Desperados: “Motel Martín”

Por: Javier González 

Son Desperados una de esas bandas a las que uno siempre les ha tenido un cariño especial. A mitad de camino entre la reivindicación rockera, el malditismo de un momento concreto y el mito de una banda mayúscula con una repercusión minúscula. Transitaron el desierto de la segunda mitad de los ochenta, una vez que las luces de la movida se habían apagado y solo eran evidentes los golpes y las magulladuras en brazos y piernas, algunas producto de una afición desmedida a los picotazos y otras merced a una resaca de funestas consecuencias que tuvo su miserable epílogo con la crisis del olímpico año 1992, momento en que se gestó este “Motel Martín” hoy resucitado de su tumba. 

Desperados pertenecen a esa generación de esforzados amantes del rock and roll más carnal (Sex Museum, The Pleasure Fuckers, Los Enemigos) que decidieron lanzarse al ruedo, para dar vida a uno de los períodos más brillantes de la historia capitalina, aún hoy tan desconocido como llamativo, gracias a trabajos de auténtico rock and roll, sin edulcorantes ni etiquetas para todos los públicos,  como es el que hoy nos ocupa. 

Y es que aquí encontramos un catálogo con todos los ingredientes del género que todo buen aficionado que se precie valora. Guitarras infecciosas, letras directas y callejeras, vaciladas en toda regla, unidos al nervio y a la clase que hacen que casi setenta años después de la invención del rock, algunos sigamos enamorados de esta forma de elaborar canciones que tienen algunos elegidos. 

Los teclados amables de “Ella tiene que Ser”, nos marcan el camino del disfrute, una descripción muy madrileña de lo que es un flechazo en toda regla, con los hermanos Martín sentando cátedra, Fernando interpretando con convicción y Guille dibujando guitarrazos que van ganando peso hasta estallar, “La Rosa + Pálida de la Ciudad”, otra tonada urbanita que habla de un enamoramiento profundo, de potente base rítmica, remarcando la denuncia social a lo Cucharada en “Señor Policía”, entre guitarras limpias y con una elegancia brutal, acelerando hasta el extremo sus credenciales rocketas en “Corazón de Fuego”, ante una mujer suicida a ritmo de honky vitamínico, cerrando la primera cara del disco la hedonista “Llama Cuanto Antes”, quizás la menos brillante musicalmente pero que tiene un auténtico rollazo, quizás sea su letra, quizás el pulso de los dedos del maestro Martín, quizás el hablar de una bala perdida... 

Dar la vuelta al vinilo es un ejercicio de nerviosismo, ante la inseguridad que la segunda parte pueda mantener tan alto nivel, por suerte con el riff inicial de “El Mundo patas Arriba” las dudas quedan disipadas, más nocturnidad, más alevosía, más reivindicación de las madrugadas largas y el espíritu del rock, “Las Puertas de la Libertad” templan los nervios, entre teclados ululantes y una onda reflexión sobre los vaivenes de la vida y sus dudas, toda un canto a confiar en uno mismo y lanzarse al vacío, vistiendo el traje más elegante que tienen en “Tiempo de Perros”, arrastrando el blues en una canción que bien podrían haber sido escrita hoy mismo, fantástica previa ante la descarga made in Desperados que supone “Aún no he Caído”, temática boxística acelerada para cantarle a las fuerzas, al mantenerse en píe, para no bajar el pistón en “¡Y Qué¡”, otra reivindicación de un estilo de vida, de una forma de ser, canalla, noctámbula y muy rockera como sus creadores, con una cadencia vocal muy en la onda de los Burning de otro Martín, en este caso el añorado Toño

“Motel Martín” es un fantástico disco de rock and roll, sin complejos y sin aditivos, donde nadie encontrará trampa ni cartón. Un trabajo que trae sensaciones contradictorias, puesto que hace buena aquella afirmación que dice que cualquier tiempo pasado fue mejor; y que además nos hace echar mucho de menos a Desperados sobre los escenarios. Pero que a la vez nos hace esbozar una sonrisa al encontrarnos a Fernando en cualquier acto periodístico y queramos darle un fuerte abrazo por su eterna militancia rockera. Y que también nos haga maldecir a la vida por habernos robado el saber hacer de Guille y su eterna sonrisa. En todo caso gracias a Desperados, por haber existido y por haber logrado rescatar del olvido este trabajo. Estamos encantados de haber reservado habitación en el “Motel Martín”, sin duda alguna uno de los mejores de esta ciudad.