Rufus Wainwright: “Unfollow the Rules”

Por: Javier Capapé 

Ocho años transcurridos desde su última obra pop. Ocho años desde aquel "Out of the Game", grandes éxitos mediante y varias obras clásicas (musicando sonetos de Shakespeare o rematando dos Óperas, "Prima Donna" y "Hadrian"). Este nuevo acercamiento al mainstream reafirma a Rufus Wainwright como el mejor músico de su generación. Respetado por compañeros y venerado por una crítica que sabe que nunca defrauda cuando abre el frasco de las esencias hechas canción. Y cierto es que este "Unfollow the Rules" merece quitarse el sombrero ante una obra a la que es difícil hacerle sombra entre su completa discografía.

"Trouble in Paradise" abre con ritmo marcado una colección de canciones excelsa, que derrocha carácter. Desde el primer momento se aprecia que todos sus arreglos van encaminados a hacer brillar el pop que Rufus Wainwright lleva dentro, aunque sin dejar por completo sus formas más clásicas adquiridas tras su extenso bagaje a bordo de sus proyectos más barrocos. En "Damsel in Distress" aparecen las cuerdas y los coros dan un aire juguetón mezclados con palmas y efectos de sustain en las guitarras. Incluso el arreglo del puente puede recordar a las producciones de George Martin reafirmando su orientación colorista. Los giros vocales siguen siendo exigentes, como en sus mejores obras, pero estas canciones se suceden sin esfuerzo, como si fueran piezas ligeras, pero sin dejar de ser vibrantes. 

La canción que da título al disco comienza a piano y voz y va creciendo ayudada por las cuerdas y un Rufus desgarrado y sobrecogedor. Un tema mayúsculo en forma y fondo. Imposible no disfrutarlo, sobretodo cuando empieza a abrirse al ritmo de las escobillas que nos van elevando junto a las guitarras y la omnipresente sección de cuerdas, que da cuerpo a casi todas las canciones del conjunto. Cuando la canción llega a su fin, nuestro protagonista se ha abierto en canal y nos ha hecho volar y casi tocar el cielo. Una pieza soberbia, sin pegas, irresistible. A continuación llega el contraste con el swing de "You ain't big". Una canción trotona, un divertimento casi cabaretero y viajero, que nos conduce por territorio norteamericano. En la teatral "Romantical Man" vuelven a mandar las cuerdas, aunque una vez más es la voz la que se apodera del resto de arreglos. "Peaceful afternoon", de tono más acústico y con un estribillo para cantar con fuerza, permite mecerte fácilmente por sus hechuras. "Only the people that love" hace que contengamos la respiración y nos recuerda a pasajes ya conocidos como "Not ready to Love", con esa cadencia arrastrada por la guitarra acústica y mantenida todo el tema intentando encapsular emociones para dejar expresarse con pausa y delicadeza a nuestro protagonista.

Por un momento dejamos los arreglos de cuerdas y llega la más sintética "This one's for the ladies (That Lounge!)", aunque sin perder su exquisito registro, pero en un formato más experimental y sombrío que el resto. La breve "My little you" se presenta desprovista de artificios, guiada por un piano inquieto. En las formas se parece más a sus sonetos musicados o a discos más intimistas como "All Days are Nights: Songs for Lulu". "Early morning madness" camina despacio, como queriendo abrirse paso lentamente en un tema que crece con la exquisitez que siempre imprime Wainwright a aquellas obras que nos estremecen casi exclusivamente con el poder de sus cuerdas vocales, porque toda la instrumentación está a su servicio. Exige casi lo mismo que entrega porque, aunque cuesta hacerse a él, este tema es de los más definitorios del canadiense.

Y llegamos a una de las canciones más acertadas de la colección, aunque es muy difícil decidirse sólo por una de entre todas ellas. "Devils and angels (Hatred)" mezcla programaciones junto a la sección de cuerdas imprimiendo ritmo. Destaca su espectacular estribillo, con uso de sintetizadores incluido, pero sin renunciar a su esencia, y sorprende por parecer que está lejos del resto de temas más introspectivos del disco, porque sin duda es de las que más pegada derrochan, lo que hace que consiga atraparnos sin remisión, para desembocar finalmente en la delicadeza de "Alone time", una especie de renovada "Art Teacher" con un Wainwright una vez más excelso entregándose con su mejores armas: su inimitable prodigio vocal y su maestría al piano. Absolutamente emocionante de principio a fin.

No sé si debemos decir que "Unfollow the Rules" es el disco más acertado del canadiense en su acercamiento al pop (no nos olvidemos de “Want One” o “Release the Stars”), pero es uno de los que mejor factura nos ofrecerán en mucho tiempo. Porque cada vez que Rufus Wainwright nos presenta una colección de nuevas canciones entendemos lo que es el arte. Canciones que van directamente a tocarnos el alma, que nos regalan momentos de paz y que nos acercan un poco más al Edén. Podrán recurrir en exceso a las filigranas vocales, pero todas ellas nos seducen con su exquisitez y nos hacen por un momento sentirnos en el cielo. Y eso es algo que muy pocos artistas pueden conseguir. ¡Gracias una vez más, Rufus!