Noches del Botánico, Madrid. Jueves, 21 de junio del 2025.
Texto: Fran Llorente.
Fotografías: Fer González.
El compositor, guitarrista y cantante hispano-argentino volvió por sus fueros haciendo las delicias de propios y extraños en un concierto muy especial que se vio interrumpido por un pequeño chaparrón, pero que finalmente pudo concluir felizmente. Velada gozosa de rock argentino, con la banda Conociendo Rusia abriendo fuego en una noche que nos dejó el mejor sabor de boca que ustedes puedan imaginar…
La banda capitaneada por Mateo Sujatovic, alias ‘Ruso’ fue una deliciosa sorpresa para mentes despiertas y oídos atentos. Mostrando unas influencias de primer nivel, entre las que podemos destacar a Fito Páez, Luis Alberto Spinetta y Charlie García, pero también a Los Secretos e incluso pequeñas pinceladas de Beatles, The Band o Sixto Rodríguez… Con cuatro álbumes a sus espaldas, entre los que destacan su exitoso “Cabildo y Juramento”(2019), el pop-rock intimista de la joven formación argentina tocó la fibra de los muchos aficionados porteños que se dieron cita en el Jardín Botánico de la Universidad Complutense.
A lo largo de hora y media, regalaron un ramillete de amables canciones: “Otra oportunidad”, “Puede ser”, “Te lo voy a decir” o “Cinco horas menos”, sumando las aterciopeladas “Tu encanto” y “Luces de neón”, a otras destacadas composiciones: “Se me hizo tarde”, “Mundo de cristal”, “A la vez”, unas rolas que presentan estupendas sonoridades, invitando al propio Ariel Rot a compartir con ellos, “30 años”, y a Nathy Peluso, “Perfecto Final”, poniendo el broche de oro con las rutilantes “Cabildo y Juramento” y “Quiero que me llames”. Un grupo a seguir y no perder de vista, dado su potencial y probable crecimiento, a nada que vaya todo bien. Lo más importante, la sensibilidad y el talento juegan de su parte.
Regresó en plena forma el mejor tahúr rocanrolero de las últimas décadas, un artesano de himnos con un talento desmesurado para fabricar canciones redondas y que puede presumir de tres carreras artísticas exitosas (Tequila, Los Rodríguez y Ariel Rot en solitario) algo muy pocas veces visto por estos pagos.
En esta ocasión, Ariel se rodeó de viejos amigos, los músicos que le acompañaban allá por 1997, cuando retomó su carrera en solitario con el interesante álbum “Hablando solo”. Con unos estelares Ricardo Marín a las seis cuerdas, y Tito Dávila a los Teclados, a los que se suman los veteranos (y siempre brillantes) Jacob Reguilón al bajo y Toni Jurado a la batería, forman un combo como para resucitar al más pintado, rubricando un espectacular arranque de función. “El Vals de los recuerdos” y “Hasta perder la cuenta” pusieron al respetable a mil por hora, desde bien temprano, mostrando un trasiego fabuloso.
Cuajaron un concierto muy jaranero, subrayando que era sábado noche, acordándose de su viejo amigo Moris (Mauricio Birabent), en cuya banda militó Ariel nada más aterrizar en nuestro país allá por 1976. Cabe subrayar que tanto nuestro protagonista, como su hermana, la actriz Cecilia Roth y también su amigo Alejo Stivell venían huyendo de la genocida y aterradora dictadura de los Videla, Viola, Galtieri y compañía. Parece que la Historia se repite una y otra vez, y que la maldición no se ha borrado, ya que en este triste y sofocante 2025 asistimos a otro criminal genocidio en Gaza, sin que la Comunidad Internacional se atreva a intervenir y parar las masacres.
Para enjuagar tanta amargura, Ariel Rot optó por velada rítmica, animosa y sin apenas canciones tristes (o amargas). Como un buen tahúr, sumó otras cartas ganadoras a una apuesta fetén: “Colgado de la luna”, “El mundo de ayer” y “La última cena”, lanzando un grito sordo de ‘Sálvese quien pueda’ mientras el mundo se estremece y tiembla… La noche amenazaba tormenta (los primeros rayos eléctricos asomaron al inicio del show) como metáfora de lo que estaba por venir. Finalmente, la fastidiosa lluvia hizo su aparición y un pequeño chaparrón obligo a pausar la función. Muy de agradecer la rápida respuesta por parte de la Organización del Botánico, repartiendo capas de plástico (de emergencia) para campear el temporal. Entre medias, sonaron “Bruma en la Castellana” y “Dos de corazones”.
Tras el obligado parón de un cuarto de hora, forzado por las circunstancias, el concierto continuó como si nada… Ariel Rot aprovechó para escarbar en sus fantasías más íntimas: “Geishas en Madrid” y abordar el simpático instrumental, “Confesiones de un comedor de pizza”, antes de volver a la farra con las sin par, “Vicios caros”, “Dulce condena” y “Me estrás atrapando otra vez”. Fin de fiesta con “La Milonga del Marinero y el Capitán” que dejó el más dulce sabor de boca entre la concurrencia. Una noche para recordar y conservar esos efluvios en las neuronas (para cuando vengan días peores). Esperamos pronto repetir tan dulce elixir. Chapeau por Ariel Rot y su banda de corsarios inasequibles al desaliento de estos tiempos criminales.