Alzando las copas en “Casa Vero”


Espacio Aura, Zaragoza. Jueves 2 de octubre de 2025.

Texto y fotografías:  Javier Capapé.
Fotografía: Àlex Romeo Puyo.

 A veces me pregunto cuál es el motivo principal para celebrar un festival. Muchos me dirán que es un evento que sirve como punto de encuentro y convivencia, pero disculpen si difiero. Ante todo, un festival es una gran oportunidad para escuchar música en directo. Sí, he dicho bien, para escuchar música. Ese debería ser siempre el motivo primordial, por encima de la excusa para compartir bebida y conversación con los colegas. Y si empiezo diciendo esto es porque el pasado jueves asistí a la cuarta edición de Casa Vero con muchas ganas de escuchar a varios artistas que están viviendo su momento de gloria en pleno ascenso hacia un público masivo. Quería escucharlos antes de que se convirtieran en algo más grande, lo cual es inevitable, pero en los jardines del espacio Aura de Zaragoza me encontré con algo ligeramente distinto. Con un lleno absoluto, pude constatar que muchos de los allí presentes estaban más preocupados por degustar los excelentes vinos que ofrecían las bodegas Viñas del Vero que por la música de los artistas que se subían al coqueto escenario.

Demasiado barullo, demasiada gente de espaldas al escenario, demasiadas charlas en las barras, demasiadas copas de vino (por otra parte nada cómodas para combinar con los conciertos) y poca atención. Una actitud que vislumbré desde el principio y que no paró en toda la velada. Y eso que los artistas que se dieron cita en Casa Vero eran de lo más jugoso. Desde la gran promesa del neo folk Carlos Ares al fresco tecno pop de Samuraï o el rock más enérgico e incontestable de Ultraligera, una de las mayores sensaciones del último año. Ni siquiera este sugerente cartel centró la atención que merecían estos artistas. Pero a algunos sí nos atraparon y convencieron, afortunadamente.

Aunque de Carlos Ares solo pude escuchar la parte final de su concierto, tengo que destacar su convincente actitud, consiguiendo que sus palabras nos interpelen, y su gran banda, generosos con su líder y totalmente entregados cual combo unido. Un cóctel exquisito para unas soberbias canciones que además se tornaron en mágicas a la luz del atardecer, que llegó en la recta final de su actuación con el himno autoconfesional “Peregrino” y la desgarradora (y también muy personal) “Páramo”.

De Samuraï destaco su poderosa juventud y su entrega desmedida. En su primer concierto en la ciudad del cierzo se desnudó en experiencias y emociones y nos las ofreció a “corazón quemado”, como reza la canción con la que abrió su intenso concierto. Una pose mucho más rock que en sus grabaciones y una contundencia y descaro que no se perdió en todo su timing. Su banda es muy potente y ella es puro derroche de emoción, algo que pudimos constatar a las claras con “En los espejos” o en esa belleza que derrocha fragilidad y sinceridad como es “Palabra prohibida”. Si cuando cobra todo el protagonismo la voz de Aroa Lorente, el nombre que se esconde tras Samuraï, más nos encandila, cuando se acelera y se muestra sugerente también nos atrapa, como ocurre con los toques techno de “Cuando dolía el amor” o con la impecable “En el aire”, en la que invitó a Leo Rizzi para regalarnos un dueto de altura, quizá más logrado por su espontaneidad que en la versión original de estudio.

La madrileña se atrevió con la versión de “Emborracharme” de Lori Meyers, e incluso presentó por primera vez en vivo su más reciente single “Dejándolo pasar”, aunque tuviera que repetir su inicio hasta en tres ocasiones. Heredera de Taylor Swift en “Que nadie nos entienda” fue capaz de cerrar con gran solvencia un directo que confesó que había sido algo ambiguo para ella, pero en el que nos demostró que no está dispuesta a ponerse ningún límite. Confesó, en medio de la ruidosa muchedumbre frente a la que algunos intentamos mostrar nuestro rechazo para poder escucharla como era debido, que existe porque escribe, y la verdad es que demostró que está en la senda correcta, porque es difícil resistirse al fabuloso embrujo de “Lo que vivimos”, con la que se despidió por todo lo alto hasta un nuevo encuentro con el público zaragozano en poco más de tres meses.

El momento que quizá todos esperaban era la aparición de Ultraligera. Una banda que está subiendo como la espuma con una propuesta tan contundente como sincera. Son un auténtico vendaval y en Zaragoza se les esperaba con ansia desde que arrasaron dos noches consecutivas en la mítica Ley Seca hace apenas un año. Por los cientos de congregados en las primeras filas del escenario del espacio Aura sabemos que no volverán a esos pequeños escenarios de antes. Lo suyo son altos vueltos y así lo demostraron, con un directo sin respiro que nos dejó a todos exhaustos. Bien es cierto que para poder disfrutarlo hubo que retirarse hasta la mesa de sonido, ya que la zona más cercana al escenario se convirtió en terreno de batalla.

Mientras se sucedían las canciones de “Pelo de Foca” iba anotando ideas que reincidían una y otra vez en lo mismo: directo arrollador, una apisonadora, tan duros como convincentes… Ultraligera son precisamente eso, una máquina desatada que ha conseguido lo que muchos ansían pero muy pocos logran en esta despiadada industria. Llegar de cero a cien en poco más de un año, y eso hay pocos que además sepan gestionarlo bien. Por ahora el quinteto lo está haciendo como mejor saben, con directos más que potentes y una pose descarada y provocadora que encaja a la perfección con su letal discurso. Son muy grandes, y así nos lo hicieron ver mientras desgajaban canciones tan impactantes como “Silla de mimbre”, en la que reivindican los años de la niñez que nos traen recuerdos que perduran toda la vida, o “Europa”, una balada en la que invitaron a guardar un poco de silencio para los que querían escucharles de verdad. Clamando por lo que verdaderamente importa, porque aunque pareciera que Ultraligera llevaban puesto el piloto automático eran muy conscientes de dónde estaban. De hecho, Gisme se mostró bastante comunicativo: “No son números, no son salas llenas, recuerdo caras y el apoyo de la gente”. Así se ganaba al público que los había visto previamente, pero también de aquellos que veían su espectáculo por primera vez. 

Para llamar la atención todavía más (si es que acaso sus canciones no son de por sí provocadoras) nos llevaron al éxtasis con sendos solos de guitarra y una larga improvisación a la batería en “Pelo de Foca”, además de ya la clásica escapada de Gisme buscando algún lugar en el que subirse a cantar fuera del escenario (en esta ocasión optó por la torre metálica que protegía el espacio de la mesa de sonido). Cuando presentó al resto del grupo, reparó en la suerte de rodar en la furgoneta durante este intenso año de gira con sus amigos como aquello que les sostiene, además de alzarse como estandarte y reivindicar la música en directo por la magia de hacer que sigan sonando los instrumentos encima de un escenario, ya que en estos tiempos más que nunca no basta sólo con darle al play. La música se siente en comunión con el público. No podemos estar más de acuerdo con estas palabras que mueven a nuestro equipo del Giradiscos y afortunadamente también a muchos de los que se olvidaron de las copas de vino y disfrutaron de veras hasta el broche final mientras se sucedían sus inconmensurables “Tú no lo ves”, “Matanza en el Hotel” y “Recuerdos del Baile”.

Así terminaba la última y más exitosa edición de Casa Vero que desde 2022 se consolida a orillas del Ebro (junto a sus ediciones alternativas de invierno en Astún). Un festival por el que ya habían pasado anteriormente Siloé, Veintiuno, Luis Fercán o Erin Memento, sumando para esta ocasión un cartel de lo más celebrado. No incidiré de nuevo en el hecho de pensarse muy bien a lo que se viene a este tipo de eventos, pero después de escuchar a los protagonistas de la pasada semana en el espacio Aura, muy por encima de la oferta vitícola y la distendida conversación, se halla el poder de la música, que sigue uniendo posturas, acercando almas y consolidando metas. No dejemos que se pierda nunca y apostemos por una próxima edición con tanta pasión compartida como con la que brindamos junto al certero dj Rialto, los siempre espontáneos Modelo, el nuevo trovador del indie Carlos Ares, la atrevida Samuraï y los irresistibles Ultraligera. Brindemos por ellos.