Rhiannon Giddens (with Francesco Turrisi): " They're Calling Me Home"




Por: Kepa Arbizu

De la deslumbrante forma en que Rhiannon Giddens y Francesco Turrisi son capaces de compenetrarse ya tuvimos noticias por primera vez en su álbum fechado en el 2019, “There Is No Other”. Una grabación con la capacidad de sobrecoger al mismo tiempo que de sorprender a través de una nada obvia mezcla de influencias con vocación internacionalista y presentación austera. No va a haber grandes diferencias en ese aspecto en el nuevo capítulo concebido por este "matrimonio" artístico compuesto por dos talentosos multiinstrumentistas, una apegada a los sonidos de raíces estadounidenses y el otro acostumbrado a manejarse en un jazz de contemporáneas derivaciones. Una entente a la que además une, al margen por supuesto de su creatividad y empuje para tejer sorprendentes vínculos, su residencia actual en Irlanda, lo que deriva en añadir a su faceta imaginativa una nueva localización de la que tomar aspiraciones musicales, sumando así a su ya multicultural apuesta otro nuevo punto de anclaje. 

Fue precisamente durante ese obligado tiempo de total confinamiento al que todos hemos estado sujetos, cuando los sentimientos y anhelos acerca de sus respectivas tierras de origen, y sus consiguientes bandas sonoras, les empujaron a rememorarlas desde la óptica -y la inevitable influencia- que les proporciona su actual ubicación. Utilizando como centro de operaciones un pequeño estudio casero situado en las afueras de Dublín, allí alumbraron en plena época de desazón existencial una docena de nuevas canciones que, caladas de una inevitable nostalgia, persiguen entablar conversación con ese hogar simbólico donde se acumulan nuestros recuerdos y vivencias, aunque paradójicamente también sea la representación de la inevitable llegada a esa última estancia que nos ofrece el recorrido.

Pese al indiscutible momento histórico e insólito del que estamos siendo involuntarios protagonistas, resulta difícil, por no decir imposible, encontrarse con un relato humano que no haya sido ya abordado desde el ámbito artístico, y por supuesto musical. Por eso, actualmente, la excepcionalidad creadora no reside tanto en aquello que se cuenta sino en la manera de hacerlo, intentando buscar una expresión que resulte lo más original, y al mismo tiempo convincente, posible. Nada importa por lo tanto, más bien al contrario, que el grueso de las canciones que forman este disco sean adaptaciones de temas populares o ajenos, primero porque es una buena manera de demostrar el porqué de esa vigencia atemporal de la que hacen gala los clásicos, y por otra, más esencial, porque visualiza la desbordante aptitud demostrada por Giddens y Turrisi para moldear a su imagen y semejanza los más vetustos versos, llegando a hacerles pasar por palabras construidas por primera vez para nuestros sentidos.

La latente carga mortuoria que acumula en su concepto “They’re Calling Me Home” queda ya expuesta desde su (casi) homónimo tema inaugural, original de Alice Gerrad aquí transformado en un cautivador cántico -sujeto por unas inquietantes y parcas bases instrumentales- heredado tanto del gospel como del místico paisaje de los Apalaches, alcanzando tal presencia que parece concederle el don de ser la única voz que resuene entre el silencio que durante tanto tiempo nos ha envuelto. Ni mucho menos estamos ante la única referencia a ese momento final al que todos estamos supeditados, de hecho su mayor amenaza en estos tiempos también deja su extensa huella en esta grabación. Así lo atestiguan canciones como “O Death”, abiertamente emparentado con los espirituales negros en su exuberante crudeza, o clásicos de la talla de “I Shall Not Be Moved”, de sutil y bucólica épica, o "Amazing Grace", sorprendentemente convertida en un instrumental donde lo tribal se funde con los vientos irlandeses, aportados por la presencia de Emer Mayock.

Teniendo en consideración la trascendencia que alcanza en el resultado global del álbum la presencia del conglomerado de raíces musicales procedentes del norte de América, no es extraño que por momentos éstas hagan una aparición más ortodoxa o cuanto menos aislada de otro tipo de influencias. Temas como “Waterbound”, un remanso de elegante bucolismo, “Black as Crow”, de un acongojante minimalismo, o “When I was in  My Prime”, originalmente interpretada a capella por Pentangle y aquí tratada con una grandiosidad lírica, asumen postulados tendentes al folk convencional. Más alejados de esa relativa integridad en la procedencia despuntan composiciones como “Avalon”, una de las pocas realizadas ex profeso para la ocasión que se desarrolla en un territorio donde conviven los ritmos africanos, mediterráneos y hasta se intuye un paso blues. Más allá del influjo de la denominada música popular incluso hay espacio para el bel canto, tomando el aria de Claudio Monteverdi, "Sì dolce è'l tormento", para hacer todo un ejercicio de delicadísimo lamento, o compaginar ambas voces como único sustento de la nana "Nenna Nenna", el mejor remedio hasta hoy inventado para aplacar la ansiedad.

Puede que alguien se detenga en la supuesta pérdida del factor sorpresa de este segundo episodio creado entre Rhiannon Giddens y Francesco Turrisi, pero la única realidad es que resulta imposible no rendirse ante el desbordante poder emocional del repertorio presentado por este trabajo. Ideado durante un momento de total desconcierto existencial global, no hay mácula posible de encontrar en esta pulcra y poderosa invocación a esos lugares ajenos a los mapas donde reside el sosiego añorado, ya sea momentáneo o eterno.