Amaral: "Nocturnal"

Por: J.J. Caballero

Con cada nuevo disco de Amaral sucede lo mismo que cada vez que esperamos el regreso de un viejo amigo al que hace tiempo que no ves, ni te apetece demasiado saber de su vida, pero que cuando te llegan noticias de su vuelta, algo te dice que vas a volver a pasar grandes momentos con él, y empiezas a hacer planes casi sin darte cuenta. Es otra forma de decir que la ilusión, a la par que cierta expectación, nos embarga al enterarnos de que algunas de las bandas que en algún momento –bastantes en este caso- nos han emocionado con sus canciones tienen nuevo material con el que probablemente hagan lo mismo. Y aunque no sea todo de color de rosa en la mayoría de ocasiones, siempre acabas encontrando un buen motivo para seguir confiando en ellas. 

Una de las características más seductoras de Juan Aguirre y Eva Amaral es que normalmente saben rodearse de los medios y el personal adecuado para grabar en las mejores condiciones posibles, y además suelen tener filtro, eso que les falta a algunos de sus contemporáneos, para cerrar sus discos sin que nada chirríe ni parezca sobrar demasiado. Con "Nocturnal" se han alejado un poco más del foco que los ilumina, más de una vez injustamente, como referencia principal del mainstream en el pop hispano y han avanzado hacia un ángulo más incómodo pero mucho más confortable para sus pretensiones. Han seleccionado grandes platos de su última hornada, redondeado otros que habían sido descartados tiempo atrás y merodeado en los límites de la oscuridad del post-punk, todo ello sin despeinarse y dando la talla de forma brillante en varias ocasiones. Su educación musical es ecléctica y sus inquietudes múltiples, y afortunadamente con la voz de Eva pueden conjugar ambas cosas con sobradas garantías. Disponen de un bien ensamblado nuevo arsenal, rutilante de pátina electrónica ("Lo que nos mantiene unidos" es un pelotazo de pop moderno, mientras que "En el tiempo equivocado" toma una base industrial para cabalgar con fuerza al mínimo ritmo) y fiel a las citadas pretensiones por desmarcarse de lo obvio. De los caminos ya transitados por los aragoneses aún hay huellas en "Cazador", nuevo intento –esta vez menos conseguido- de dance pop, y en las fallidas "La niebla" y "Nadie nos recordará", pese a que los giros vocales son de lo más arriesgado de su reciente producción. ¿Significa esto que debemos medir las alabanzas a un disco que igual es algo más irregular de lo que parece? No, no queremos decir nada de eso, solo que las señas de identidad de su sonido (frase hecha que aquí viene al pelo sin más) están ahí, por debajo del guiño a Arcade Fire, los enormes coros y esa sorprendente intro ambient de "Unas veces se gana y otras se pierde", la potencia rítmica de "500 vidas" y el concienciado discurso de "Noche de cuchillos" y "La ciudad maldita", otra grandísima canción con cimientos en el folk que desde el principio de su carrera tienen en el ADN. 

Ya sabíamos que se habían politizado con "Ratonera", el supuesto adelanto de este álbum, donde repartían estopa explícitamente a todos los que intentan hacernos la vida imposible desde sus poltronas, así que hemos de acostumbrarnos al discurso implícito de "Llévame muy lejos", una verdadera maravilla que desboca las guitarras y explota en las líneas “Borra todos mis recuerdos de este país sin corazón”. No es el único momento en el que definitivamente te alegras de escuchar este álbum, porque si "Lo que nos mantiene unidos" no se convierte en uno de los grandes temas del año que acaba de comenzar es que otro de los grandes males de este país es la sordera, el no saber ni querer abrir los oídos para ensuciarte con la desazón de "Chatarra" y disfrutarla hasta el final, aunque el desamor no haya llamado a tu puerta y tu vida sentimental sea un lecho de rosas rojas al amanecer. Sin duda, la joya oculta de este trabajo, con unos arreglos sencillamente escalofriantes. 

Todo en "Nocturnal" suena a grandeza, a mimo y cuidado por los pequeños detalles, a trabajo de campo y esmero en la producción. Chris Taylor, bajista oficial de la banda desde hace varios discos, les ayuda en ella, y el entramado de pianos, teclados y programaciones se complementa con el órgano invitado del gran Abraham Boba. Amaral son grandes como los viejos amigos, y como hemos dicho al principio, no les hace falta acompañarte a diario para saber que siempre estarán ahí, intentando complacerte. Volverán una y otra vez, aunque antes nos advierten de que con este han grabado con toda probabilidad uno de los mejores discos de su carrera.