Los orígenes de Burning

Castizos, chuletas y a la vez cercanos. Músicos de extrema calidad, tipos de buen corazón y abanderados de una honradez a prueba de bombas que solamente puede nacer en determinados barrios de las grandes urbes como La Elipa; ese reducto de población que nace a los píes de la plaza de toros de Las Ventas que ellos, con su forma de vida y sus canciones, lograron convertir en un lugar mítico y eterno donde el cielo y el infierno se daban la mano como fiel reflejo de una España convulsa en plena Transición

Esos eran los Burning, probablemente el grupo más auténtico que jamás haya alumbrado nuestra ciudad. Lo tenían todo. Canciones, actitud y hasta aquel fastidioso y puñetero halo de malditísmo. El mismo que contribuyó a que jamás gozaran del estatus de ventas que sus composiciones merecían y que también ayudó lo suyo en las tristes desapariciones de dos de sus pilares fundamentales como fueron el gran Toño y nuestro admiradísimo Pepe Risi.

Unas características únicas que a ojos de un buen puñado de gente les han situado en ese lugar privilegiado que la historia les negó, donde las cifras de discos despachados y la popularidad son dos cosas estúpidas y vacías; sí, justo en ese recoveco que se sitúa a la altura del corazón y cuyo rítmico vaivén se mueve al compás de la negrita del Risi, mientras la voz de Toño seduce, el piano de Johnny aporta calidez y el bajo del mítico Quique Lanstrum se encarga de dar rotunda contrarréplica. 

Y entre ese selecto grupo de personas marcados a fuego por Burning brillan con luz propia los nombres de Alfred Crespo, co-director de la revista Ruta 66, Ricardo Moyano y Carlos Rodríguez, quienes con sus obras Burning Madrid y Burning. Veneno del Rock han contribuido de manera más que exitosa a la hora de arrojar luz sobre la historia de la banda en un acto de justicia poética con un grupo único. 

Especialmente meritoria resultó en su día la labor del periodista catalán, quien para su obra no dudó en contactar de nuevo con Quique Lanstrum, fundador y bajista original de la banda, quien abandonó la formación antes de la publicación de Bulevar desvinculándose por completo de la historia de Burning para que apareciera en su obra relatando algunos pasajes de la banda en los primeros capítulos de su libro en un golpe de efecto maestro tan inesperado como interesante. 

Casi tan inesperado como ese otro giro del destino que meses atrás nos puso en contacto directo con el propio Quique al que no dudamos un segundo en abordar, de frente, con descaro y casi por derecho, para proponerle ser el protagonista de un reportaje cronológico que hablara sobre los primeros días de existencia de la banda, su ascenso a los cielos y el adiós a Burning justo antes de la publicación del tercer disco de los madrileños. 

La cita tuvo lugar en un día indeterminado de hace demasiado tiempo atrás en El Clapton, el bar situado a escasos metros de la parroquia de San Emilio, el sitio donde nació el embrión de la banda, tal y como nos comienza a relatar en un ejercicio de memoria Quique. “Yo conocí a Pepe en las actuaciones que se hacían en los barrios, organizadas normalmente en colegios. El grupo como tal nació en la parroquia de San Emilio que está aquí justo al lado del Clapton. En una de aquellas actuaciones, Pepe estaba presente y al finalizar, contacto conmigo para que le incluyera en el grupo. Algo parecido ocurrió con Antonio tiempo después, ambos eran vecinos del barrio y vivíamos todos en poco más de un kilómetro cuadrado”. 

A partir de ahí el pistoletazo de salida para una historia musical y vitalmente ligada a la de nuestro país comenzaba a gestarse en un estadio embrionario y con una formación compuesta por Pepe, Tito Estepa y Quique comienzan a dar sus primeros pasos bajos nombres diversos como The Divine y Los Cuadros Rodantes, hasta el año 1972 en que entra a formar parte del grupo Toño, sentando las bases de lo que será Burning. “Antonio se quedó como cantante, Pepe como guitarra y yo me ocupo del bajo. Fue una etapa de optimizar más la formación”. Un instante clave en el devenir de la banda por muchos motivos, el principal es que con su inclusión comienzan a plantearse las cosas de una manera más seria. “Hasta ese instante éramos muy amateurs llegó un momento en que empezamos a actuar en plan profesional y tuvimos que organizarnos para llevar todo de una mejor manera”. Y que a la vez sirve como perfecta muestra para conocer cuál era la realidad musical española en la convulsa década de los setenta. “Hemos paseado Madrid en una época en que el rock no estaba de moda. No tenía buena prensa. Era difícil contratar actuaciones profesionales. Nos servíamos de tocar en institutos y colegios mayores porque no había muchas más opciones”. 

Un período difícil tanto en lo político como en lo social donde Burning se encontrarán con la estrechez de miras de sus vecinos, no solo por la pasión que destilaban por el rock sino también por su estética basada en transformismo radical. “La puesta en escena tiraba hacia la estética glam. No nos gustaba quedarnos en lo que se hacía en aquella época con un pantalón vaquero y una camiseta. Nos gustaba darle un mayor colorido. Para hacer aquello había que echarle valor, porque aparecer con aquellas pintas era comprometido. La gente te tachaba de cualquier cosa menos de bonito. Era una apuesta demasiado agresiva y subversiva en lo relativo a la moral y costumbres. Recuerdo que los vecinos estaban aterrorizados al verme aparecer por el portal. Sus caras eran un poema”. Una seña de identidad característica de la primera etapa de los de La Elipa que fue introducida por el propio Quique quien buscaba la fórmula para acceder a los modelitos más estrafalarios. “Los modelitos eran cosa mía. Al principio comprábamos la ropa en una tienda que la traía de Londres, pero al final optaron por traer cosas demasiado clásicas. Era la típica ropa que llevaban todos por lo que ya directamente diseñábamos nuestros propios modelos”. 

Pese a las dificultades y las miradas inquisitoriales de unos y otros en el aire se anunciaban cambios y la efervescencia que se desarrollaría unos años más tarde, en tiempos de la movida, permanecía ya en un estado latente, prueba de ello eran sitios tan peculiares y míticos como los locales del Papi donde la banda se trasladó para desarrollar sus ensayos. “Estaban enfrente del rancho tejano en la carretera de Barcelona, dirección Madrid. Algo más arriba del “Motel Avión”. Por encima de la piscina Tabarca, donde solíamos refrescarnos en verano. En esa época sentíamos que empezamos a pisar terreno profesional. Comenzamos a actuar en discotecas y conocimos a gente del gremio; Coz, que después fueron Barón Rojo, Ana y Johnny y Camilo Sesto”. Y fue allí donde, ya como Burning, en la primavera de 1974 se encontraron con la última pieza del puzzle, la que cerraría el círculo. Estamos hablando de Johnny Cifuentes, claro está. “A Johnny le conocimos porque él estaba con Zovac y se disolvieron, por lo que nosotros le acogimos. No recuerdo quién se lo propuso, pero sí sé que teníamos contacto y que le comentamos que se viniera con nosotros. Su grupo era mucho más melódico que el nuestro y Johnny por aquella época era rockero. Le encantó la idea de acoplarse con nosotros”. 

Con todos los nombres míticos ya dentro del equipo, la historia de la formación sigue sumando etapas, algunas tan importantes como la de la primera actuación bajo el nombre que les ha transportado a la leyenda. La fecha fue septiembre del 74, la sala inconcreta, aunque las papeletas están repartidas entre tres de las discotecas más importantes de aquel período: Red Gold, Argenta y M&M. Quique no acaba de mojarse del todo. “Creo que nuestra primera actuación como Burning tuvo lugar en la discoteca M&M, que estaba en la zona de Diego de León, aunque quizás para confirmarlo hubiera que tirar de hemeroteca. Hicimos un cartel enorme, tipo pancarta, que decía “Cuando muramos iremos al cielo porque nos hemos pasado la vida en el infierno”. Recuerdo que fue un lleno total. Tanto los dueños de la discoteca como el mánager quedaron realmente satisfechos. A lo mejor tocamos primero en Red Gold, sin mirar papeles no lo puedo asegurar. Pero la que tuvo gran trascendencia fue la de M&M porque era cercana a Vicente Romero, quien emitía su programa de rock en una emisora cercana al diario Pueblo”. Vicente “Mariskal” Romero, otro nombre de relumbrón que se suma a la historia y que fue un personaje capital por su apoyo a la banda, algo que a día de hoy, después de muchos kilómetros recorridos sigue haciendo con el rock & roll en general. Vayan desde aquí nuestros más absolutos respetos hacia él. 

Durante éste período era habitual que el grupo tocara con relativa asiduidad en recintos de la capital. Fue en uno de aquellos bolos capitalinos donde tuvo lugar el encuentro con Gonzalo García Pelayo, dueño en aquel período de Movieplay, quien produjo su primer single, I´m Burning. “Aquello surgió porque estábamos actuando en la discoteca JJ, donde conocimos a Gonzalo García Pelayo, le gustamos mucho y nos propuso allí misma la idea de grabar el single”. Su debut con apenas dos canciones vio la luz el 14 Abril 1975; en el mismo se incluía la titular I´m Burning y Johnny B Good, que aún hoy forma parte de su repertorio. “La cara b es “Johnny B Good” y se grabó porque a Gonzalo le gustaba mucho Chuck Berry, por eso se incluyó en su honor. En la guitarra interviene Joaquín Torres Méndez, guitarrista de Los Pasos, que en aquella época también era productor e incluyó un riff de guitarra”. Un lanzamiento que supuso un antes y un después en el seno de la formación. “A partir de ahí todo vino encadenado: La actuación, conocer a Gonzalo, grabar el single. Y participar en el European Pop Jury, donde nos enfrentamos a muchos grandes artistas de la época: Gary Glitter, Marc Bolan… algo que propicio la grabación del segundo single”, como vemos los pasos lógicos a seguir por cualquier grupo. Un largo camino consistente en picar piedra para ir consiguiendo pequeños triunfos. 

Antes de continuar relatando detalles de la grabación de ese segundo single, hay otros hitos no solamente de su historia, sino también de la del rock estatal que conviene citar. Como aquel festival de rock organizado en Burgos, en teoría el primero organizado en territorio estatal. “Aquel festival fue mítico. En una ciudad como Burgos, de corte conservador, nos presentamos todos los pintas del momento. Fue algo apoteósico. Apoteósico. Lo que pasa es que la gente de la calle estaba horrorizada. Era como si tuvieran el infierno mismo en la plaza de toros. No recuerdo todo el cartel, pero sí que había abundancia de música progresiva”. Decimos supuestamente porque el propio Quique nos hace una aclaración al respecto. “Con anterioridad a éste festival hubo otro en Valencia con todo el cartel de Movieplay donde había músicos de todos los estilos, también esteba repleto de grandes figuras del momento. Para nosotros era importante compartir cartel con artistas de nivel, porque en cuanto a fama no éramos nadie”. 

Un popularidad que fue en progresivo aumento gracias a su participación junto a otras bandas de la época en el recopilatorio Viva el Rollo, tras el que se escondía la figura de Vicente Romero, y que en cierta medida posibilito la grabación de su segundo single, Like a Shot. Inevitablemente con cada paso la banda comenzaba a pisar un terreno cada vez más profesional. “Fue importante porque vimos que la cosa funcionaba. Entre tanto ya actuábamos por toda España con bastante éxito, algo que era difícil porque conseguir contratos estaba complicado. Nos movíamos por sitios de gran población. En la provincia de Burgos llegamos a tocar en sitios que no eran muy populosos, pero donde nos seguía muchísima parroquia. También lo hacíamos en Gijón, Bilbao, Barcelona y Sevilla, en muchos casos en fiestas universitarias. Alternábamos lo profesional y lo amateur. Íbamos porque éramos la novedad y estaba todo lleno de jóvenes, entendíamos que eran movimientos interesantes”. 

En ésta tesitura entramos en el año 1976, clave en muchos aspectos tanto para lo que sería la futura historia de Burning como para el aún precario rock nacional. Es en ese año que sigue a la muerte del dictador Franco cuando los de La Elipa entrarán en contacto con los miembros de lo que posteriormente serían Gabinete Caligari y con Eduardo Haro Ibars, poeta maldito y letrista de algunas de las canciones de la época dorada de La Orquesta Mondragón, un personaje clave en algunos de los capítulos que a la postre acabarían siendo parte de los más tristes de la banda. “Es un personaje capital para el desastre. Eduardo era muy majo, muy buena persona y entrañable, pero muy tóxico para el grupo. Estaba enamorado de nuestro rollo y hasta quería componernos letras. Era un amigo de verdad de la banda, un incondicional pero su influencia fue mala para todo lo que vino después”. Evidentemente Quique hace una alusión velada al espinoso tránsito de algunos miembros de la banda por el mundo de las drogas, siempre sin querer culpar del todo a Eduardo por lo que ocurriría en un futuro, pero sí achacándole el hecho de hacer las veces de gurú y de dotar de un cierto halo de romanticismo a algo que en realidad escondía una profunda oscuridad en la que lamentablemente acabarían sumergidos Pepe y Toño

También es en el verano de aquel año, concretamente en Junio, cuando se produce la primera visita a España de uno de los grupos que siempre han sido referencia para Burning como son los Rolling Stones. Una cita a la que curiosamente la banda no pudo asistir. “Pues exactamente no recuerdo porque no fuimos pero sí que nos fue imposible. No solo por no conseguir las entradas, que también, sino por el hecho de que andábamos ocupados en otras historias. En fin, no pudo ser. Pero deberíamos haber sido los primeros en estar allí porque llevábamos años esperando que asomaran por nuestro país. Supongo que aquello hubiera sido muy grande. Ahora nos conformamos con ver las grabaciones de la época que por cierto eran muy malas. No sé por qué motivo. A veces cuando íbamos al cine ponían pequeños pasajes de sus conciertos y aquello eran vitaminas para nosotros”. Una declaración en la que sin duda se demuestra que la herida por haberse perdido aquella mítica noche sigue sin cerrar y que en la España de los años setenta el rock parecía una cosa lejana. Un espejísmo que ellos mismo, con la inclusión en su repertorio del tema Jim Dinamita, se encargarían de acercar. Una canción brillante, adictiva y callejera. “La portada del single demuestra hasta qué punto nuestras canciones salían de la calle. La foto está hecha en el cementerio de La Almudena, en una sesión que duró toda la noche, hasta casi el alba”. Un corte que abrió la puerta al rock en español como hoy lo conocemos y que mostraba cuál era estilo real de vida de unos Burning que sin ser conscientes de ello, acaban de formar parte de una instantánea ya mítica para la música de éste país por lo que tuvo de precursora y de importante para el cambio de ciertas estructuras comerciales en las discográficas. “En aquella época a nivel comercial las casas de discos preferían que se cantara en inglés, algo que duró bastantes años. De hecho si te das cuenta Miguel Ríos cuando empezó se hacía llamar Mike Rivers. Todo lo relacionado con el rock lo querían en inglés. Algo que duró hasta nuestro tránsito, cuando rompimos el molde y surgió el rock de aquí, donde fuimos pioneros. También existían Tequila, pero eran más comercialotes, tenían unas letras más suaves, eran más cercanos al concepto del soft-rock”. Un simple destello del poder y categoría de la banda que resultó trascendental y que para el buen aficionado al rock estatal les hizo cruzar el umbral de la leyenda. 

El 76 no solamente trajo el nacimiento del “rock español” y la primera visita de los Stones, sino también la apertura de un garito mítico como El Penta, gracias al buen hacer del ya desaparecido Tono, un gallego afincado en Madrid y amigo de la banda, inmortalizado en alguno de los fraseos de la canción Un poquito nada Más, incluida en El Final de una Década. “Tono era otro de nuestros mentores. Él fue el primero que nos llevó a tocar en Vigo por sus propios medios en uno de los cines míticos de la ciudad. Allí pudimos aunar la presentación del single y de la película “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?”, algo que para nosotros fue todo un hito”. 

Llegado éste punto de la conversación y después de citar a El Penta es inevitable no pensar en otra de las salas míticas de nuestra ciudad como es El Sol de la calle Jardines, inaugurada en el año 1979. Otro de esos garitos repletos de romanticismo y cuyo escenario, según cuenta la leyenda, fueron los propios Burning quienes se encargaron de inaugurar. Un extremo mítico compartido con Nacha Pop y que nunca ha sido aclarado del todo. Tampoco lamentablemente ahora puesto que nuestro contertulio no formaba ya parte de la banda y no se atreve a afirmar el dato con rotundidad. “Yo arrimaría el ascua a nuestra sardina pero en aquel momento ya no estaba en el grupo, pero no te puedo decir con certeza si fue verdad o no. Te diría que sí que fueron Burning, pero no tendría rigor científico. Honradamente no lo sé. Pero si tuviera que apostar, apostaría por Burning”. 

El 25 de noviembre de 1977 tuvo lugar un concierto que hoy también puede ser tildado como histórico. Aquella noche, por primera vez, compartían escenario Burning y Rigor Mortis, el primer nombre que adoptaron Gabinete Caligari muestra de la buena relación que siempre ha tenido la banda con otros compañeros de profesión. “Nunca hemos tenido enemigos en el gremio, siempre nos hemos llevado bien con todo el mundo. En la grabación, cuando cambiamos de batería, Ramiro Penas, miembro de Leño nos echó una mano grabando dos o tres temas de “El Fin de la Década”, de una manera totalmente altruista porque no cobró un duro. Siempre ha habido una buena relación con los compañeros de profesión. Con unos ha habido más empatía y feeling que con otros pero siempre ha habido buen rollo”. Una excepción confirma la regla, su monumental mal rollo con Dr. Feelgood en la gira que compartieron. “El equipo que utilizábamos era el suyo. Su técnico de sonido vio que nos les comíamos crudos. A partir de la segunda actuación, creo que en Bilbao o Barcelona, empezó a bajarnos el volumen de forma que no se nos oía. Y nuestro técnico, que era el dueño del equipo, le dijo que nos subiera el volúmen. A partir de ahí se lio una pelea tremenda. Nosotros éramos más bestias en vivo. Lo nuestro llegó a ser tildado como rock mesetario. Eso fue lo que cabreó a Dr. Feelgood”. 

Lamentablemente no sería la única en la trayectoria de la banda, otra de las más monumentales tuvo lugar en Colmenar Viejo. “Aquella bronca fue consecuencia de una amnistía de presos comunes que se hizo por aquellas fechas, cuando era ministro Martín Villa, quien soltó a los lobos y fueron a divertirse a uno de nuestros conciertos. Bajaron de la cárcel y montaron el cisco. Creo que son datos históricos. Aquí siempre se dijo que en La Transición no pasó nada pero eso no es cierto porque hubo momentos feos. Y claro, nosotros con nuestro malditísmo a cuestas tuvimos que pagar parte del peaje”. 

En la conversación aparece de improviso el término malditísmo, Quique puntualiza su opinión acerca de una palabra que les persigue casi desde la noche de los tiempos. “Es un “malditismo” entre comillas porque el cariño, la fidelidad y el seguimiento que hemos tenido nosotros ya lo quisieran para sí muchos que son “archifamosos”. Eso vale más que la masa en un momento dado. Nuestros seguidores son fieles hasta la muerte y notas el aprecio y el calor, y eso no se paga con dinero. Es un “malditismo” relativo porque también es cierto que durante una época estuvimos vetados para sonar en ciertos medios y hemos estado sometidos al boicot de algunos mánagers… siempre ha sido una pelea constante. Quizás eso ha servido para superarse y salir a flote. Es parte de nuestra historia, es lo que ha pasado”. No perdemos la ocasión para hablar de otro de los enlaces más recurrentes al unir la famosa palabra con el nombre de la banda: Las drogas. Quique puntualiza tajante cuál era la relación de la banda en aquellos años con ellas. “Vamos a dejar las cosas claras. En aquella época la relación del grupo con las drogas era inexistente. Si Eduardo todavía no había conseguido meternos en la droga, no lo iban a hacer los tirados que venían después del concierto a intentar conseguir algo. Nuestra defensa siempre fue clara, nosotros éramos músicos no camellos”. 

Retomamos el hilo de nuestra charla y volvemos a la tanda de conciertos que compartieron con Dr. Feelgood, que también deparó algún que otro susto a Quique, quien cayó desmayado en pleno concierto en Barcelona, una anécdota que hoy recuerda con una sonrisa en los labios. “En Barcelona caí desplomado porque nos llevaron a probar la absenta y yo, como no sabía qué era, la probé en estado puro: con cuchara, azúcar y bien servida. Me dio un buen meneo. Estuve toda la noche bebiendo agua en una fuente del puerto. Desde entonces nunca más la he vuelto a probar por si acaso”. Un pasaje gracioso que no hace sino mostrar que también en momentos complicados hay hueco para la ingenuidad y las risas. 

En un ambiente totalmente distendido llegamos al año 1978 que marca el debut de Burning con el Lp que lleva por título el nombre de su ciudad, Madrid, y que contiene joyas como la canción titular, Miéntelas o la ya citada Jim Dinamita. “Este disco se grabó gracias al productor de Belter, Jordi Bentrel, que acuño una escudería multidisciplinar con nosotros estaba Gato Pérez. En cada especialidad tenía primeros nombres de la escena. Jordi nos dejó grabar el Lp a nuestro antojo. Fue algo grandioso. Lo que ocurre es que la alegría duró poco porque le echaron. Era demasiado bueno para la gente que controlaba aquella casa de discos. No supieron adaptarse a lo que venía. Este hombre tenía un plan alternativo para la compañía, pero no le entendieron y le echaron. Al poco tiempo Belter quebró”. Sin embargo no había espacio para lamentos. Después de la publicación de su disco inicial, sin casi solución de continuidad, apenas un año después, vería la luz “El Fin de la Década”; uno de los grandes discos de la música contemporánea de éste país como atestiguan la grandeza de cortes como “Mueve tus Caderas”, “Las Chicas del Drugstore” o “Balada para una Viuda”, un álbum grabado con el grupo viviendo ya en Torrejón de Ardoz y bajo la leyenda de haber sido una “grabación algo más que divertida”. Quique se encarga de tirar el mito por tierra. “Todo eso también es leyenda aunque esté recogido en el libro Burning: Veneno del Rock. Yo he hablado con su autor y él sentía no estar más documentado en ciertos aspectos. Creo que se le puede perdonar porque lo hizo con buena fe. Aun así es un libro de culto. En la vida el conseguir el 100 por 100 de las cosas es difícil. Ese punto de leyenda urbana tampoco es malo porque hace que hablen de Burning. El único desmadre que hubo fue porque después de echar a Jordi pusieron a un buen tipo que no tenía su peso y nosotros queríamos luchar porque el disco sonara como queríamos. Y claro luchábamos por darle forma y él tenía que seguir ejerciendo la labor de productor. De visitas de gente ajena y demás historias, no hubo nada. Es una pena porque creo que todo hubiera sido mucho más divertido”. Una leyenda fomentada por la propia banda desde la portada del disco en la que junto a una imagen de la banda totalmente desafiante, se muestra un amplio abanico de sustancias prohibidas, junto a pétalos de rosas y hasta una navaja. Quique redunda en su teoría. “Lo importante es que se hable de uno aunque sea bien. Ya digo que el desmadre no fue tal”. 

Entre el catálogo de composiciones míticas que la banda facturó para El Fin de una Década, cuestionamos a Quique por dos. De un lado por Un poquito nada Más, buscando la respuesta a la afirmación que formula Toño al decir “Quique perdía los kilos todos sabíamos porque razón”, el aludido responde apelando a la brillantez y al más puro casticismo del que fuera vocalista y compositor de su banda. “Exactamente la intención que se buscaba era la picaresca del cuplé. Insinuar las cosas sin decir. Yo había tenido un principio de úlcera y lo estaba pasando mal, pero claro decir eso no era demasiado comercial. Acoplar la filosofía del cuplé al rock fue todo un logro conseguido por el amigo Antonio”. Y del otro por la gran ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como Éste?, el objeto era claro: Conocer el nacimiento de una de las canciones por excelencia de nuestro rock, utilizada a la postre como corte principal de la película del mismo nombre dirigida por Fernando Colomo. “Hubo un concurso al que se presentaron siete u ocho canciones, entre ellas la de Luis Eduardo Aute. Ganó nuestra canción. La escribimos en una tarde de domingo metiendo letra y música del tirón. Recuerdo que estábamos todos juntos en una habitación sacando la canción adelante. Conseguimos aunar la presentación del single con la película. Nosotros aparecíamos en el intermedio tocando la canción, promoviendo el cine. Algo que era inédito en España. Todo el mundo se quedaba a cuadros”. Datos conocidos y alguno que otro novedoso. De esos que por sí mismos justifican una entrevista que por suerte dio para muchísimo más. 

Alguno tan interesante como conocer el motivo por el que Toño no aparecía junto al resto de la banda en la película en su interpretación del tema, algo que a tenor de lo visto sigue escociendo a algunos seguidores de la banda. “Fue porque el protagonista de la película le tenía que dedicar la canción a Carmen Maura. Se necesitaba que fuera él quien cantara sino la película nunca hubiera tenido sentido”. 

Llegados a éste punto nos encontramos a unos Burning que hace tiempo se han abierto hueco y viven un momento dulcísimo en cuanto a reconocimiento se merece. Sin embargo no todos en la banda estaban disfrutando con el devenir de las cosas, algo que se traduce en la marcha de Quique del grupo, justo antes de acometer la grabación del tercer álbum, Bulevard. Un adiós que nunca ha quedado claro del todo y por el que tenemos la oportunidad de preguntar. “Me alegro de que pueda decir esto porque durante años se ha especulado y se han dicho muchas cosas. Había que optar entre seguir manteniendo las riendas del grupo o cederlas a un manager; ganó la segunda opción después de ser votada. Al comprobar que la persona a la que se le cedió no era muy competente, decidí abandonar el barco. Siempre quise ir a por todas, no me apetecía dar tumbos. Quiero recalcar que en ese momento seguía sin haber problemas de drogas y nadie había derivado hacia ningún lado. Lo que ocurre es que no me apetecía tirar todo por la borda después de años trabajando para dejar la cosa arriba”. Y es justo en ese punto donde comienza a gestarse una leyenda sobre la figura del bajista original de Burning, con teorías absurdas de todo tipo como la que defendía que se había hecho curandero. Le cuestionamos sobre a qué se dedicó después de su marcha. “Intentamos presentar una canción en el Festival de Benidorm. También traté de llevar adelante en compañía de mi mujer un dúo, pionero en un camino que luego han explotado otras bandas. También intenté producir a un grupo de rock satánico, pero cuando fui a las discográficas me dijeron que si no tenía algo más parecido a Parchís… Y por supuesto, no fui curandero”. 

Tampoco perdemos la oportunidad de cuestionarle porque en todos estos años jamás volvió a ver a sus ex- compañeros. “No volvimos a coincidir nunca en ningún sitio. Hasta que Alfred empezó el libro y entramos en contacto. Me enteraba de lo que pasaba, pero jamás me volví a encontrar con ninguno de ellos. Durante estos años he tenido muchos sueños en que me veía actuando con ellos. Pero suelo ser consecuente con las decisiones. Fueron cuatro votos contra uno, por lo que creí que lo más elegante era desear suerte y echarse a un lado. Algo que no quiere decir que haya malos sentimientos. Ni mal rollo”. Y también por sus sensaciones tras haber abandonado el mundo de la música. “No la echo de menos. Además cuando me preguntan suelo decir que soy músico en excedencia. La vocación siempre la lleva uno dentro”. 

Por suerte el círculo se pudo cerrar hace algo más de un año cuando Quique volvió a pisar los escenarios, concretamente el de la sala El Sol, para acompañar a su banda de toda la vida en la interpretación de “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?”. “Fue todo muy emocionante. Allí estaban Gonzalo García Pelayo, Jesús Ordovás, Fernando Colomo y Fernando García Berlanga. Hitos de la vida del grupo. Además la gente que acompaña a Johnny ahora son maravillosos. Muy majos, buena gente. Toqué una canción después de treinta años y siendo todos diferentes, saliendo como si tal cosa. Fue algo realmente mágico”. Le preguntamos por detalles ocultos que hayan ocurrido después del reencuentro con Johnny y Quique accede a hacerlo. “Creo que tiene mucho mérito mantener al grupo tan arriba después de tantos años, faltando algunos de los miembros fundadores del mismo. Es algo que le he transmitido al propio Johnny porque creo que como digo tiene muchísimo mérito. Él ha comprendido con el paso de los años que la gestión del grupo hay que llevarla desde dentro. Le reconozco su mérito y él me da a mí la razón. Algo que es perfecto”. También aprovechamos para cuestionarle por los dos ausentes y su recuerdo hacia ellos pasado el tiempo. “Hasta que entraron en barrena, eran dos personas muy nobles, chicos leales de barrio. Muy cariñosos, legales y majetes. De verdad que no es echarles flores porque ahora falten o porque estuvieran en el grupo. Es la verdad. Era así”. No hace falta que el de La Elipa justifique nada su mirada y gesto demuestran el cariño y el respeto que siente hacia los que fueron sus compañeros y amigos. 

De forma inexplicable las imágenes comienzan a agolparse en la cabeza de Quique y de su hermana, presente durante toda la conversación, quien en un arranque de sinceridad decide intervenir para contar más anécdotas que hablan del grado de hermandad que sentían dentro de la banda. “Ensayaban en un cuarto que tenía mi padre en casa. En el mismo en que todos reunidos discutieron sobre cómo llamar a la banda: Stone Square o Burning. Al final acabó siendo Burning. Allí hemos pasado tardes extraordinarias, grandes momentos, los unos con los otros. Para mí eran como hermanos. Sentí muchísimo lo que les pasó a los dos. Su drama me ha marcado profundamente. Son parte de mi vida y gente que hasta el último momento de sus vidas no perdieron su esencia. Siempre fueron chicos humildes de barrio”. 

Con el hilo de una conversación a punto de acabar totalmente perdido en virtud de una tertulia distendida, siguen apareciendo datos de lo más interesante que hablan de los porqués de la particularidad del sonido de Burning. “Nosotros teníamos una gran tensión que venía por afinar el bajo con la batería, cosa que no todo el mundo hace. Eso era una bomba. Otra cosa peculiar consistía en que Pepe llevaba las dos o tres primeras cuerdas de banjo; es más dura, más fuerte y más sonora. Otro truco secreto que era suyo. Además su padre tocaba muy bien flamenco y creo que a él le salía de dentro la guitarra. Lo transmitía”. La hermana de Quique vuelve a intervenir de nuevo, aportando algo que le sale del alma. “I´m burning, me mata por el bajo”. Algo que da píe otra serie de confesiones, orientadas a resaltar la enorme labor vocal de Toño, que tanta estela ha dejado en el rock madrileño. “Toño tenía una forma muy peculiar de arrastrar las palabras. Esa forma de cantar chulesca, tan pichi. Tenía una forma de cantar peculiar. A Toño se le echó muchísimo de menos por la forma que tenía de cantar. Su chulería castiza de Madrid, creo que es lo que más molaba”. 

En ese punto decidimos apagar nuestra grabadora, nuestra conversación casi había llegado a su fin, aunque no sin que antes Quique nos mostrara con orgullo algunas fotografía de la época que promete hacernos llegar para poder adjuntarlas a nuestro extenso artículo. 

Minutos después, ya a las puertas del pub Clapton, nos despedimos con la promesa de quedar formalmente con el único objeto de compartir unas cervezas y una comida de una forma totalmente ajena al trabajo. 

De camino hasta el coche nuestra sonrisa es la que brota de la plena satisfacción. Hemos tenido la oportunidad de acercarnos en una entrevista hasta las orígenes de Burning, uno de nuestros grupos favoritos de siempre, clave en la historia del rock estatal y que además en sus canciones muestra innegables vínculos con nuestra ciudad, la que nos ha visto crecer y seguro nos verá morir; una entrevista que además nos permitió conocer a un mito de la música de éste país cuya labor por el rock solamente puede estar a la altura de su categoría personal. Gracias por todo Quique

Por: Javier González/javi@elgiradiscos.com
Fotos extraídas del archivo personal de Quique Lanstrum.