El canto de cisne de Izal


Espacio Zity, Zaragoza. Martes, 11 de octubre del 2022

Texto y fotografías: Javier Capapé

 No es fácil decir adiós cuando uno está en lo más alto. Despedirse con un hasta luego es menos doloroso, pero esta gira de Izal es, en palabras de sus cinco miembros, una celebración de sus poco más de doce años de vida a la par que una despedida indefinida. Lo que pudo plantearse como la presentación del disco más personal escrito por Mikel Izal se ha convertido en un repaso de los éxitos más granados de su carrera a modo de homenaje en este tour final, que tiene cierto sabor amargo por su condición de canto de cisne. A pesar de ello, cada concierto de la gira es totalmente disfrutable, enlazando sus mejores canciones sin respiro de principio a fin. Un auténtico regalo para sus fans de siempre e incluso para aquellos más despistados que se acerquen a estos conciertos movidos por cierta curiosidad presente en lugar de para celebrar la consabida despedida.

En la víspera del día grande de las fiestas del Pilar en Zaragoza Mikel Izal se presentó cercano y con el verso suelto. Sus canciones brillaron en las mejores versiones de sí mismas (aunque en algún momento el sonido del Espacio Zity pudiese haber sido mejorable). El grupo estuvo algo comedido, como queriendo centrarse en la interpretación precisa por encima incluso de la emoción, que quedó enteramente en manos de Mikel, el verdadero protagonista de la noche. Sus experiencias convertidas en canciones fueron la clave de este repaso en forma de veinticinco capítulos, repartiendo el peso por igual entre sus cinco álbumes publicados.

"El pozo" inauguró con contundencia la noche tras ver al grupo en las pantallas disponiéndose a iniciar el concierto en el trayecto desde el camerino hasta el escenario. "Asuntos delicados" no bajó el listón, pero el público estalló con "Copacabana", uno de sus emblemas indiscutibles.

Con reflexión, pausa y emoción contenida. Así recibimos a "Meiuqér", una de las canciones más personales de Mikel Izal que se escuchó como un canto al renacimiento y a la pérdida del miedo que anula el espíritu. Quizá falló el ruido de fondo de las carpas anexas al concierto en una canción que requiere silencio para ser degustada como es debido, pero a pesar de ello nos volvió a poner los pelos como escarpias. Una canción que es todo un símbolo, un tótem para muchos de los que valoramos la música como vehículo emocional.

Para aquellos que han tenido un hijo en estos últimos años marcados por la pandemia dedicó "Pequeña gran revolución" y para los acompañantes de los incondicionales de un concierto como éste, aquellos que sin saber mucho del grupo estaban ahí, fue "Los seres que me llenan". "He vuelto" o "El hombre del futuro" sonaron industriales, algo frías por su programación, pero igualmente certeras, aunque fueron recibidas de forma mucho más tibia que otras como "Palos de ciego" o "Agujeros de gusano", extraídas directamente del disco que les subió hacia los cielos en el 2013.

Al atacar temas de su disco debut como "Tu continente" el público estalla, demostrando la "magia" que posee un disco como éste. Sin duda uno de los favoritos de sus seguidores. "Inercia" nos conmueve porque tiene los ingredientes necesarios para ello (una de las más acertadas de sus últimas creaciones) y "Pánico práctico" vuelve a erigirse como un tema rotundo. "Autoterapia" ruge como la primera vez que la escuchamos, aunque no tenga el nivel de "La increíble historia del hombre que podía volar pero no sabía cómo" donde parece que toda la comunidad reunida en la carpa principal del espacio Zity entienda el inimitable idioma de Bowie. Nos encanta esa comunión a pesar de no ser uno de los referentes que primero nos venga a la cabeza al escuchar la música de Izal, que se escora más hacia el pop delicado de "Magia y efectos especiales". Cuando encaran "Bill Murray" Mikel se encarga de aclarar que su inspiración estuvo en las tres noches en las que llenaron el Circo Price en 2014, en plena efervescencia de su propuesta. Algo así como un sueño recurrente que se repitió durante esas tres noches que quisieron que nunca terminasen (de ahí la alusión a Bill Murray en su inolvidable papel de "Atrapado en el Tiempo"). Y me llama la atención que se detenga en un episodio como esas tres noches en el Price por delante de las veces que han reunido a su pléyade de seguidores en el Wizink Center. Quizá para ellos la magia estaba en esos primeros momentos o en la mítica plaza del Trigo del Sonorama (que también salió a relucir). La calidad por encima de la cantidad (¿de ahí su desgaste hasta necesitar este parón inevitable?).

Con "Despedida" mostraron en las pantallas momentos reseñables a modo de postales para enmarcar de sus años de agitada existencia, antes de incitarnos a bailar a todos pase lo que pase (aunque mejor si no tenemos que recurrir a otros dos años para olvidar) con "El Baile" y poner punto y final al grueso del concierto con "Pausa", que derivó en un desarrollo potente en su coda (algo que ya ocurría en su anterior gira y que la diferencia claramente de su versión original) en contraste con la calma de su tempo principal.

Los bises estaban cantados. Había que terminar reivindicando ese "hogar" como reza su último disco. Su público, su escenario, su equipo. Todos somos "hogar" para Izal y también Izal es ese "hogar" al que necesitamos volver tantas veces. Algo que ocurre con canciones como "Qué bien", que el quinteto interpretó mezclado entre el público de las primeras filas. Muchos ya sabían de este giro en la parte final del concierto y estaban prevenidos para ello, pero los que no sabíamos de este gesto quedamos encantados con el atrevimiento a pesar de tener que seguirlo desde las pantallas del fondo del escenario. Un gesto que da muestras de que Izal no serían nada sin ese público que les apoyó desde sus primeros pasos, que les aupó desde las pequeñas salas (como la mítica Ley Seca en Zaragoza, que también tuvieron presente) a los grandes escenarios y múltiples festivales. Un ejemplo claro de un grupo que ha crecido impulsado por su gente, con imponentes himnos, pero sobre todo con fieles que han sabido entender sus pasos, así como quizá ocurre también con esta disolución indefinida. No sabemos si será para dar rienda suelta a los caprichos de su líder y compositor, pero sea como sea Izal se han ganado un sitio muy destacado en el panorama del pop-rock de nuestro país. Un lugar merecido, aunque tal vez nos siga pareciendo precipitado no querer alargarlo algo más. "La mujer de verde", ya con el grupo de nuevo en el escenario, puso el irremediable broche final mientras flotaba cierta melancolía en el ambiente. ¿Sería de verdad ésta la última vez que veríamos a este particular combo sobre el escenario? Pesaba mucho esa incertidumbre, pero el grupo se recogió sin excesivos lamentos. Con una foto-finish con su público (¿verdaderos artífices de su éxito?) y una despedida breve. Un hasta siempre firme, pero sin prolongar esa agonía del adiós. Izal parecen estar muy seguros de su decisión. Se abre un nuevo camino para estos músicos humildes que no sabemos a dónde les llevará. Una vuelta a sus inicios, un renacimiento que ojalá no nos haga olvidar todo lo andado. Fue bonito mientras duró. Buena suerte y buen viaje.