Lagartija Nick: “Crimen, Sabotaje y Creación”

Por: Javier González

Densidad y crudeza. Quejío y rabia. Denuncia y, ante tanta destrucción, capacidad creativa. También, sobre todo, mucha belleza de tonos pálidos…quizás todo eso solo sean un conjunto de adjetivos pero bien podrían servir para resumir en unos pocos caracteres el panorama que presentan Lagartija Nick en su ansiada vuelta a la actualidad.

Esta vez su discurso suena más a ellos que nunca, ya se sabe, se presentan a ratos guitarreros, casi industriales y muy críticos, tanto como antaño, en “Crimen, Sabotaje y Creación”, un álbum firmado por la formación histórica de la banda, aquella capitaneada por Antonio Arias, voces y bajos, con Eric Jiménez, a la batería, Miguel Ángel Rodríguez Pareja y Juan Codorniú, encargados de las guitarras, lo que supone una vuelta a los orígenes del concepto del cuarteto, que sin embargo ahora factura una colección que tiende puentes no solo con la propia trayectoria sonora de los Lagartija, sino que va más allá, al unir géneros varios y hasta obras que han firmado nombres tan dispares/adyacentes como T.N.T., Quasar y Enrique Morente, e incluso el propio Antonio Arias en solitario. 

Con estas premisas el oyente debe estar receptivo a enfrentarse a un trabajo poliédrico, de texturas ásperas, por momentos disperso, pero a la vez relativamente unitario y sobre todo cargado de pasajes altamente disfrutables, siempre que se hayan aceptado los postulados estéticos y sonoros de la banda con suficiente antelación. 

Abre con “Mapa de Canadá”, acelerado y simbólico alegato terrenal, más tarde su “Agonía Agonía”, es la falta de aire, el punk, la herencia a T.N.T., con referencias a Chile 73 y Julio 97 en Euskadi, y el acercamiento a sonoridades de otra época como la de “Hipnosis”, que desemboca en “Analema”, mundos rotos y engaños, con una fenomenal base rítmica y un juego de teclados llamativo, donde la voz de Antonio Arias comienza a tomar protagonismo, lanzando letanías, sin la preeminencia vocal de otros, aunque con la convicción eterna del profeta, y “La Ira de Noviembre”, oscura y decadente, de nuevo mayúscula. 

Los aromas andalusíes retumban en “La Soledad es Política”, con un deje progresivo que asoma recurrente ante un texto que es evidente crítica, como lo es “El Teatro Bajo la Arena”, quizás de las más planas de la colección, anticipo de la maravilla que es “La Leyenda de los Hermanos Quero”, conmovedor relato de una familia de maquis granadina que en un momento donde los ideales y las convicciones aún tenían sentido y no estaban en venta, lucharon bravamente contra el franquismo. Desgarrador relato que mezcla guitarrazos y desgarro flamenco, logrando hacer erizar el vello y maldecir la ausencia de un Morente que a buen seguro hubiera metido baza en la cuestión. Más tarde “Europa Europa”, violenta y visceral, la canción que se incluyó antaño en el disco de Quasar, “Eclipse Parcial de Luna”, banda que lideraba el tristemente fallecido hermano de Antonio, Jesús Arias

Con “La Canción del Tiempo”, nos encontramos con un corte secuencial, muy pop, que muestra como la evolución en determinados aspectos es solo un espejismo, algo similar ocurre con “Nuda Vida”, ya que se trata de otro tema muy directo y sin dobleces, previo anticipo a los aires livianos y de denuncia que marca “La Otra Andalucía”, muestra de las dos realidades de una tierra única y bella como ella sola hasta en sus contradicciones, hasta llegar al final que marca “Exilio/Adagio Súbito”, donde un Antonio Arias en tono confesional nos regala una joyita, muy en la línea de “Desde una Estrella Enana”, canción que grabó en “Multiverso”, solo que ahora le aporta un genial cierra que va  hasta los once minutos que en un hipotético juego nos invitan a mirar desde nuestra nave espacial el eterno ocaso de la civilización terrícola. 

Vuelve Lagartija Nick con una obra rabiosa y elegante, pluscuamperfecta y heterogénea. Otro disco más que debemos calificar como de notable, otro más en su siempre interesante trayectoria, que una vez más nos hace sentir una gran emoción ante la posibilidad de volver una y otra vez a él. Repleto de matices, fuerza y genialidad, la que emana de un Antonio Arias, al que muchos convertimos en mito viviente hace muchos años.