Simple Minds: "Walk Between Worlds"

Por: Javier Capapé 

La carrera de Simple Minds es digna de mención. Un caso atípico de resistencia en el mundo del rock. La formación escocesa cumple más de cuarenta años sobre los escenarios y en lugar de vivir de recopilaciones o giras repetitivas rememorando viejos éxitos se empeñan en presentarnos discos nuevos con bastante regularidad. Además, esos discos son muy destacables dentro del acomodado panorama de los dinosaurios del rock de estadio. Charlie Burchill y Jim Kerr se exigen a sí mismos, y a todos sus seguidores, entregando nuevo material sin descanso con un ritmo aproximado de tres años de separación entre discos desde que su década dorada de los ochenta llegara a su fin. En esos años nos dejaron algunos de sus mejores discos, plagados de gemas incontestables, pero desde los noventa, y ya estables en formato dúo con alguna vieja reincorporación puntual, han seguido ofreciendo trabajos muy a tener en cuenta como "Good News from the Next World", "Grafitti Soul" o éste que nos ocupa. También nos ofrecen algún obligado recopilatorio, como su más que interesante última entrega en clave acústica (mención especial merece el concierto grabado para la BBC durante la presentación de ese disco en noviembre de 2016 y recientemente publicado en DVD), pero sin lugar a dudas priorizan el material nuevo invitándonos a no acomodarnos a pesar de que su fórmula pueda parecernos repetitiva. 

Simple Minds han sabido adaptarse a los tiempos y dar la importancia que merecen a sus canciones. Alejados del "circo del rock and roll", sus presentaciones en directo no han destacado por su pomposidad, pero sí han defendido unos shows cuidados en sonido y centrados en su música más que en espectáculos efectistas, que en definitiva es lo que importa. También han sabido ir regalando revisiones de grandes canciones ajenas a su repertorio original tanto en sus directos como en interesantes grabaciones que revisitar cuantas veces sea necesario, como ocurre con "Neon Lights" y "Searching for the Lost Boys".. En definitiva, un grupo que no se detiene a pesar de su longevidad. Y aunque a algunos álbumes de los lanzados en la segunda parte de su carrera no se les haya prestado la suficiente atención, cabe destacar la adaptación al sonido más guitarrero en plena efervescencia del grunge con el maravilloso, aunque olvidado, “"Good News from the Next World", los tintes ambient cercanos al sonido Bristol de "Neapolis", la colección más ligera y pop de "Cry", la posmodernidad de "Black and White" o la potencia y contemporaneidad de "Grafitti Soul". Además han dejado espacio últimamente para recordar sus primeros discos de finales de los setenta con una gira que realizaron en 2012 o la conmemoración del 35 aniversario de su formación en torno a las mismas fechas con otro tour que enlazó con la presentación del grandilocuente "Big Music". Simple Minds no han parado ni un momento, no se han anquilosado y han sabido contentar a sus fieles con giras continuadas y discos notables. Por lo tanto, creo que es injusto quedarse en las añoranzas del pasado y en rememorar únicamente sus viejas glorias (quizá sea innecesaria alguna de sus actuales reediciones) porque lo que  tienen entre manos a día de hoy no tiene nada que envidiarle a lo que hacían hace treinta años. Ya sabemos que Charlie Burchill no es un virtuoso, pero no lo necesita para sacar el mejor brillo a las seis cuerdas. Sus toques son sutiles a la par que logrados. Tampoco Jim Kerr tiene la energía de antaño sobre un escenario y su voz pierde algo de potencia en directo, pero consigue seducirnos igualmente y nos encanta agitarnos con su ya clásico "let me see your hands!". Algo queda de magia, sin lugar a dudas. Ambos son un claro de ejemplo de sutilidad y estilo en el rock, sin grandes alardes pero con plena solvencia. Son cuarenta años sobre las tablas y, si bien en nuestro país pueden pasar desapercibidos muchas veces, son irrefutables sus grandes logros y míticos emblemas hechos canción. 

Pero centrémonos en "Walk Between Worlds". Un trabajo que se presenta en la línea de sus clásicos aunque con toques contemporáneos. No es el sustituto de "New Gold Dream", "Sparkle in the Rain" o "Once Upon a Time", pero por momentos nos recuerda a ellos. Con dos partes bien diferenciadas de cuatro canciones cada una, en la primera de ellas nos llevan hasta la transformación de su fórmula de éxito múltiples veces repetida en los ochenta, pero añadiéndole cierto aire de modernidad entre algunas programaciones y efectos, como sucede en "Magic". La intención es tener un aire a new wave, pero los efectos contemporáneos pueden pecar de excesivos, como ocurre en "Utopia", que queda mucho menos lograda que "Summer" o la más interesante de esta primera tanda: "The Signal and the Noise", que deja en un plano más destacado el solo de guitarra a pesar de su pomposa pegada. Entre secuencias y programaciones sigue destacando su muro de sonido que deja la profunda voz de Jim Kerr por momentos relegada. Quizá se pasen en su intento de sonar actuales, aunque cierto es que durante toda su carrera han intentado estar al día sin perder su sonido característico, a pesar de sus ligeras transformaciones. 

En la segunda parte los temas se vuelven más grandilocuentes y por momentos pueden sonar épicos. Abre con fuerza "In Dremas", donde destacan los coros a modo de apoyo rítmico. Las canciones se convierten en gigantes sónicos llegando hasta nosotros la muy efectista "Barrowland Star", que abandona las programaciones y cuenta con uno de los mejores solos de guitarra de todos los que recuerdo ejecutados por Charlie Burchill. Un tema fantástico, con cierta carga teatral, que nos devuelve a los mejores momentos de la banda, esta vez apoyados también por una elegante sección de cuerdas grabada en los míticos estudios Abbey Road. El tema que da título al disco comienza con una sucesión de acordes que parecen remitirnos a "Don’t you (Forget about me)" y con la que casi instintivamente respondemos con el grito de guerra de aquella para mantener esa tensión clásica con las cuerdas y las guitarras cristalinas. También el final con "Sense of Discovery" recuerda a sus mejores años, demostrando de nuevo que el tándem Kerr-Burchill tiene todavía ases escondidos en la manga. Así queda confirmado que esta segunda parte es mucho más acertada, respetando los sonidos más clásicos de la banda de Glasgow. Y por si alguno queda con ganas de más, existe una versión complementaria (mal llamada "deluxe") con un tema en directo y dos de estudio adicionales: "Silent Kiss", que podría formar grupo con la primera cara del álbum, y "Angel Underneath My Skin", que hace lo propio con la segunda. 

No hay grandes novedades. Simple Minds continúa en la misma línea de los últimos veinte años. Pero lo mejor es que no decaen, que apuestan por seguir adelante. Así que bienvenidos todos los que quieran hacer crítica de los grupos clásicos que siguen en la brecha, aunque en este caso perderán toda la razón, pues los escoceses no se cansan de ofrecernos múltiples caras de una misma moneda, pero de una moneda con mucho valor.