Paul McCartney: "III"

 

Por: Àlex Guimerà

Muchos nos quedamos con las ganas de volver a verle en directo en Barcelona el pasado mes de Julio. Otra de las nefastas consecuencias de la maldita pandemia, la cancelación de los conciertos. Pero no todo fue malo en 2020 ya que el fatídico año nos reservó algunas gratas sorpresas discográficas, algunas de última hora, como la de este "McCartney III", que surgió del aburrimiento de su autor durante el confinamiento en su mansión de Sussex. Y es que el bueno de Paul pasó de una vida ajetreada llena de conciertos, entrevistas y promociones a tener que quedarse “encerrado” en su casa, que a pesar de tratarse de una propiedad de hectáreas en las que siguió saliendo de paseo a caballo, acabó rompiendo todos sus esquemas.

Y así surgde forma inesperada y espontánea una tercera entrega de McCartney para la cual hemos tenido que esperar 40 años. Recordemos que “McCartney” (o conocido como el disco de las cerezas) se compuso y gravó con un pie en Londres y otro en su granja "Mull of Kintyre" en Escocia coincidiendo con la época final de los Beatles y publicado unos días antes que "Let It Be", en 1970. Un debut en solitario cuya gracia se encontraba en la búsqueda de un minimalismo sonoro, tras haber sido compuesto y tocado íntegramente por Macca con equipos muy caseros. El disco no era más que una catarsis, como una especie de liberación de sus problemas en los Fab Four.

Diez años después, en 1980, y tras haber publicado grandes obras con los Wings en una intensa y exitosa década de conciertos, Paul se encontraba indeciso sobre la continuidad de “su” banda, refugiándose en un nuevo disco caracterizado por el uso de los sintetizadores y la experimentación.

De nuevo, en otro año acabado en 0, tenemos un disco “yo me lo guiso y yo me lo como”, hecho a modo de vía de escape, de parón, borrón y cuenta nueva, del genio de Liverpool. Como en su proyecto The Fireman o en sus numerosas incursiones en la música clásica o en la pintura, su mente inquieta le llevó hacia su estudio casero para componer, tocar (todos los instrumentos claro), grabar y acabar formando una nueva entrega discográfica, la que hace número 18 en solitario, tras “Egypt Station” de 2018. Sin contar con los grandes medios ni intenciones de aquel, “McCartney III” fluye como la enésima reivindicación de su arte para hacer lo que él quiere y no lo que se le espera.

La apertura “Long Tailed Winter Bird” es una lúcida pieza instrumental con logrados punteos de guitarra que juega con una estructura blues a la que busca dotar de un tono de modernidad. Una modernidad blues que repite en “Lavatory Girl” que entronca con los Black Keys y con Jack White. O en “Slidin’”, con ese toque a los Arctic Monkeys del "AM". Rudas guitarras eléctricas, bajos poderosos, distorsiones y ese espíritu bluesy siempre presente en el músico.

El single de promoción, “Find My Way”, es quizás la que más se asemeja a lo visto en sus discos más recientes (“Egypt Station” y “New”), melodía pegadiza, luminosidad y búsqueda de ese sonido actual vistoso. Para lograrlo innova en en el uso de la batería y de las percusiones, pero también en las construcciones instrumentales y en los efectos de sonido. En parecida dinámica aparece “Seize The Day”, con su estribillo repetitivo y simpático riff. En cambio “Deep Down” mira hacia el funk de los setenta y “Woman And Wives” es una pieza solemne al piano marca de la casa.

Quizás la canción más arriesgada del paquete y en la que se reflejan esos mayores esfuerzos vanguardistas es “Deep Deep Feeling”, que a lo largo de sus más de 8 minutos transita por distintos ambientes y texturas inquietantes. Más desnudo de medios, sin embargo,  se encuentran “Pretty Boys” y “The Kiss Of Venus”, merced a la guitarra acústica y para la segunda a un amable falsete.

El cierre del álbum lo pone “When Winter Comes” (anticipada por unos acordes de la inicial “Winter Bird”), una preciosa balada a la guitarra hermanada con gemas de la talla de “Blackbird” o “Calico Skies”, lo que se dice pronto. No en vano, el tema en cuestión fue compuesto en la época de “Flamming Pie” y metido en el estudio con George Martin con una letra inspirada en su época post-Beatle en tierras escocesas. Esta es la historia del cierre de una alargada trilogía de liberación y de autoreivindicación de uno de los mayores genios que la música ha dado, para quien (aunque suene a tópico) los años no parecen pasar y para el que deseamos muchos años de salud para seguirnos regalando destellos de su glorioso arte.