Hoy no hay sonrisas, el último adiós a Jorge Martínez


Por: Javier González. 

Foto: Iván González.

Recuerdo con exactitud aquella fría mañana de hace casi 16 años en la sala “El Sol” donde tuve el placer de encontrarme cara a cara con Jorge Martínez por primera vez en mi vida. Hasta allí nos desplazamos parte del equipo de “El Giradiscos” para asistir a la entrega del disco de diamante que acreditaba las ventas millonarias por parte de su banda de siempre, Ilegales

La ceremonia transcurrió con los ritmos habituales de este tipo de actos, donde pudimos disfrutar de de una pequeña actuación de Jorge acompañado para la ocasión por El Gran Wyoming

Al acabar la misma, no sin cierto temor puesto que su fama le precedía, nos acercamos a pie de escenario con la intención de pedir a Jorge una fotografía y un autógrafo. En ese momento nos miró con esos ojos que destilaban un chispa especial, como de niño travieso, para colocarnos entre sus brazos, mientras bromeaba con nosotros, quienes sorprendidos ante la cercanía del trato que nos dispensaba no dudamos en pedirle una entrevista, la cual accedió a concedernos mientras facilitaba su número personal de contacto. Tras hacerlo, invitó a todos los presentes acercarse a la barra para “abrevar sin medida”, mostrando su descontento por la negativa del personal a servirle un cubata mientras soltaba unos cuantos exabruptos que tuvieron su continuidad esa misma noche en el marco de un concierto que decidió recortar ostensible, molesto todavía por lo que él entendía un trato fuera de lugar en el acto acontecido esa misma mañana. 

Aquel día se abrió para la gente que hacía posible “El Giradiscos” una puerta que no se ha cerrado hasta hoy con su doloroso deceso. Allí pudimos ver la doble dicotomía que siempre ha caracterizado al bueno de Jorge. En apenas unos minutos mostró su maestría toda su actitud a la guitarra, regalando unos cuantos himnos que seguimos disfrutando en innumerables conciertos por toda la geografía nacional a lo largo de años posteriores, y también nos hizo participes de la cercanía, inteligencia y peculiar sentido del humor del que estaba dotado; mientras que en paralelo, apenas unos segundos después, pudimos ver el fuego del infierno arder con el cabreo monumental que se agarró, dejando claro que el suyo era un carácter especial que le granjeó una merecida fama de “enfant terrible” de nuestro rock, algo que no siempre jugó a favor de la popularidad comercial de la banda. 

Evidentemente, la historia musical de Jorge Martínez comenzó mucho antes de esta breve anécdota. Él mismo se ha encargado de contarlo en la fenomenal biografía en formato entrevista que le firmó Carlos H. Vázquez, “Jorge Martínez. Conversaciones Ilegales”, obligada lectura para cualquier aficionado al rock español que se precie. Allí se recogen historias y aventuras desde los tiempos de su infancia hasta el momento en que se enamoró de una guitarra eléctrica que había en un escaparate, anécdota que solía contar en los directos la gira “La lucha por la vida”, por cierto acabó consiguiéndola gracias a su buena mano como pintor de cuadros, una de las opciones que pudo haber abortado su carrera musical, la otra era haber seguido con su estudios en la facultad de derecho, pasando por los tiempos en que tocaba en aquellas abominables orquestas de las que siempre echaba pestes hasta los primeros pasos en bandas como Madson, germen del proyecto con el que alcanzó la merecida fama y el estrellato. 

Con Ilegales, inicialmente junto a David Alonso, batería, e Iñigo Ayestarán, bajo, destapó el tarro de las esencias en la década de los ochenta, firmando algunos de los mejores trabajos de nuestro rock, para la historia quedarán el inicial “Ilegales”, en cuya gira ya entraría a formar parte de la banda el gran Willy Vijande, “Agotados de esperar el fin” y “Todos están muertos”, tres manuales vigentes hoy día que hablan sobre la vida y la muerte, sobre la conflictividad social, los peligros que acechaban a ras de calle a la vuelta de cualquier esquina y la reconversión industrial tan dura que nuestro país vivía en una década donde la estabilidad pendía de un hilo; acompañados de una giras salvajes, donde los tópicos del sexo, drogas y rock and roll quedaron pequeños ante el empuje Ilegal, quienes sin embargo sintieron en primera piel las consecuencias del duro camino por los años de excesos, motivando cambios en la formación que serían casi constantes en su andadura. Y también lo notaron en cuanto a su relación con otras bandas, puesto que en ocasiones eran repudiados por algunos compañeros de profesión por la latente visceralidad y violencia de sus presentaciones en vivo, la cual en muchas ocasiones traspasaba los límites de unos directos donde la banda, provista de ingentes cargamentos de sustancias químicas y alcohólicas, siempre demostró ser la más potente del panorama musical estatal, una pasión por el sonido y la calidad en el instrumental más perfecto que no les abandonó en ningún momento de su singladura. 

No podemos afirmar que en la discografía de Ilegales haya un mal trabajo, básicamente porque eso sería faltar a la verdad, pero sí es cierto les costó más de lo debido encontrar el paso en la década de los noventa. El propio Jorge nos confesó en alguna ocasión que durante aquellos años se dedicó más de lo debido a disfrutar de los placeres de la vida. Tampoco ayudaron las apariciones del gigante astur en programas de dudosa calidad cultural como “Moros y Cristianos”, donde, con su peculiar carácter, daba bastante juego qué duda cabe, un juego que le apartaba del verdadero don y propósito de Jorge que no era otro que la labor creativa y ser un animal de directo. Dicho esto, vistos hoy día algunos de los trabajos de aquel período como “Todo está Permitido”, “Regreso al sexo químicamente puro” y “El corazón es un animal extraño”, se colarían ahora mismo en muchas listas como parte de lo mejor del año musical. 

Hubo que esperar bastantes años para volver a disfrutar de material Ilegal, ya que desde el “Si la muerte me mira de frente me pongo de lao”, editado en 2003, la relación discográfica de la banda se limitó a reediciones y la edición de trabajos en vivo, acompañados siempre de giras en nuestro país ante audiencias menores de las debidas, siendo latinoamericano un terreno siempre fértil, pues allí el fuego de Ilegales seguía vigente en países como Ecuador donde su popularidad nunca decayó. 

En este receso discográfico, Jorge Martínez decidió apostar a doble o nada, parando la actividad de la banda con una gira de despedida y la posterior edición del dvd, “Ni un minuto de silencio”, mientras en paralelo fundaba Jorge Ilegal y Los Magníficos, con quienes publicaría un primer álbum homónimo (2011), “El Guateque del Hombre Lobo” y “Nos vimos en el Psquiátrico” (2015), un curioso trabajo en directo rodeado de compañeros donde repasaba buena parte de su repertorio histórico. Bajo dicho nombre rescataría géneros tan denostados en ocasiones y alejados del rock como tango, bolero y chachachá, en una aventura que acometía por ser una de las pocas personas en directo que podía permitírselo, tanto por conocimiento de dichos estilos como por ser la única banda en España capaz de afrontarlos gracias a la gran diversidad instrumental con que contaban; cabe recordar que la colección de guitarras del bueno de Jorge superaba las sesenta piezas, alguna de ellas de incalculable valor.

El rock seguía latiendo fuerte en el corazón de Jorgón, por lo que decidió rescatar a Ilegales del cajón. Y vaya si lo hizo. Desde 2015 a 2025, entregó cuatro discazos, “La vida es fuego”, “Rebelión”, “La lucha por la vida” y “Joven y Arrogante”, además de sendos documentales, “Mi vida entre las hormigas” e “Ilegales 82”, en lo que muchos interpretamos como una carrera contra el tiempo, donde al talento habitual de la banda se acompañó una capacidad de trabajo estajanovista que plena de acierto volvió a situar la popularidad de la banda en un estatus que jamás debió haber abandonado. A cada disco le acompañaban las mejores de las críticas, colándose en las listas de lo mejor del año para muchos medios especializados y los conciertos se contaban por “sold outs”, mientras que en el escenario la banda compuesta en estos últimos tiempos por Tony Tamargo, a la guitarra y teclados, Jaime Belaustegui, encargado de la batería y el mítico Willy Vijande al bajo, junto al inconmensurable Jorge Martínez, volvía a hacer las delicias de los viejos fans y de nuevas generaciones que no dudaban en responder que Ilegales eran su banda favorita. 

Lamentablemente en plena gira de presentación de su último trabajo, “Joven y Arrogante”, un maldito cáncer se ponía en el camino de Jorge. Tocó parar la maquinaria Ilegal y confiar en una recuperación que tristemente no se ha producido. Ayer tarde gente muy allegada a la familia nos comunicaba el empeoramiento de su estado y hoy, con lágrimas en los ojos, hemos leído la noticia de su triste fallecimiento. 

Habrá tiempo de homenajearle y seguir defendiendo el legado de uno de los músicos más divertidos, directos, inteligentes y elocuentes que nunca nos hemos echado en cara. Un tipo de los que de verdad exprimió la vida. Sus discos y proclamas, los mensajes llenos de certezas y la claridad para exponer situaciones vitales que incluyó en sus letras seguirán maravillando dentro de unos años, puesto que sus discos siguen sonando hoy misteriosamente vigentes, actuales y peligrosamente ciertos. Sin embargo, para muchos que tuvimos el placer de conocerle en las distancias cortas, una vez que la grabadora se apagaba, la sensación es muy dolorosa. Muchos intercambiamos esta mañana mensajes llenos de rabia, tristeza, dolor y una sensación común de orfandad, ante la pérdida de un mito, pero también conmovidos por decir adiós a una persona que nos había llegado muy dentro. 

Jorge era muchas cosas, demasiadas, algunas de ellas desconocidas para la gran mayoría más allá del estereotipo del rockero que dibujó un personaje que a veces le devoró. Existía un Jorge cercano y amable. Educado y profundamente generoso. Un Jorge que daba sin necesidad de recibir. El rockero nos dejó huella, nos puso a pensar, nos hizo contestatarios y rebeldes, mientras nos ponía a bailar pogos descontrolados. Sin embargo, el Jorge Martínez que se humanizaba nos hacía verle más grande de lo que era en su cuerpo hercúleo, cada frase o consejo, se quedaba retumbando en tu cabeza, mientras pensabas que delante de ti había alguien sensible y culto, además de extremadamente inteligente. 

Hoy su colección de guitarras guarda un doloroso silencio y su ejército de soldados de plomo se ha quedado sin la figura del general que les comandaba en la batalla. Apuesto a que el palacio de Bolgues, La Casa del Misterio, habrá amanecido distinta hoy, presta a admitir a un nuevo morador, el más ilustre de toda la familia y el que habrá dejado mayor huella en la historia de nuestra cultura popular. 

Con sumo dolor y una tristeza que no nos cabe en el pecho, despedimos a Jorge Martínez. Sospecho que él intuía algo desde la gestación de este último trabajo, escuchar y ver el vídeo del single “Joven y Arrogante” me ha puesto desde el primer día el nudo en la garganta. Creo que pasarán meses antes de que vuelva a verlo. Gracias por todo, Jorge. Ni en mil vidas olvidaré/olvidaremos tus enseñanzas. Gracias por el trato dispensado y la sensación de camaradería que sentí/sentíamos en cada encuentro contigo. Joder, Jorge, cómo duele despedirse de ti. Buen viaje, macarra. Arma una buena allá donde estés y no cambies nunca. Y perdona esta cursilería de la que te reirías seguro: te queremos. D.E.P.