Doug Paisley+The Parson Red Heads. El poder de las canciones

Kafe Antzokia, Bilbao. Miércoles, 7 de Octubre del 2015

Por: Kepa Arbizu
Fotografías: Lore Mentxakatorre

Hay muchos tipos de conciertos, y casi todos tienen detrás alguna motivación para acudir a ellos. El que se celebró el miércoles en el Kafe Antzokia tenía una, al margen evidentemente de su cartel, realmente importante. No es otra que la celebración del 25 aniversario de la mítica tienda de discos bilbaína Power Records, uno de esos sitios en los que no solo se despacha música sino que se vive música, algo que cualquiera que haya pasado por allí lo sabe. Así que no es de extrañar que para conmemorar dicha fecha la elección fuera tan atinada como reunir en una sola cita a Doug Paisley y  The Parson Red Heads

Fue el canadiense el primero en aparecer sobre el escenario. Hablamos de un músico influenciado principalmente por los intérpretes clásicos del folk como Tom Paxton, Tim Hardin, Bob Dylan o Townes Van Zandt, aunque sin ser llegar a ser una mimesis de ninguno en concreto, o si se prefiere de todos a la vez. En sus grabaciones hemos descubierto durante estos años a un compositor con una delicadeza y emotividad realmente sorprendentes, patente también en la forma de instrumentar sus canciones, algo de lo que tuvimos que prescindir en esta actuación ya que las defendió en solitario, situación que sin embargo sirvió para demostrar la solidez del esqueleto que poseen y la grandeza capaces de alcanzar en esta mínima expresión. 

Bajo esas circunstancias se presentó Doug Paisley ante un público totalmente respetuoso con ese ambiente. Armado únicamente con su voz y una guitarra acústica, amplificada con un pequeño micrófono haciéndole sonar todavía más plácido y recogido, se mostró de trato afable con el público, convirtiéndose en metáfora perfecta de lo que esconde su sonido, porque pese a presentar un tono intimista y melancólico en la mayoría de ocasiones nunca se postula bajo un dramatismo exagerado. Lo mismo se puede decir de su manejo de las seis cuerdas, tan majestuoso como contenido y exento de filigranas que le alejen de su mensaje prioritario. La consecuencia de todo eso es la sensación de que no importaba cuánto público hubiera, el diálogo musical se creaba de forma directa entre cada asistente y el cantante. 

Su actuación comenzó con "Song My Love Can Sing" y desde ahí se fueron sucediendo diferentes temas con las coordenadas comunes ya mencionadas. Entre ellas se pudieron ver trazas de bardo tradicional a ritmo de folk-country en "We Weather", la nostálgicamente romántica "Radio Girl" o la embriagadora belleza que emanaba de "What About Us?" o "What’s Up is Down", que perfectamente podrían pasar por clásicos de esos artistas antes citados. Más cadencia imprimió en "Wide Open Plain"; se tiñó de oscuridad con "To and Fro" y caminó hacia el blues en "Learn to Lose". Fue en sus dos últimas interpretaciones cuando se hizo acompañar de la banda que posteriormente tomaría el escenario, The Parson Red Heads, para interpretar "No One But You" y "End of the Day", que empujada por la mayor instrumentación hizo patentes sus destellos soul.

Tras un mínimo receso volvió la banda a los escenarios para acometer ahora su propio repertorio y desarrollar ese sonido también relacionado con el tradicional americano pero en esta ocasión más luminoso y de alguna manera popero, aderezado de juegos vocales melodiosos, bajo el paradigma de la sencillez y eficacia. Características que les hacen emparentarse con unos ya clásicos The Jayhawks, como se demostró en "Peace in the Valley" pero también más cercanos al rock en "Every Mile", e incluso girarse hacia posicionamientos más modernos ("Punctual as Usual"). En ese conglomerado de matices, a veces demasiado evidente, también dejaron fluir su vena más psicodélica, presente en "To The Sky", que empezó sonando a The Byrds y terminó con florituras guitarrísticas; se empaparon de Beatles y Beach Boys (de los que versionarían a capela "Surfer Girl" para cerrar el concierto) en "I Was Only", cantada por su guitarrista, y sacaron su vena guitarrera y directa interpretando el "Mr. Soul" de Buffalo Springfield.

Fueron dos actuaciones que sintetizaban, y por lo tanto eran perfectos homenajes, a la idiosincrasia de una tienda como Power Records, donde lo que prioriza es el buen gusto y la calidad sin preocuparse de otros aspectos superficiales. La sobria y desbordante emotividad, vestida de talento, que trasladó Doug Paisley y la eficacia y pegadiza manera de desarrollar los diferentes vericuetos del "americanismo" más resplandeciente de The Parson Red Heads se convirtieron en un regalo de cumpleaños compartido por todos los asistentes.