El resplandor de las luces del bosque de Nunatak

Madrid, Sala El Intruso, 22 de mayo de 2014.

Cuenta la leyenda que una vez cada mucho, mucho tiempo, se alinean los planetas y aparece sobre un escenario una banda dispuesta a comerse el mundo y a hacer música de una manera especial, casi mágica. 

Probablemente el pasado 22 de mayo fuera uno de esos días. El lugar, la sala El Intruso en Madrid. La banda, Nunatak. Siete personas llenando cada centímetro de uno de los escenarios de dimensiones más reducidas de la escena madrileña y una sala llena para disfrutar en la capital del nuevo disco de la banda de Cartagena, Nunatak Y Las Luces Del Bosque

Hay algo especial en esta banda. Algo que se percibe desde las primeras canciones de su directo. Sabes que vas a ver un buen concierto. Uno de esos que cuando apenas parece haber empezado, miras el reloj y ya has disfrutado de una hora de música en directo.

Nunatak y las luces del bosque apunta a ser uno de los discos del año, de esas pequeñas grandes joyas que aparecen así de repente, pero ese es otro tema, porque aquí hablamos de la prueba de fuego de toda banda, su directo, su puesta de largo, esa en la que Nunatak tiene sin duda una matrícula de honor. Merece la pena mencionar lo rico e interesante que tiene el proyecto con los sonidos del violín y la trompeta, dos instrumentos que no suelen tener mucha presencia en los escenarios y en las bandas digamos más pop y que cuando aparecen en bandas como estas no puedes dejar de venerarlos, son el toque de elegancia y distinción que lleva a la banda a adentrarse mucho más en el sonido folk. 

Hay conexiones en los conciertos que no se ven pero que se sienten. En esta ocasión hubo una muy importante y que no siempre se percibe de la misma manera, la que hay creada entre la propia banda. Desde abajo, desde el auditorio, se siente y se disfruta mucho más cuando ves que un grupo está totalmente conectado, y como consecuencia genera que esa audiencia disfrute más, se sienta más dentro de las canciones y las reciba como uno más encima del escenario. Eso al final acaba por convertir al respetable en un público atento y entregado que retroalimenta a la banda para seguir al máximo y continuar el bucle, ese fluir de energía es siempre mágico.

La noche que nos tenía preparada Nunatak fue una velada que seguro recordaremos todos los que allí estábamos disfrutando del directo de la banda hasta que al fin podamos llegar a verlos tarde o temprano (esperemos que sea temprano) en un escenario mucho más grande. Ya han pisado algún festival pero sinceramente este grupo se merece un escenario grande, una multitud de gente que coree su folk-pop como si no hubiera un mañana y que así las luces del bosque brillen más que nunca. 

Texto: Carlos Fernández 
Fotos: Gema Escudero