Big Red Machine: “How Long Do You Think It’s Gonna Last?”


Por: Javier Capapé

Han vuelto a hacerlo. Justin Vernon y Aaron Dessner han rescatado de nuevo su proyecto conjunto que pudo parecer algo puntual cuando se editó su primer disco casi como un divertimento en 2018, pero que con este “How long do you think it's gonna last?” se confirma como una verdadera carrera paralela a sus principales proyectos personales. Bon Iver y The National son intocables, pero Big Red Machine nace con total libertad, un espacio donde volcar algunos de sus pequeños vicios, donde coquetear con la electrónica de manera más libre a la vez que dan rienda suelta a algunas maneras más castizas en esta ocasión. Big Red Machine es también el caldo de cultivo para que los dos norteamericanos se rodeen de amigos y conviertan en una pequeña fiesta cada grabación. De esta manera vemos confluir en un mismo disco a Taylor Swift, Fleet Foxes, Sharon Van Etten o Anaïs Mitchell. Quince cortes cargados de sentimiento donde Dessner se vuelca en la producción para regalarnos una especie de continuación de los exitosos “Folklore” y “Evermore” (para muestra de ello basta ver que Taylor Swift es la protagonista de dos de estos quince cortes). Por su parte, Vernon es el maestro de ceremonias a las voces, compartiendo protagonismo con los numerosos invitados en la mayoría de las canciones, aunque dejando espacio también para que Dessner tome el testigo en las delicadas “The Ghost of Cincinnati”, “Magnolia” o “Brycie”, dedicada a su hermano gemelo. Si la voz de Vernon es sinónimo de hogar para muchos de nosotros, pero ya no nos sorprende como ocurría hace unos años, la de Dessner sí lo consigue al hacer acto de presencia de forma inesperada en estos tres temas mencionados, que son además los más netamente countries o “americana” de la colección (a excepción del más convencional “Magnolia”). En el resto sobran los adornos con predominio de los tonos relajados y acústicos más que electrónicos (aunque estos también hacen acto de presencia en temas como “8:22 a.m.” o “Hoping Then”) sin perder un ápice de ingenio, lo que consigue elevar el proyecto muy por encima de lo demostrado en su disco debut.

A pesar de echar en falta su colaboración con Michael Stipe del pasado 2020 (“No time for love like now”), que hubiera encajado como anillo al dedo en el disco, sobran buenos singles en el conjunto. Destaca la colaboración junto a Anaïs Mitchell, que aparece para abrir con la suave “Latter Days” y para cerrar con la otoñal “New Auburn”. Los pianos que abren el disco al estilo The National lo despiden igualmente, como queriendo cerrar un círculo perfectamente trazado. En “Phoenix” brilla el tono pastoral de Fleet Foxes y con “Mimi” sorprende Ilsey con su colorido vocal y su ritmo ligero, aunque quizá la pieza fundamental de encaje entre Vernon, Dessner y todas las colaboraciones sea Taylor Swift, que vuelve a dejarnos con la boca abierta tanto en “Birch” como en “Renegade”. La primera de ambas con el espíritu de un Bon Iver primigenio más la justa aportación de Swift y la segunda como si fuera un tema escondido de “Folklore”, pero que nunca cansa, porque el empaste de Vernon y Swift con sus voces es una experiencia siempre sobrecogedora (¿Para cuándo un disco completo con estas dos voces?).

Los aportes de Naeem, Ben Howard & This is the Kit o La Force se hacen notar en las menos convencionales “Easy to Sabotage”, “June’s a river” y “8:22 a.m”. En este trío tan particular de canciones la experimentación salta por los aires, aunque sin perder cierta suavidad. Las guitarras se tornan percutivas y se deja escuchar cierto ruidismo adictivo, aunque quizá no estén del todo bien aprovechadas las intervenciones de sus colaboradores.

Sharon van Etten, Lisa Hannigan & Shara Nova se dan cita en “Hutch”, otro de los puntos álgidos del lote, destilando belleza en este emocionante góspel. Y tampoco hay que olvidarse de “Resse”, más alegre y trotona que cualquier tema de Bon Iver. Más orgánica gracias al piano que la conduce y quizá una de las que da sentido a este disco, aportando los cambios y adornos justos que desvíen de su zona de confort a los dos artistas que dirigen el experimento, quitándole cierta repetición y sobrecargo electrónico a la carrera de Bon Iver y aportando esos mismos elementos a un Dessner que con The National se mueve en claves más cercanas al rock. Aunque cierto es que si uno de los dos se lleva más a su terreno el experimento es Aaron debido a que su producción se reconoce al instante por mucho protagonismo vocal que le conceda a su otra mitad en Big Red Machine. Haciendo referencia a su irónico título, no sabemos cuánto tiempo durará este proyecto, pero lo que es seguro es que estas quince canciones resistirán muy bien el paso del tiempo.