Sting: “57th & 9th”

Por: Javier Capapé 

Sting nos tenía algo desconcertados desde que hace 13 años entregase su último disco netamente pop titulado “Sacred Love”. Aquel era un disco algo fallido y desde entonces no había ofrecido nada verdaderamente destacable. Ha dado tumbos entre la música barroca (“Songs from the Labyrinth”), los tradicionales invernales (“If on a winter’s night”), los experimentos orquestales (“Shymphonicities”) y los musicales (“The Last Ship”), pero ni rastro del pop-rock que dominaba sus discos de los años ochenta y noventa. Me atrevería a decir que su último gran disco fue el fantástico “Brand New Day” del año 1999, por lo que ésta sería su colección de canciones más acertada desde hace casi veinte años. 

 “57th & 9th” es un disco algo irregular, pero eso no es nuevo en su discografía. Sting es capaz de ofrecer brillantes canciones en discos menos acertados y eso es algo que podría utilizarse en su contra, pero es cierto que pocos artistas pueden regalarnos discos redondos de principio a fin. El último disco del británico es de los que no se resiente en su conjunto (ayuda su ajustada duración) aunque falle en algunos pasajes. E insisto, es su mejor entrega en muchos años, lo que no es poco. A los mandos está Martin Kierszenbaum, cuyo currículum no es de mi agrado, la verdad (Lady Gaga, Tokio Hotel, Madonna, Feist…), pero ha conseguido refrescar su sonido y acercarlo de nuevo al pop. Por momentos incluso parece recordarnos a Police. En términos globales este álbum ha conseguido aunar las múltiples facetas del músico ofreciendo temas más pop, otros más afilados, baladas de corte étnico e incluso temas desnudos que podrían emparentarse con su fase clásica o barroca. 

El cruce de caminos de “57th & 9th” abre con “I Can’t Stop Thinking About You”, un tema potente, directo, de esencia pop y efectividad garantizada. Una canción que nos devuelve al mejor Sting, a ese que llama la atención por lo conciso a la vez que intenso. “50.000” sigue esa línea aunque bajando las revoluciones y mostrando la influencia que han ejercido sobre él algunos artistas míticos que se han ido. “One Fine Day” brilla como sus mejores temas ecologistas de los ochenta e “Inshallah” muestra al Sting más solidario, el que se acerca a la justicia social, tratando en esta ocasión el tema de los refugiados, canción que, por cierto, habíamos podido escuchar antes de conocer el lanzamiento de este álbum. “Heading South On The Great North Road” suena fantástica con esa cadencia clásica a guitarra y voz, al igual que ocurre con “The Empty Chair” que cierra el álbum, canciones que podrían haber estado en cualquiera de sus últimas aventuras sónicas. Sin embargo, “Petrol Head” como desgarro eléctrico casi forzado e “If You Can’t Love Me” como balada inconfundible marca de la casa nos dan muestras de que éste es el Sting que quiere reencontrarse con su público más fiel, el que espera de él su cara más accesible, la que en el fondo tan buenos resultados le ha dado. El Gordon Sumner que todos conocemos está de vuelta. Ya no volverá a hacerlo respaldado por Andy Summers o Stewart Copeland tras la impostura de su reunión allá por el año 2007, pero sí que vuelve de alguna manera el Sting que nos hizo vibrar con “The Dream of the Blue Turtles”, el que supo llevar la reflexión a todas las ondas con “…Nothing like the sun”, el que nos emocionó con “The Soul Cages”, el de la elegancia de “Ten Summoner’s Tales” o el ecléctico de “Brand New Day”. 

Tal vez los buenos tiempos no volverán, y no es que nos tengamos que conformar con lo mínimo, pero Sting ha sabido apreciar que su público quería que dejase por un momento sus juegos de bardo moderno y se pusiera de nuevo la “chupa” de cuero recordando su etapa en Police o sus mejores aciertos como solista. “57th & 9th” puede que no sea un disco recordado dentro de unos años, pero nos ha devuelto la frescura y la intencionalidad de un artista que creíamos dormido y al que aún le quedan cosas por decir. Lamentablemente sus deslices y caprichos pasados le pasan factura y algunos cuestionan su credibilidad, pero Sting consigue ofrecernos siempre alguna canción tan redonda como la que abre este disco que hace que creamos de nuevo en él.