Veinte años sin Julián Infante


Por: Javier González

Veinte años sin Julián Infante son muchos, sin lugar a dudas son demasiados. A Julián ni le vi ni me le crucé nunca por Malasaña, ni tuve oportunidad de disfrutarle sobre las tablas, ni en recintos de mediano aforo ni en las salas con las que con cierta asiduidad pateaba la noche tocando rockanroles. Dicho encuentro se hizo imposible por una cuestión puramente generacional, pero es extraño ya que en muchas madrugadas su recuerdo y su voz vienen a mí, casi con la misma frecuencia con que lo hace el recuerdo de Toño Martín y Pepe Risi

Su forma de mover las manos ha estado presente en las vidas de muchos de nosotros desde tiempos inmemoriales, no en vano el nombre de Julián va ligado a los seminales Tequila y de una manera mucho más cercana al “Hasta Luego” de Los Rodríguez, recopilatorio que tuvo una importante culpa del paso a la adolescencia de quien suscribe, no en vano aquellas canciones rockeras, stonianas y con sabores provenientes del otro lado del Atlántico, lograron transmitir gracias a su comercialidad bien entendida, el amor por cierta forma coherente de hacer rock para todos los públicos, y sí, una vez más en castellano, algo que ya hicieran más de una década antes con los ya mencionados Tequila

Julián estaba ahí, quizás como el cuarto Rodríguez en importancia, pero en las fotos llamaba la atención por su estética fiel a la escuela Keith Richards, reclamando la atención, robando miradas, incluyendo joyas ocultas en forma de canción como “Extraño”, la típica que quitabas de primeras y que para un servidor representa el culmen de dicho disco. Ahí aparecía Julián Infante, mitad caballero del rock, mitad pirata de la vida. Bordeando el lado salvaje y asomando su rostro curtido al abismo. Carácter y farra por doquier que en libros como “Sol y Sombra”, fenomenal biografía oral firmada por los Kikes sobre la banda,cuyo nombre sale del combinado que tanto le gustaba, queda perfectamente reflejada, mostrando las dos caras de su misma moneda. 

Veinte años sin Julián Infante son muchos, demasiados sin duda, porque para los amantes del rock en castellano, pocas cosas hay mejores en la soledad de la noche y con nuestros fantasmas rondándonos que la visita inesperada de figuras reconocibles que sepan aplacar emociones en un simple rasgueo y fraseo. Son dos décadas sin un mito de nuestro rock. Querido y añorado siempre, eterno Julián. Todavía te añoramos. Nos dejaste huérfanos de alguna joyita más. Hoy toca darte un recuerdo emocionado. Larga vida, allá donde estés.