Entrevista: Eric Jiménez


“La música puede que sea el negocio más corrupto después de la iglesia”
 

Por: Javier González

Eric Jiménez no necesita carta de presentación alguna, los amantes del pop-rock ubicamos su figura sin el menor esfuerzo. Es más, puede que todos le hayamos visto en directo con varias bandas de renombre y también que hayamos acudido a internet para ver alguno de sus vídeos con proclamas incendiarias, alimentando su fama de personaje fiestero, desbocado, divertido y alocado. Quizás al que muchos desconocíamos hasta la edición de sus dos libros era a Ernesto, la persona de infancia dura, hecha a sí misma, soñadora y con los arrestos suficientes como para abandonar el barrio en busca de un universo musical propio, que ahora cobra mayor protagonismo gracias a “La Importancia de Llamarse Ernesto y la gilipollez de llamarse Eric”. 

Un divertido y enternecedor documental, donde el bueno de Eric nos toma de la mano para abrir su corazón de par en par, mostrando momentos dramáticos, pero sin dramas, con mucha ironía y sarcasmo, repleto de abrumante lucidez, y con pasajes que realmente emocionan pues nos muestran las vivencias de alguien al que por encima de todo calificaría como un gran tipo. 

Tras visionar su aclamado documental, nos ponemos en contacto con Eric; le sentimos cercano, directo, cariñoso y hablando claro, en definitiva, como siempre. Vuelve para dejarnos claro que en el mundo del rock hay mucha pose, excesivas mentiras y demasiado mamoneo, pero que en su caso las luces no han logrado desenfocar la mirada de un hombre trabajador que sabe de la importancia de ser honesto para no traicionarse a sí mismo. 

“La Importancia de Llamarse Ernesto y la gilipollez de llamarse Eric” es el documental que desgrana tu historia. ¿Cómo surgió la idea de realizarlo? 

Eric: Vino un director de cine fardando que hacía películas, entonces quise que me lo demostrara, le di con un libro en la cabeza y le dije: “demuéstramelo”. Después de la pandemia me llamó diciendo que quería hacer la película. Le dije mira, pasa la cuarentena y luego me llamas. Pasó y vi que era en serio. Entonces, fue una imposición. 

Desde tu punto de vista. ¿De qué forma complementa el documental tus dos libros, “Cuatro millones de golpes” y “Viaje al Centro de mi cerebro”? 

Eric: Bueno, hay pinceladas de los dos, pero no es complemento porque en los libros no se da mucho protagonismo a KGB, cosa que en el documental sí, ya que son mis inicios. El documental trata de mostrar lo que menos conoce de mí la gente, que también aparece en los dos libros, pero aquí hay imágenes. Este documental es un documento sociológico sobre varias épocas del rock, vamos del ochenta al año dos mil, pasando por “Omega”. Hay pinceladas de los dos libros, pero es diferente. Hemos tenido que grabar algunas tomas para añadir imágenes, afortunadamente teníamos mucho material de archivo porque llevo muchos años grabándome haciendo el cabra. 

“Este es el documental de un antihéroe” 

Te expones de una forma brutal, las imágenes muestran tu casa de toda la vida, la calle donde creciste y los quicios de las puertas que tanto te gustaban. 

Eric: Claro que me expongo, lo que no quería era hacer un documental como hacen la mayoría de los artistas con su Gibson Les Paul y su batería Gretsch, diciendo ese era su día a día, fumando en batín con pipa en el jardín de su casa. Es una gilipollez. Quería mostrar la persona que todos llevamos dentro y que la mayoría de artistas no muestran. Es equiparable a cuando la mayoría de los artistas dicen que escuchaban a The Who y a los Pink Floyd de la época de Syd Barret, los cojones, vosotros lo primero que habréis escuchado a Heidi, como todo el mundo, o Sandokán, alguna horterada de esas. Me vas a decir que tu primer disco han sido los 13th Floor Elevator. Es un documental antihéroe o antiestrella. Cuando se me ve pidiendo con el organillo en México, estoy seguro que cualquier otro sacaría sus imágenes petándolo en el Vive Latino. 

Hay dos figuras que parecen marcarte por encima de todas. De un lado, el amor y el esfuerzo de tu madre; de otra la de tu padre, frío y ausente. ¿Cómo afectó aquello a un niño tan pequeño? 

Eric: Me afectó muchísimo. Mi madre fue engañada por un terrateniente. Era una buena persona sin iniciativa, se conformaba con todo. Vivió soñando que alguna vez ese hombre estaría con ella. Al tener su primer hijo, ella se enteró que él estaba casado. Mi padre le dijo que era un matrimonio de conveniencia, por eso tuvo más hijos junto a él, viviendo con la esperanza que un día aquel hombre se casaría con ella. Nosotros en la época franquista no teníamos libro de familia, teníamos libro de afiliación. En aquella época una mujer que regenta una pensión y tuviera hijos con un tío que sabían que estaba casado probablemente fuera tomado como una puta en el barrio. Eso hizo que yo no pudiera ir a casa de otros niños a jugar, no puedo relacionarme con otros niños. Todos creen que soy un hijo de puta. Eso me hace que me dé miedo hablar con niños, tengo predisposición a saber que no me van a querer, es algo que no digiero bien. Por eso me quiero meter en sitios, en un grupo, con La Falange sin tener ni puta idea. Quiero pertenecer a algo. 

“Siempre he sido un señalado” 

A lo largo del documental se percibe las ganas de salir del barrio y romper con todo. 

Eric: Para mí el barrio era incómodo, no sé porqué, pero crezco pensando que soy un niño señalado. Siempre he sido un señalado. En el barrio por poquita cosa y luego cuando me he dado pasones, me han seguido señalando. Buscaba huir a un sitio donde no supieran de mí, una tribu urbana que me admitiera sin prejuicios. 

Tu hermano mayor aparece contando que le decía a tu madre: “Ya está el niño haciendo el ridículo con los que mataron a Lorca” 

Eric: No tenía ni puta idea. Si hubiera sido una banda de cornetas y tambores de ETA también me hubiera metido. Quería un tambor. No entendía de símbolos ni de ideologías. Mi hermano era más mayor y decía qué coño hace este. 

“A los quince años toqué en el Rock-Ola con KGB”

Más pronto que tarde conseguiste abandonar el barrio, ahí aparecen KGB y tu amado Budgie aporreando su batería con Siouxsie and the Banshees. 

Eric: Entré a KGB con quince años y me casé a los dieciséis. Tocaba en el Rock-Ola, donde recuerdo que los puertas me miraban y les decía, “soy el batería”. Cuando fui a ver a Budgie de Siouxsie and the Banshees, llevaba una falsificación de carnet de identidad, era una ficha que ponía varón, lo que te daban por haber solicitado el carnet y falsificaba la fecha de nacimiento para que me dejaran entrar a los conciertos. 

¿Qué supuso KGB para el Eric adolescente?

Eric: Para mí fue la hostia, existía la inocencia propia que tienen los adolescentes. Ir a Madrid, tocar en el Rock-Ola, pasar la noche en el tren, jugar a ser mayor, aunque seas un crío. Sueñas con tocar en un escenario y grabar un disco, ves que se realiza. Es mágico. Es como un juego de niños porque éramos críos, jugando a ser mayores de vez en cuando con las Gibson, las baterías y los cacharros. 

“Los medios de comunicación que hacen lo que le sale de los cojones” 

¿Cómo te enfrentaste a las primeras decepciones y engaños de la industria? 

Eric: En el mundo de la música y del cine, en todo en general, engaña todo el mundo, no solo la industria. En el momento que hay dinero de por medio esto se convierte en un nido de buitres, te engañan managers, compañeros, todo el mundo. Ves que es una mierda. La música puede que sea el negocio más corrupto después de la iglesia. Al principio, cuando no hay un duro, existe el compañerismo y la inocencia, como son los grupos al arrancar. Apenas hay intereses, todo el mundo quiere meter una canción, para generar autores. Es una decepción. Cuando se crece, se quiere más. Todo esto es muy asqueroso, pero por todas las partes, no solo la industria. También los medios de comunicación que hacen lo que le sale de los cojones, si le caes mal a un tío tiene la última palabra sobre tu música. Igual que si le caes bien y es fan tuyo, aunque hagas el borde, te pone de puta madre. La última palabra la tiene él. En cuanto a compañías y managers lo único que quieren es más dinero y más dinero, sin mirar los derechos fundamentales del músico. Hay bandas que ganan mucho dinero y cogen becarios por 200 euros. Todo es corrupto, todo es una mierda. Cuando te decepcionas ciertas cosas, no es solo la industria. Desde el que carga la furgoneta que lo mismo te roba un pedal, hasta el mánager… todo el mundo. Cuando empiezas a profesionalizarte es tu entrada al infierno. Cuando crees que tienes un estatus, mánager y gira es cuando empieza el verdadero infierno. 

Has colaborado con infinidad de músicos, pero hay cuatro proyectos que te han marcado. KGB, Lagartija Nick y Los Planetas. ¿A qué banda tiene más cariño? Apostaría a que la Lagartija es especial. 

Eric: Tengo muchísimo cariño a todos los grupos. KGB, fue una experiencia maravillosa de niños en el punk, como Verano Azul. Veraneábamos juntos, litros de cerveza, había una inocencia y estabas soñando. Lagartija es el principio de una historia más profesional y duradera, con mánager en Madrid incluido. Nace fruto de la amistad con Antonio Arias, éramos los benjamines de KGB y 091. Los Planetas me permiten ir a una liga de primera división, comienzo a conocer los festivales y me enseñan otra forma de entender la música, ya que antes no escucha música que fuera a menos de 90 revoluciones por minuto. Aprendo mucho musicalmente con ellos, vivimos un poco la gloria, en cuanto a éxito musical y desfase, estamos vivos de milagro. Creo que realmente he disfrutado mucho con toda la gente que he estado en el escenario. He pasado momentos muy felices con Enrique Morente y con Tarik y La Fábrica de Colores, de mi gran amigo Álvaro, hicimos un par de giras mágicas. Desde que empiezo en Lagartija, te metes con industrias y hay más intereses, todo se pudre. Cuando eres músico te rodeas de tanto buitre en la industria que es complicado no convertirte en otro buitre como ellos. La industria contamina a las mismas bandas, estás hablando con ellos y todo son cifras y objetivos, ves que el rock and roll se convierte en un banco u oficina ya no te divierte tanto. Ahora está el que lleva las redes, al que se fuma un porro le echan a la calle. A tomar por culo. Prefiero trabajar en otra cosa que en ciertos grupos donde todo está milimetrado. 

“El flamenco es la disciplina con más riqueza musical” 

Has citado al maestro Enrique Morente, tú mismo dices que eres “Morentiano” no flamenco. ¿Cómo de grande fue su impacto en ti? 

Eric: Hombre a mí me impacta brutalmente porque estoy en un terreno desconocido, igual que me sucedió con Los Planetas, era un universo que no conocía. Con Los Planetas me impactó muchísimo porque venía de otra historia y con Morente… no había tocado flamenco en mi puta vida. A mí estar escuchando flamenco un domingo lluvioso puede inducirme al suicidio, no solo escuchar Nick Drake o Joy Division. También un cante flamenco, lloviendo, un día de resaca y viendo a un viejo con un palillo en los dientes mientras ve un partido de fútbol. Que quede claro que no odio el flamenco, es una disciplina que respeto muchísimo, creo que es de las disciplinas con más riqueza cultural. Tienes que saber de dónde viene el cante, qué toque de guitarra está haciendo, el palo y compás, hay que tener una cultura flamenca acojonante para entenderlo, cosa que no tengo. Llego a distinguir palos y disfruto de ello. Para mí el flamenco es el verdadero underground, mientras no se vaya a una plaza de toros, cuando se vaya allí entonces me parecerá una mierda. El flamenco es para oírlo sin micro, escuchando la garganta rota a tu lado. No consumo flamenco. A mí Morente me descubrió la música clásica, la ópera. Escucho “Alegro Soleá”, grabado por Enrique con la filarmónica de Londres, y hace que me interese por esa música porque me parece una obra de arte. Escucho a Enrique cantar “Misa Flamenca”, con poemas de San Juan de la Cruz y me gustan los cantos gregorianos, o con las voces búlgaras, porque el flamenco por sí solo a mí no me hubiera llevado a nada. Por eso digo que soy “Morentiano”, porque él tiene un gran conocimiento del cante puro, es un gran cebo para toda la gente que no escucha flamenco y es una gran introducción. De hecho, con “Omega”, diez años después de trabajar con él, miles de personas que escuchaban rock and roll empiezan a interesarse por Enrique, empieza a renovarse el público, aparecen chupas de cuero y gente que viene de otros sitios, por eso soy “Morentiano”. 

“Antonio Arias es alguien muy importante en mi vida” 

A lo largo del documental se te ve emocionarte hasta las lágrima solamente en dos momentos, cuando aparece Guille, tu mujer, y cuando habla Antonio Arias. ¿Qué importancia han tenido ambas figuras en tu vida? 

Eric: Antonio ha sido muy importante en mi vida, le conocí con pelo. Antonio y yo éramos amigos, salíamos juntos. Con nuestros grupos nos llevábamos cuatro y cinco años de diferencia. Cuando tienes 14 años, son muchos años de diferencia. Los mayores pensaban en ligar y nosotros en ver vídeos musicales y beber cerveza con ginebra porque habíamos visto “La Naranja Mecánica” y nos creíamos que éramos Drugos. Éramos dos gilipollas, dos chavales inocentes. Después de pasar tantos conciertos y subir tantas furgonetas, tantos cabreos, tantas veces mandarnos a tomar por culo, tantas veces querer ayudarnos, al final ves que es alguien muy importante en mi vida. Y respecto a mi mujer, al conocerla reconozco a la mujer más maravillosa del mundo y descubro la bondad absoluta, personificada. Cuando veo que mi hija quiere a mi mujer como a su madre, que se tratan igual, incluso mi hija quiere hablar antes con Guille antes que conmigo, cosa que me emociona. No podría haber estado con una mujer que no quisiera a mi hija, lo que no imaginaba es que la fuera a querer tanto. Me tranquiliza. Con ese amor, puesto ahí, lo demás me da igual. 

En varios pasajes del documental, sobre todo en la recta final, sale la zona costera de Granada, entre Salobreña y Almuñécar, otro lugar muy potente para ti. ¿Qué supone para ti aquella zona? 

Eric: Para mí Salobreña y Almuñécar son muy importantes, lo que sale en el documental está entre ambos sitios, es la playa del Tesorillo. Ambos sitios significan mi infancia, donde iba a veranear de pequeño. Soy un tío muy de mar, necesito ver el mar, si no lo veo, me deprimo. Tengo necesidad de ir allí. Para mí cada sitio de la playa es un recuerdo de cada etapa de mi vida, desde que prácticamente estoy aprendiendo a nadar hasta hoy. Es muy raro un año sin ir a aquellas playas. Están cargada de emoción. Allí veo pasajes tristes, divertidos y emocionantes de mi vida. Poder pasear junto con mi mujer, que da la casualidad que también ha estado mucho allí, al lado de mi hija es como dar un paso a la nueva generación para estar vinculada con esos sitios de mar. Es un lugar que está muy dentro de mi corazón. 

“Mi sueño es hacer algo de ficción” 

¿Te está sorprendiendo la buena acogida que está teniendo a nivel de críticas y premios el documental? 

Eric: Estoy flipando porque pensaba que iba a ser como ciertos documentales. Vas, estrenas y quizás pueda llegar a estar en alguna plataforma. Donde vamos se agotan las entradas y estoy flipando. Me encanta, quiero seguir en el cine. Me gusta mucho. Mi sueño es hacer algo de ficción, pero actuando porque creo que puedo hacerlo. 

“Eric está colocado y es divertido, Ernestín es un seco y un mala follá” 

¿Qué hubiera sido de Ernesto Jiménez si nunca hubiera existido la posibilidad de ser músico? 

Eric: No, qué va. No, qué va. Qué va porque Eric y Ernesto son los mismos. Uno está colocado y es divertido y el otro es un seco y un mala follá. Los dos son lo mismo. Ernestín se mete en la OJE y en el coro de los Salesianos y va a las procesiones, pero sin toda esa información, Eric no hubiera existido. De él nace la curiosidad por el instrumento y los grupos. Se deben mucho el uno al otro. 

“Trabajo unas quince horas diarias, ninguna de las actividades que ejerzo es lo suficientemente fiable para dejar las demás” 

Personalmente me parece que Eric ya no se pone hasta las cejas, siempre ha sido un cachondo con mucha lucidez que a veces se hace pasar por loco, pero de tonto no tiene un pelo. 

Eric: Ya no hay tanto hasta las cejas. No soy un santo. La diferencia es que antes salía a las doce de la noche y volvía a las doce de la mañana. Ahora salgo a las doce de la mañana y vuelvo a las doce de la noche. Estoy echando unas jornadas de quince horas aproximadamente, entre la música, la película, las clases y el bar. Me dirán, deja algo, pero no lo hago porque ninguna de mis actividades laborales es lo suficientemente fiable como para abandonar el resto. La gente creerá que soy un abusón y que quiero hacerme millonario. Tengo que estar llevando todo para adelante porque ninguna de las cosas a las que me dedico me da lo suficiente para quedarme con ello. Y también, entre otras cosas, no puedo vivir sin tocar la batería y sin las cámaras, algo de lo que me he dado cuenta ahora. Me flipan.

La importancia de llamarse Ernesto y la gilipollez de llamarse Eric_Tráiler.mov from FESTIVAL DE MÁLAGA on Vimeo.