Nick Cave: "Seven Psalms"


Por: Jesús Elorriaga

En una sociedad donde se suele tratar de maquillar el dolor, la tristeza o simplemente la crudeza de la existencia (cuando no, directamente, extirparla del discurso), resulta interesante comprobar cómo las heridas emocionales pueden impulsar la creatividad de algunos artistas. Nada nuevo bajo el sol, pero quizás es meritorio en tiempos de autoayuda rápida y gurús de coaching emocional que luchan por alejarnos de la riqueza de la complejidad de la vida, el cableado interno de las emociones y los ritmos más lentos que conlleva adaptarse y aceptar nuestra fragilidad, como una base sobre la que edificar las fortalezas que construyen las estructuras de la madurez. 

“Abraza la oscuridad”, se titula el poema de Bukowski. Nick Cave, abraza esa oscuridad, la alimenta y hace crecer con nuevas formas de sacar adelante un discurso que igual habría que señalar, en su punto de partida, la fecha del trágico fallecimiento de su hijo Arthur en julio de 2015. Desde entonces, el músico australiano ha construido una senda sobre la que han discurrido, hasta la fecha, 2 películas documentales dirigidas por Andrew Dominik ("One more time with feeling", 2016 y "This Much I Know To Be True", 2022), un disco en directo (al piano, "Idiot prayer", 2020), 2 discos de estudio con los Bad Seeds ("Skeleton tree", 2016, "Ghosteen", 2019) y otros dos solo con Warren Ellis ("Carnage", 2021 y "Seven Psalms", 2022).

Este último disco es un paso más allá del que ya realizó durante el confinamiento con "Carnage", que no dejaba de ser otro eslabón más en este recorrido que hemos comentado, abrazando el dolor de la pérdida de un hijo y en el que se ve una piel nueva en Cave, más cercano a alcanzar una espiritualidad, íntima y luminosa a la vez, donde el amor, la ira, el dolor, la misericordia y la fe tienen un papel fundamental en los paisajes de sus letras. “Mientras estaba encerrado en la cuarentena, escribí una serie de salmos, o pequeñas canciones sagradas, una al día durante una semana”, escribe Nick Cave en un comunicado. “Una ofrenda contemplativa nacida de un tiempo incierto”.

"Seven Psalms" es la cumbre del minimalismo, escueto en su contenido, pero profundo. Etéreo. Apenas seis temas de no más de dos minutos y una cara b destinada a una pieza instrumental de casi 12 minutos. ¿Qué nos encontramos en ellas? Básicamente, un ejercicio de meditación. Nick Cave habla al micro, como si recitara una oración que eleva su voz, cristalina, seria y oscura, sobre una ambientación musical que se diluye lejana, a veces en forma de sutiles repeticiones, otras en delicadas muestras de contención, coros que parecen surgir de otra dimensión, algunas notas de piano que remarcan un final… Todo totalmente ajeno a una estructura típica de canción al uso, más parecida a una de sus bandas sonoras que a lo oído en sus anteriores discos (quizás en "Skeleton tree" hay cosas parecidas, pero aún así quedan muy lejanas a cómo se estructuran en este disco). 

El disco no se puede escuchar sin más. Es una nueva forma de oración, de monólogo interior alejado del ruido mental. Aquí los pensamientos o la racionalización del acto de la escucha pueden quedar limitados para valorar en, su esencia, el contenido de estas siete canciones. Me recuerda a la capilla de Kamppi, en Helsinki, también conocida como la «Capilla de Silencio», un espacio para la introspección en una de las plazas más bulliciosas de la capital finlandesa. "Seven Psalms" nos protege de la barahúnda que nos rodea, la vorágine de la inmediatez, la futilidad del contenido histérico. Los místicos podrían decir que Nick Cave trasciende a lo más elevado con este disco. Yo simplemente creo que nos regala un cálido abrazo a la oscuridad.