Estadio de Wembley, Londres. Martes 26 de agosto de 2025.
Texto: Javier Capapé.
Fotografías: Javier y Martina Capapé.
En el estadio de Wembley la pista se divide en cuatro accesos, pero indudablemente me quedo con Yellow, la rampa que para los diez conciertos del cuarteto británico muestra una de las frases de su mítica canción del mismo nombre. Ya una vez dentro de ese templo sonoro londinense sucumbo ante su magnitud. ¿Lo recordaba así? No estoy seguro, pero todo es más especial aquí dentro.
Wristbands en mis muñecas, chapas de varios colores como símbolo de la etapa más colorista del grupo y hasta unas moongoogles que de poco servirán, me llevan hasta la barrera. "Primeras filas, nuestra obsesión". Pero, ¿quién iba a pensar que fuera a ser posible aquí? Lo logramos. Estamos a escasos metros de donde se plantará Guy Berryman. Nuestra vista alcanza perfectamente a ver toda la extensión de la pasarela que recorrerá una y mil veces Chris Martin. Sí, estamos aquí, en el lado Oeste del estadio de Wembley, pegados a ese escenario que sentimos como si fuera algo nuestro, pero antes nos dejaremos llevar por la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, que abre el evento, seguida de una más bien insulsa Chloe Qisha y la más seductora artista palestina Elyanna.
Ya son cuatro las veces que he presenciado la grandeza del espectáculo que Coldplay nos brindan en este "Music Of The Spheres World Tour". De todos es sabido que trasciende lo meramente musical, pero más allá de críticas y sinsabores, es, sin ningún género de duda, una experiencia difícil de igualar. En todos los sentidos. Desde que la melodía de "E.T." irrumpe en el estadio mientras el grupo sube al escenario nuestros corazones se aceleran y flotamos. Literal. La sucesión de temas con los que arrancan es infalible. Desde la explosión colorista de "Higher Power" o "Adventure of a Lifetime" a la introspectiva y sincera "The Scientist". Es increíble. Todo parece cobrar sentido. Esta vez no puedo contener las lágrimas casi en ningún momento de esta primera parte, quizá motivado por la emoción de vivir el concierto en pista con toda mi familia. Tras tantos quebraderos de cabeza y kilómetros.
Entonces llega "Viva la Vida" y la orquesta que antes dirigía Gustavo Dudamel acompaña al cuarteto en el riff más reconocible de su cancionero. "Hymn for the Weekend" sigue con su particular ascenso meteórico, aunque todo se detiene cuando nos sorprenden con una tímida revisión de "Til Kingdom Come" seguida de la contundente versión de una "Speed of Sound" que por no esperada fue recibida con una sorprendente ovación. Y es que Coldplay se detuvieron en este "X & Y" mucho más de lo esperado. Un disco que suelen dejar fuera de sus repertorios (con la excepción de la consabida "Fix you") cobró gran protagonismo y demostró que su público acoge con gran pasión su repertorio más longevo.
"Yellow" no puede faltar nunca y no lo hizo, volviendo a emocionarnos como si estuviéramos viendo por primera vez a Chris Martin recorriendo la fría playa en la que grabaron su mítico videoclip. Como tampoco faltó "Clocks", con sus láseres inundando el foso, o la ya imprescindible "People of the Pride" ondeando la bandera multicolor.
En esta sección central, que ellos califican como "Stars", destacó la muy reivindicable "We Pray", en la que contaron con Elyanna y Shone para dibujar una versión en vivo muy cercana a la original que no defraudó lo más mínimo. Las bailables "Infinity Sign" o "Something Just like this" pusieron el toque marciano a la velada (con sus representativas caretas), rematado con la más banal "My Universe" y el derroche enérgico y positivista de "A Sky full of Stars" que a todos nos dibuja cada vez que la escuchamos una gran sonrisa en el rostro (y alguna que otra lágrima en más de un caso).
Estamos en lo más alto, pero afortunadamente aún queda cuerda para rato, a pesar de la famosa "Kiss cam". Se relaja el tono y brilla la grandeza melancólica de "Sparks" y la delicada "The Hardest part" en una versión dominada por las seis cuerdas que nos sabe a gloria. El clímax lo alcanzamos con "Fix you" una vez más y la traca final, cargada de emotividad y con más de cuarenta músicos sobre el escenario (les acompañan The Pink Singers y parte de la orquesta sinfónica Simón Bolívar), llega con "feelslikeimfallinginlove". Los sentimientos de la joven Apple ante la explosión del amor adolescente narrados de forma tan simple como universal por su padre y los amigos de siempre que forman su banda. Porque Coldplay son eso, una banda de amigos. Y por eso mismo siguen remando en la misma dirección tantos años después.
Para los últimos conciertos de la banda en mucho tiempo, ya que, esta vez sí, prometen un "largo" descanso, el broche final corre a cargo de "All my Love", cuyo conmovedor videoclip protagonizaba Dick Van Dyke. Otra de esas canciones sencillas pero certeras que condensa su espíritu y nos envía las mejores vibraciones para creer en ese amor que potencian con cada fogonazo, redoble, riff o explosión de confeti lanzada al aire.
Todo lo que forma parte de su espectáculo va en esa dirección, hacia ese leit motiv que queda atrapado en nuestra retina para mantenernos a flote hasta nuestro siguiente encuentro. Ese "Believe en Love" que nos creemos de veras y que tatúa nuestra alma a la espera de volver a vivir dos horas que nos renuevan y nos salvan como ninguna otra cosa consigue hacerlo. Sé que ya no podré verles en una sala pequeña, ni siquiera en un pabellón de aforo medio. Su lugar son los grandes estadios y los conciertos estratosféricos, pero la sensación que me dejan siempre es la más cercana e intensa posible. La definición más plausible de resaca emocional.
Una vez escuché una frase que ahora aplico perfectamente a las sensaciones que se apoderan de mi espíritu cada vez que veo a Coldplay. Son muchos los conciertos que vivo y siento de veras cada año. Muchos conciertos de otros artistas muy variados con los que me emociono y disfruto como nadie, pero me he dado cuenta que solo cerca de Chris, Jonny, Guy y Will puedo decir esto y sentirlo sinceramente: "La vida es un concierto de Coldplay, el resto una pausa". Ellos son las luces que me guían a casa.