Carlos H. Vázquez: “Cómo Perdimos Madrid, Gabinete Caligari”


Por: Javier González. 

Siempre es un placer acercarse a la historia de Gabinete Caligari, más si cabe cuando quien guía el relato en cuestión es Carlos H. Vázquez, uno de los críticos de nuestro rock que nunca ha escondido lo más mínimo su pasión por la música del trío madrileño. Algo que corrobora la fina meticulosidad con la que ha abordado este conjunto de páginas que son en parte “compendio de hemeroteca, entrevistas y análisis crítico”, tal y como queda recogido en la contraportada del mismo, a las que el autor aporta un estupendo tino y sentido a la hora de entregar una obra que diversifica y amplia los relatos de Jesús Rodríguez Lenin, “Gabinete Caligari, el lado más chulo de la Movida”, y los textos autobiográficos aportados por Edi Clavo en “Electricidad Revisitada” y “Camino Soria”, libros todos ellos que giran, ya sea en su totalidad o en parte, en torno a la historia del que para algunos representa el mejor grupo de rock de nuestro país. 

El libro muestra una fotografía global que va desde la prehistoria de la banda hasta su separación, añadiendo un breve pero significativo capítulo que trae retazos de la actual carrera en solitario de Jaime Urrutia, donde el autor bucea con soltura y gracejo en la hemeroteca, dotando de voz a personajes principales y a una nutrida cuadrilla de secundarios de lujo que convivieron junto a los Gabinete en diferentes proyectos y lugares para sumergir al lector en un largo trayecto donde gloria y olvido muestran ser dos caras de la misma moneda. 

Arrancaremos en un España en blanco y negro que poco a poco va despertando, vista desde el particular prisma de la familia Urrutia, dando paso a una nueva generación en color que mezclaba las ansías de libertad con veleidades “artístico-culturales”; así irán desarrollándose los primeros ensayos y grupos, algunos con éxitos efímeros como Ejecutivos Agresivos, la consolidación de la banda y una aventura independiente que arrancará junto a sus cámaras de Parálisis Permanente y amplificará su eco con DRO, merced al primer disco de oro de una “indie” por la venta de 50.000 copias de “Cuatro Rosas”. 

Entre otros capítulos acertada y brillantemente titulados que no desvelaremos aquí para que sea el propio lector quien los disfrute, asistiremos como espectadores de lujo al subidón continuo, a las giras multitudinarias y a fiestas plenas de excesos. También a encontronazos con compañeros de profesión como Jorge Martínez de Ilegales y Ramoncín; al ascenso al Olimpo de la mano del genial y mayúsculo “Camino Soria” y los sinsabores que aparecieron para no abandonar a la banda desde la edición de “Privado”, un trabajo con composiciones colosales lastrado por una producción poco afilada, que tuvo su epílogo con “La Culpa fue del Cha-Cha-Chá” y la maldita imitación por parte de Martes y Trece, anuncio inequívoco del comienzo de otra época donde el protagonismo recaería sobre una nueva hornada de bandas, legando a Gabinete a un injusto y progresivo olvido que acabaría con su separación definitiva y la formación de dos bandos antagónicos que rompería dolorosamente y para siempre la amistad de Jaime con Edi y Ferni

Leer estas páginas es un perfecto recordatorio de la grandeza que atesoraba Gabinete Caligari, una banda de pies a cabeza. Lo tenían todo. Canciones, coherencia y contexto. Actitud inigualable y seriedad formal. Un cantante de voz profunda y lírica personal. Un batería chuleta, ajustado cual metrónomo y auténtico como pocos, capaz de destilar sabor castizo a cada frase y paso. Y un bajista de rostro imperturbable, metódico al extremo y dotado de un bagaje cultural excelso. Ellos fueron los más macarras, arrogantes y altivos; los primeros siniestros y nuestros chicos de oro independientes, antes de que el manoseado término pasara a estar demodé. Surcaron los cielos del éxito sin renunciar al rock. Fundieron la calidad con el sello comercial. Aceptando el descenso a los infiernos con estoicismo castellano sin flagelarse por ello. Dignos en vida y orgullosos en muerte. Dijeron adiós para no volver nunca y dejaron una huella de lo más profunda, tanto que todavía hoy nadie ha tenido narices a ocupar su trono.

Ni qué decir tiene que todo lo que se escriba sobre ellos es poco. Y este “Cómo Perdimos Madrid” no es una excepción, pues es un lúcido y sentido agradecimiento a los más grandes, ajustado con mimo, coherencia y objetividad. 

Paso la última página y cierro el libro, mientras resuena un fino swing llamado “Esclavo de tus Pies” y me asalta una dolorosa pregunta, a la par que pienso en el desolador panorama de esta España yerma de talento, pese a estar llena de amagos de artistas precocinados incapaces de vocalizar que hoy representan una cultura decadente, donde hace no tanto cualquier canal televisivo y radiofórmula parecían bañadas en oro: ¿Cómo nos permitimos perder a Gabinete Caligari?