Chencho Fernández: Rock y bohemia

Kafe Antzokia, Bilbao. Viernes 8 de abril del 2016 

Por: Kepa Arbizu
Fotos: Lore Mentxakatorre

El caso de Chencho Fernández evidencia que en ocasiones el poder de las canciones se impone a las extrañas dinámicas del, por llamarlo de alguna manera, mercado musical. Conocido, principalmente, dentro del underground sevillano por su militancia en bandas como Sick Buzos, se presentó bajo su propio nombre hace casi una década con el prácticamente invisible “Nuevo debut”. Posteriormente llegaría "Dadá estuvo aquí", un disco que a base del “boca a boca” fue deslumbrando a cada nuevo oyente y como consecuencia ampliando poco a poco su audiencia. Una situación que acabó por llamar la atención de Warner que recientemente se ha encargado de su reedición. Bajo esas circunstancias el músico andaluz se presentaba en la sala menor (en tamaño) del Kafe Antzokia para exhibir principalmente este citado último trabajo. 

Se podría hacer el –quizás arriesgado- ejercicio de extrapolar la vestimenta utilizada para la ocasión por el intérprete, en la que se mezclaba el cuero negro con una camisa roja levemente anudada al ombligo, para explicar la capacidad que contiene su música de representar desde un aspecto netamente rockero, por extensión bohemio y outsider, la idiosincrasia de la capital andaluza. Su presencia sobre el escenario, a base en parte de sus deslizantes movimientos, también conseguía transmitir ese halo hipnótico y decadentista que completa parte de la esencia de su música, en la que por supuesto no se puede obviar el acompañamiento de una banda como son sus paisanos All La Glory, que supusieron un deslumbrante pilar de lo que fue sin duda alguna una buena noche (utilizaría el término “gran” si no estropeara el juego de palabra con su mítica canción) . 

Quizás el hecho de empezar la actuación con un nuevo tema como “La fosa de las Marianas”, a pesar de su interesante regusto a los Stones y muestra palpable desde el primer momento del furor instrumental del grupo, supuso iniciarla de manera ligeramente cauta y dubitativa, algo que muy pronto se iría transformando bajo un in crescendo hasta lo apoteósico. Ese paso firme se fue labrando según aparecían los primeros temas de “Dada estuvo aquí” y con ellos la visualización de ese poso perfectamente asimilado de los crooners del rock, abarcando desde Lou Reed hasta Burning, del que están construidos. Dando muestra así de la contundente melancolía capaces de transmitir canciones como la encargada de dar nombre al álbum o “La estación del Prado” –en la que Juano Azagra demostró su particular tono vocal capaz de sonar “femenino”- o el aire más bucólico y campero de “Muchacha rural”. 

Salpicado por interpretaciones de ese primer paso en solitario casi inencontrable como “El callejón dorado” o “Algo que hacer”, con la Velvet en el horizonte, no cesaba el goteo de composiciones de fuerte calado emocional como “El rayo a punto de caer”, con otra exhibición instrumental, e incluso alguna peculiar versión, sobre todo en lo lírico, como el “Love Minus Zero” de Bob Dylan. Iba a ser con la energía que desprende el power pop pegadizo de “Radio Fun Club”, encadenada con una adaptación marcada por el desparpajo y la visceralidad del “Spanish Bombs” de The Clash, cuando el concierto se situara en su parte de mayor éxtasis. Era entonces el momento idóneo para el escalofriante himno que es “Una buena noche”, refrendado por el colofón en forma de la desgarradora, con aires a 091, “Si alguna vez mueres joven”. 

Chencho Fernández, con un concierto corto (necesidades de las programaciones solapadas en un mismo local) pero articulando un sobresaliente discurso musical marcado por lo evocador, la nostalgia y la intensidad, sirvió para demostrar que el rock and roll de verdad vive, se siente y se reproduce, en eventos de este tipo, sin necesidad de grandes masas, porque de lo que anduvo sobrada la noche es de emoción, lo único verdaderamente relevante en todo esto.