Alejandro Escovedo: "The Crossing"

Por: Javier López Romo

Alejandro Escovedo sacó al mercado el pasado 14 de septiembre lo que es su último trabajo, “The Crossing”. Un álbum en el que se divisan dos frentes: uno el de la inmigración, el otro, el de su vida personal. Nunca en la carrera de Alejandro Escovedo un disco ha hablado tanto y tan bien de su vida y obra. Puedo discrepar abiertamente -porque me parece muy real ese fenómeno cultural de la diversidad de opinión- con mis amigos si es o no un álbum conceptual, es algo que me pone tenso, porque ese adjetivo se refiere a un concepto, una idea, un juicio, un significado, una denuncia; y es que puedo estar equivocado, o no,  pero el contenido probablemente ni lo entendemos, ni lo retenemos -aunque sea a largo plazo- en la memoria. Me quedo con que nuestros artistas favoritos, nuestros héroes musicales, en este caso Alejandro Escovedo, tienen que ser de interés en cualquier formato, ya sea publicitario, radiofónico, televisivo, etc. "The Crossing” es un disco que tiene esa inventiva impecable y que lo hace atemporal, porque tiene un pasado, se encamina hacia este presente, y sin duda alguna marcará un futuro. No será quizás su mejor disco, pero sí estará entre lo mejor de su obra, que dignamente ya va para cuatro décadas de un punk-rock de alta gradación independiente. Alejandro Escovedo es de esos tipos que la industria musical lo cataloga como un "maldito" dentro de su campo, se le coloca la etiqueta del "Dylan de la frontera" y sobre su cuello soporta las cadenas de acero, tachuelas y pinchos de la amplia minoría de lo que se llamó la "american music of rock & roll". Tampoco es más conocido en una Europa contagiada de tal curriculum vitae, cierto; los estigmas a veces solo tienen de cierto su propio error. Pero lejos de etiquetas y géneros, hay músicos capaces de perdurar en el tiempo y en el espacio por su trabajo, talento, humildad y saber hacer en este duro trabajo del rock and roll. Y él sabe mucho de esto: "No creo que el público latino de habla hispana haya seguido mucho mi música. Creo que dejé algo de mi gente atrás, pues no todos crecieron como crecí yo...".

Alejandro Escovedo cruza el Atlántico con su disco horneado en Italia, concretamente en Villafranca, compuesto por el propio Escovedo y su amigo Antonio Gramentieri, componente de Don Antonio y guitarrista de la banda de culto Sacri Cuori. Una gira europea comenzada precisamente en Milán, Italia, el 10 de octubre, y que clausurará su periplo europeo el 3 de noviembre en Gronigen, en el Take Root Festival. Serán dieciocho conciertos repartidos entre Italia, Alemania, Irlanda, Inglaterra, Francia, y cómo no España. Cinco serán los conciertos que nuestro país albergue, como muestra de nuestro cariño. No serán grandes salas, pero sí lo suficientemente acogedoras y cálidas, y si cabe, se prefiere ese contacto más íntimo y personal con este trovador de la palabra y la seis cuerdas. Sí, no es muy conocido dentro del panorama del rock, ni del punk, ni de la fusión de ambos, ni del country, ni del rock alternativo, ni del rock chicano, ni del heartland, ni del blues, tan sólo es un poco de todo para ser mucho. Da igual el estilo, su forma, su condición, lo que realmente nos interesa es su música y que acelere más o menos su guitarra. Una vez haber pasado por las fiestas del Pilar de Zaragoza, en la sala La casa del loco, Lleida, en el Café del Teatre, y Valencia, Loco Club, el día 16 de octubre estará en Madrid, en la sala Tempo Club, y el 17 en Bilbao, en el Kafe Antzokia. Cinco shows en los que nos mostrará lo mejor de sí mismo y de una actitud equilibrista que los funámbulos y acróbatas springstinianos saben arropar  por su equidad y unidad con Bruce Springsteen y su dualidad artística en muchos momentos de su vida. No olvidemos "Devils and Dust", que guarda una misma narrativa que “The Crossing”, quizás no en iguales palabras pero bajo el mismo sentimiento, la misma oración, la misma vivencia y el mismo resultado…

He escuchado el disco varias veces, quizás hasta saciarme, y he jugado con él en todos los formatos posibles, unas veces bajo un sol fronterizo, otras bajo una fina lengua de lluvia boscosa, otras ha sido bajo la libertad democrática, y las demás bajo el ostracismo del destierro forzoso de una vida motivada por cuestiones políticas. He jugado. Si, pero no sé si he ganado o perdido. He ganado en música, pero he perdido en valores. Es el juego de apostar, a veces pierdes para ganar, y otras veces ganas para perder. Vaya paradoja. En ocasiones veo  "The Crossing" como una película que todavía no ha sido rodada, una especie de "Las uvas de la ira" de John Steinbeck pero trasladada al siglo XXI, donde se remarcasen más las inquietudes de Alejandro y se solventasen esos problemas que acucian el disco. Os imagináis el comienzo de ella, mientras asoman los nombres en la pantalla con la primera pista de "The Crossing", "Andare". Un tema instrumental de muy poca duración, apenas llega al minuto, pero un minuto que es largo, o lo parece, con una melodía agradable y armónica, que te transporta a viajes desérticos tan arenosos como sofocantes; y si hablamos de la película imaginaria, también serviría para el final. Mientras dejas correr los créditos, colocas la otra canción instrumental del disco, "Amor Puro", donde las nostalgias se hacen patentes ante tanto sentimiento catalizador. Ambas son como un cuento de vaqueros, con demasiado polvo en sus botas y agujeros roídos en sus bolsillos, donde no se queda nada, porque todo se pierde, y cuando pierdes, nadie gana.

De este disco prefiero la soberbia de la guitarra de Escovedo, cuando arranca hacia el grito aullador de un lobo que vocifera en la noche, el grito salvador de por fin uno de sus personajes que paso a paso y bajo las sombras alcanza la frontera sin cruzarla. Es "Footsteps in the Shadows", creando una confrontación oportuna con el humor nativista de América, pero también una documentación atemporal del hambre insaciable que conduce a los emigrantes en viajes épicos a tierras extranjeras a lo largo de la historia de la humanidad. Bajo esos aullidos eléctricos, su voz grita: "Vamos, ya estás ahí, y tras esa alambrada tendrás la libertad si la pretendes..." Pero el personaje sigue dando pasos en la oscuridad de una tenebrosa noche, a la espera del asalto final que le hará libre, mientras maldice a esos cabrones codiciosos que han creado esta sinrazón y a los que nadie les ha puesto la etiqueta de la vergüenza. Y en apenas dos segundos llega "Texas Is My Mother". Para el protagonista, Texas es la madre salvadora a todos sus desvelos. El héroe, como se les denomina a los que alcanzan su gloria, se traslada rápidamente, tras haber alcanzado su éxito, a su ciudad materna, Texas. Él no sabe si será su refugio, pero Diego, un joven mejicano, se siente feliz de haber alcanzado un sueño duramente trabajado durante tanto tiempo. Es curioso, en la historia de la canción es como si un halo protector de la virgen de Guadalupe les arropase bajo su manto, y allí conoce a Salvo, otro joven que como él persigue el mismo sueño. Es de origen italiano, quizás no ha tenido los mismos problemas, hay latinos y latinos, pero ambos van bajo la misma bandera, la inmigración. Son distintos sí, pero iguales, porque ambos van a sufrir la ira de Trump. Son historias similares, en las que Alejandro Escovedo les induce hacia un terreno tan poderoso como sorprendente. Tanto "Footsteps in the Shadows" como "Texas Is My Mother" son la llegada y la huida, el principio y su permanencia, hasta que el autor decida seguir con esta profunda empatía. Porque ambos personajes se hermanan, se enredan en el cariño, en el trabajo (consiguen abrir un restaurante de comida italiana y mejicana), la supervivencia y el esfuerzo es su sueño, y sobre él el amor como arma ganadora. Pero el señor Escovedo no está dispuesto a que este camino sea de rosas y clava espinas. Las menos -porque nada es fácil dentro del sueño americano- las veremos después en el final. Estas dos canciones rezuman alegría y tristeza, lealtad y cariño, un hermoso poema al más puro estilo Boris Vian en el que no busca la felicidad de todos los hombres, sino la de cada uno de ellos. 

En "Teenage Luggag" es como si ese equipaje para adolescentes pesase demasiado. Muchas libras que cargar en tu espalda, una carga que soporta todos tus pecados pero también sobrelleva todas las buenas acciones. Es rock en toda su esencia, como si a mitad de la canción preparase una jazz session, algo informal para su propio disfrute en la que los gladiadores de las seis cuerdas ensayan e improvisan sus sonidos, en este caso más rock-chicano que divierte y te hace bailar, y eso es bueno. "Something Blue" es mi debilidad, sin duda; es una fortaleza. Es una canción poderosa y sutil, la de un trovador, por ejemplo, que pretende recorrer pueblo a pueblo y camino a camino la sutileza de lo azul, como si fuesen sus propias noticias. Una peculiar forma de ver la vida, algo diverso e integrador. Una hermosa semibalada que te transporta por esos espacios, persiguiendo tus orígenes. Esa clara filosofía de hablar claro y directo desde lo más profundo de tu corazón. En "Outlaw for You" aparecen las guitarras a las que Escovedo siempre quiso llegar, al punk-rock que le definió. Es una de las canciones sobresalientes del disco, un rockero juguetón y arrogante para un carnaval latino, Escovedo anuncia: "Seré un proscrito para ti", invocando directamente los nombres de Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Cesar Chávez, Gregorio Cortez y Octavio Paz. Una búsqueda de un territorio particular y compartido, donde reine la capacidad del ofrecimiento y la lealtad, donde sus personajes encuentran un terreno suyo, particular, de escasos metros cuadrados, pero es lo soñado y anhelado por ambos, tal y como se lo habían contado, y ahora lo viven con la intensidad de la rebeldía adolescente que un sábado noche les transforman en rockeros, acudiendo a conciertos punk. 

Pero quizás no sea así. Nada es lo que parece y se encuentran con todo lo contrario a sus creencias. Pero de momento tienen un terreno para ellos bajo un sol abrasador. Ahí aparece la abrasadora "Waiting for me", en la que la espera es la actitud valiente, anhelada y querida. Una promesa que han de cumplir, ese catálogo de vida en el que sólo hay un proyecto en común: sobrevivir, intentar  luchar por algo tan hermoso para nosotros como es ser amado y querido por una minoría, a la que Escovedo guía, o por una mayoría, a la que Bruce incita. Pero es el momento crucial para que el rock y todas sus fusiones apoyen y dirijan nuestras vidas como atardeceres planos y divinos. Este "Waiting for Me" es eso: Un esperándome, porque si en la oscuridad de la noche, o bajo una densa niebla, me perdiese, "waiting for me". En "How Many Times" Alejandro vocifera cuántas veces he de caer y levantarme, cuántas he de responder a mi pasado, cuántas veces he salido airoso o compungido de errores y aciertos. ¿Cuántas? Aquí Alejandro Escovedo reflexiona sobre sí mismo. A sus 67 años, ha recorrido todo un largo camino, lo ha visto todo, desde observar sus discos de punk-rock en las estanterías de los cajones latinos por tener ese apellido hispano; sobrevivir a un huracán, a una cruel hepatitis C, etc. Toda una supervivencia. En "Cherry Blossom Rain" es esa primavera de cerezos en flor. Nos muestra toda su belleza y esplendor, acompasado de una ferocidad donde los árboles, pese a crecer sus raíces en surcos polvorientos, tienen esa belleza de floración constante de su estación. Duro pero tierno , capaz de transmitir desafíos y vulnerabilidad en el mismo aliento y voz. Y es que este mejicano estadounidense tiene su propio carisma, tan expresivo como sus relatos mundanos. 

De "The Crossing" salió un primer single, "Sonic USA", canción protesta sobre la simbiosis entre su historia lírica de la inmigración y su política musical de fronteras abiertas. (" 'Sonica USA' o el retroceso más directo y simple del rock and roll en el disco, se asemeja a una de las primeras canciones de los Stones, y trata de manera experta el poder cultural de los Estados Unidos, la promesa de expresión personal con la amplificación de la música transgresora y películas glamurosas". -dijo-.) Son cantos dirigidos directamente a la administración actual de los Estados Unidos y a su mala política de inmigración. ("Hay refugio en tu corazón", se las arregla para declarar.) Y si seguimos, en él combina el robusto y divertido rock and roll con la belleza de una sinfonía para narrar las vidas de dos niños inmigrantes que sufren y triunfan mientras buscan vida y libertad en los Estados Unidos. Muchos de sus vecinos ven su presencia: "Nos llaman violadores. Así que construyen un muro más grande" -alega-. 

Con  "Rio Navidad" Escovedo sonríe lidiando con su humor más que penetrante pero demasiado irritante, por ejemplo cuando asegura, o sugiere, que los europeos son los "real wetbacks" para cruzar el Atlántico. Quizás aquí hace una insinuación hacia el joven Salvo y le otorga en una navidad un destino crucial en su película. Todo bajo el sonido tradicional de un pop orquestal; el ruido del boogie y un sinfín de otros sabores en un todo emocionante. "Silver City" habla con una verbosidad radiante, al igual que en "Rio Navidad". Canta sobre un guardabosques en Texas, de su forma de vida, que no es mucho mejor que la de cualquier extranjero que acaba en los Estados Unidos, con su racismo. Ambas son de una escucha difícil y austera, viscerales y tristes. Encierran en sí mismas la historia de su propio anacronismo que cuesta entender. En "Fury and Fire" gruñe de una forma irritante, y contagia su soberbia a la guitarra a base de puñetazos punkys. Furia y fuego, como el arcángel Uriel, a través de todo aquello que evoque tomar la acción al mismo tiempo que se ejecuta con ideas magníficas y reveladoras. "No puedo creer que quieran llevarse a mi padre, como muchas veces debe probar su inocencia..." -alega-, y aún hay más, sigue encorajinado: "Por un tiempo parecía que estábamos dando algunos pasos adelante como país y como pueblo, pero cuando retrocedemos, necesito cantar al respecto, dejar que la gente sepa exactamente lo que eso significa". 

Y es que la versatilidad de Escovedo para este álbum de inventiva implacable se manifiesta en un viaje memorable, donde los poemas épicos de inmigración contrarrestan con el rock & roll. Y para ello cuenta con invitados de excepción: el trovador de Texas Joe Ely, los héroes renegados de la guitarra Wayne Kramer (MC5) y James Williamson (Stooges), y Peter Perrett y John Perry, los favoritos de la New Wave británica The Only Ones. Alejandro Escovedo saca de su chistera un precio final doloroso y triste. Es el precio a pagar por tanto desorden en las vidas de los sin techo, de los inmigrantes y de los parias de esta tierra, y que no es el dorado, ni mucho menos el éxito o la gloria. El sonido emana de un latido del corazón, una guitarra distorsionada y un saxofón de cine negro; nos llevan a una urgente y profunda voz que advierte: "Estos hombres que nos cazan, no sabemos nada de nuestras vidas. Así que por favor de un paso a la ligera. Hay amenaza en los cielos. Oscuros y amenazantes, hay una sombra en el aire, se están cerrando esos cielos...", para tan sólo unos segundos después, la misma voz elevarse y gritar: "Oye, oye, te necesito más que nunca. Oye, oye, vamos; nosotros recorriendo por nuestras vidas".  Esa voz, aun cuando se vuelve más enfática en su petición de misericordia y entrega, más cruel se revelará en el cierre del disco "The Crossing", que da titulo al álbum y llega para aportar un cierre triste pero no inacabado. La película sí acaba aquí, pero mantiene un suspense abierto. Y su final es doloroso. Como toda felicidad nunca es completa y si efímera, pasajera, con caducidad de vida que no de sentimientos y recuerdos. Pero alguien tiene que perder en esta bella historia, en este caso es Salvo, el italiano, el constructor de ideas y palabras, el débil, porque sólo los fuertes sobreviven en este país tan bello como intransigente. Y cuando Salvo muere todo se derrumba como un castillo de naipes. Ya tan sólo queda desolación e infinita tristeza, llantos y oraciones, recuerdos y preguntas que se quedan sin respuestas. En esta canción principal del álbum, cuando Diego ve esta desolada tragedia que acaece, se derrumba y caen sus sueños. Ya no le interesa nada ni nadie, una desolación le envuelve y muere también pese a estar vivo. Quizás no es la mejor opción para acabar este trabajo, pero es la que el autor decide y canta:"Parecen que los tiempos han cambiado, han tomado todas las cosas bonitas, los recuerdos y las fotografías, pensamientos y oraciones que nunca duran, no hacen desperdiciarlos en el pasado, todos nos convertimos en historia cuando hacemos el cruce...". 

Este es el quid de "The Crossing", la brutalidad de perder su identidad y la de sus seres queridos, y el borrado constante de la cultura, todo en la búsqueda del estadounidense sueño. "Esta historia no tiene final" -dice-, puede parecer morboso ante esta fría y oscura verdad". "The Crossing" también cuenta la historia de Antonio y yo", explicó Escovedo. "Hay cosas que a medida que envejezco, tuve que dejarlas atrás. Los Stooges ya no existen, el rock and roll, la forma en que lo sabía, ya no existe, las personas a las que admiraba como grandes maestros se han ido"."Los chicos tienen la sensación de que llegaron demasiado tarde. Tal vez la América que esperaban encontrar ya no existe".  Habla suavemente sobre las líneas finales, y con gracia sutil, proporcionando un énfasis poderoso a su idea última, en todos los sentidos de la palabra. Los cínicos podrían llamarlo un cliché, pero lo que todo ser humano comparte tiene mayor poder y valor que los detalles demográficos que nos dividen en categorías. "The Crossing", aprovechando el rock 'n' roll estadounidense, la influencia latina y el romance italiano, está obligando a todos los que están al alcance de su música a considerar si todavía tenemos el coraje de vivir de acuerdo con la verdad más universal y antigua.