Beck: "Hyperspace"

Por: Jesús Elorriaga 

Es difícil reseñar un disco de Beck buscando un punto de apoyo sostenible en sus anteriores trabajos. Para seguir sus pasos en estos 26 años de carrera prolífica no hay que situarse detrás de él, sino encima de él. Esto es, como una mochila que, pegada a su espalda, se llena de nuevas influencias, nuevos sonidos, nuevas localizaciones y espacios donde albergar, principalmente, un ejercicio de superación estilística y creativa. Pese a todo, nunca estaremos hablando del mismo personaje. ¿Comparamos su último disco, "Hyperspace", con el rap de "Mellow Gold"? ¿Con el country fronterizo sui generis de "Mutations"? ¿Con el funky de "Midnite vultures"? ¿Quizás con el folk de "Morning Phase"? Imposible. La única referencia con la que se puede comparar a Beck Hansen es con el propio Beck Hansen.

Emocionalmente, sí que existe un paralelismo (o coincidencia) con respecto a "Sea Change". Ambos surgieron después de una complicada ruptura sentimental y le sirvieron de catalizador para quitarse de encima fantasmas y malas experiencias (en este caso, alejado ya de la Cienciología). De entre las revelaciones conseguidas en su decimocuarto disco, destaca la apertura a una luz alejada de la trascendencia y las ganas de conectar con un sonido más juvenil. Para eso se ha asociado a la producción con Pharrell Williams (sí, el autor del tema más pinchado en karaokes familiares, cumpleaños, esperas de atención telefónica y presentaciones de productos en 2014, “Happy”), además de otros socios de confianza en sus tres últimos discos (Cole M.G.N. y Greg Kurstin, ganadores de varios Grammys a su vera).

Lo que iba a ser una simple colaboración en formato EP entre Pharrell y Hansen se transformó en un trabajo lleno de sinergias positivas que dotan a este disco de un renovado carácter más cercano al minimalismo que a la orquestación, con ese aire de synth pop que se proyecta desde el pasado y al que le gusta coquetear con la psicodelia más volátil en busca de nuevos paisajes que expandan su discurso narrativo.

Lo naif no quita la valiente, y entre los trap beats y coros de agudos (suaves y cristalinos, marca de la casa) en "See Through", también se aprecian los amagos más folkies y osados de “Saw Lightning” como si una luz cósmica con base programada retromachine te sacara de un pozo y te lanzara hacia el futuro. Eso sí, nada más comenzar el disco, “Hyperlife” ya te conecta sin ningún rubor a las melodías de los últimos Flaming lips de Oczy Mlody. Como si las bases y los teclados caminaran sobre nenúfares. Y entre medias, “Uneventful days” va despertando sin apenas hacer ruido de esa oscuridad, buscando la calma interior en un escenario donde se asume la pérdida pero que también evita el conflicto.

"Die Waiting" rebosa buen rollo, entre chicles y palomitas de colores en un acto de revelación vitalista (“I can't understand why I've waited for so long / Just to walk out of the door, see the world moving on”). Claro que sí, Beck. “Chemical” continúa esa senda y hasta apunta tímidamente esas guitarras que se cuelan en su tema más redondo. "Hyperspace" arranca interesante aunque parece que decae progresivamente en su continua latencia (a pesar de las partes rapeadas de Terrell Hines), con “Stratosphere” logra elevarse y se queda como una cometa flotando, lo que puede hacernos olvidar que Beck sigue ahí en un disco que todavía no ha terminado y al que le quedan por ofrecer tres muestras de lo mejor y lo mejorable de Hansen: “Dark place” todavía te amasa en el cuelgue espacial de las anteriores, “Star” hace sonar lejanos ya los sonidos de la primera parte del disco pero te lleva por alguna trocha colorista sin que apenas te enteres hasta el epílogo, “Everlasting nothing”, una suave y brillante composición a medio camino entre el vaporwave y el folk, que finiquita la faena con un coro de góspel catalizador.

"Hyperspace" es, para que negarlo, un disco agradable. Crepuscular en clave alta, sin demasiados contrastes ni luces duras. Beck sigue llevando por bandera una forma de trabajar y componer personalísima, pero sin perder el norte en la marginalidad o los delirios perdidos en callejones sin salida. Sabe juntarse con las personas adecuadas y en este caso ha encontrado en Pharrell a su mejor socio para este momento creativo y vital, bordeando ya los 50, amigo. Estamos felices.