Una vez más debemos felicitar a los compañeros de Muzikalia por el acierto con el que dirigen su labor editorial, en esta ocasión los parabienes se centran en un volumen aparecido en librerías durante el verano llamado “Kraftwerk: la máquina humana”, firmado por Pablo Ferrer Torres, periodista y programador cultural, quien firma con esta obra su tercera referencia.
En la misma se aborda con minuciosidad la historia de la mítica formación alemana, una de esas bandas que siempre queda bien tener en boca, pero cuya trayectoria pocos son capaces de reconocer y menos aún de hacerlo de la forma en que se hace en este milimétrico recorrido por su sin par singladura, donde el carácter y evolución de propuesta quedan expuestos de forma magistral, demostrando el influjo de los alemanes en la historia de la música europea y mundial a lo largo de los últimos cincuenta años, un legado quizás solamente comparable al de The Beatles.
A lo largo de las páginas asistiremos al momento fundacional en que allá por 1970, Florian Schneider y Ralf Hutter, antiguos estudiantes del conservatorio de Düsseldorf, crean Kraftwerk, complementando más tarde la formación con la presencia de Karl Bartos y Wolfgang Flür, dando paso a lo que podríamos definir como la “alineación histórica” del cuarteto.
Vinculados inicialmente a la corriente del krautrock, supieron evolucionar hacia una propuesta personal, siempre bajo el prisma de la obsesiva búsqueda de un sonido vanguardista en su laboratorio sonoro (“Kling Klang”), trabajando las texturas como artesanos en un proceso minucioso que les apartaba de las giras continuadas y bajo el que alumbraron obras mayúsculas de la música contemporánea europea como “Autobahn” (1974), “Radio-Aktivitat” (1975) y “Trans Europa Express” (1977), probablemente sus tres mayores emblemas donde fusionaron una forma de hacer música única con trabajos conceptuales perfectamente desarrollados.
Con ellos consiguieron convertirse no solo en un pilar fundacional de la música electrónica, siendo la verdadera referencia para estilos que jamás hubieran existido sin Kraftwerk; logrando derribar las barreras del género y ejerciendo su inspiración en Iggy Pop o David Bowie, cuya influencia es innegable en álbumes míticos como “The Idiot” y “Low”; del mismo modo que lo fueron para una generación posterior de bandas hoy míticas (Depeche Mode o Joy Division siempre han reconocido su valía) y otras propuestas más alejadas en el tiempo al estilo de las de Radiohead y The Chemical Brothers, por citar tan solo unos cuantos ejemplos que muestran el peso de su alargada sombra.
Mucho se podría hablar de lo que contienen estas páginas, desde un repaso a lo más selecto del repertorio hasta su capacidad técnica para construir sus propios instrumentos en los periodos iniciales de la banda, pasando por un interesante apartado donde se habla su influencia en España, aquí toman la palabra Aviador Dro, Esplendor Geométrico y hasta Niños del Brasil, entre otros. Sin embargo, creo que lo que más huella deja es conocer el absoluto orgullo alemán que latía en su corazón. En un momento donde dicha etiqueta venía lastrada por el recuerdo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, Kraftwerk supieron romper el hilo de vergüenza que comunicaba directamente con una generación anterior, la de sus padres y abuelos, en muchos casos parte activa del conflicto, para mostrar el valor de su cultura, alejándose de las referencias anglos mayoritarias (pop y rock), buscando un sonido propio y personal con objeto de dar vida a una forma de hacer música totalmente alemana. Redondeando la jugada con obras pro-europeistas como “Trans Europa-Express”, en la que parecen expresar el deseo de un continente unido y en paz.
Kraftwerk supieron convertirse en una auténtica referencia dentro y fuera del mundo de la electrónica, siempre guiados por una fe inquebrantable en el trabajo y su disposición a innovar, demostrando que ser adelantados a su tiempo era parte fundamental de la actitud de la banda.
Su legado permanece esplendoroso e inmortal, sin ellos una forma de hacer cultura como el clubbing hubiera sido imposible. De la misma forma que hoy, donde el riesgo artístico y la voluntad de abrir nuevos cauces sonoros parecen ahogados por la inmediatez y el consumo estúpido, muchos tenemos claro que su historia probablemente no hubiera sido posible. O sí, quién sabe, puesto que estos alemanes, medio humanos, medio robots, no se hubieran dado por vencidos así como así.