Y por fin volvió Morrissey. Qué ganas teníamos de poder soltar algo así. Entiéndase la afirmación, no es que el de Manchester se hubiera ido en ningún momento, pero últimamente sus salidas de tono, parte indispensable e indisoluble de su personalidad todo sea dicho, habían eclipsado al fenomenal letrista e interprete que lleva dentro; algo que muestra a las caras en los aires modernos y electrónicos de “I am not a Dog on a Chain”, trabajo que ve la luz un año después de aquel homenaje titulado “California Son”, que si bien sorprenden por inusitados en su trayectoria, no sirven para esconder ciertos tics vocales y manierismos líricos que suenan tan habituales como maravillosos.
Desde los compases iniciales de percusión juguetona que anticipan “Jim Jim Falls”, con esa dureza en la letra de quien no está para escuchar lamentos, a la trepidante y por momentos preciosista “Love is on Its Way Out”, emocionante y punzante, hasta la enigmática “Bobby, Don´t You Think They Know?”, donde a su voz suma el rescate de Thelma Houston, mito viviente de la Motown, que sirve para demostrar una vez más su amor por la música negra, y la ligereza inicial de “I Am not a Dog on a Chain”, para marcar músculo y peso con un cierre rotundo.
Para sentirnos como en casa cuando suenan los primeros acordes de “What Kind of People live in these Houses?”, con esas guitarras limpias y acertadas, que rezuman pop de calidad, arropadas por la calidez del mejor Mozz, junto a esa temática tan sarcástica sobre existencias vacías, que sí que hemos oído esta canción mil veces pero sinceramente, ¿quién puede cansarse ante semejante talento?, sensación que vuelve a embriagarnos con ese peculiar deje vocal del que hacer alarde en “Knockabout World”, porque más allá del hecho de que se trate de una letra premonitoria para estos días, cuando el de Manchester tira de gorgoritos quedan dos opciones, odiarle por insoportable, o bien tirar por la otra vereda, lanzarte a sus brazos y decirle que es un cabrón y que lo ha vuelto a hacer, retomando la añoranza en “Darling, I Hug a Pillow”, con otro sello de la factoría que enamorará a sus incodicionales.
Más sorprendente resulta encontrarse con temas como “Once I Saw the River Clean”, con ese aura literaria tan poderosa como evocadora, y una base rítmica que recuerda a los Pet Shop Boys de “Love Etc”, para dar paso al Morrissey más íntimo, al de los pianos, las ambientaciones grandilocuentes de “The Truth about Ruth”, con aires dramáticos, pelín sobre cargados, en un tema sobre la transexualidad y los prejuicios, y de las composiciones que cierran como son “The Secret of Music” y “My Hurling Days Are Done”.
Visto con perspectiva, Bigmouth lleva dos discos seguidos con los que se vuelve a dar importancia, poniéndose serio y todo lo notable que es. Uno de versiones nada evidentes y el otro, este “I Am not a Dog on a Chain”, donde por un lado juega al riesgo, abrazando sin remisión cierta electrónica, modernizando su propuesta, pero sin renunciar a lo mejor de su legado. Pues hay poesía, hay retazos diarios, denuncia y los mejores y más logrados tics de una personalidad única en el ámbito del rock.
No creo que “I Am not a Dog on a Chain” sea el mejor disco de la carrera en solitario de Morrissey, ni tan siquiera que esté entre los tres mejores que ha grabado desde que dejó de lado el nombre de The Smiths. De lo que no me cabe duda es que estamos ante un gran trabajo, consistente, sin apenas minutaje de relleno, que confirma la vuelta y el pleno estado de forma de un imprescindible del panorama. Si usted había leído demasiado sobre él y le tenía vetado, le daremos un consejo. Levante el veto, espera al otro un disco muy disfrutable. Y es que cuando Morrissey juega a esto, conocerle es amarle.