Especial Sara Iñiguez (Rubia)

Son las tres menos cinco de la tarde en el céntrico y rockero barrio de Malasaña. Las calles son un incesante ir y venir de gente que caminan a toda velocidad mostrando al espectador la típica estampa de una jornada de miércoles cualquiera. Al fin y al cabo para muchos de ellos hoy “Es Solo un Día más”, como cantaban los míticos Tequila en una de sus conocidas canciones, dentro de su atareada existencia.   

Suerte que nuestro caso no sea así. Hace tiempo que los chicos que hacemos posible “El Giradiscos” hemos concertado una importante cita que está  a punto de  tener  lugar  a escasos 
metros del lugar donde nos encontramos.

Nuestros pasos se encaminan alegremente hacia la calle San Vicente Ferrer hasta dar a parar con la esquina de un conocido local en cuyo cartel reza el nombre de "Free Way Bar", mítico garito capitalino, heredero del "King Creole" que fuera refugio habitual de rockers y bandas tan señeras de nuestra música como Gabinete Caligari o los tangueros Malevaje, del siempre poco reconocido Antonio Batrina, y una de las paradas obligatorias en nuestra jornada de hoy por lo que de especial tiene para la protagonista del encuentro que hemos programado.

Debemos confesar que en el brevísimo trayecto realizado apenas reparamos en las caras de las personas con que nos cruzamos, a excepción hecha de Nacho Goberna, el que fuera vocalista y principal figura de La Dama se Esconde, y de la propietaria de una larga melena castaña que embutida en unos jeans y con un gorro que le sirve de protección para los rigores del invierno capitalino no duda en saludarnos desde la distancia, en ella percibimos, a pesar de los metros que nos separan, una sonrisa de lo más familiar que debemos calificar como la más amplia y sincera que uno jamás hubiera imaginado dentro del rock and roll patrio. La conocemos de sobra, sabemos de quien se trata. De hecho es la culpable de nuestra presencia en Madrid.

La propietaria no es otra que Sara Iñiguez, vocalista y alma mater de Rubia, grupo que recientemente acaba de publicar su segundo trabajo, “2036”, un elegante, coqueto, e interesante paseo por la luminosa costa oeste americana que ya te presentamos hace no muchas semanas y al que nuestros lectores no han dudado en encumbrar como parte de lo mejor que se facturó a nivel musical en España durante el pasado año.

Hace tiempo que la conocemos personalmente, muchos de nosotros desde la edición de su primer trabajo, “Nº1 Ya a la Venta”; otros lo hicieron a raíz de su llegada a Madrid procedente de su Getxo natal, en un momento que tuvo mucho de rito iniciático puesto que a raíz de su venida comenzamos a mal acostumbrarnos a hacer noche en el “Free Way”, con la excusa de poder disfrutar de las mejores canciones posibles. Un sitio desde el que, con su habitual simpatía, solía escuchar nuestras “sugerencias musicales” haciéndonos sentir por un instante los tipos más afortunados del lugar, sobre todo cuando accedía a pinchar algún tema de Love o Mink Deville, habituales peticiones de quien suscribe en las madrugadas etílicas.


Sin embargo, y a pesar de la relación de cordialidad que siempre hemos mantenido con ella, en el ambiente flotaba una deuda pendiente a saldar motivada por el hecho de que nunca habíamos hablado, quizás en alguna ocasión, siempre de pasada, con Sara más allá de la cordialidad que imponía la “barra del bar”. Sentíamos que era necesario dar un paso adelante para conocer cómo era, qué sentía y cuál era su historia.

Para cumplir ese firme propósito tan solo necesitábamos una excusa, algo que nos sirviera como coartada y que además no hiciera recaer miradas inquisitoriales en unos tipos con aspecto de delincuentes como es nuestro caso. Suerte que Dios siempre provee y de la mano de “2036”, llegó la excusa perfecta para cumplir nuestro cometido y saldar una cuenta que creíamos era necesario reparar desde hace bastante tiempo.

El plan era sencillo. Consistía en quedar una tarde, cerveza en mano, para charlar distendidamente y que  nos hablara de todo su periplo vital. Dicho y hecho. Nuestra protagonista se mostró en todo momento encanada con la propuesta, accediendo desde el instante inicial.

Ahora llegaba el turno de cumplir por parte de “El Giradiscos”. Planteamos una idea ambiciosa, sobre todo a tenor de nuestras escasas y humildes posibilidades, que se efectuaría a través de tres estaciones, tres escenarios distintos, y la historia de toda una vida, con el firme propósito de realizar un reportaje especial cuya única finalidad era que al ser publicado, y por supuesto leído, nos permitiera conocer un poquito mejor a Sara Iñiguez.

El punto de partida capitalino: "Free Way Bar"

Nuestra primera parada tiene lugar en el principal hogar capitalino de la artista bilbaína, el ya mencionado “Free Way Bar”, un sitio donde se respira un ambiente especial y que nos ceden gentilmente para la ocasión. Por primera vez acudimos a la subida del cierre metálico y el encendido de luces, que corre a cargo de Adolfo componente de Juanita y Los Feos, hasta cierto punto es emocionante para nosotros. Con anterioridad habíamos asistidos a la ceremonia inversa, cierre y apagado, por lo que en cierta manera supone cerrar el círculo. Tomamos asiento, a la par que encendemos nuestra grabadora. El tiempo corre hacia atrás y Sara comienza a buscar entre sus recuerdos, desvelando una sorprendente historia. La suya.

Esa historia, la de una niña precoz en lo que a gusto musical se refiere, como todas, posee un momento inicial determinado que actúa como rito iniciático y que viene motivada por una melodía que le atrapó de por vida, según nos comenta mientras observamos como sus ojos adquieren una expresión que transmite ilusión, “Cuando tenía tres años escuché una canción de Henry Mancini que se llamaba “Baby Elephant Walk”, recuerdo que la oí y sentí que ese era mi rollo. Es la primera canción que fui consciente que me gustaba. Creo que estamos hablando del año setenta y seis. Tanto impacto le causó ese hecho que confiesa haber quedado prendada del mundo musical queriendo hacerse mayor, desde ese instante, por un único motivo. “Recuerdo que cuando era pequeña, yo quería ser mayor. Quería ir a los bares o discotecas a escuchar música, desde que era una cría”, nos suelta de manera rotunda, en una afirmación que no hizo más que hacernos ver que la vizcaína había nacido para ser cantante.

La semilla estaba plantada y la artista, a pesar de su insultante juventud, seguía cultivando su particular jardín musical al dictado de lo que proponían artistas de indudable calidad. “Con diez años ya me gustaban bandas como Talking Heads y el resto de grupos de los ochenta. También solía escuchar canciones de Rod Stewart como “Do You Think I´m Sexy”; me encantaba ver a una amiga de mi madre que en ocasiones venía a casa porque era muy rockera. Mi padre también era muy musiquero y los sábados solía pinchar a toda leche canciones de Mamas and The Papas o Simon & Garfunkel. Cuando ponía a Mamas and The Papas y su “Monday Monday”, yo flipaba. Es más, se lo robaba con tan solo siete años, porque no me dejaba poner el equipo de música. Solamente podía utilizarlo cuando él se iba a currar a la fábrica”. Una inquietud musical precoz que hacía que se jugara más de un reprimenda por el temor paterno a que se rompiera uno de los bienes más preciados de todo buen amante de la música. La aguja del vinilo.

La adolescencia estaba a la vuelta de la esquina y ese es el momento en el que el gusto por el pop y el rock se torna en pasión. No dudando en gastar sus primeros ahorros en música, siguiendo con especial interés lo que proponía en su primer trabajo una de las grandes bandas de Manchester. Ganando con ese gesto el derecho a utilizar el tocadiscos familiar. “El primer disco que me compré con trece años fue el The Smiths en El Corte Inglés. A partir de ahí mi padre me dejó utilizar el equipo. (Risas)  En ese instante, y de la mano de mi hermana María, empezamos a comprar discos a través del catálogo de Discoplay, solíamos pedir todos los de portadas “sixties”. Nuestro primer pedido fue The Troggs y The Muffs, dos bandacas que te mueres. Después de eso empezamos a tirar del hilo y llegamos a The Byrds, que los veía tan guapos con esos pelos que pensé que tenían que tocar muy bien”. Intuición femenina suponemos, de lo que no cabe duda es que las elecciones fueron de lo más acertadas. 


Estamos en un período de rebeldía y de conatos, pequeños, de broncas en casa, tal y como nos relata. Afortunadamente la sangre no llegó al río. “Empecé a salir siendo muy joven con quince años. En casa tenía muchas broncas aunque mis padres eran muy comprensivos porque me veían entusiasmada. Iba a los bares a escuchar música y a estar con gente, no para beber; de hecho empecé a beber con veintitantos años. Una curiosa afirmación que no deja de sorprendernos sobre todo cuando a renglón seguido nos comenta que Con diecisiete me fui a Londres a trabajar, mintiendo sobre mi edad, en una época de bonanza económica derivada del “thatcherismo”. En ese período me compraba singles conociendo todo el rollo del soul más “early” ”. Como vemos Sara era una chica muy adelantada en ciertos aspectos y a la vez un tanto tan recatada para otros. Encantadora sin lugar a dudas.

El tiempo va pasando y decide ingresar en la universidad. Un momento cumbre en la vida de todo joven. Será hacia el final de la carrera cuando, por fin, le propongan ser la vocalista de una banda. “Cuando empiezo a cantar en Magic Teapot tengo veintidós o veintitrés años. Estaba acabando la carrera. Ya era tarde. Yo no sabía que quería ser cantante. Fue en quinto cuando me invitaron a cantar y dije “¿Pero qué es esto?”. No lo decidí yo, apareció solo”. De esta manera se da paso a un período único y realmente feliz en la vida de nuestra protagonista que, asombrosamente tal y como refleja el gesto de su cara, parece haber vuelto a esos años por un momento. “Era una época maravillosa. Todo el mundo tenía grupos. Fue un período súper creativo. Recuerdo que hacíamos canciones psicodélicas de quince minutos. Ahí fue cuando volví a tocar la guitarra e hice mi primera canción que se llamaba “Spring Time”, un tema larguísimo. Estamos hablando del año 95-96”. Ante tal tesitura decide tomar una decisión firme, con el consiguiente disgusto en el seno de su familia. “Es ahí cuando digo que quiero ser cantante y a mi madre casi me da el infarto, suerte que luego me ha apoyado a tope en todo momento”.

La segunda mitad de la década de los noventa representa un período de cambios en la vida de la bilbaína. Para empezar comienza una relación con Carlos Tarque, vocalista de los murcianos M-Clan, sin embargo las cosas no son de color de rosa y hasta aparecen problemas de salud de cierta envergadura. “Conocí a Carlos y me fui a vivir a Murcia con él. En el primer año en Murcia me sentía súper agobiada. Venía de una época animada en Bilbao en la que salía con una pandilla enorme y allí no tenía ningún amigo. Además, Carlos estaba siempre de gira. Me llegó a entrar un bajón anímico muy grande. Estaba bastante perdida, me empecé agobiar. Hasta el punto de que enfermo con un dolor de manos inmenso. Los médicos me dijeron que tenían que operar”. Por fortuna ambos inconvenientes desaparecieron, tanto los de salud, gracias a la ayuda de un médico alternativo, y los otros merced a Fernando Rubio. Una época oscura en la que acaban por aparecer claros en el cielo y donde podemos empezar a rastrear los orígenes del proyecto Rubia. “Acudí a un médico hippie alternativo que me dijo que no me pasaba nada que todos mis problemas venían motivados porque había dejado de hacer algo que solía hacer con las manos. Volví a coger la guitarra y todo desapareció. En esas aparece Fernando Rubio de Ferroblues, una especie de Neil Young murciano. Empecé a ir a su casa a grabar. Ese fue el despegue. No pensaba grabar un disco, simplemente iba viviendo el momento. Teníamos un grupo de versiones que se llamaba “Sunny Afternoon”, como la canción de The Kinks la cual hacíamos en directo. Después me marché con Carlos a vivir a Denia, allí estuvimos un año y ya nos separamos. Tras eso fue cuando Alejo Stivel me dijo que haber si grabábamos un disco”. El final de una relación y la posibilidad de grabar un primer álbum de la mano de un productor de éxito. Estamos en el año 2001, parece que por fin ha llegado el momento de Sara. Sin embargo las cosas no serán nada sencillas. Por desgracia su nave volverá a sufrir los azotes del temporal.  


La edición de “Nº 1 Ya a la Venta” trajo consigo un inusitado revuelo para la banda gracias a la publicación del single “Yo no Soy igual que Tú”, llegando a sonar de manera ininterrumpida durante cierto tiempo en algunas radiofórmulas. Un éxito relativo que llegó y de la misma que vino se fue casi sin dejar rastro. “Aquel no era el momento. Tuvimos dos singles rojos en Cuarenta. Todo se fue al carajo y no sé por qué. Tenía un mánager con el que de pronto se petó un concierto de Rubia en Bilbao. Metimos quinientas personas. Era el comienzo de algo que parecía bueno. Pero ese mánager no me volvió a llamar. No sabía qué hacer. En aquel período no tenía recursos. En cierta medida me apagué un poco”. Reviviendo aquella experiencia la voz de la bilbaína se resiente un poco, se nota que aún hoy está un poco dolida y hasta indignada, al revivir la experiencia. “Desde que se graba el disco hasta que sale pasan dos años. Suficiente como para matar a cualquier. Yo creo que a mí el universo me puso a prueba en ese momento”. Y es en ese momento en el que decide girar el timón y reorientar su vida, y casi sin saberlo su carrera. “Necesitaba recuperarme y coger fuerzas, sentirme arropada. En cuanto tuve energía me vine para Madrid. En Bilbao no parecía deprimida pero por dentro estaba realmente agobiada”.  

De un día para otro, sin apenas pensarlo, decide probar suerte en Madrid, y como por arte de magia la gran ciudad le abre un abanico inmenso de posibilidades. “Aquí en Madrid estaban los Zodiacs que en cierta medida tiraron de mí. Vine y nada más llegar Leiva y Xoel me propusieron tocar con One Hit Wonders. Fue como que todo encajaba”. Las oportunidades y buenas noticias no acaban ahí. “En mi primer día bajé a tomar una cerveza al Free Way y Patri me propone trabajar aquí. Madrid me estaba esperando. Me parece un lugar maravilloso”. Esa “Patri” a la que hace referencia de modo cariñoso no es otra que Patricia López, encargada de La Vía Láctea y del Free Way Bar, principal responsable de nuestra visita al local de la calle San Vicente Ferrer a tan intempestiva hora, la cual estuvo presente en el encuentro aguantando nuestra “inoportuna” presencia con la mejor de sus sonrisas, cosa que desde aquí le agradecemos con total sinceridad. Es muy reconfortante sentir que personas, en su caso podríamos hablar de familias, que son vitales en la historia de Malasaña, abren las puertas de su “casa” a una pequeña revista como la nuestra. Ese es un hecho que nos hace sentirnos particularmente orgullosos.

A pesar del cambio de suerte en la vida de Sara, todavía falta un tiempo para que edite su segundo trabajo por lo que dedica sus días a colaborar en otros proyectos musicales, escribir su primer libro y preparar definitivamente lo que será su segunda referencia en el mercado. “La gente comenzaba a conocerme a raíz de otras cosas que estaba haciendo. El libro de “Recetas de Rock and Roll” me pegó un empujón muy fuerte. Me lo tomé como cuando preparas la tierra antes de sembrar. Fue como volver al mundo de la música a través de otro medio. Volver a aparecer en la prensa fue algo realmente importante”. Y es que a pesar de que todavía no es noticia por lo que realmente quiere serlo, sus apariciones en prensa fueron una constante durante esos años tal y como constatan los artículos que le dedicaron prestigiosas revistas como “Rolling Stone”.  

Nada en la vida es eterno, ni tan siquiera la espera, y por fin llega el momento de entrar al estudio el segundo álbum de Rubia. Todavía no hay compañía que lo edite, pero la decisión está tomada. El disco verá la luz, sí o sí. “Grabé  “2036” y tardó en salir, pero ya estaba en plan Kamikaze. Llega Victoria Mancisidor de Londres, una amiga mía de hace muchos años que era mánager de fotógrafos en Inglaterra. Ella es una pieza fundamental. Fue quien me dijo que había que sacarlo. A partir de ese instante empiezo a pensar que ahora el cosmos me manda ayudas”. Si antes era Patricia, ahora es Victoria, en la conversación comienzan a aflorar personas vitales para el “alma” más guerra del rock patrio. Sus amigos.

Con esa afirmación decidimos que es un buen momento para tomar las calles del barrio despidiéndonos de las paredes del Free Way, un lugar realmente especial para la señorita que hoy nos ocupa. “Es mi hogar. Yo necesito dos hogares; mi casa y uno que tenga barra. El Free Way ha sido mi hogar en Madrid desde que llegué. Patri me abrió las puertas desde el momento cero. Comenzamos pinchando las dos juntas, y casi a la vez empezaron a venir colegas del Rock and Roll”. Ahora sí ha llegado el momento de cambiar de ubicación, no sin consultar a nuestra protagonista acerca de los secretos de una sesión musical perfecta. Ante tal cuestión su respuesta fue de lo más directa.  “Para mí la sesión perfecta es aquella en que consigue que la gente baile música que bajo ningún concepto imaginarías que es capaz de bailar. Me encanta hacer bailar a la gente al ritmo de Los Charlatans de San Francisco, Jefferson Airplane o Cat Stevens, cuando lo hago siento que he triunfado”.  Su peculiar sonrisa y el brillo en sus ojos denota que estamos ante alguien que realmente se siente a gusto a los platos. “Ahora estoy en un período en que disfruto muchísimo del momento de pinchar. Oigo canciones y las consigo, cosa que me emociona. Veo aparecer a mis amigos, a grupos de gente desconocida, a vosotros, y ya empiezo a pinchar para ellos. Me parece que si tienes la música eres la dueña del momento. Es una responsabilidad muy grata. Me gusta cuando me felicitan por la sesión. No puedo evitar sentirme así al hacerlo”. Nosotros que hemos sido testigos de su actuación en tantas y tantas madrugadas damos fe de que no miente.

Segunda parada: Un paseo por “2036” para conocer a Sara Iñiguez

Abandonamos San Vicente Ferrer, dejando atrás nuestro primer punto de encuentro, y comenzamos a deambular sin rumbo fijo. El Sol asoma levemente y nuestro caminar, arropados por la calidez de nuestras chaquetas, es lento. El cielo y la tarde nos respetan brillando con claridad, mientras nos invitan a conversar alegremente en un paseo por “2036” que nos sirve para seguir conociendo detalles de la personalidad de Sara Iñiguez.  

Un segundo álbum que tiene como referencia un año lejano en el tiempo y como guía sonora todo el espectro musical americano de la costa oeste, y en el que brillan con luz propia el pop sesentero, la psicodelia, el soul o el country, por citar unos ejemplos. “Es todo lo que me gusta. De hecho es lo que suelo pinchar. Si tú coges un disco de Lovin´ Spoonful, por ejemplo, encuentras sunshine pop, soul, country y psicodelia. Estilo que engloban la cultura californiana de una época en que entraba el country, por ser América, la psicodelia, por el momento de las drogas, y el soul por haber vivido codo a codo con los negros, de ahí que los blanco hayan hecho un soul un poco popero; al estilo de la Motown que era música de negros hecha por blancos.  Se ha juntado todo el rollo del pop en todas sus vertientes, porque incluso el country que hacen no es puro. A mí verdaderamente lo que me gusta es el pop, que cada canción tenga su estribillo y universo. Que se pueda llevar a la gente a diferentes paisajes. Aun así yo creo que el disco tiene unidad, no es dispar”. Una visión con la que estamos muy de acuerdo y que explica el hecho de que Sara haya sido la encargada de escribir, arreglar y producir este álbum.  “Lo cierto es que me han ayudado con las canciones, sobre todo en las últimas maquetas. Fue ahí cuando me di cuenta de que sabía perfectamente como quería que sonara todo. Cuando surgió la idea de grabar, gracias a Alejo Stivel, fue cuando supe que quería producirlo yo. Después de tantos años peleando no me apetecía poner mi álbum en manos de nadie. Tenia las canciones, las maquetas, que eran brutales, de hecho en algún caso no he logrado pillar ese rollo en el disco, aunque en general ha mejorado todo. Un claro ejemplo de ello es “Amor y Naturaleza”, en el disco ha quedado muy bien pero en la maqueta era tremenda, una bestialidad”.


Llegados a ese punto en que la vizcaína había decidido tomar el mando de las operaciones, no quedó más remedio de tocar uno de los aspectos que más nerviosismo le produjo hacia el final de las sesiones de grabación. No es otro que la posibilidad de verse con un disco acabado sin nadie que lo editara, con la incertidumbre que ello conlleva. “Cuando grabé este disco sabía que lo iba a editar fuera como fuera. La vida es una cuestión de tomar decisiones. Si vas de victima y te dejas llevar por las circunstancias se te pueden cerrar puertas, pero cuando tú te pones en serio y dices que las cosas salen, salen. Conté con la gran ayuda de mi mánager, Vicky, que me apoyó en todo. Además “2036” se presentó a todas las compañías españolas, grandes y pequeñas, y nadie lo quiso, nadie. Cuando Vicky me dijo lo de la plataforma Verkami me dio miedo, pero la gente empezó a poner pasta y pudimos llevar a cabo el proyecto”. Una forma de editar discos a la que se han acogido otros músicos de nuestra escena, como es el caso de Jero Romero, el que fuera vocalista de los toledanos Sunday Drivers, y que Sara, claro está, valora más que positivamente. “Fue uno de los grandes impulsos de este disco. A la industria no le interesaba pero a la gente sí. A mí lo que me importa es la gente, si los directivos no lo quieren ya lo saco yo. Cuando existe todo lo que existe es porque alguien creyó en ello. Pensaba que no estaba equivocada y el tiempo me ha dado la razón. Fíjate como han ido los últimos años de la industria musical”. Poco nos queda que añadir ante una afirmación tan rotunda como sincera.

Después de tocar un tema tan gris como el de la situación de la industria musical decidimos orientar la conversación hacia parajes más soleados como los que propone en algunas de sus canciones. No se nos ocurrió mejor forma de hacerlo que vacilando a nuestra interlocutora acerca de su condición de urbanita, hasta hace no demasiado tiempo vivía en el centro de la ciudad, y qué mejor forma de hacerlo que tachándola de “mentirosilla” por la letra de “Flores y Gallinas”. “Vivimos en una casa con jardín y árboles, aunque esté en el centro. A mí lo que me gusta es la oferta cultural de la ciudad. Quería lo bueno de la ciudad y del campo. Había que encontrar el equilibrio. La vida ideal es vivir a quince o veinte minutos de una gran ciudad pero en el campo.  Por suerte la semana próxima nos mudamos y podremos tener eso mismo”. Momento que aprovechó para hacer extensible una invitación a todos nuestros colaboradores para conocer su nueva vivienda y disfrutar de un ensayo de Rubia. Apuntado queda.

Nuestra charla continuó por derroteros parecidos a los arriba expresados, comentando la principal temática que aparece en todas sus canciones y que ella misma destaca. “Para mí la cuestión básica es el amor. Por amor tenemos relaciones. Yo no estoy en contra del mundo, es más me encanta, de lo que estoy en contra es de que la gente entregue su alma. Si lo hacen es porque no tienen amor suficiente por sí mismos. Intento hacer que la gente vea que es necesario quererse para comunicarse con los demás. Cuando quieres y perdonas es porque primero lo has hecho contigo mismo. Si tú odias es porque hay algo de ti que se odia. Si estás bien lo toleras todo. En cierta medida es lo que dice “Amor y Naturaleza” que viene a decir que somos todos lo mismo. Creo que es necesario apagar la televisión y vivir”.  Un tema que ya ha aparecido con anterioridad en nuestra conversación y que tiene un componente muy “hippie” y psicodélico, siendo además uno de nuestros cortes favoritos de todo el disco, junto a “No me Quiero Despertar”. “Da la casualidad que la temática es muy sesentera, el primer despertar del amor. Yo tengo la teoría de que muchos de los que han liderado esta nueva revolución son los hippies de los sesenta. En aquella época la gente no quería pagar impuestos para ir a una guerra. Estamos en lo mismo. Es una especie de revival de la protesta”.

Estamos a punto de acabar esta parte del coloquio con Sara y en mitad de la plaza del Dos de Mayo nos cruzamos con Josu García, componente de la Tercera República y actualmente guitarra en directo de la gira de teatros que está desarrollando Loquillo, un personaje muy importante en la vida de nuestra protagonista, amigo personal suyo y encargado de muchas de la guitarras que aparecen en su nuevo disco. Emocionada nos confiesa que “Para mí mis amigos son mi familia. Gente como Josu García o Jokin Salaverria. Serán las personas que me acompañen en directo siempre y cuando puedan.  Josu es “si tú me dices ven, lo dejo todo”, por eso no le quiero decir nada. Quiero que siga adelante con sus cosas. Y Jokin también, ahora quiere irse a EEUU, sé que le echaré de menos, pero soy feliz sabiendo que él es feliz. La vida es larga y da muchas vueltas, hay tiempo para todo”.  Esta última afirmación nos suena. Suponemos que algún genio ya cantó alguna vez aquello de “With a Little Help from my Friends”…qué gran verdad.

Última Parada: En "Cuervo Music" con una rock Star 

Enfilamos la cuesta de la calle Velarde, nuestro destino no es otro que una coqueta y chulísima tienda de música llamada “Cuervo Music”. Será allí donde tenga lugar la última parte de nuestro encuentro. Entre una fantástica decoración y cientos de vinilos selectos, hacemos una valoración del panorama musical actual en nuestro país. Las reflexiones de nuestra interlocutora son de los más interesantes a este respecto. “Todo aquel que hace música me merece un respeto enorme. Sin embargo pienso que tiramos mucho del inglés. Deberíamos comunicar más. Que no quieren perfecto, pero personalmente destacaría a las bandas que cantan en castellano. Me gustan Zodiacs y Señor Mostaza, se arriesgan, lo hacen en castellano, y ponen el corazón. Luego hay otro sector que quizás mira más hacia fuera, son españoles pero podrían ser de otro lado. Además yo manejo la idea de que cuando tú cantas en inglés, sin ser una competición, entras en competencia con todo el mundo. Además hay mucha gente a la que le gusta comprender lo que estás cantando y participar. De todas formas creo que el panorama musical está mejorando. Al no haber dinero hay que tirar de ingenio. Hay una crisis a nivel interno del espíritu que se refleja fuera a nivel económico y que está haciendo que la gente esté despertando y haciendo cosas bonitas y divertidas”. Casualidad o no, las dos bandas que cita han tenido una presencia continuada en nuestra página web desde los inicios.

Hasta cierto punto nuestra conversación se ve alterada por las constantes distracciones que vienen generadas por el hecho de meter en una tienda musical a un número relativamente amplio de “melómanos”. Las interrupciones se suceden cada vez que uno de nosotros encuentra un disco de su agrado. Es un buen momento para preguntarle a por alguno de sus álbumes favoritos de siempre. Coge carrerilla y sin pensarlo demasiado comienza a disparar nombres. “Hay un disco básico en mi vida que es el “Friends” de los Beach Boys, me lleva a un lugar en el que me encanta estar. La gente siempre cita “Pet Sounds”, pero para mí este es más importante. El “Hums” de The Loovin´ Spoonful, me encantan las letras de John Sebastian creo que tiene un rollo “cool” y a la vez irónico, me siento súper identificada con él. Otro que conocí hace poco es el primer disco de Jesse Calling Young, se trata de un álbum acústico rollo “beatnik” del sesenta y cuatro o sesenta y cinco que se llama “The Soul of a City Boy”. “High Priestess of Soul” de Nina Simone , una mujer a la que adoro por su forma de ser, era una especie de Juana de Arco del Soul y del “black power”, el mero hecho de verla me emociona. Y por último “Forever Changes” de Love, que para mí es el disco más inspirado de la historia de la música. Uno de los tres que me llevaría a una isla desierta sin lugar a dudas. De hecho tengo un poster en mi habitación de la portada de ese disco. Supone el final de “Beautiful way of live americano”, es muy contestatario”. Vaya, se nos ocurren pocas clasificaciones mejore que esta en la que por supuesto vamos resaltar su última elección. El maravilloso “Forever Changes”. No vamos a decir nada más al respecto. Sobran las palabras cuando las canciones hablan por sí mismas.


La cita está tocando a su fin. Lo cierto es que podríamos seguir charlando con Sara durante muchas más horas, habría tanto que comentar, pero lamentablemente nuestra protagonista tiene una cita ineludible. En poco más de media hora parte hacía su Bilbao natal Solamente queda tiempo para interrogarle sobre sus planes de futuro a corto y medio plazo, los cuáles son relatados casi a la carrera. Nos gustaría que nos llamara mucha gente para tocar en verano, la verdad. Tengo la intención de que salga el segundo libro de “Recetas de Rock and Roll”. También hay algún plan secreto que no se puede decir. Nos gustaría que la gente se animara a venir a vernos porque el directo es buenísimo. El cuatro de Abril vamos a actuar en el Kafe Antxokia de Bilbao, haremos un especial de Rubia junto a Fake Band, que es un grupazo. Tocaremos la mitad de nuestro repertorio y el otro de Carole King, y ellos harán la mitad del suyo y la otra parte será un homenaje al último período de The Band”. Llega el instante de apagar la grabadora.

El resto de los recuerdos son los de una despedida apresurada y las promesas de vernos más a menudo por el Free Way Bar. Hay también pendiente una quedada para ver in situ el ensayo previo a alguna actuación, y por supuesto el acercarnos a algún directo de la banda. Por ejemplo el que realizarán en acústico la semana que viene en el Búho Real. Pero por encima de todo eso en nosotros está presente la satisfacción del deber cumplido y la de haber conocido mucho más de cerca a una gran persona y mejor artista. Muchas gracias, Sara, y mucha suerte. Te la mereces.

Por: Javier González e I.G.

Fotos: Iván González.