The Bo Derek's, J Teixi Band y Dr. Feelgood: Cartografía del rhythm and blues


Sala Santana, Bilbao. Sábado, 29 de abril del 2023. 

Texto: Kepa Arbizu 
Fotografías: Lore Mentxaka

Tan acostumbrados estamos a encontrarnos con teloneros, carteles conjuntos e incluso pequeños festivales que adolecen de cualquier tipo de unidad estilística, convirtiendo a unas bandas respecto a otras como el escollo que hay superar para encaramarse hasta la opción predilecta, que todo el sentido global con el que estaba delineada la velada del pasado sábado en la bilbaína sala Santana resultaba toda una gratificante expresión de sensatez. Y es que más allá de sinergias y conexiones evidentes existentes entre las tres formaciones que ocuparían paulatinamente el escenario, su espíritu colectivo servía para escenificar el despliegue de un árbol genealógico formado por las diferentes generaciones que han abrazado, desde unas señas de identidad particulares, un concepto común entorno al rhythm and blues. Al igual que las muñecas Matrioskas son capaces de desligarse en diversas piezas pero todas confluyen en un mismo cuerpo, la presencia de The Bo Derek’s, J Teixi Band y Dr Feelgood se vincularían durante toda la jornada bajo un hilo argumental que casi daba la sensación de estar perfectamente premeditado. 

Si en la actualidad hay una banda que recoge con maestría los preceptos asociados al rock and roll, y no solo en lo que respecta a una ejecución desenfrenada y cruda, abastecida por igual de clásicos del género como del nervio servido por  Eddie And the Hot Rods o incluso The Devil Dogs, sino a una puesta en escena elegante pero en continua ebullición, son el proyecto encabezado por Óscar Avendaño y los hermanos -Jorge "Lorre" y "Rufus el Guarro"- Martín. El trío, a pesar de presentarse frente a un público todavía escaso, lo que en una sala de tales dimensiones transmitía un paisaje de cierta frialdad, desterró al instante cualquier sensación de distancia a base de una vigorosa y espídica concatenación de temas que arrancó con el rotundo rhythm and blues de “Encerrados” para, paso previo por “Godzilla vs Kong”, llegar al blues con escala australiana, concretamente en AC/DC, de “Tirao”. Entre retratos de ese costumbrismo canalla que igual nos presenta a las bebidas espirituosas como antesala del infierno (“Fireball”) o expone relaciones nocivas pero inevitables (”Como un herpes”) hubo espacio para colorear sus envestidas, por ejemplo con  unas melodías Motown trituradas por el ánimo garagero de Reigning Sound en “Humo”. Una maquinaría sonora a pleno gas que todavía encontró resquicios para incrementar su estado de exaltación al enlazar tres versiones a cada cual más huracanada, haciendo de “First I Look at the Purse”, "Nutbush city limits", y sobre todo del “Bama Lama Bama Loo”, de Little Richard, un apoteósico colofón.

En ese tramo final de un show que transcurrió bajo su habitual política de tierra quemada, la banda gallega coló su virulenta adaptación de “Marta”, de Mermelada, convertida simbólicamente en al eslabón de enganche para introducir a la J Teixi Band, heredera directa de aquel pretérito proyecto, no obstante comparten alma máter en la persona del guitarrista y cantante Javier Teixidor. En formación de sexteto, lo que apuntaba que su sonido iba a resultar más expansivo y majestuoso, el grupo no quiso dejar escapar el momento para presentar las bondades de su último trabajo, “En el barrio”, demostrando especialmente la inspiración que respiran temas como "Ciego sol", interpretada baja la sombra de esa nostalgia asociada a Burning; estilizados ejercicios de groove desarrollando todo el potencial de la banda en "Tu amor es cruel"; sumergirse en una pantanosa pero exuberante "Cuando te quitan la piel"  o recorrer, y recoger, todo el sabor que palpita en Nueva Orleans de la mano de "Me llevo lo mejor". Una decisión, la de compartir novedades, que por supuesto no iba a conllevar olvidar retroceder las páginas de un calendario discográfico fiel a ese clásico rhythm and blues que encuentra acomodo entre Albert Collins o los Blues Brothers, como da buena cuenta de ello "Eres la lluvia", donde la banda se mostró pletórica, o el imponente estribillo de "Estoy loco". Más allá de dichos parámetros, el boogie, otra de sus fuentes inspiracionales, hizo acto de presencia, ya fuera en su sentido más romántico en "Rosas rojas" como rasgado, a lo George Thorogood, en "Las ratas y yo", completando un exquisito repertorio que se coronó con el icónico tema "Coge el tren", en la que participó, al igual que sucedió en otros momentos, el armonicista Ricardo Santamaría, encargado de proporcionar con su suplido un empuje extra a los temas y de paso encarnar en primera persona ese vínculo respecto a los siguientes protagonistas en saltar a las tablas, dada su condición de integrante de Stupiditos, banda tributo a, efectivamente, Dr. Feelgood

Resulta inevitable que la polémica, o cuanto menos las opiniones encontradas, se acumulen cuando nos hallamos frente el nombre de una banda mítica que, desprovista de aquellos baluartes que le han proporcionado sus principales señas de identidad, mantiene su actividad. La formación británica, huérfana en sus filas de Wilko Johnson y Lee Brilleaux, no está exenta de dicha disparidad de pareceres, pero si bien es cierto que resulta inevitable no echar de menos aquellos aspectos identificativos que les hicieron emerger de entre la escena del pub-rock, no deja de serlo tampoco la muy reseñable solvencia musical de unos integrantes que por otra parte han pertenecido a la disciplina de la banda desde hace muchas décadas. De ahí que, perfectamente comprensible es quien considera irrenunciable el hecho de alterar  los recuerdos asociados a la revolución que supuso la formación, como quien obviando debates sobre la idoneidad de su nomenclatura disfrutó de una actuación que ofreció diversión y una muy alta prestancia.

Más allá de los consabidos éxitos que esconde su discografía clásica, el grupo no quiso dejar pasar la oportunidad, en una comprensible y elogiable intención, de detenerse en su reciente nuevo álbum, "Damn Right!", con el que pudimos comprobar que no estamos ante un mero ejercicio revivalista sino también ante una reivindicación de su actual calado. Y eso es posible gracias a piezas como el tema homónimo, de sobrio y pétreo rhythm and blues, el original slide que se deslizó entre "Keep It Under Cover" o la elegante intensidad de "Mary Ann", que no solo no desentonaron en absoluto sino que fueron un muy buen aliciente con los que conjugar infalibles melodías. Por ejemplo la que irradia el bajo que marca el ritmo de "Roxette", o las no menos apreciadas por el respetable  "She Does It Right", “Milk and Alcohol” o la coreada "Back in the Night". Tramitadas con sobradas aptitudes, sin embargo uno tiene la sensación de que el cuarteto, siempre encabezado por el infatigable cantante Robert Kane, mostró sus mayores credenciales cuando su camino se dejaba llevar hacia el blues, donde Howlin' Wolf ejerció de guía en "If My Baby Quits" haciendo lo propio Muddy Waters para  "Shotgun Blues",  momentos de lucimiento para la guitarra solista que nos induce a pensar que quizás estos sean los parajes más naturales para los actuales miembros. Pero es solo una suposición, porque el martillear a lo ZZ  Top de “Down at the Doctors” o el desmelenado rock and roll de "Gimme One More Shot" les situaba de nuevo entre ovaciones y algarabía. Decididos a atraer definitivamente -si es que todavía no lo habían logrado- hasta su terreno a la audiencia, desplegaron un infalible en esas lides "See You Letter Alligator" o el "Route 66". Insuficiente proceder con seguridad para quien mantiene, con toda legitimidad, en un altar el legado clásico adherido a su nombre, pero de una indudable practicidad a la hora de congraciarse con el público.

Como si de un libro de tres actos se tratase, la noche del sábado sirvió como un excelente repaso a las diversas lecciones que engloba el rhythm and blues, un lenguaje al que no le importa el idioma en que esté expresado, ni la edad de sus predicadores ni mucho menos el lugar de su origen, porque todas las bandas reunidas, desde su propia idiosincrasia y particular forma de entender el género y sus derivaciones, demostraron ser parte de una misma familia, una que contradice cualquier intento de constreñir estos vertiginosos ritmos solo en pasto de coleccionistas o de los más afines a su universo. Porque uno tiene la creencia, alimentada quizás de una esperanza utópica, de que este tipo de atractivas y pegadizas melodías -más en las manos expertas que fueron interpretadas- están sobradamente capacitadas para, desandando todas esas zanjas que nos empeñamos en construir entre generaciones, estilos y otros artificios, imponer esa condición universal que ostentan y que rechaza cualquier restricción que le impida reclamar su latido primitivo como incitación a atravesar la vida galopando sobre un baile febril.