Será X Mi”, cuya guitarra española la sostiene mientras, poco a poco, van entrando contrabajo, acordeón y voces dobladas desde el estribillo. En ella predomina el minimalismo, al igual que en el tema que pone el cierre, cuyo título, “Las tuyas”, hace referencia directa a Jorge Drexler, presente hasta ahora en la forma en la que su hijo afronta la pasión por las seis cuerdas, pero que aquí queda de manifiesto en un seductor homenaje. Le ayuda en la composición el nexo de unión de ambos, Antón Álvarez, y precisamente es esta canción, la más desnuda, la que más se emparenta con el autor de “Al otro lado del río”, cual zamba de la tierra. Los versos de su estribillo lo dicen todo: “Papá, toqué mis canciones, pero no ha funcionado ninguna. La próxima vez que me llamen, me canto las tuyas”. Una declaración de intenciones que es a la vez gratitud y apuesta. No renuncia a sus raíces, pero a la vez, en todo el resto del disco, las ha hecho suyas. Las ha transformado. Porque eso es lo que nos dan estas “Canciones en Mi”, una apuesta por la canción de autor desde el prisma renovado de la generación del siglo XXI. Esto es lo que pueden y van a darnos aquellos a los que podríamos llamar “cantautores” ahora. Y la verdad es que me gusta, me atrapa y sigue conmoviéndome.

Puede que estas canciones sean el nuevo camino desde el que redefinir este género. Con una nueva generación que además tiene muy claro lo que quiere y por eso mismo lo controla desde la producción al arte unido a las redes sociales, los vídeos y el estilismo. Todo a favor de la canción, que será en Mi mayor, pero que del mismo modo consigue hacer mella en “mí”.

DelRío: "La clave es mantener la ilusión juvenil desde la perspectiva que da la madurez"


Por: Kepa Arbizu. 

David DelRío, quien cede su apellido para dar nombre al proyecto musical que le define, pertenece a esa estirpe heredera de los tradicionales "songwriters", una categoría que incluiría por igual a Dylan, Tom Petty o Quique González. Una condición avalada por sus canciones que si bien nunca se han desprendido de ese identificativa delicadeza melódica cada vez se han escorado más, sin sobresaltos ni zambullidas repentinas, a las raíces americanas. Un espacio que alcanza su esplendor con un nuevo trabajo, "Jerseys & tejanos", sumergido en un halo melancólico que recorre y recoge aquella vieja pasión que llevaba a nuestro protagonista a postrarse y suspirar por los discos que veía en las tiendas. 

Una búsqueda de ese espíritu primigenio que descansa en un repertorio de elasticidad estilística y hecho de la materia orgánica que dicta el canon roquero. Pequeños relatos intimistas que configuran un álbum sigiloso pero emotivo, resultado de un diálogo sincero que toma destino hacia unas exquisitas canciones sobre las que hablamos con su autor. 

Los discos suelen tener un tema que encapsula el concepto global de dicho disco, “Veracruz” parece un perfecto resumen del espíritu melancólico que inunda el álbum con ese verso de “mi cargamento de tristezas y una puesta de sol”...

David DelRío: Sí, tal vez sea algo que atraviesa varias de las canciones de este trabajo. Cuando empecé a plantearme la grabación de estos temas no tenía claro un hilo común entre ellos, al menos no de forma tan clara como en otros trabajos anteriores. Pero cuando lo acabamos y lo iba escuchando durante las mezclas sí que iba percibiéndolo. Es curioso que "Veracruz" fue la canción que grabamos el primer día de estudio, así que igual es verdad que nos marcó el camino. 

Son varios los acentos nostálgicos con que se expresa el disco, uno principal es el que alude a la infancia, a los primeros y excitantes descubrimientos musicales, ¿es un homenaje a esos tiempos o son el resultado de un momento personal en el que te veías necesitado de recuperar ese instinto primigenio? 

David DelRío:  Hay un poco de ambas cosas. Por un lado nacen de un momento vital en el que sentía la necesidad de preguntarme qué queda de aquella esencia en mí, buscaba un chispazo en el motor que me hiciera seguir en esto y acabar de escribir este trabajo. Aquellos fuegos artificiales de las primeras veces son irrepetibles, pero algo permanece, y ahí está un poco la clave: mantener la ilusión juvenil desde la perspectiva que da la madurez. Así que por ese ranura se cuela el homenaje a aquellos tiempos. 

Probablemente éste sea tu disco más ligado a la tradición americana y con un formato muy orgánico, ¿sientes que cada vez te sientes más identificado y ligado con este tipo de sonoridades a la hora de componer? 

David DelRío: Siempre he tenido muy presente esas influencias en mi trayectoria, pero con el paso de los años las he ido afianzando más de forma natural. Es todo parte de un proceso de crecimiento. A veces, sin ser muy conscientes, cada trabajo nuevo ya está empezando en el anterior. Por ejemplo, sin "Alce, Indio" no hubiera existido "Jersey & Tejanos". En aquel ya había una alta dosis de esas características desde la composición hasta los arreglos.

El rock clásico siempre ha estado en continuo conflicto con la llegada de nuevas modas, usos y costumbres, predicando sobre que cualquier tiempo pasado fue mejor, ¿de qué manera sientes que tu concepto musical convive con el contexto actual? 

David DelRío:  Pues aunque desde un punto de vista más comercial o popular el rock haya vivido en el pasado sus décadas de gloria, igual tampoco es tan negativo esa vuelta a las trincheras, donde vuelva a primar el verdadero amor por el oficio de las canciones sin tanta pretensión de éxito inmediato. Evidentemente lo difícil es buscar ese equilibrio, nadie quiere perderlo todo por el camino invirtiendo en su proyecto. Yo hace tiempo que rompí esa balanza y sigo escribiendo y publicando por mera necesidad vital, "la ganancia de la pérdida" que decía aquel. 

Pese a todo ese clasicismo y herencia de la “vieja escuela” que conlleva tu sonido, sigues recurriendo  a la producción de Germán Mingote , miembro de Puño Dragón, una banda que ha sabido a la perfección aunar el pasado y presente en su concepto, ¿hasta qué punto te ha aportado una mirada actual su presencia? 

David DelRío: Germán Mingote es el productor de mis últimos cuatro trabajos. Comenzamos a colaborar hace ocho años y ha sido la persona más importante en mi trayectoria, ayudándome en cada paso, incluso acudiendo a mi rescate en los peores baches. Un tipo con una visión musical y unas capacidades diferenciales. Como bien dices, tiene el radar puesto en cosas que a mí se me escapan. Lleva dentro todo lo bueno de los clásicos pero siempre buscando un toque de frescura que queda patente en su gran trabajo con Puño Dragón, y que extiende al resto de sus producciones sabiendo adaptarse, siempre sumando y, sobre todo, respetando la canción. 

Al mismo tiempo es un disco especialmente versátil, que va del honky tonk al rock and roll pasando por el blues o el folk evocador, acentos algunos poco o nada presentes en tu carrera y que sin embargo abordas desde ese ya identificativo tono tuyo tan sutil y melódico, ¿hubo un ejercicio porque esa heterodoxia no desnaturalizara tu personalidad? 

David DelRío:  Sí que ha habido esa intención de explorar territorios intransitados en mi carrera, de dar una vuelta de tuerca a algunas canciones que ya tenía escritas. Esto es importante, es decir, no me dije voy a escribir un blues o un rocanrol. No es mi manera de componer, y más cuando se trata de estilos tan marcados. Yo creo que la canción es un género de por sí. Una vez la tengo puedo probar a llevarla a un sitio u otro. No todas las composiciones resisten todos los trajes, hay que saber escuchar bien lo que pide en cada momento. 

Todo eso me lleva a que el disco parece manejar más nunca que también un concepto de “banda”, aunque te presentas como un proyecto personal y hasta cierto punto individual, ¿de qué manera entiendes o se desarrolla esa unión con otros músicos?

David DelRío:  Pues, aunque el sello es de autor, en estos últimos trabajos sí que hablé mucho con Germán Mingote sobre que quería buscar un espíritu de banda, ese aire de unos tipos detrás aportando su toque y ampliando esa sensación orgánica que tanto persigo. Esto, junto a la forma de grabar que empleamos (una canción terminada por sesión), creo que es lo que da ese punto de espontaneidad y frescura que puede evocar a una banda en el garage. 

Muchas veces los músicos tienden a rechazar o a esconder las influencias que les marcan, presiento al escuchar tus canciones que no pretenden eso, casi diría que lo contrario, ¿a la hora de componer desechas o rechazas canciones que de manera insospechada puedan acercarse sonoramente a las de otros músicos? 

David DelRío:  No, para nada. Y en este trabajo hasta en la portada se pueden observar muchas de esas influencias, desde el título que hace referencia a New Jersey o Texas, hasta el diseño de la tienda con varios discos que me fueron marcando. Todos somos deudores, hay un camino que empezaron otros mucho antes, yo sólo trato de seguirlo de alguna manera, siempre de forma honesta y natural y con la canción por bandera. Sin canción no hay nada. 

De hecho en este disco versionas y adaptas el tema de de Justin Townes Earle “Christchurch woman" para dar forma a “Esperando a alguien”. ¿Qué tiene de especial para ti dicho tema para ser la primera vez que incluyes un tema ajeno? 

David DelRío:  Soy un gran admirador de la obra de Justin Townes Earle, también de la visión que tenía de la tarea de un escritor de canciones y de su compromiso con el oficio. Cuando falleció fue un golpe. Es increíble cómo podemos llegar a conectar con una persona sin conocerla más allá de su música. Le escribí una canción homenaje en el anterior trabajo, "Para JT", y éste me decidí a grabar una de mis canciones favoritas. La elegí porque, además, me sentía muy cómodo y esa onda Tom Waits que también tiene la original me parecía muy interesante para trabajar. 

Para alguien que mima tanto sus letras y busca, y creo encuentra, una forma lírica muy atinada de reflejar su interior, ¿es complicado usar la letra, y por lo tanto las emociones, de otra persona, o al final se trata de recoger el sentimiento universal que hay en ellas y hacerlo propio? 

David DelRío:  Muchas gracias por esta apreciación, porque para mí la lírica es la base. Sobre ella voy construyendo la canción. Y en cuanto a tomar o adaptar una letra ajena creo que se trata de lo segundo que dices. Una vez César Pop me dijo que al final no es tan relevante quién escribió la canción, si no que sea cantada. 

Acostumbrados a que muchas colaboraciones en algunos discos supongan poco artísticamente, en este caso la presencia de Nadia Álvarez o Alfredo García, por ejemplo, creo que se implican mucho y bien con el carácter propio de las canciones en las que aparecen, ¿buscaste nombres que creías podrían aportar a ciertas canciones aquello que tú no alcanzabas?

David DelRío:  Te agradezco mucho esa opinión porque es así como yo entiendo las colaboraciones. Para mí tienen lugar cuando hay en ellas un sentido real que tiene que ver solamente con la canción. Tanto Nadia como Alfredo lo entienden también así, como buenos compositores que son. Fue un placer enorme contar con ellos y con el resto de colaboradores del disco, les admiro desde hace mucho tiempo. Para mí, hay pocas cosas mejores que escuchar tu canción en otras voces distintas, y ver cómo la hacen crecer y ensancharse. 

Hay un par de temas, como “Accidente en el aserradero” y “Clase trabajadora” que se acercan a ese tono social a través de la mirada hacia el individuo cotidiano que lucha contra su espectro laboral, ¿además de musicalmente, esos clásicos songwriters también te han marcado en esa forma que tenían de relatar la vida de esos personajes “poco ilustres”? 

David DelRío:  Sí, mucho. Y cada vez me adentro más en esos autores que son capaces de narrar con tanta destreza y brillantez lo cotidiano, describiendo situaciones y sentimientos con los que conecto plenamente. Se me vienen a la cabeza trabajos de Chris Knight, John Prine, Steve Earle o la propia Lucinda Williams. En este par de canciones no hago otra cosa que plasmar algunas reflexiones desde mi experiencia personal laboral saltando de un trabajo a otro para sobrevivir desde que tenía 22 años. 

En “Clase trabajadora” hablas de esa pérdida de conciencia colectiva, de pertenencia a una clase, ¿una de las mejores formas de desactivar una lucha común es hacernos creer que no pertenecemos a esa clase trabajadora? 

Esta canción la empecé a escribir tras varias lecturas sobre el tema, especialmente "La trampa de la diversidad" de Daniel Bernabé. Un libro ya de 2016 que da, bajo mi punto de vista, en la diana del asunto. El movimiento se ha ido desconectando y disolviendo, muy descuidado por los partidos que tradicionalmente lo apoyaban y se han arrojado en manos del neoliberalismo salvaje y una serie de causas, muchas nobles, que a veces dividen y distraen al individuo. 

Por primera vez has decidido sacar el disco en formato vinilo, y es más, editarlo de momento exclusivamente en formato físico, pese al riesgo que ello conlleva, ¿es una declaración de intenciones en cuanto a la búsqueda de revalorizar el concepto de álbum frente a la escucha atomizada que se estila ahora? 

David DelRío:  Es toda una declaración, por supuesto. Comprendo los tiempos actuales y los ritmos salvajes de consumo, pero no los comparto en absoluto. Para empezar porque vengo de la cultura de los álbumes, que es donde más aprecio el desarrollo y mensaje de cada artista. Así que por eso he hecho la mayor inversión de mi carrera en grabar y editar este disco con un cuidado formato en vinilo obra del fantástico Marc Bello. Y no subirlo a plataformas en estos primeros meses es mi manera de dar la oportunidad de premiar al seguidor fiel que me apoya y va a descubrir esas canciones por primera vez como hacía yo en aquellas tardes de los noventa cuando salía con mi preciado tesoro de alguna tienda de discos de mi ciudad.

Canela Party: “2025 será un año de afianzamiento para poder implementar novedades más concretas de cara al 2026”


Por: Javier González. 
Fotografías: José Andrés Albertos.

El Canela Party es uno de esos festivales donde el espectador sabe que juega en casa. Siempre tiene un cartel sin fisuras, donde el intercambio de clásicos underground junto a suculentas novedades es marca de la casa, los precios son ajustados al milímetro, sin perder el norte ni ser prohibitivos, y no hay una sola actuación de relleno, ni mucho menos que se solape con otra, por lo que no hay que elegir, simplemente disfrutar. Si a todo ello le añadimos un ambiente más que familiar y la disparatada fiesta de disfraces que tiene lugar el día de clausura tendremos todos los elementos habituales para que el gran pitote vuelva a producirse en Torremolinos un año más. 

Fieles a nuestra cita anual, nos hemos puesto en contacto con parte de la organización, personificados en Álvaro Fernández, fundador del festival, para que nos comente un poco más de cerca las novedades implementadas de cara a la edición de este año, junto con un breve repaso a un cartelazo lleno de “imperdibles” que a buen seguro volverá a hacer enardecer a todos los fieles de un Canela Party que llegó sin hacer ruido para acabar por ganarse un huequito en nuestros corazones. 

En el horizonte se distingue ya una nueva edición del Canela Party. ¿Cómo lleváis los remates finales que entendemos siempre son una parte complicada de la programación del evento? 

Álvaro: Todo muy encaminado, pero trabajando a tope para que esta vuelva a ser otra edición en la que el público disfrute del mejor Canela posible y las bandas se vayan con la sensación de siempre: un trato impecable, buen sonido y diversión. En estos últimos años hemos conseguido diseñar el festival que queremos para artistas y asistentes, pero aún tenemos cosas que mejorar a nivel interno, por lo que estamos tratando de optimizar recursos y organizarnos mejor. 

Venimos de la edición del año pasado, que volvió a ser un éxito rotundo, en la que a buen seguro pudisteis desarrollar con mayor tranquilidad toda vuestra labor, sobre todo viniendo de la de 2023, cuando aquella infausta tormenta huracanada casi cancela la jornada del sábado. ¿Qué valoración hacéis de todo lo sucedido hace casi un año? 

Álvaro: De aquella tormenta huracanada del 2023 aún nos acordamos bastante, la verdad… En un festival tan humilde y con las cuentas tan ajustadas como el nuestro, ese parón de las barras hizo una gran mella que aún estamos saneando. En cuanto al 2024, todo fue mucho más rodado, sin ningún percance que resaltar. De nuevo, el éxito radicó en el trato al público y a los artistas, pero tenemos que seguir afinando la sostenibilidad económica del festival. Aunque el Canela empezó en el 2007, solo llevamos 3 ediciones en el nuevo formato al aire libre, por lo que el aprendizaje es constante. 

Sabemos que en vuestro objetivo está el seguir implementando mejoras, sin por ello perder la esencia del Canela, ni repercutir lo más mínimo en un ambiente que siempre es de hermandad y festivo a más no poder. ¿Qué novedades podremos encontrar en la edición de este año?

Álvaro: Las novedades de este año radican más en el plano interno u organizativo. En cuanto a las tangibles por el público, el recinto tendrá una distribución casi idéntica y trataremos de subir los precios el mínimo posible a pesar de la inflación. También hemos recortado el número de bandas, por lo que los primeros conciertos de cada día se harán con un poco menos de calor. El 2025 será un año de afianzamiento para poder implementar novedades más concretas de cara al 2026, si todo sale bien. 

Vamos a atender un poquito al cartel de la edición de este año. ¿Qué recomendación de bandas a tener muy en cuenta hacéis para los más despistados que se acerquen este año hasta el recinto ferial de Torremolinos? 

Álvaro: Nuestro cartel de cada año mezcla apuestas tanto nacionales como internacionales, algunas muy asentadas y otras más desconocidas. Con la suerte de que no se solape ningún concierto, yo recomendaría a nuestro público que no se pierda ninguna actuación. Quizá descubra que su nueva banda favorita es Ecca Vandal, Maruja, Ducks Ltd., Diiv, MJ Lenderman o alguno de los artistas que abran la jornada como Casero, El Diablo de Shanghai o Serpiente Orión. 

Tenemos algunas debilidades que queremos comentar. Entre ellas están Lambrini Girls, un grupazo de Riot Girls que tuvimos la oportunidad de entrevistar meses atrás y a las que en el transcurso de la conversación dijimos textualmente: “sois carne de Canela Party”, a lo que nos comentaron que no se podía decir nada todavía. Nuestra sorpresa fue mayúscula al ver que con buen tino las habíais incluido en el cartel. ¿De quién fue la idea de traerlas al festi?

Álvaro: Nos encantan Lambrini Girls. Es una de las bandas que más ganas tengo de ver en directo y, efectivamente, son carne de Canela total. Las bandas las proponemos entre todos según vamos descubriendo, nos acordamos de ellas o llega una recomendación que nos sorprende. Acabo de mirar en el chat interno y fue Beto el que primero las nombró en diciembre de 2023. Para 2024 no pudimos traerlas, pero este año disfrutaremos por fin de su directo en el escenario FISTRO o quizá en el JARL. 

Otro de los grandes alicientes es la visita de The Get Up Kids, celebrando el “25 aniversario de Something to Write home about”. ¿Cómo surgió la oportunidad de que vinieran al Canela?

Álvaro: Este concierto va a ser muy especial para nosotros. Crecimos con el punk, el hardcore y el emo de los 90 y los 2000 y siempre nos encanta encajar un punto de nostalgia en el cartel. Este disco es uno de nuestros favoritos, así como de muchos de nuestros amigos. Sabemos que habrá muchos abrazos y lágrimas de felicidad mientras se corean las canciones en grupo a pleno pulmón. Tenemos muchas ganas de vivirlo. 

“La escena underground estatal está en uno de sus mejores momentos, no paran de salir bandas interesantes por toda la Península” 

La representación estatal vuelve a ser variada y de calidad, aparecen viejos amigos del festival como Biznaga junto a nombres que tenemos bajo el radar porque nos parecen muy interesantes como los de El diablo de shanghai, Bum Motion Club y shego. ¿Qué valoración hacéis del estado del underground estatal? ¿Qué otras bandas no citadas con raíces en nuestra tierra tenemos que ver en vivo? 

Álvaro: Podríamos decir que la escena underground estatal está en uno de sus mejores momentos y no paran de salir bandas interesantes por toda la Península. Tirando de periferias, citaría dos nombres que me encantan, cada uno de una punta diferente del país: los pamplonicas Tatxers con su “jangle-pop” y el “post-rock" de palmeras negras. Otros artistas que repiten son Aiko el Grupo, Parquesvr, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, Kokoshca o Axolotes Mexicanos, cinco bandas que nos encantan. Si volvemos a tirar de nostalgia, nos hace mucha ilusión que Maple hayan elegido el Canela para hacer concierto de reunión. 

Imaginamos que la jornada del miércoles volverá a ser gratuita, especialmente pensada para familias, y el sábado tendrá lugar la ya mítica fiesta de disfraces. ¿Cómo de importante son estos pequeños/grandes guiños para dotar de personalidad al festival? 

Álvaro: Nos encanta ser un festival especial en todos los sentidos y cuidar los rasgos que nos dan personalidad propia. La jornada familiar del miércoles este año dejará de ser gratuita (excepto para quienes tengan abono o entrada de cualquier día). Se establecerá un pago simbólico para ayudar a la gestión del festival, pues la gratuidad de la jornada nunca fue sostenible y tenemos que empezar a subsanar esos errores. La mítica fiesta de disfraces resulta indivisible del propio evento porque el Canela ya nació disfrazado en el año 2007. Básicamente, fue una fiesta de disfraces entre amigos que se fue de las manos hasta hoy. Cada año nos seguimos sorprendiendo con la capacidad creativa de algunos atuendos, es divertidísimo. En cualquier caso, estos guiños no dejan de ser añadidos a otros aspectos en los que siempre ponemos el foco: como la comodidad del público, trabajadores y artistas, la calidad del cartel o el cuidado de la gráfica. 

Sabemos que todavía no se ha desarrollado la edición de este año, pero tenemos claro que ya andaréis mirando de reojo a la del año que viene. ¿Qué andáis tramando para próximas aventuras? 

Álvaro: Efectivamente, en la última jornada de cada edición anunciamos la nueva imagen del año siguiente y las primeras confirmaciones, que ya tenemos en marcha. El artista que se encargará de ilustrar el Canela Party 2026 es de reconocido nombre internacional y como pista os diremos que tocó con su banda en nuestro festival hace varios años. Respecto a los nombres que se barajan, no podemos decir nada todavía, pero quienes nos conocen ya empiezan a lanzar sus apuestas. 

¿Cabría la opción de que las buenas gentes que hacen posible el Canela Party se lanzaran a la aventura de organizar conciertos en la provincia de Málaga de manera recurrente a lo largo del año? 

Álvaro: Es algo que hemos hecho durante mucho tiempo. Antes del primer Canela ya montábamos conciertos por separado y el festival se convirtió en la excusa perfecta para unir fuerzas bajo un mismo nombre. Así, estuvimos organizando conciertos en Málaga hasta aproximadamente el 2017/18. Luego Beto y yo (Álvaro) nos mudamos a Madrid y en Málaga solo queda Antonio, lo que dificulta mucho la cosa. Además, la ciudad no cuenta con un circuito de salas ni de público que las llene. Era bastante frustrante dedicarle tanto tiempo a montar conciertos y que no hubiera respuesta, sobre todo porque nos encantan los conciertos en salas. En Madrid no paramos de ir a conciertos cada semana y da gusto verlos llenos. Por suerte, en Málaga hay gente que tomó el testigo y siguen apostando por la música en directo, especialmente la buena peña de Sopa Jervía y su programación en el CSA Las Vegas. El lugar está a las afueras, pero el ambiente es inmejorable. Larga vida a las salas de conciertos, los centros sociales autogestionados, los gaztetxes y los festivales independientes.

Wilco: Uno de los nuestros


Poble Espanyol, Barcelona (Alma Festival). Jueves, 26 de junio del 2025. 

Texto y fotografías: Àlex Guimerà. 

Lo tengo muy claro: Wilco es una de las grandes bandas contemporáneas de rock. Una formación que ha marcado (y sigue haciéndolo) toda una época, no solo por haber creado el Alt-Country, sino por haber aportado mucho más al género en los últimos treinta años, trascendiendo dicha etiqueta. Una labor llevado a cabo con discos icónicos como "Yankee Hotel Foxtrot", con el que abrieron el milenio rockero a fogonazos indie, y también con sorpresas recientes como el excelente "Cousin", del año pasado, en el que introdujeron instrumentos orientales para manufacturar un elepé muy interesante. Hallazgos que no impiden que todavía algunos nostálgicos insistan en recordar que los mejores días de los de Chicago quedaron atrás hace tiempo.

Por todo ello, no cabe duda de que la propuesta que el Alma Festival de Barcelona nos brindó para el pasado 26 de junio era una de las mejores del verano barcelonés, lo cual se confirmó con la buena afluencia de público al evento, que una vez más intentó trasladar la sofisticación del Festival de Pedralbes al recinto de Montjuïc. Lo decimos sobre todo por su zona Village, con esa oferta gastronómica a cargo de food trucks, y por aquel escenario refrescante con los madrileños Gold Lake amenizando la velada. La banda, liderada por Lua Ríos a la voz y Carlos Del Amo a la guitarra, forjada en Nueva York, fue un apetecible entrante musical al plato principal que nos esperaba, con ese sonido americano y cristalino que, por momentos, recordaba al dream pop de Beach House.

Un poco más abajo y un poco más tarde, puntuales a las 22:00, el sexteto de Chicago aparecía en un escenario coronado por un letrero con el nombre “WILCO”, que evocaba al que The Who utilizaron en la portada del disco en directo de su concierto en la Isla de Wight. Wilco es una enorme banda de músicos. Desde sus ensayos en The Loft hasta los escenarios que pisan por todo el mundo, siempre demuestran compenetración, versatilidad, talento y capacidad de improvisación a través de un repertorio inigualable. Su cancionero es imbatible, pero el modo en que desarrollan algunas de sus canciones —con improvisaciones que nadan entre el jazz y las jam sessions— nos remite al espíritu musical de los enormes Grateful Dead.

Al timón, un Jeff Tweedy cantando formidablemente con su voz quebradiza, pero también tocando sus guitarras acústicas (cambió varias durante el bolo) o eléctricas. Con estas últimas llegó a demostrar su virtuosismo con sonoridades desgarradoras y solos intensos. Simpático aunque poco hablador, no entendimos por qué llevaba chaqueta de manga larga con el calor que hacía. A su lado, Nels Cline. Aunque ya lo sabíamos, es un guitarrista sin rival: polifacético y capaz de ejecutar los solos más imposibles. Fue una de las alas de la banda, en este caso situado en el lado izquierdo, y también demostró ser un as con la slide guitar. En el lado derecho, encontramos a otro grande: Pat Sansone, quien alternó guitarras y teclados para llenar esos efectos instrumentales tan complejos que recrean en el estudio. La banda la completaban John Stirratt, responsable de una estremecedora línea de bajo; el enérgico batería Glenn Kotche; y un discreto Mikael Jorgensen a los teclados y piano.

El concierto transitó por muchos de los grandes éxitos de la banda. Nos deleitaron con la "lennoniana" "If I Ever Was a Child"; una "Via Chicago" en la que una batería atronadora se intercalaba en la dulce melodía; la bonita "One Wing" de su álbum homónimo; una luminosa "Hummingbird", la rítmica "Heavy Metal Drummer" y las nuevas "Evicted", "Annihilation" y "Meant to Be", esta última con toda la épica sonora. Para "Jesus, Etc.", Jeff nos invitó a cantarla junto a él; "Impossible Germany" trajo un alargado y alucinante solo de Nels, y con "Box Full of Letters" nos recordaron los orígenes de la formación.oo Menuda es, también, "Spiders (Kidsmoke)". Esa oda de más de diez minutos en la que la cadencia inmóvil del bajo sirve de base para un viaje eléctrico impresionante de las guitarras. De corte "velvetiana" y experimental, es una pieza estremecedora que supuso una rúbrica perfecta al primer set del concierto.

Para los bises, el sexteto abandonó fugazmente el escenario para volver a golpe de cronómetro —y cuadrar con las agujas del reloj a las doce en punto, por aquello de los permisos municipales y el ruido del vecindario— con una de las piezas más esperadas: la inmensa "California Stars", que publicaron junto a Billy Bragg en "Mermaid Avenue" (1997). Le siguió el piano saltarín de "Walken" para cerrar con la stoniana "I Got You (At the End of the Century)", un poderoso rock que nos llevamos a casa junto a la imagen de la banda celebrando el encuentro, con Tweedy alzando los puños y recordándonos que él es, sin duda, uno de los nuestros. 

Paramo Union + El Niño Delta: Surgir y resurgir en el underground


Sala Ambigú Axerquía, Córdoba. Sábado, 28 de junio del 2025. 

Texto y fotografías: J.J. Caballero. 

Podría parecer un desastre, pero estos no se miden en números sino en momentos. El balance siempre ha de ser positivo cuando los segundos superan en intensidad y hasta en rentabilidad a los primeros. Echando cuentas, merece la pena invertir en ellos con la convicción, que no la soledad, del corredor de fondo que sabe dónde está su verdadera meta. A la terraza del Ambigú Axerquía se asoman propuestas variopintas y músicas posibles para públicos imposibles, habitualmente amparadas por el empeño y el conocimiento de la dupla formada por El Colectivo, sin cuyo mecenazgo el charco en medio del desierto sería impensable. Su punto de mira es más que un punto de vista, una visión periférica que orienta el radar en direcciones insospechadas y reubica posiciones para darnos a conocer sonidos y canciones que en condiciones normales nos serían inabarcables. Otra vez, con los oídos atentos de una veintena de personas iniciadas e implicadas en la causa, nos dijeron sin palabras que les debemos estar agradecidos. 

Primero, por descubrirnos a una banda de potencial infinito y potencia evidente. Los manchegos Paramo Union son una alianza hispano-británica encabezada por el rocoso vocalista Chris Catling, que además toca la guitarra como los ángeles, y que viene de ganar varios certámenes de los que pocos conocen y aún menos disfrutan. Entre 2021 y 2022 publicaron sendos EPs y ya andan preparando y presentando canciones que incluirán en el siguiente, aún sin formato definido. 

Lo que hacen ya lo hicieron antes muchos y muchas, pero la cuestión es que ellos lo hacen muy bien. En Daimiel, en pleno páramo manchego, entre llanuras y viñedos, se pusieron a escuchar los discos de Led Zeppelin, Black Crowes, ZZ Top y Queens Of The Stone Age y empezaron a definir el perfil de un sonido basado en los riffs y la base rítmica a pleno pulmón de los citados y algún que otro aporte propio, resultando en historias de ex novias que se fugan con sus camellos, expresiones de ritmo desencantado por la oscuridad del presente y sentimientos a medio hacer patentes en temas como “No time, no money”, afilando las uñas del blues que llevan dentro, “The wrong side of the tracks” o “Payday”, un deleite de boogie rock disparado desde el centro del desierto del que provienen. El buen gusto de las afinaciones mayores queda claro en “All in good taste” y su atraque en los puertos del rock americano no les impide huir del exceso y poner el acento en sus propias virtudes. Jóvenes, airados y convencidos de sus poderes. Cincuenta minutos de diversión e ilusión por el futuro.

Segundo, porque sorprende, por no decir que impresiona, cómo el sonido basado en la subcultura pulp, básicamente provenientes del surf y del rockabilly mestizo, ha creados hijos bastardos y sobrinos putativos en casi cualquier latitud planetaria. Aquí tenemos varios ejemplos de ello, incluso entreverados con barniz latino o los palos más tendentes a la fiesta comunitaria y el sudor colectivo, pero tal vez sea menos obvio en las nuevas generaciones que acumulan bagaje en un género mucho más abierto de lo que parece. Si a esa conocida coctelera en la que se agitan JD McPherson, Nick Curran, Guadalupe Plata o Los Coronas del lado contemporáneo o The Cramps, Dick Dale, Más Birras o Stray Cats de la orilla más clásica le añadimos la actitud implícita y el descaro explícito de la nuevas generaciones, quizá entendamos lo de El Niño Delta y no busquemos demasiadas explicaciones para su concepto sonoro. 

En Granada vive un músico, Alex Arcas, que toca con su hermano a la batería y dos aliados igualmente diseminados en otras aventuras similares, que ha asimilado a la perfección las enseñanzas y el legado de sus músicos más apreciados. “We are flamingos” (nombre que da título a un disco grabado en riguroso y crudo directo) resucita la estética bizarra de John Waters, “I got rhythm” incide en los parámetros que dominan y la frontera entre lo fúnebre y lo festivo se difumina en el éxtasis rítmico de “Troublemakers” y “SurfeaLa”, donde obviamente dejan que su otra devoción, la música surf, campe a sus anchas y haga mover las piernas y el corazón a cualquiera que pase por allí. 

Desde el más puro underground, devorando y vomitando raíces en infinidad de tierras pantanosas, una carta de presentación como la suya –ganaron la batalla de bandas del inminente Blues Cazorla Festival- y la producción insigne del gran Pike Cavalero son aval más que suficiente para que nada de lo que hacen en escena nos pase desapercibido. De ahí que el éxito, un concepto tan difuso como frágil, se reduzca muchas veces a aprender y compartir, y debemos sentirnos orgullosos de poder seguir contándolo.

The Hard-Ons: “I Like You A Lot Getting Older”


Por: Txema Mañeru. 

 Si lees a menudo El Giradiscos te habrás dado cuenta que el rock’n’roll australiano nos gusta un montón. No somos los únicos, claro. Así, por ejemplo, los hermanos Urchaga de Los Chicos, capos de Folc Records (que pronto alcanzaran las 300 referencias con inmensa mayoría en vinilo), son también grandes seguidores. Han tocado mucho por aquellos lares y han hecho muchísimos amigos en dichas giras. Además, también han acercado muchas de esas bandas por aquí. Por eso no podían dejar pasar la oportunidad de ficharles para sacar la edición europea del último disco de estos históricos del punk-rock y rock’n’roll australiano.

Actualmente cuentan con una formación de lujo encabezados por su fantástico cantante, Tim, y por las afiladas y aceradas guitarras de Blackie. Superan ya las cuatro décadas de vida, aunque nadie lo diría, y lo celebran embarcándose en una gran gira. Suenan menos punk que antaño y más power-pop, pero sus guitarras siguen erectas y Tim mantiene una gran voz muy protagonista en este nuevo trabajo.

Es normal que les hayan apoyado artistas tan históricos e incorruptibles como Dave Grohl, Jello Biafra o su paisano, Malcom Young. También que se declaren seguidores de ellos paisanos tan potentes y atractivos como Silverchair o You Am I, por citar tan solo un par. El nuevo disco reparte su título en ambas caras del LP. Así titulan su tema de arranque, un "I Like You A Lot" que ya nos entregan el primer gran estribillo de melodía muy pegadiza. Continúan con el single (y divertido videoclip) "Buzz Buzz Buzz", donde se les ve en forma y hasta el bueno de Blackie se marca algunos excitantes punteos. Si más punks y arrolladores se presentan en un "These Days Are Long", que encantará a seguidores de los Zeke, con su crudeza y síntesis en menos de 2 minutos, mucho más pop se muestran en "Because You’re Mine". Cierran la cara A con un "Finder’s Fee" que supera, sorprendentemente, los 5 minutos de duración.

La cara B comienza con el otro tema del que sale el título de su regreso, un "Getting Older" que los muestra jóvenes como siempre. Un tema más melódico y con algunos coros y voces que resuenan casi como si fueran doo wop. En "Operation Lightning" vuelven a mostrarse más urgentes y punks con algunos crudos riffs. Todavía se ponen más brutos hacia el final, con una "Doesn’t Look Like Me At All" que no supera los sesenta segundo pero aprovechados con brutalidad. Eso sí, nos vuelven a sorprender con el tema final porque se extiende hasta casi la media docena de minutos, un "Pushover" que resulta un buen lento con algunos coros femeninos y con bastantes momentos guitarreros destacados. No sé cómo seguirán de empalmados cuando vayan a la cama, pero musicalmente todavía las tienen bien duras. A todo ello hay que sumar de nuevo la destacable y divertida portada estilo cómic, como tanto les gusta y les caracteriza. Creo que seguiremos queriéndolos otros cuarenta años más si sobreviven con este ánimo.