Lee Perry 1936-2021: Adiós al espíritu del reggae


Por: Oky Aguirre

Chris Blackwell, en los estudios Black Ark sentado en un sofá: "Scratch, la cinta se está desbordando. ¡No puedes hacer eso! Lee Perry simplemente dijo:' ¡El álbum se llama Super Ape, así que necesito una Super Tape! El gran tiburón-productor blanco no tenía ni idea que aquél negro loco de 1,55 de estatura estaba sentando las bases de uno de los géneros clave en la historia de la música: el Dub.

Así era Rainford Hugh Perry, más conocido como Lee “Scratch” Perry, uno de los productores más influyentes de los últimos 50 años, pionero del reggae; el conductor de esa locomotora con vagones repletos de "Positive Vibrations". Ninguno esperábamos que nos dejara con 85 años. No había señales que vaticinaran lo que a su edad correspondía. Al contrario, sus redes sociales estaban continuamente ardiendo con sus fotos con trajes inverosímiles y juguetes varios, además de algunos futuros proyectos.

Lee “Scratch” Perry vivía en Suiza pero falleció el 29 de agosto en su Jamaica natal. Allí fue donde hace 50 años comenzaba a destacar en las sound systems, para acabar en el Studio One de Clement “Coxsone” Dodd y luego en Amalgamated Records de Joe Gibbs, del que se vengaría en su exitazo “People Funny Boy”, primera piedrecita en el camino para la transición del ska al reggae, con ese lloriqueo de bebé metido de lleno entre armonías. 

 

A partir de este ataque frontal contra su antiguo empleador se hizo llamar “The Upsetter” (el molestador, la mosca cojonera…), iniciando una prolífica época como ingeniero y productor de temas, sobre todo instrumentales, con sonidos jamás oídos y de los que Perry dice le llegan de la naturaleza, de las piedras, del agua o del viento y de la tierra, y que en su cabeza busca la forma de reproducir, aunque le tachen de loco perdido. “The Return of Django”o “Clint Eastwood” son dos joyas de aquella época (1968-1974) que le dieron la posibilidad de trabajar con Marley y sus Wailers, Peter Tosh y Bunny Livingstone, dando comienzo una de las relaciones más trascendentales que ha parido la música.

Los dos discos que Perry produjo a los Wailers, “Rasta Revolution” y “African Herbsman”, son tesoros de la música tan valiosos como “Srgt. Peppers” o “Blood on the Tracks”, donde Scratch adoptó, cuidó y moldeó a un Bob Marley todavía metido en suaves armonías vocales y géneros de Occidente, para instaurar ese carácter y mensaje roots reggae que acompañaría a Mr. Robert Nesta para siempre. “Mr. Brown”, “Duppy Conqueror” o “Soul Rebel” son canciones que el mundo necesitaba, y sobre todo Bob Marley & The Wailers, cuyo despertar con Perry fue trascendental para su asalto a la gloria mundial.

Después de unos años de malas vibraciones (Perry vendió las canciones de los Wailers), volverían a encontrarse en Londres, donde Marley llegó después del intento de asesinato en Jamaica volviendo a ser producido por su mentor, mientras también era invitado por The Clash para dejar huella con su maravillosa “Complete Control” y “Polices and Thieves” de Junior Marvin, enlazando el punk con el reggae en otra demostración de su ingeniosa locura, plasmada en “Punky, Reggae, Party”, que regaló a su discípulo.

Su importancia verdadera, aparte de la autoría como creador absoluto del Dub, junto a King Tubby, fue la contribución a otorgar a la mesa de estudio la categoría de instrumento, lo que le convirtió en ese chalado que siempre aprovechó su figura para convertirse en un brujo o curandero de almas mal llevadas -los rastas con dreadlocks-, abriendo las puertas a un mundo antes nunca imaginado por avezados productores y discográficas como EMI, Universal o Island Records, a los que Perry consideraba la Babilonia perversa, la que según él le arrebató a Bob Marley y a parte de sus Upsetters, Aston y Carlton Barret, su batería y bajo, su cerebro y corazón, una sección rítmica para la historia que se pasaron a The Wailers. Su influencia evidente en géneros como el hip hop y el rap se afianza en la multitud de colaboraciones a lo largo de sus seis décadas en activo, destacando la de Beastie Boys, además de poner el sample en todas las mentes de mágicos productores, maestros consagrados, como Adrian Sherwood o Brian Eno, con el que colaboró hace tan sólo un año.

   

Recuerdo la primera vez que supe de este extraterrestre. Yo andaba metido en faenas de veinteañeros con Creedence, Stones, años 50/60, y el rockabilly. Mi compañera en el diario MARCA -Paz Aparicio, hoy directora del Wizink Center, culpable de mi conversión al rastafarismo- me dejó toda la discografía de Marley en vinilo durante un agosto de "rodríguez". Ella me aconsejó empezar desde el principio, jamás con el "Legend". Ahí fue donde empecé a vislumbrar la importancia de consultar las labores de producción en aquéllos discos de nuestros comienzos. “Produced Lee Perry”. La manida frase de “me explotó la cabeza” ni se acerca a lo que supuso para mí. Transformó mi alma blanca en negra, como a lo largo de mi existencia le ha cambiado a gente totalmente ajena al reggae, aquellos que empezaban diciendo que siempre es igual y que quedaban hechizados con el heartbeat mientras el chamán Perry jugaba con sus abalorios y humos. “No joint; No show” fue una frase muy utilizada a lo largo de sus años encima de un escenario, para desesperación de promotores y equipos de seguridad. Hace cinco años en la sala But de Madrid volvió a ocurrir delante de mis ojos. No sabía que iba a ser mi última cita con la viva imagen de Haile Selassie. Por eso aún recuerdo ese escalofrío que sentí cuando debajo del escenario extendí mi mano y Lee “Scratch” Perry me la apretó con fuerza, transmitiéndome toda la tierra, viento y fuego que son las Positive Vibrations.

Es inevitable que la cara y voz del reggae en el mundo pertenece a Bob Marley. Como de cajón es atribuir que el espíritu de esta música nacida en Jamaica corresponde a Lee Perry, cuyo legado nunca se extinguirá. 

Keith Richards a Rolling Stone en 2010: “Lee Perry es el Salvador Dalí de la música. Es un misterio. El mundo es su instrumento. Sólo tienes que escuchar. Más que un productor, sabe inspirar el alma del artista. Al igual que Phil Spector, tiene el don de no solo escuchar sonidos que no provienen de ningún otro lugar, sino también de traducir esos sonidos a los músicos. Scratch es un chamán ".