Rober Perdut: “Todo de Nada”

Por: Javier González

Rock descarnado, aromas urbanos, herencia protopunk, algo de glam sucio y casi carnívoro; canciones que no buscan el beneplácito y ciertamente perturbadoras que salen de mezclar en una coctelera el alma de Lou Reed, la algarabía de las New York Dolls y el desparrame de Iggy Pop, cantadas con voz cazallera y canalla, pero con toque señorial, todo sea dicho, a eso suena este maravilloso “Todo de Nada”, la segunda referencia de Rober Perdut. 

Esta nueva entrega suena musculosa ante todo, sucia desde la inicial “Salmos del Cable”, negociando un pacto urbano con Satán, levemente dulcificado con ese saxo, hermanado con el “Suffragette City” de David Bowie, y plena de chulería en su recitado, con cabida para el punk-pop elegante y marcial de “Nunca Quise”, donde Rober muestra que si a crudeza no muchos le ganarán, “Vende tu Alma” es un claro ejemplo, tampoco le es ajena una tonada elegante y rotunda en lo musical. 

“El Vals de la Lata” es quizás el corte más inmediato de la colección, de un ritmazo imbatible, hedonismo en vena, donde se aboga por dejarse ir juntando alcohol, algo de compañía femenina y un poquito de “medicación” adquirida fuera de farmacias; “No Soy Humano” es puro groove, cavernoso y visceral, cerrando con “Túnel de Lavado”, donde se acerca a los Stones de “Honky Tonk Woman”, aunque los fraseos, o los voceos más bien, también nos retrotraen a Barricada, con El Drogas cantando aquello de “No sé que hacer Contigo”, dejando un fenomenal poso en el oyente por su honesta cercanía y su cruda producción netamente rockera. 

Este “Todo de Nada” es un disco de verdad, sincero y acertado, donde las querencias punk-rockeras no esconden la envergadura de un proyecto que a buen seguro en vivo será una auténtica delicia, pues sonando decididamente sucios, saben dejar retazos de elegancia y saber hacer. Uno de esos discos de “rock para nadie” que solamente unos pocos afortunados descubrirán, afortunados que de aquí en adelante seguirán muy de cerca las evoluciones de Rober Perdut, uno de esos tipos que saben transformar lo que ven en las calles en puro, duro y crudo rock.