Azkena Rock Festival (I): Los elementos contra el rock

Recinto Mendizabala, Vitoria-Gasteiz. Viernes, 17 de Junio del 2016

Por: Kepa Arbizu 
Fotografías: Lore Mentxakatorre 

Un año más, el número quince para ser exactos, las campas de Mendizabala ubicadas en Vitoria-Gasteiz han acogido el Azkena Rock Festival. Eso significa que durante dos rebosantes días los asistentes han podido disfrutar de uno de los pocos festivales que todavía mantienen una clara idiosincrasia entorno al rock, un concepto entendido sin integrismos en el que hay espacio para manifestaciones clásicas, modernas, ruidosas... Otra de sus ya significativas normas, la de invitar a la convivencia en el cartel entre nombres míticos con otros más incipientes, también ha tenido lugar en este año 2016. 

A la hora de analizar la primer jornada de esta edición hay que hacer hueco a un elemento que a larga fue decisivo, o al menos en buena parte, a la hora de disfrutar de la oferta musical, y no es otro que una lluvia constante y presente durante casi todo el día. Con ella como acompañante llegó  el primer punto caliente, la presencia de Daniel Romano. El joven talentoso canadiense a pesar de estar inscrito en un sonido relacionado con el country tradicional, acaba de editar un disco en el que apuesta por unas formas más cercanas al pop ornamentado sesentero, una decisión que sembraba la duda sobre cuál iba a ser la faceta mostrada. Pero su manifestación no fue ni una ni otra en exactitud, sino bajo un aspecto sobrio y eminentemente rockero. Una intensidad que elaboró de forma sobresaliente a través de la directa “Maggie”, bajo la intimidad de “(Gone Is) All But a Quarry of Stone” o extrayendo toda la épica de rotunda instrumentación en “Runner”. A pesar de las inclemencias atmosféricas y de lo temprano del horario, y el consiguiente poco público, vivimos lo que sería a la postre uno de los momentos significativos del viernes.

En el otro polo estilístico se encuentran Vintage Trouble y su soul efectista teñido de riffs cuasi hard rockeros. Sin duda son un espectáculo sobre las tablas y un regalo para cualquier festival por su facilidad para conectar con el público. El problema reside en que como los trucos de magia, vistos una vez pierden fuelle, y más cuando detrás no hay unas canciones con entidad suficiente como para poder recurrir a ellas. Por lo tanto las piruetas y los discursos empáticos que su carismático líder esparció, ya sea en las vibrantes “Total Strangers” o “Run Like the River” como en las lentas  “Doin' What You Were Doin’” o “In the Name of Love”, harán disfrutar pero no dejarán poso. 

La presencia de Lucinda Williams era uno de los lógicos reclamos de esta edición. Su papel como gran dama del rock americano, más que merecida, así lo avalaba. Un galardón que sin embargo no exhibió en los primeros momentos de su actuación, algo lánguidos y en los que, como en el resto, alternó interpretaciones de sus diferentes épocas, saltando de “Protection”, a “Drunken Angel” o “Dust”. Apuntalada por una magnifica banda que además hizo de imprescindible apoyo en su paulatino ascenso escénico, la norteamericana fue sacando su talento y garra. Con el transcurso de temas como "Changed the Locks" o la recitativa y reivindicativa, con dedicatoria a Donald Trump de por medio, “Foolishness”, fue llegando su cota de mayor rotundidad y majestuosidad con “Honey Bee”, “Joy” o rematando con el himno tomado prestado a Neil Young “Rockin' in the Free World”. 

La siguiente opción de la ya más noche que tarde también bebía de las raíces del sonido estadounidense. En este caso Blackberry Smoke apuestan por un hard rock sureño de raigambre clásica y que les sitúa como uno de sus representantes en la actualidad más destacados. Dando por supuesta esa calidad, se echó de menos que abandonaran algo su manifestación más estándar, demasiado encadenada a la sombra de The Black Crowes, para ahondar en matices. Así pues se pasearon con igual seguridad, pero siempre limitados por un techo situado a un nivel demasiado cómodo y que les impidió despegar, por la contagiosa “Rock And Roll Again”, la acústica y bella “One Horse Town”, el rock hecho a base de riffs sincopados que es “Restless” e incluso sacar a relucir a Bob Marley.

The Hellacopters pese a entrar en el cartel a última hora como sustitutos por la baja de Primal Scream se postularon desde ese momento como uno de los referentes este año. Lo son ya por su propia historia pero todavía más por un espectáculo que, junto al realizado en su país, resultaba ser exclusivo a la hora de homenajear por el XX aniversario su disco debut “Supershitty to the Max!” . Tanto Dregen como Nicke Andersson, por personalizar en los rostros más representativos, dieron síntomas en todo momento de derrochar actitud y energía. A pesar de ese desenfreno mostrado hay algo que no suele fallar y es la dificultad de retomar sensaciones pasadas y olvidadas. Algo de eso les sucedió a los suecos, incapaces de cruzar esa barrera entre el recuerdo y la realidad, una limitación en la que, no nos engañemos, tuvo que ver el escaso volumen del escenario. Una sensación que no evitó por otro lado desmelenarse con auténticos cañonazos como “Didn’t Stop Us” “Such a Blast” o "24 h Hell”. Y aunque no solo se dedicaron a la revisión de aquel álbum en concreto, un final como la adrenalitica “(Gotta Get Some Action) Now!” era lo que todos esperábamos y necesitábamos.


Dentro de ese elemento común en los festivales que es la necesidad de elegir entre dos opciones simultáneas, su manifestación  más curiosa vivida en esta ocasión es la que enfrentaba a Danzig y Luke Winslow-King. Mientras que en el caso del ex Misfits jugaba a su favor  la excepcionalidad de su visita, el proyecto musical del músico de Nueva Orleans ha demostrado su solvencia en estos últimos años. Bastaron tres temas del fornido cantante para evidenciar que su mastodóntico y pretendidamente épico heavy metal suponía un dislate en su propia esencia y en su conexión con los músicos. Una apuesta que a todas luces solo podía conectar con sus acérrimos. La sorpresa en el otro escenario residía en la representación elegida, esta vez sustentada sobre un blues rock que dejaba fuera de la ecuación ese toque retro jazz-swing que tan elegantemente les decora, por lo que temas como “Travelin’ Myself” o “Sweat that Thing” entraban en esos parámetros con  buen resultado pero sin la magia habitual.

El telón de esta primera jornada llegó de la forma más curiosa: la proyección-escenificación de "Gütterdammerung", película realizada por Bjorn Tagemose pero pergeñada por la siempre inquieta mente de Henry Rollins a modo de epopeya redentora del rock con ilustres invitados (Joshua Homme, Iggy Pop, Lemmy o Slash). Se podrá conectar más o menos con la obra/concepto en sí, pero desde luego supuso una arriesgada e interesante apuesta para un recinto así, que apagaba sus luces a la espera de la jornada sabatina.