La estampida de “Horses” de Patti Smith llega a Madrid. 50 años del álbum “Horses”


Por: Guillermo García Domingo. 

El día 8 de octubre Patti Smith se subirá al escenario del Teatro Real de Madrid, y nos hemos preguntado debido a este acontecimiento quién es esta hechicera, la hija del herrero, Patti Smith, y qué supuso “Horses”, el disco que publicó hace 50 años (en noviembre del año 1975). Hay sucesos, no sólo sociales o políticos, también en el terreno del arte y la música, que no se ven venir. Quién iba a decir que una pequeña muchacha desgarbada iba a poner Nueva York y su escena musical del revés, cuando ya había sido agitada previamente por La Velvet y Lou Reed, Dylan, los New York Dolls. Pero ella y su querido Robert se sentaron a esperar en la acera, delante del Max´s, sabiendo que su oportunidad llegaría en algún momento. 

Alguien que afirma en “Oath”, uno de sus primeros poemas que injertó en el tema de Van Morrison, “Gloria, que “Jesús murió por los pecados de alguien pero no los míos… mis pecados me pertenecen solo a mí”, tiene que poseer una confianza fuera de lo común en sus posibilidades. Los que la conocieron en aquellos años del Chelsea Hotel dicen que reverenciaba a Rimbaud, el más antiguo, a Janis Joplin, Hendrix, Dylan, Keith y Mick de los Stones, y que no ocultaba que anhelaba por encima de todo parecerse a ellos. Ahora ella misma forma parte de esa lista de nombres que han transformado la cultura contemporánea. Con el fin de escribir este artículo no he tenido que ir a pescar en el mundo revuelto de Internet, Patti está por derecho propio en los libros, en las crónicas, las historia orales, en ensayos de crítica literaria y musical, y ella misma ha contribuido de un modo memorable a este acervo con sus libros de poemas y “Just Kids” que mereció el National Book Award varios años antes de que su amigo y mentor Bob Dylan ganara el Premio Nobel de Literatura. Es un libro imprescindible, no solo para aficionados a la música, sino para aquellos que lo son a la buena literatura. 

Patti Smith ha sido poeta, agitadora, pintora, dramaturga, todo esto habría justificado su importancia, Richard Hell y Joey Ramone afirmaron por separado que presenciar sus recitales era algo extraordinario, pero es que además grabó “Horses” en el año 1975. “Horses” son mil caballos desbocados y libres cabalgando por las avenidas desiertas de la metrópoli en la madrugada. Tratar de ensillarlos es imposible, nadie está lo suficientemente preparado para estos vómitos existencialistas de la última beatnik, esculpidos en el material indestructible del rocanrol. Incluso hay testigos presenciales de los hechos que sostienen que la cantante nacida en Chicago también fue la primera punk. Ahora bien, si tenemos en cuenta que Little Richard la poseyó en su adolescencia, que Mick Jagger la guió sin ser consciente de ello, cuando ella lo vio recitar, no cantar, en un concierto del Madison Square Garden, y que, en la reedición de Horses de 2005, ella misma incluyó la versión en directo de “My Generation” de The Who, quedan pocas dudas de su idiosincrasia rockera.

Los temas producidos por John Cale están habitados por fantasmas, personas anónimas y otras no tanto, que desaparecen o están a punto de desaparecer; cuando los quieres atrapar atraviesan la pared. Son presencias ausentes y premonitorias de los amigos y familiares que en los siguientes años se marcharon del lado de Patti: Robert Mapplethorpe, y en 1994 su marido, Fred “Sonic” Youth, se convirtieron en los fantasmas que desde entonces acompañan a la vieja hechicera del arte. La luz fantasmal también es la protagonista de la portada realizada por su compañero artístico y fotógrafo ya citado, ambos corrieron para llegar al apartamento antes de que la intangible luz abandonase el mundo hasta el día siguiente. 

En el estudio de grabación en el que todavía podía sentirse la presencia del desaparecido Hendrix, compareció Lenny Kaye. El guitarrista que acompañó a Patti en su primer recital con amplificador en la Iglesia de St Mark´s no podía faltar, nadie conoce mejor que él a la compositora y cantante, él entendió que esos “aullidos” podían ser replicados por una guitarra. El bajista checo Ivan Kral, caído del cielo, también tuvo un papel determinante en muchas canciones como “Kimberly”, así como, el teclista Richard Sohl, y el baterista omnipresente Jay Dee Daugherty, que sabía predecir el rumbo inesperado que la chamán escogía sin avisar. Porque la Patti que empieza la canción nunca es la misma que la concluye, sufre numerosas mutaciones a través de la voz, a la vez que adopta los distintos personajes que van apareciendo en la letra de la canción. Cada vez que escuchas otra vez cualquiera de estas milagrosas canciones ocurre algo nuevo. 

De “Gloria” dice la propia patti que le “dio la oportunidad de reconocer y reclamar nuestro legado musical y espiritual. Para mí encarna, dentro de su petulancia adolescente, lo que considero sagrado como artista. El derecho a crear, sin pedir disculpas, desde una posición que va más allá del género o la definición social, pero no más allá de la responsabilidad de crear algo que merezca la pena”. Esta canción marca la pauta de las canciones-río que alcanzan casi los diez minutos “gloriosos” que pasan demasiado rápido. Las otras son “Birdland”, que no alcanzamos a comprender por qué no es suficientemente estimada, pese a su indiscutible poderío de la música y de la historia onírica y extraterrestre que la voz de Patti erige como suprema poetisa del spoken word. “Land: Horses/Land of a Thousand Dances/La Mer (De)” recibe el caudal de hasta tres poemas/canciones. Según dejó escrito en “Just Kids” la propia Patti: es una improvisación en la que las “imágenes de muchachos descontrolados se fundían con las etapas de la muerte de Hendrix”. El trance no está lejos. La canción se aquieta y se exalta como una estampida de “caballos que llegan de todas direcciones, sementales plateados blancos brillantes con los ollares en llamas”. Cuán diferentes son “Redondo Beach” o “Kimberly”, sus aires afrocaribeños son engañosos, y contrastan con las historias difíciles que encierran, la segunda es hermosísimo homenaje rural a su hermanita, cuya explicación puede encontrarse en uno de los relatos de la colección “Tejiendo sueños” que lleva por título Mil novecientos cincuenta y siete. “Free Money” hace justicia a la rebeldía roquera que enuncia este disco. Si no es una canción perfecta, poco le falta. The Doors habrían reconocido este tema y particularmente los habría hecho Jim Morrison, a quien está dedicado otro tema subestimado: Break It Up, que “Tom Verlaine y yo escribimos sobre un sueño en el que Jim Morrison, atado como Prometeo, se liberaba de repente”. La humildad de Patti es verdadera, no es impostada, siempre ha vivido rodeada de fantasmas a los que admiraba, por esta razón, la última canción “Elegie” es un homenaje a todos ellos y ellas: “los recordamos a todos, pasados, presentes y futuros, a todos los que habíamos perdidos, estábamos perdiendo y perderíamos”. 

Sin embargo, Patti está aquí, dispuesta a actuar en Madrid. Pese a que casi tiene ocho décadas a sus espaldas, permanece “forever young”, diría el que ahora es su amigo, Bob Dylan; sigue siendo a fin de cuentas solamente “una cría” como aquella pareja de ancianos proclamaron cuando se cruzaron con Robert y la propia Patti en alguna calle de Nueva York hace más de cincuenta años. Patti Smith ha cumplido todo lo que juró que haría, aquello que le escuchó a William Burrough, que vivía en el hotel en la habitación de al lado, procura “dejar tu nombre limpio y no fingir”.