Biznaga: "Gran Pantalla"

Por: Kepa Arbizu

La novela ha muerto; el teatro ha muerto, y el punk, por supuesto, ha muerto. Demasiadas defunciones para lo que quizás solo encubra la desidia de muchos por abandonar ese palacio de cristal en el que habitan cómodamente al margen de cualquier nuevo aliciente que pueda alterar su condición. Solo así se podría explicar, por ejemplo, mantenerse ignorante ante la propuesta que desde hace unos años lleva planteando Biznaga. Formados alrededor del bajista Jorge Navarro y Álvaro García, guitarrista y cantante, la banda malagueño-madrileña escenifica de la manera más radical y eficiente esa actitud furiosa derivada de un espíritu combativo -asociado también a su puesta en escena musical- que se aleja de soflamas puramente ornamentales para construir un discurso cada vez más elaborado y por ende profundo.

Para verificar todo lo expuesto nada más rápido y efectivo que acercarse a su actual tercer disco, “Gran Pantalla”, un trabajo que sin miramientos afronta un recorrido conceptual que tomando ciertas ideas ya vertidas en su predecesor sobre la espectacularización de la sociedad, Guy Debord y los situacionistas mediante, ahora se expanden con el fin de conformar toda una afilada mirada global sobre los nuevos y tecnológicos modos de alienación. Un hilo conductor que desemboca en una docena de furiosas canciones que arrecian con fuerza para configurar la personalidad del grupo bajo unas coordenadas más compactas y coraginosas que nunca, dejando atrás manifestaciones pretéritas más joviales para presentarse aquí revestidos de una vigorosa concisión que les confiere todavía una mayor credibilidad.

Si destacable, tanto por su excepcionalidad como por su ejecución, resulta en este proyecto su andamiaje conceptual, no lo es en menor grado la escenificación musical que promueve, inyectada de un poderío y un desgarro que se convierte en el mejor envoltorio para el abrasivo contenido que sustenta. Fogueados entorno a las expresiones del punk más encarado, lo que les une igual con Desechables, La Polla Records, Parálisis Permanente o los más contemporáneos La URSS, tampoco en este ámbito se dejan guiar por obviedades y tintan ese núcleo duro referencial hasta alcanzar una particular y desprejuiciada apuesta, donde los oxidados imperdibles conviven con una una filiación pop, un ramalazo castizo o los ritmos más siniestros y oscuros. Confluencia de tonalidades que para estas nuevas composiciones han contado como laboratorio con el estudio sevillano de La Mina, capitaneado por Raúl Pérez, y ya convertido en todo un referente a la hora de engendrar material de calidad y excitante.

Con toda seguridad no existe etapa histórica en la que el ser humano no haya ejercido el poder de dominación sobre otros semejantes, y por extensión la búsqueda de mecanismos de manipulación para facilitar dicha tarea.  Por eso, que el método utilizado para tal fin sea primitivo o un alambicado algoritmo que se cuela desde los dispositivos de alta generación, poco altera lo esencial. Precisamente sobre ese contexto más reciente versan estas nuevas canciones, repletas de referencias a esa terminología contemporánea y a su vez a la vieja pulsión de adocenar al ciudadano. Una sucesión de andanadas que funcionan como un preciso y cortante bisturí que realizará escisiones a través de un ámbito más fiero y directo como uno, concentrado mayormente en la segunda parte del álbum, por el que asomen aquellos diversos matices distintivos.

Partiendo desde un plano lejano hasta posicionarse en uno protagonista, "Ventanas emergentes” se configura como una concisa y letal introducción. Trepidantes, pero angustiosos, ritmos, en la tradición de los más alterados The Adverts, que derribarán con saña la puerta para dejar paso a un encadenamiento de contundentes piezas; desde una plegaria al dios pantalla suspendida entre una maraña eléctrica repleta de coreables y adictivos estribillos (“2K20”) a una desasosegante interpretación, de apabullante poderío instrumental, en “Motores de búsqueda avanzada”. Iniciales pero ya definitorios momentos donde los clicks provenientes de los ratones, las notificaciones agolpados en los ordenadores y las cotidianas correspondencias telemáticas descubren su verdadero rostro liberticida encubierto bajo su aparente ociosa naturaleza.

Aunque este caurteto ya lo había demostrado con creces hasta la fecha, un trabajo como el actual proyecta de manera exponencial esa capacidad para manifestarse de manera tajante sin renunciar a la posibilidad de jugar con diferentes tonos musicales, rescatando incluso algunos de mundos a priori de difícil entendimiento. Porque si no tienen complejos a la hora de moldear bajo un paso melódico la absoluta rotundidad antiautoritaria que escupen en “Atentado”, mucho menos en colorear con un pop agrio pero vitaminizado “No-lugar” o de teñir de una difuminada melancolía post-punk “Libertad obligada”. La utilización de ademanes entre castizos y aflamencados, pese a lo novedoso que resulta en este ámbito, se ha convertido en uno de los muchos reconocibles talentos de esta formación, por ello, su presencia, soterrado y casi invisible en el monumento de rabiosa belleza que es “Error 404” y palmario en “Adorno”, sustantivo que esconde alusiones al filósofo alemán de igual apellido, sigue funcionando con infalibilidad, ya sea por su aportación estilística como por su contribución al peculiar carácter global alcanzado.

Probablemente nadie esté a salvo de compartir destino con la mosca que decora la portada de este extraordinario disco. Biznaga no renuncian a ser hijos de su tiempo, es más, se imponen la obligación de evaluarlo con un afiladísimo espíritu crítico. Para ello han levantado todo un entramado de urgente actitud, empujándonos con sus desaforados y descomunales ritmos a plantearnos la deriva de una sociedad que parece decidida a terminar estampada en los cristales de ese ejército de pantallas que nos sitia con la excusa de nuestra supuesta libertad.