Cordovas: “Destiny Hotel”



Por: Skar P.D.

La americana es una amalgama que comprende un sinfín, o casi, de subgéneros con un identificativo común, algo así como el espíritu americano filtrado a través de la música. Y tiene sus héroes, porque es un género de héroes, y cuando se habla de ellos, de forma automática, aparecen los nombres de Grateful Dead, The Band o Allman Brothers Band. A partir de aquí el asunto está en cuanta cantidad de "misticismo" es capaz de asumir. Los espacios abiertos, las mecedoras en los porches soleados, la arena de los desiertos, más imaginarios que reales, y una especie de resignación espiritual en aras de un optimismo buenrollista y esperanzado, poético si se quiere. Si hay un género conservador donde los haya, heavy metal aparte, este es la americana.

Con estas señas distintivas el indicativo que genera diferenciación se llama groove. El groove eleva a un nivel superior las composiciones basadas en los parámetros canónicos que engloban por igual el folk y el country, el blues y el rock'n'roll, el góspel y el hillibilly. Este último no como gentilicio.

El segundo disco de los de Nashville, "That Santa Fe Channel", supuso una apertura estilística y un empujón hacia adelante en la constante lucha de su líder Joe Firstman por dejar atrás algunas decisiones equivocadas como el contrato firmado con Atlantic y que le ha tenido lastrado durante años. Según el propio Firstman, "Destiny Hotel" empezó a fabricarse inmediatamente después de publicar el anterior disco y se hizo patente en una especie de retiro espiritual que la banda realizó en una comuna de un pueblo llamado Todos Santos en Mejico y se grabó en siete días en Los Angeles justo antes del confinamiento pandémico. ¿El misticismo de la americana?

"High Feeling" abre el disco y es puro optimismo, el órgano se convierte en el soporte de una bien estructurada canción apoyada en ramalazos de soul y es que la aportación de Adrian Quesada, guitarrista de Black Pumas, así como la aportación de sus coristas de gira, le proporciona tal sustento. Y por buscarle una referencia bien podría ser un tema incluido en algunos de los dos últimos discos de Danny & The Champions Of The World.

En "Rain On The Rail", Firstman, vuelve a procurar la expiación de sus errores asumiendo el papel protagonista de la canción: "Una vez no fui un desastre”, canta mientras el banjo, jovial en su sonido, se encarga de eliminar cualquier atisbo de amargura. El country más vitalista toma carta de naturaleza en "Fine Life", fiddle mediante, y las raíces se hacen patentes. o se es de Tennessee o no se es. Los coros gospel de "Afraid No More" dotan de sentimiento a una balada, de esas baladas cálidas de fin de verano, que te abrazan el alma seas o no americano. Nada que ver con "Man In My Head", que elimina la ternura para centrarse en supuestos y dolientes enemigos internos. Las dudas y los miedos nunca se acaban de ir porque, en definitiva, son sentimientos atemporales.

"Destiny" y la contagiosa "I'ma Be Me" son las canciones más accesibles de todo el disco por frescas, rítmicas y joviales. Optimistas claro, como no podía ser de otra manera cuando el pop se encuentra con el country. "Warm Farewells" suena a trópico a playas y a quietud y evidencia el entorno compositivo donde de desarrollo este "Destiny Hotel" (Baja California), y puestos a rizar el rizo a lo mejor la serie de conciertos que dieron por allí y que respondían al sugerente nombre de Conciertos del Trópico de Cáncer lo facilitó.

Puede ser que los oídos avezados hayan captado las señales que abundan en el disco, pero es en "The Game" donde salen a la luz sin ningún pudor. Y es que hablando de héroes de "la americana" Little Feat, o sea Lowell George, tienden a ser olvidados. Para Cordovas no.

El mensaje del disco es nítido: dar en vez de pedir, deliberadamente Cordovas han eliminado el mensaje de "quiero esto y quiero aquello" así que el que en "Do More Good" canten: "La mayoría tiene demasiado miedo de admitir que les han mentido", tiene todo el sentido. "Queremos cantar cosas atemporales que tengan sentido también en el futuro". No hay nada más atemporal y con más sentido que los buenos deseos.

Producido por Rick Parker (Beck, Black Rebel Motorcycle Club) este "Destiny Hotel" es tan de "americana" como dice su nombre. De canciones cortas y amables, optimistas y exquisitamente arregladas eso sí, porque cada nota y cada acorde están en su lugar aportando una riqueza de matices que las abrillantan y que las hacen fluidas. Y tienen el groove suficiente como para captar la atención.  De mensaje amable, que quizás suene un poco lejano, pero que en momentos un tanto depresivos suenan evocadores, es un tanto hippy en su concepción y por tanto sin aristas que entorpezcan las sensaciones luminosas que intenta transmitir. Es un disco de "heartland rock", que es ni más ni menos como se llamaba la americana antes de que el alt-country la tiñera de espíritus perturbadores. Y es un paso hacia adelante en una banda más trabajadora que talentosa. Y esto no es ningún demerito.