Kevin Morby: "Oh My God"

Por: Pepe Nave 

Cuenta Kevin Morby en una entrevista que tras la gira de "Singing Saw" (2015), cuando lo acababa de dejar con su pareja, Trump salió elegido presidente y él vivía acogido en casa de un conocido en Los Ángeles donde acontecieron unos virulentos incendios forestales que llevaron las cenizas hasta su propia ventana. También cuenta que durante esa gira él y su banda bebían más de la cuenta, por lo que con el panorama a su regreso, sintió como si una especie de apocalipsis se cerniera sobre su vida. Las palabras que más le venían a la boca eran "Oh My God", sí el famoso OMG que hasta los no angloparlantes incluyen en sus comentarios en redes sociales para mostrar estupefacción. Él, aunque se considera ateo, sintió la necesidad de dirigir su mirada hacia arriba, a un ente abstracto al que mostrarle su desazón. Empezó a componer canciones con una vena espiritual, casi gospeliana y vio que se sentía mejor.

Recurrió para ello al productor de su anterior disco, Sam Cohen, y puesto que al principio las canciones le sonaban a su anterior material, éste le sugirió que no llevara su guitarra al estudio, y él mismo se sentó a los teclados, así todo sonaba más desnudo, más centrado en lo que Kevin quería transmitir. Por lo tanto, las guitarras, aunque aún se hacen escuchar en algunas canciones, dejan paso a los sonidos del piano, órgano hammond, saxofón o palmas, que aportan un sonido más cálido que lo aleja de ese sonido cool de guitarras descendiente de la Velvet Underground de su anterior disco, y que lo acercan al Dylan de "New Morning", los Stones de "You can’t always get what you want", al Bill Fay de "Life is people" o a los Spiritualized del último trabajo. Hay muchos otros referentes similares. Un sonido clásico de reminiscencia setentera, con esa reconocible voz en el centro dotando de personalidad al conjunto.

El disco se abre con la canción de mismo título, con unas notas de piano que a los ya veteranos quizás les recuerde a la canción de un viejo anuncio del famoso refresco americano que empezaba con "al mundo entero quiero dar un mensaje de paz", suena a oración inicial, sensación acrecentada por esos "aaah" de los coros femeninos, que aquí y allá aparecerán para acentuar algunos momentos a lo largo del disco. "No halo", la siguiente, arranca con más brío con unas palmas y un redoble de tambor marcando un ritmo casi tribal, la letra habla de la pérdida del paraíso infantil, creciendo y perdiendo el halo de santidad como se ve explícitamente en el video de la canción.

Aunque recupera el tono espiritual, "Nothing sacred/All things wild" dice eso precisamente, que en la tierra no hay nada sagrado, todo es salvaje. En estas canciones más desnudas, brilla sobre manera la voz de Morby, que ha encontrado su estilo, su forma de cantar, aquí arropada por los coros femeninos. "OMG Rock and roll" aúna el título de este disco con su anterior forma de hacer rock & roll más velvetiana. Es el tema más acelerada del lote, aunque el ritmo se corta bruscamente para dar paso a un final lento entre voces celestiales. Quizás sea porque la canción habla de la presencia de las armas en su país y en consecuencia de lo cercana que puede estar la muerte.

"Seven Devils" retoma el pulso pausado y da paso a "Hail Mary", un medio tiempo estoniano, comandado por el piano y en la que, al estilo de las letras de Dylan, menciona con nombres propios a amigos y familiares a los que les han ocurrido diversos avatares de la vida. "Piss River" suena imponente, lenta pero con swing, y de nuevo con sus "Oh-My-God" secuenciados y casi gritados a la vez junto con el coro, dando una de las claves del disco: "intenté rezar, pero no supe que decir entonces solo murmuré algunos nombres y esperé que estuvieran bien".

En "Savannah" su voz se apoya únicamente en las notas graves de un órgano y en los puntuales coros, no hay nada más, la letra parece hablar de alguien a quien conoce de mucho tiempo atrás, que no ha llevado muy buena vida pero que milagrosamente aún sigue en pie cada vez que Kevin vuelve a verla. Unida a la paz que trae consigo el sonido, introduce apreciaciones de lo bien que sienta el silencio entre dos personas de vez en cuando, o incluso hablar del tiempo cuando no hay nada mejor que hacer. Tras un breve interludio instrumental, la segunda canción más animada del disco, "Congratulations", un medio tiempo que trae ecos de ese John Lennon haciendo de Elvis en "Just Like starting over" y la melodía del "Sapore di sale" de Gino Paoli, pareciendo casi una versión. Dice Morby en las entrevistas que no quería que el disco sonase anclado a la época en que lo grabó, y lo ha conseguido, quizás a cambio de que suene muy apegado a otra época, la de los setenta,que sería el único reproche que se le puede hacer a este disco. Hasta el formato de doble vinilo es muy de esos años.

La recta final del álbum va por aguas tranquilas. "I want to be clean", con el piano y el órgano acompañando a la guitarra acústica, mira como referencia al Dylan del "Blonde on blonde" , es un propósito de enmienda tan claro como su título. "Sing a Glad song" hace un homenaje en la primera estrofa a la canción "Rock and roll" de la Velvet, aunque suena mucho más apaciguada que eso, en realidad habla de estar ahí arriba, fuera del tiempo meteorológico, que según explica Morby, es como se siente en los aviones volando por encima de las nubes, un lugar que le trae serenidad y calma y donde le han venido ideas para sus composiciones. Tras un corto instrumental con piano y un saxo nocturno, la despedida con "Oh Behold," adquiere el tono más profundo del disco, en modo predicador pidiendo “oh mirad el agujero de mi alma (…) oh mirad el agujero en mi corazón”, una canción que podemos imaginarnos en la voz de Jason Pierce y que coge vuelo con esos coros cantando "Horns from head, wings from my shoulders".

Acaba el disco y lo cierto es que si lo has escuchado atentamente, sentado cómodamente, sin otra cosa que hacer, te deja con una sensación de sosiego, de estar como dice él fuera del tiempo, no solo el meteorológico. Y te apetece otra dosis, así que le vuelves a dar al play. O a cambiar el vinilo del plato, es un disco doble, y poner la aguja en el borde exterior de la cara A del primero sin olvidaros de colgar el cartel de No molestar en la puerta.