Working Men's Club: “Working Men´s Club”


Por: Skar P.D.

A mediados del siglo XIX alguien tuvo la feliz idea de sacar a los trabajadores de las áreas industrializadas del norte de Inglaterra, de los lugares que actuaban como epicentros de sus vidas, o sea, las tabernas. O de intentarlo al menos. Los clubes de trabajadores, así los llamaron, nacieron con cierta ambición educativa. Se trataba de dotar de cierta esperanza las circunstancias vitales de las clases trabajadoras.

Syd Minsky-Sargeant tiene 19 años y es de Todmorden, un pueblo del norte de Inglaterra de esos deprimentes donde amanece a las 9 y anochece a las 4 y donde apenas pasa nada. Donde naces con la sensación de que nunca vas a escapar de la mitad de la nada en que se encuentra. Hace un par de años decidió montarse su propio club de trabajadores y así hacer que pase algo donde nunca pasa nada. "No soy un niño de clase trabajadora, así que no quiero apropiarme de nada. Creo que simplemente resume la cultura del norte" 

El primer sencillo de Working Men's Club, Bad Blood, los proclamó herederos del post punk más mancuniano pero a la vez sirvió como detonante a la desintegración de la primera formación de la banda. Y de paso Syd Minsky-Sargeant se alejó, aparentemente, de las guitarras, o más bien incorporó los sintetizadores y cajas de ritmos y reinventó el sentimiento localista y de aislamiento esta vez enfocado a las pistas de baile. A las más oscuras e inteligentes pistas de baile.

La firma con Heavenly Recordings y la unión con el productor Ross Orton (Arctic Monkeys) proporcionaron el sustento logístico necesario y su siguiente sencillo, "Teeth", y su aproximación evidente al EBM definió las líneas maestras de sus próximos movimientos. Resumiendo, menos Joy Division y más Nitzer Ebb.

"Valley", que abre el disco, es clásica en su canónico ritmo house y claustrofóbica pero no opresiva, y de eso se encargan los sintetizadores que evocan las bandas sonoras de series de espías. "Atrapado dentro de una ciudad, dentro de mi mente atascado sin ideas". Ha llegado la hora de escapar y la música es el medio.

Mas ocultista es "A.A.A.A", épica en su concepción sincopada del ritmo y a la que los filtros aplicados a la voz confieren un halo de arenga reivindicativa. "¿Es esto suficiente?". Las ochenteras referencias al poeta punk John Cooper Clarke van más allá que en el mero indicativo de que la canción se titule así.

En un disco cuya concepción electrónica está focalizada en las pistas de baile no es extraño que en "White Rooms And People" las guitarras suenen tan funky como si a Gang Of Four los hubieran remezclado los Daft Punk más recientes. Y si el post punk ha quedado un poco de lado, que no apartado, "Outside" suena efusiva y sonriente dentro de los parámetros más fáciles del synth pop de las bandas que le dieron glamour a principios de los ochenta, al igual que los arreglos floreados y pop de "Tomorrow". Poco de pintoresca tiene la contundente "Be My Guest", que por momentos amenaza con hacer saltar todo por los aires, tal es la intensidad de su desarrollo. "Déjame salir, déjame gritar!”. Los Dj's más exclusivos de las raves undergrounds de finales de los ochenta estarían encantados. Falta por saber si las sustancias químicas actuales estarían a la altura.

La nueva formación de la banda incluye al bajista Liam Ogburn y los guitarristas / teclistas Mairead O'Connor y Rob Graham. En realidad se concretó poco antes de entrar al estudio y sin embargo suena contundente, bastante más de lo que el término synth pop pudiera parecer, y además la voz de Syd Minsky-Sargeant suena peculiar en su forma de interpretar las melodías, más personal que melódica, y por momentos intransferible, lo que la aleja de las derivas pop del género. ¿Qué hubiera pasado si a Human League les hubieran producido Front 242

La vertiente reivindicativa, o sea punk, se materializa en "Cook A Cofee", y si hay que poner a parir al establishment se hace sin ningún atisbo de sutileza: "Sintoniza la BBC y mírame ... defecar". Algún famoso presentador de la cadena británica no se sentirá muy cómodo.

El disparo de salida que supuso "Teeth" encuentra su acomodo también en el larga duración. "Todo es un mito, no sé qué creer"  suena energéticamente rebelde incluso cuando, aparentemente, no se tiene la debida amplitud de miras. No es el caso, y "Angel", toda una epopeya de 12 minutos se encarga de demostrarlo desde el inicio, que parece entresacado de la parte más experimental de Orchestral Manoeuvres in the Dark, pero que evoluciona en su desarrollo hasta convertirse en un derroche sónico de una magnitud tan considerable que es como si te costara respirar. ¿Seguro que las baterías son digitales?

"Working Men´s Club" es un disco de debut esperanzador y lo es porque, en tiempos turbulentos, habla de tumultos. Tumultos emocionales y políticos, de situaciones de incertidumbre y de visiones personales casi desde un punto de vista adolescente pero rodeado de una madurez personal insultante. Allí en los nortes aislados y desangelados la realidad es economía, conflictos inventados, aislamiento, y todo eso viene plasmado en una visión reivindicativa y casi revolucionaria. Y el Brexit y la pandemia... y la resistencia se apoya en sonidos fiables, revivalistas, que dirían algunos, pero se vislumbra incluso con capacidad para renovar la escena de baile, un tanto alicaída por exceso de indie melifluo, y WMC cuentan con compañeros de viaje (Scalping, Snapped Ankles). La revolución en las pistas de baile inteligentes.

Y es un disco de post punk porque los sonidos electrónicos grabados son coetáneos del género y porque abundan las guitarras de sonidos más afilados que estruendosos. Un disco inteligente, bien producido y cargado de la energía suficiente como para no pasar desapercibido. Y es un disco generacional porque retrata a una generación insegura y aislada. Y se baila. Ahora que los bares están cerrados los clubs sociales de trabajadores parecen una buena opción.